Jesús Jiménez Castillo
El tema de esta conferencia es la calidad de
la educación superior, cuestión de mucho interés para todos, pues se refiere al
trabajo orientado a la formación de las nuevas generaciones que tienen, o van a
tener, la responsabilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad a través
del cultivo del conocimiento, dicho en el sentido más amplio del término, pues
incluye todo lo relativo a nuestra cultura y formas de vida como comunidad
humana. Pero también, y de manera más específica, porque hace referencia a un campo
de la educación que, para algunos de nosotros, ha sido la ocupación profesional
habitual durante gran parte de nuestra vida.
También es conveniente mencionar que a pesar
de la importancia de la educación superior, esta es solo un aspecto más del llamado
fenómeno educativo, actividad humana orientada al conocimiento del mundo de la
vida y a favorecer el relacionamiento con nuestros semejantes, para hacer que
nuestra existencia como individuos y como colectividad sea exitosa, aunque tal
propósito no siempre se logre. Es un proceso que nos acompaña desde el
nacimiento hasta el fin de la vida; por lo tanto, no tiene interrupciones, solo
la dividimos convencionalmente como educación inicial, primaria, secundaria,
preparatoria y superior, entre otras modalidades, para favorecer y adecuar las
intenciones e intereses de la sociedad y del Estado.
En la sociedad, es la familia el centro
generador de los valores fundamentales sobre los cuales descansa la enseñanza y
aprendizaje de los bienes culturales esenciales de cada grupo humano, y que dan
sustento a su educación. El Estado, en cambio, traslada su responsabilidad, en
el sentido instruccional de los saberes que dan contenido al Sistema Educativo
Nacional, a los organismos institucionales que para el efecto han sido creados;
es decir, a través de los subsistemas de educación básica, media superior y
superior, entre otros. En ambos, es decir, entre la sociedad y el Estado, existe
una corresponsabilidad, pero mayoritariamente de parte de este último, pues de
acuerdo a nuestra legislación, es la entidad que tiene la encomienda de dar
direccionalidad y eficacia a las labores educativas para la consecución de los
fines y aspiraciones de la sociedad, y su concreción en logros políticos,
filosóficos, sociales, económicos, técnicos y científicos, entre muchos más,
que contribuyan a la construcción de un mejor modo de vida y bienestar para
todos.
Bajo estas consideraciones, el sistema de
educación superior, que constituye la fase última del Sistema Educativo
Nacional, tiene como principal función formar la fuerza laboral especializada
que requiere la sociedad y el Estado, para impulsar el desarrollo de la nación,
considerada esta como el espacio geográfico vital en el que se manifiesta el
devenir existencial de nuestros pueblos y colectividades.
Algo muy importante en la conceptualización
que se hace de la educación superior, es que a menudo se le considera como un
sistema independiente y no como una parte de otro más amplio, como lo es el
macro sistema social, que incluye lo político, económico, científico,
tecnológico, axiológico y todo lo que tiene que ver con el ser humano en sus
múltiples dimensiones. En este sentido, la educación superior es influenciada
negativamente por las deficiencias que presentan los otros subsistemas
educativos, como la educación básica y media superior; igualmente lo afectan
los problemas de toda índole que provienen del contexto social: la crisis
económica, la inseguridad, el deterioro de valores, la deshonestidad de
líderes, funcionarios y autoridades, y muchos otros aspectos que han generado
que nuestro país sufra una de sus mayores crisis, probablemente la más severa a
lo largo de su historia.
Aunque es un tanto reiterativo insistir en
cuestiones que nos definen como un país casi paralizado en sus procesos de
desarrollo, la realidad es que son pocas las oportunidades que tenemos de
avanzar como sociedad hacia mejores estadios de bienestar y convivencia. Y el
problema no es falta de capacidad o recursos, el verdadero problema es la falta
de voluntad política y el diseño de un proyecto de nación que ponga en
movimiento todo nuestro potencial como sociedad inteligente y trabajadora. Sólo
la indiferencia y desinterés de nuestros líderes y autoridades explican el
atraso que tenemos en educación, ocupando los últimos lugares en prácticamente
todas las materias que componen el currículum de los diferentes niveles
educativos. Somos uno de los paises que menos lee en el mundo, y de ellos, el
que menos comprende lo que lee, que ya es decir. A pesar de esta situación, se
promueven reformas educativas que atienden otros aspectos, importantes también,
pero que no tocan el fondo del problema. Por otra parte, hay evidencia de la
capacidad y talento de nuestros jóvenes, al más alto nivel académico y
científico del mundo, sin embargo, con poco apoyo o ninguno, incluso miles de
ellos emigran a otros paises provocando una fuga de cerebros que, en otras
condiciones, serían la base de nuestro progreso como nación.
