martes, 22 de marzo de 2022

EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA.

 

 Por Rafael Mario Islas Ojeda (Academia Mexicana de Educación A.C.) 

La riqueza de una sociedad está en su educación y fortalece la cultura, los valores y todo lo que nos caracteriza como seres humanos. Es pues necesaria en todos sentidos, no solo en la formación del niño, el joven y el adulto. Sino en el crecimiento de la sociedad. Por ello del modelo y los valores elegidos para trasmitir dependerá el entorno socio-político y cultural de la sociedad del momento. El papel de la escuela debe encaminarse a democratizar el saber, así como, educar en y para la democracia, congruente con el desarrollo científico y tecnológico propio y universal, garantizando recursos para mantener el patrimonio cultural de los pueblos, creando un modelo de gestión en el que la sociedad pueda participar, por tanto, fomentar la participación activa de la sociedad al proceso educativo contribuye indudablemente a tener una sociedad democrática.  La reciente presentación del libro “Democracia y rumbo” de José Miguel Guevara Torres en el Instituto Electoral de la Ciudad de México, ha motivado que de entre todos los temas de gran interés que aborda el libro, y que van desde el largo camino de la antigüedad para alcanzar la actual concepción que tenemos hoy día sobre la democracia; hasta la precaria construcción reciente de la misma en nuestro País. Resalte entre el apartado dedicado a Democracia y Cultura la afirmación de que con la creación del “sistema político mexicano” en 1929, y la consecuente creación del “sistema” se formó una cultura antidemocrática.  Nos dice Guevara Torres “El partido oficial fue organizado por sectores, campesino, obrero y más tarde el popular. El sector obrero quedó integrado por sindicatos cuyo control en manos de líderes afines respaldó al gobierno y éste les pagó con su protección, permitiendo el control de los trabajadores afiliados de manera corporativa. Los líderes consecuentemente pusieron en práctica en forma por demás clara y escandalosa la no democracia; esto ha sido parte de lo que vengo llamando la educación antidemocrática.”  “lo importante para esta reflexión es la enseñanza práctica de una forma de vida sindical no democrática. Esto hoy sigue igual, de una forma vergonzosa en ciertos ámbitos.” Es decir, el México del partido único (PRI) fomentó una educación para la NO democracia. Y así se fueron creando y manteniendo estructuras para mantener la educación NO democrática. En México al carecer de esa educación democrática previa, hubo alternancia el año 2000, pero los dos regímenes provenientes del Partido Acción Nacional no abonaron todo lo que podían haber hecho a favor de una educación en la democracia. Tampoco se ve actualmente ninguna acción o tendencia en ese sentido. Las relaciones entre la democracia y la educación son indisolubles. Una no puede separarse de la otra. Así pues, el proyecto democrático, entendido como una apuesta socio-política que requiere cimentar la formación de ciudadanos conscientes, críticos, éticos y participativos en el reconocimiento de valores de convivencia, respeto y búsqueda permanente del equilibrio y desarrollo social, supone una revisión permanente de los modelos organizativos que estructuran las instituciones educativas. La educación, dice Gilberto Guevara Niebla, “no puede, por sí sola, hacer democrático a un país, pero es probable que inhiba prácticas no democráticas.” En el libro Democracia y rumbo, también se advierte qué no hay una sola fórmula de democracia, por eso es importante caracterizar la forma que nos conviene, una democracia con responsabilidad ética, soportada en la Ley Natural, si no es así la democracia deviene en demagogia (Democracia sin rumbo) y ello ha contribuido en forma extensa a desprestigiar a las democracias actuales en muchas partes del mundo. La educación para la democracia deviene así en un imperativo. 

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