Por Rafael Mario Islas Ojeda (Academia Mexicana de Educación
A.C.)
La riqueza de
una sociedad está en su educación y fortalece la cultura, los valores y todo lo
que nos caracteriza como seres humanos. Es pues necesaria en todos sentidos, no
solo en la formación del niño, el joven y el adulto. Sino en el crecimiento de
la sociedad. Por ello del modelo y los valores elegidos para trasmitir
dependerá el entorno socio-político y cultural de la sociedad del momento. El
papel de la escuela debe encaminarse a democratizar el saber, así como, educar
en y para la democracia, congruente con el desarrollo científico y tecnológico
propio y universal, garantizando recursos para mantener el patrimonio cultural
de los pueblos, creando un modelo de gestión en el que la sociedad pueda
participar, por tanto, fomentar la participación activa de la sociedad al
proceso educativo contribuye indudablemente a tener una sociedad
democrática. La reciente presentación
del libro “Democracia y rumbo” de José Miguel Guevara Torres en el Instituto
Electoral de la Ciudad de México, ha motivado que de entre todos los temas de
gran interés que aborda el libro, y que van desde el largo camino de la
antigüedad para alcanzar la actual concepción que tenemos hoy día sobre la
democracia; hasta la precaria construcción reciente de la misma en nuestro
País. Resalte entre el apartado dedicado a Democracia y Cultura la afirmación
de que con la creación del “sistema político mexicano” en 1929, y la
consecuente creación del “sistema” se formó una cultura antidemocrática. Nos dice Guevara Torres “El partido oficial
fue organizado por sectores, campesino, obrero y más tarde el popular. El
sector obrero quedó integrado por sindicatos cuyo control en manos de líderes
afines respaldó al gobierno y éste les pagó con su protección, permitiendo el
control de los trabajadores afiliados de manera corporativa. Los líderes
consecuentemente pusieron en práctica en forma por demás clara y escandalosa la
no democracia; esto ha sido parte de lo que vengo llamando la educación
antidemocrática.” “lo importante para
esta reflexión es la enseñanza práctica de una forma de vida sindical no
democrática. Esto hoy sigue igual, de una forma vergonzosa en ciertos ámbitos.”
Es decir, el México del partido único (PRI) fomentó una educación para la NO
democracia. Y así se fueron creando y manteniendo estructuras para mantener la
educación NO democrática. En México al carecer de esa educación democrática
previa, hubo alternancia el año 2000, pero los dos regímenes provenientes del
Partido Acción Nacional no abonaron todo lo que podían haber hecho a favor de
una educación en la democracia. Tampoco se ve actualmente ninguna acción o
tendencia en ese sentido. Las relaciones entre la democracia y la educación son
indisolubles. Una no puede separarse de la otra. Así pues, el proyecto
democrático, entendido como una apuesta socio-política que requiere cimentar la
formación de ciudadanos conscientes, críticos, éticos y participativos en el
reconocimiento de valores de convivencia, respeto y búsqueda permanente del
equilibrio y desarrollo social, supone una revisión permanente de los modelos
organizativos que estructuran las instituciones educativas. La educación, dice
Gilberto Guevara Niebla, “no puede, por sí sola, hacer democrático a un país,
pero es probable que inhiba prácticas no democráticas.” En el libro Democracia
y rumbo, también se advierte qué no hay una sola fórmula de democracia, por eso
es importante caracterizar la forma que nos conviene, una democracia con
responsabilidad ética, soportada en la Ley Natural, si no es así la democracia
deviene en demagogia (Democracia sin rumbo) y ello ha contribuido en forma
extensa a desprestigiar a las democracias actuales en muchas partes del mundo.
La educación para la democracia deviene así en un imperativo.
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