En lo que respecta a la calidad de la
educación que se imparte en nuestro país, debemos comenzar por la clarificación
del término ‘calidad’, utilizado con
mucha frecuencia de muy diversas maneras y con diferentes significados, por
ejemplo, como un sustantivo, es decir, como algo que existe de manera
independiente y que puede ser agregada a las cosas para mejorarlas, para
justificar decisiones, para sustentar políticas, o como forma de referirse a lo
ideal, o para desacreditar lo que se considera que no cumple con ciertos
requisitos, también como un propósito o meta a lograr; en fin, es una especie
de palabra baúl que puede ser aplicada para fundamentar formas de argumentación
que expliquen, demuestren o definan determinados hechos o situaciones.
Sin embargo, si uno acude a las fuentes
lexicográficas nos daremos cuenta que el significado de ‘calidad’ es muy
diferente al uso que le damos, y más simple de lo que a menudo nos lo hacen
parecer los discursos y escritos. La palabra calidad, hace alusión a una forma
de caracterizar y diferenciar la naturaleza de las cosas existentes, y su
pertenencia a cierto grupo o clase. Cada cosa u objeto tiene una sustancia que
hace que sea lo que es, lo constitutivo de ella; y la calidad, es la forma que
utilizamos para describir o calificar esa composición sustantiva. La calidad no
enjuicia lo mejor o peor, mayor o menor, o cualquier otra propiedad positiva o
negativa atribuible a las cosas, solo nos sirve para determinar su
singularidad. Por consiguiente, la debemos considerar como un elemento útil
para delimitar, reconocer y comparar las cosas. La calidad nos permite saber si
una cosa tiene más, menos o iguales elementos que otra, y a partir de ese
conocimiento, emitir juicios de valor.
Bajo esta consideración, la determinación de la calidad de la educación requiere
de muchos elementos necesarios para realizar, primero su caracterización y posteriormente
su comparación con sistemas análogos que nos permitan calificar, en el sentido
más amplio, su naturaleza y función. Lo que necesitamos son referencias que nos
indiquen si cumplimos con los requisitos de alta calidad que tienen dichos
referentes, como sería el caso de los modelos de paises más desarrollados.
Aludir a la calidad de la educación, implica comprender
en ella a todos sus elementos constitutivos: leyes, procesos de enseñanza-aprendizaje,
programas académicos, planes y programas de estudio, investigación, extensión,
difusión, comunicación, becas, personal académico, personal administrativo,
autoridades, estudiantes, edificios, instalaciones, equipamiento y todo aquello
que le da soporte y sentido al mundo universitario e instituciones educativas
de este nivel. Y debe incluir, también, la dimensión internacional, el
intercambio y transferencia de conocimientos, la incorporación de nuevas
tecnologías, el diseño y operación de sistemas interactivos, la movilidad e
intercambio de profesores y estudiantes, la internacionalización de proyectos académicos,
así como el enriquecimiento de valores y tradiciones constitutivos de la
identidad de nuestro mundo cultural.
El mejoramiento de la calidad de la educación
implica el fortalecimiento de capacidades y competencias del personal
responsable de su funcionamiento, el diseño de modelos educativos integrados
con planes y programas de estudio que incluyan métodos y contenidos apropiados
para la formación de los futuros profesionistas, incorporando las nuevas
tecnologías de la información y comunicación, y su inserción en la llamada
sociedad del conocimiento, que cada día crece de manera exponencial en los
paises más desarrollados.
