Silvia
Isolda Ramírez Pitta
Ser feliz es una aspiración inherente al
ser humano desde siempre, y al dia
de hoy permanece vigente. Es posible que,
incluso, con mayor fuerza y necesidad
que nunca y más hondamente sentida, a causa de los tiempos difíciles que nos
toca vivir.
Hace algunos días tuve la oportunidad de
escuchar a Ramón Durón,
“El filósofo de Güemez”, en una de sus conferencias acerca de la felicidad, en el auditorio del SNTE. El tema y la forma de
abordarlo recibieron grata respuesta de las personas que se dieron cita esa
tarde, y que en todo momento mantuvieron la atención y el interés. Precisamente
esa reacción en el público, generada en parte por la personalidad del
conferencista y acentuada por las temáticas abordadas, es la que me motivó a
escribir estas líneas que hoy comparto
con los lectores.
¿Es posible ser felices? Si la respuesta
es un si, ¿cómo lograrlo? Temo que para eso no existe una fórmula infalible,
sin embargo recuperaré algunas ideas del conferencista, que, salpicadas de mi
experiencia como terapeuta, podrían resultar de alguna utilidad para quienes
buscan alcanzar la felicidad y compartirla, pues la felicidad se nos da sólo
cuando la buscamos sin egoísmo posesivo; no como algo, una cosa; la felicidad
es una especie de regalo que se disfruta con los demás. Al margen del contacto
con nuestros semejantes, la felicidad es imposible: viéndose en el estanque
Narciso satisface su vanidad. Nada más; no podemos decir que sea feliz.
¿Cómo se nos podría impedir la realización
de un deseo que vive en lo más íntimo de nuestro ser?
Esa aspiración, ese deseo de nuestro yo
profundo, no puede y no debe ser defraudada, pero ya lo dije, ser feliz no es
una posesión egoísta, es una posibilidad que debe abrazar a las personas que
están cerca de nosotros, a quienes comparten nuestros espacios y nuestro
tiempo.
Ramón Durón se refirió a tres cualidades
que son características de una personalidad madura, apta para dar y recibir los
dones de una vida feliz,
Primera cualidad: Ser agradecidos. ¿Por qué? Y
agradecidos, ¿con quién? Aquí ya hay una
alusión a que no estamos solos, a que tenemos que estar agradecidos con alguien
a quien se dirige nuestra gratitud. En última instancia, ese Alguien es el principio universal que lo gobierna todo y al
que nos sentimos ligados. Esto no debe extrañarnos, pues este sentimiento lo
encontramos incluso en pensadores ateos
, que sienten que la naturaleza es una totalidad y que tenemos que estar agradecidos a la vida, de
la que somos, cada uno de nosotros, una pequeña parte.
El que es teísta piensa en Dios; el que
ama la naturaleza, piensa en el gran Todo Universal.
El agradecimiento es una forma de
reconocimiento profundamente sentido, por algo que hemos recibido
gratuitamente. Porque en efecto, las cosas más grandes no las compramos, ni as
adquirimos por intercambio, simplemente se nos dan. La vida misma, el afecto de
nuestros padres, de la familia, de los amigos; la sonrisa de un niño, la magia
de un atardecer, la belleza de un cielo estrellado, la inmensidad del mar… y
podríamos enumerar tantas y tantas.
Una segunda cualidad analizada por el
filósofo de Güemez es la solidaridad.
Esta forma de ser solidarios se expresa en el abrazo; “un abrazo es estar corazón
a corazón”. Por lo tanto es la forma humana por excelencia de acortar la
distancia entre yo y el otro. ¿Cuántas veces este gesto fraternal nos ha hecho
sentir fuertes y que no estamos solos? Sin duda muchas veces.
En ocasiones no nos atrevemos a ser
felices, posiblemente por un sentimiento de culpa que nos acompaña consciente o
inconscientemente y somos nosotros
mismos los que saboteamos las oportunidades de alcanzar cierto grado de
felicidad.
Otra forma de sabotearnos es aplicar un
mecanismo de evasión, por ejemplo el posponerla. Mientras estudio pienso que
seré feliz al graduarme; cuando me gradúo creo que la felicidad llegará al
momento de tener un empleo; cuando tengo un empleo pongo mi felicidad en la
adquisición de un vehículo, una casa o en otras cosas materiales; si tengo
sobrepeso, digo que seré feliz al adelgazar; si no tengo una pareja digo que
seré feliz cuando me quieran y así sucesivamente.
Inventamos
tantos requisitos según inventamos
nuevas carencias.
Ser feliz es un derecho de todo ser
humano; pero no me refiero, claro está a una felicidad absoluta. Tal felicidad
no corresponde a nuestra condición. La nuestra es, diría yo, una felicidad episódica,
pero aún así, nos servirá para vivir intensamente las cosas bellas y valiosas
de nuestra existencia. Encontrar esas cosas, son las oportunidades que debemos
aprovechar.
Por último, como tercera cualidad y cuya
importancia mayúscula ha sido reconocida siempre el filósofo destacó el amor, cualidad que de alguna manera
engloba, a las otras dos, pero reclama ser descrita en algunos de sus
caracteres más específicos. Afirmó Ramón Durón: “el amor es la fuerza del bien
que todo lo puede y todo lo transforma”. En otra parte de su plática, precisó: “Hacer
las cosas con pasión.” Se entiende que pasión, en el contexto de sus ideas, no
es lo que normalmente entendemos por el término, sino la capacidad de
comprometernos con todo lo que somos, cuando luchamos por cosas por las que
vale la pena luchar.
A las ideas del filósofo yo añadiría: la
capacidad de valorar todo lo que somos y todo
lo que poseemos, en lugar de
acentuar nuestras carencias.
Como han visto los lectores, para el filósofo
de Güemez, es posible ser felices. Los que creen en la otra posibilidad, la de
no serlo, la de aceptar que hemos venido sólo a sufrir y a padecer, éstos, no
requieren razones para argumentar en favor de esta hipótesis negativa.
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