lunes, 13 de abril de 2015

UN SUEÑO



Aurora Ruiz Vásquez

 ─Escúchame por favor, Javier; tuve un sueño extraño y quiero contártelo ─dijo exaltado mi hermano al levantarse.
─Está bien soñador, soy todo oídos, siempre y cuando no lo alargues demasiado, pues no tengo mucho tiempo.
─Lo vi todo tan claro, hermano, y lo recuerdo tan bien, que me extraña e impresiona, estoy intrigado.
─Verás, tal vez, en mi deseo de aventura, caminaba por senderos desconocidos de una selva espesa con plantas exóticas, animales prehistóricos y ruinas de templos sepultadas por los siglos. Con sigilo y pasos inseguros recorrí el lugar no sin temblarme las piernas. De aquella semioscuridad, emergían voces irreconocibles que interrumpían el silencio, yo mismo no me reconocía entre la penumbra; en ciertos espacios  sentía como si volara, atravesaba cascadas sin mojarme e incendios sin quemar mi cuerpo, así como podía ver en la absoluta oscuridad. ─¿Quién soy? ¿Dónde me encuentro?, Me preguntaba intrigado.
Bañado en un sudor frío, decidí seguir recorriendo el espacio, una fuerza interna me empujaba; noté sorprendido figuras indefinidas, sombras que danzaban cantando alabanzas en un idioma ininteligible; me acerqué cauteloso; aquello se disolvió como polvo y se elevó al cielo a fundirse con las estrellas. Intrigado exploré el lugar con temor y en un rincón  encontré a un hombrecillo, de cara enjuta, barba blanca y mirada penetrante, éste, al advertir mi presencia, emitió un sonido agudo estridente, agudizando la mirada, que me dejó paralizado. Sobreponiéndome a mi sorpresa y temor, le pregunté:
─ ¿Quién eres? Con lenguaje entrecortado contestó:
─Represento a los hombres que ya no existen, que son polvo y vagan en el mundo de los Dioses. Haz llegado a este reino de la inmortalidad,  del que no podrás regresar; tu cuerpo quedó en la tierra, tu conciencia, tu espíritu me pertenece. Aquí te acogeremos como un cordero indefenso, no sentirás dolor alguno en las heridas sangrantes que te causaron los zarzales. Eso fue todo y desapareció y yo me sentía flotar  a la deriva del viento a gran altura. Sentí miedo y grité fuerte, escuché mi grito y desperté.
Amanecía cuando abrí los ojos; mi cuerpo estaba entumido en un calambre total que me hormigueaba; me moví con dificultad y comprobé que estaba vivo, que sólo en sueños había transgredido la vida, para pasar a la misteriosa muerte.
─¿Qué significará todo esto, que me dejó tan impresionado? _dímelo tú que todo lo sabes, hermano.
─Significa que sólo es un sueño, no hagas caso, tal vez cenaste demasiado, que tienes la imaginación muy despierta y que vas a vivir muchos años, dándome lata con tus sueños de niño ¿no crees, soñador?
Mi hermano quedó un poco más tranquilo pero el recuerdo del sueño persistía. A los ocho días exactamente, tuvo un accidente en un bosque cercano, cayó de un árbol, perdió el conocimiento, lo trasladamos al hospital donde en su delirio, juró haber visto a aquél mago del sueño.
 Yo lo escuché delirante, hablar con él. Por fortuna mi hermano se repuso y no volvió a mencionar nada del sueño que lo había angustiado tanto, sin embargo, guardaba un trocito de madera que aseguraba se lo había dado el hombrecillo misterioso con el que se había encontrado aquella vez en sueños.
30 –III-O15



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