La UNESCO, en una de sus declaraciones sobre la
educación superior en el siglo XXI, señala que esta debe de contribuir al
desarrollo sostenible y al mejoramiento de la humanidad en su conjunto,
formando ciudadanos responsables y participativos en la solución de los problemas
comunes. Poner en práctica un aprendizaje permanente que les proporcione las
herramientas apropiadas para enfrentar los desafíos del mundo moderno, y que propicien
ambientes de convivencia donde prevalezcan la justicia, la democracia y la paz.
Así mismo, generar, promover y difundir el cultivo del conocimiento relativo a
las ciencias, las artes y las humanidades, incluidos la comprensión,
interpretación, fortalecimiento, preservación, fomento y difusión de las
culturas locales, regionales y nacionales, tomando en cuenta criterios de
pluralidad y diversidad cultural.
La educación superior, según los postulados de la
UNESCO, debe estar sustentada en un trabajo ético y riguroso, con plena
autonomía y responsabilidad. Debe crear modelos de referencia que coadyuven al
desarrollo social, proporcionando elementos a los individuos que están más allá
de su ámbito, para que sean también críticos, que comprendan su realidad,
reflexionen sobre ella y actúen en consecuencia para transformarla en su
beneficio. El acceso a la educación superior debe estar basado en méritos y competencias
que integren la capacidad, los esfuerzos, la perseverancia y la determinación
de los aspirantes, en una perspectiva de la educación cultivable a lo largo de
toda la vida. Y debe incluir a todos, dando oportunidades a los grupos más
vulnerables y desfavorecidos, las mujeres preferentemente, que cumplen un papel
estratégico en la vida social. Y sin ninguna discriminación fundada en la raza,
el sexo, el idioma, la religión o en consideraciones económicas, culturales, sociales
o incapacidades físicas. Debe ser equitativa y vinculada con los demás niveles
de enseñanza, pues son componentes de un sistema continuo al que deben
contribuir y fomentar. Como lo dije al principio, la educación se inicia en la
primera infancia y prosigue a lo largo de toda la vida.
La educación superior ha de ser pertinente y
evaluarse en función de la adecuación entre lo que la sociedad espera de las
instituciones y lo que éstas realizan. El fenómeno de la globalización ha
incidido en la emergencia de contextos económicos caracterizados por la
aparición de modelos de producción inéditos que requieren de saberes y
aplicaciones diferentes a los ya conocidos. Los sistemas de información y las
llamadas redes sociales, han creado más necesidades de procesamiento y
tratamiento de la información, lo que sugiere un reforzamiento y renovación de
los vínculos entre la enseñanza superior, el mundo del trabajo y las
necesidades sociales. Ello requiere del establecimiento de un equilibrio entre
la investigación básica y la orientada a determinadas aplicaciones para la
resolución de problemas prácticos. Así mismo, contribuir a la formación de estudiantes
bien informados, conscientes y con sentido crítico, capaces de analizar los
problemas de la sociedad, proponer soluciones y asumir responsabilidades.
En el rubro de la gestión y financiamiento de la
enseñanza superior, se requieren iniciativas y estrategias apropiadas de planificación de políticas y proyectos, promoviendo
la relación y colaboración entre las instituciones de enseñanza superior
y los organismos nacionales e internacionales, garantizando el uso racional y
pertinente de los recursos. La gestión de estos recursos ha de realizarse con una perspectiva que anticipe el futuro
posible y genere los satisfactores que demandan las necesidades de
sus entornos.
La doctora Guillermina Baena, maestra e
investigadora de la UNAM y especialista en estudios latinoamericanos y
prospectivos, ha delineado el futuro de las nuevas generaciones en un mundo
dominado por la información, y por la cada vez más influyente revolución científica
y tecnológica. Según ella, de nada sirve tener información abundante si no sabemos qué hacer con ella. El
conocimiento -como nunca antes- es un recurso valioso para la transformación
del planeta en beneficio de cada uno de nosotros y de la colectividad, siempre
y cuando se utilice y comparta de manera adecuada. En opinión de esta
investigadora la educación es la única actividad cuya esencia y sentido está en
el futuro. Los resultados de la educación siempre son a largo plazo, pero nada
tan claro y urgente como empezar a construirlos en el presente.
En un país como México, de acuerdo con sus
puntos de vista, el riesgo de no llegar a la era del conocimiento es quedarnos solamente
en la era del entretenimiento. La autora de una gran cantidad de libros y
ensayos sobre el tema, nos dice que las prácticas educativas actuales ya no
funcionan, pues son rígidas, anacrónicas y desfasadas. No funcionan en el
proceso de actualización de los conocimientos en la misma proporción que la velocidad
con que estos cambian. Vivimos en un mundo en continua transformación, pero de
manera desigual. Las nuevas tecnologías y la globalización polarizan recursos y
oportunidades para disfrute de unos cuantos y en perjuicio de las mayorías. En
el mundo, principalmente en los paises más atrasados, se observa una
incapacidad del personal docente para obtener una preparación que esté a la
altura de las necesidades de aprendizaje. Los alumnos adquieren cada vez más
rápido habilidades y destrezas para acceder a la información que los propios
docentes. El cambio es tan profundo que las nuevas tecnologías están
involucrando saberes tradicionales y cotidianos con el saber científico para
formar nuevos paradigmas en el mundo de vida de las personas y colectividades.
Si la educación no avanza, dice la
investigadora, el destino nos alcanzará y lo que es peor, nos rebasará. No es la
voluntad y las buenas intenciones lo que hace que las cosas ocurran, es la
acción, de ahí que deba mantenerse una actitud proactiva y una visión
prospectiva ante el futuro, esto es, asumir iniciativas y adelantarse al
porvenir, creando estrategias a partir de diversos escenarios y elegir la
construcción del más deseable. Las necesidades de la sociedad contemporánea han
cambiado radicalmente, se requiere que las instituciones formadoras de personal
especializado se reciclen y adecuen sus objetivos de acuerdo a la naturaleza de
los problemas del presente. Esto implica, como ya está ocurriendo, el
surgimiento de nuevas profesiones que den respuesta a las también nuevas demandas
sociales. Los sistemas de comunicación actuales facilitan la creación de redes
virtuales de todo tipo, relacionando las prácticas profesionales y las labores
de académicos dedicados a la investigación y difusión del conocimiento, tanto
en ámbitos locales como regionales e internacionales. Las tecnologías de la
información y comunicación se han convertido en el factor de cambio en el
mundo.
La integración de instituciones de educación
superior con el gobierno y la sociedad debe dar lugar a la gestión de tareas
comunes: equidad, distribución de la riqueza, cuidado del medio ambiente, impulso
del crecimiento económico, educación desde el vientre materno hasta la vejez,
diseño de modelos educativos apropiados, utilización y difusión de la
inteligencia y de la sabiduría colectivas, procedimientos heurísticos y
holísticos que cambien los parámetros tradicionales de la educación, armonización
de saberes, creación de universidades orientadas al desarrollo de la sociedad
del conocimiento, entre muchas otras.
Finalmente, para concluir mi intervención, y ante
el estado de cosas imperante, surgen preguntas
como las siguientes: ¿Qué hacer para adaptarnos a la velocidad con que ocurren
los cambios? ¿Cómo será nuestra realidad, por ejemplo, dentro de 20 años? ¿Cuál
es la responsabilidad de la educación superior ante los cambios que están
ocurriendo en el mundo? ¿Qué papel jugará la ciencia y la tecnología en
nuestras vidas? A estas y muchas otras preguntas tendremos que darles respuesta,
en lo inmediato, si no queremos pagar las consecuencias que traen aparejadas la
indolencia, la ignorancia y la irresponsabilidad. Más que el gobierno, es la
sociedad y quienes nos dedicamos a la educación, los que debemos hacer
propuestas para el cambio, dando prioridad a la conservación de la vida, el
respeto al otro, a la pluralidad, a la multiculturalidad, la sostenibilidad y
sustentabilidad del medio ambiente. En mi opinión, la tarea fundamental de la
educación superior es enseñar a pensar, a romper paradigmas tradicionales, promover
el cambio de actitudes y valorar al conocimiento como el medio para lograrlo.
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