Por Raúl Hernández
Viveros
No
comprendo del desplazamiento de la literatura
por la cursilería que ni siquiera se toma la
molestia de la complejidad
Carlos Monsiváis
Acuarela: Miguel Angel Morales
Hay que comenzar por revisar las propuestas de algunos
historiadores que transformaron la evolución del pensamiento en México. También
examinar la situación del análisis sobre el rechazo a la lectura por placer. La
mayoría de las personas lo atribuyen
a las insuficiencias de los
niveles anteriores, durante el proceso del aprendizaje en las escuelas.
Advertir el casi nulo fomento a la lectura, por lo cual se deja la
responsabilidad de la lectura obligatoria a los alumnos. Las soluciones que se
proponían eran de carácter institucional: programas de tutoría, talleres de
lectura y redacción que acompañan la educación superior.
Ahora el
propósito es ubicar obras magistrales, y buscar
posibles soluciones. Los cursos se iniciaban con la introducción del
concepto de alfabetización académica. La lectura de bibliografía específica
permitía comprender que la alfabetización no es una habilidad básica que se
construye de una vez y para siempre, sino un proceso que comienza en la
infancia y se prolonga en la vida adulta, un continuo de desafíos presentes
cada vez que enfrentamos un tipo de texto con el que no hemos tenido
experiencia previa.
En la actualidad,
existe una excelente producción científica y académica acerca de la
problemática de la cultura del trabajo universitario. Por lo tanto, es
conveniente la comunicación, confrontación y discusión respecto de la enseñanza
de la lectura, como una forma alternativa de democratización y alfabetización
del conocimiento.
La alfabetización
inicial, general, adquirida en la escuela primaria y secundaria no resulta
suficiente para enfrentar las exigencias que plantean la introducción en un
nuevo campo de conocimiento. Se trata ahora de adquirir una nueva
alfabetización, que ha sido denominada
alfabetización académica, la propia y particular de cada ámbito disciplinario y
de la que deberán apropiarse los alumnos en su trayecto de formación como lectores.
La educación
superior exige modos de leer y de escribir diferentes de los demandados en
los tramos previos de la escolaridad,
corresponde a las cátedras enseñar el
conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la
cultura discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción
y análisis de textos requeridos para aprender en la universidad.
Acuarela:
Miguel Angel Morales
En la enseñanza
de la lectura y la escritura en el aula universitaria puede detectarse la
preocupación de los docentes por las dificultades de los alumnos para
comprender y producir los textos que las cátedras demandan; problema que
atribuían mayoritariamente a las insuficiencias de la enseñanza media y a la
apatía de los estudiantes. Además de los verdaderos salarios mínimos con los
cuales sobrevive la mayoría de los mexicanos.
Anteriormente se discutía cómo enseñar a leer
y escribir en el aula universitaria, se proponía analizar la estructura
característica de las secuencias textuales más utilizadas en la educación
superior, con el objeto de establecer relaciones entre la forma de organización del discurso y las modalidades
de lectura para que propiciaran su comprensión. Se trataba de orientar la
actividad lectora de los alumnos. Al mismo tiempo, identificar la modalidad
textual y proponer estrategias de lectura. La comprensión de un texto
argumentativo (hipótesis, argumentos, contra argumentos, refutación) exigía
estrategias de comprensión diferentes de
las usadas para un texto explicativo-expositivo (presentación, planteo del
problema, análisis, solución).
Se analizaba desde la experiencia personal
de los participantes el comportamiento típico del lector voluntario y del
lector obligado. Este último, al serlo por imposición externa, carece de
propósitos personales que lo orientaba en la selección e interpretación de la
información. Se aproximaba al texto para apropiarse de su contenido y reproducirlo
y no para hallar respuestas a preguntas auténticas. El acto de leer, ante la
ausencia de un por qué y un para qué explícitos y significativos, se vaciaba de
sentido, con la consiguiente desmotivación y restricción del esfuerzo que
inevitablemente demanda la lectura.
Se ejemplificaba con las asignaturas
correspondientes, incluidas en el plan de estudios de las distintas carreras.
La realización de observaciones y prácticas en instituciones o ámbitos
comunitarios no sólo estimulaba el interés
por la lectura de los materiales indicados sino que generaba la demanda
de otras fuentes de consulta. Además la necesidad objetiva de la comprensión de
textos explicaba, ni siquiera causaba interés a los alumnos por la búsqueda de
alternativas bibliográficas.
El comportamiento habitual de los
lectores voluntarios era la exploración sobre cada libro. Revisar y mirar las
portadas, contraportada, índice, prólogo, cuadros, gráficos, expresiones
importantes, citas y notas, permitían entrar en el texto realizando
anticipaciones sobre su contenido y sobre los propósitos y el enfoque del
autor. La extensión de esta práctica a las situaciones de lectura obligada
impedía la comprensión del material, y se recurría a la repetición de párrafos.
Durante el desarrollo del proceso
cognitivo, el análisis de la propia experiencia como lectores enmarcaba la
reflexión sobre sus intervenciones en la comprensión o decodificación. Los
participantes leían textos expositivos y literarios con el propósito de analizar
las estrategias lectoras que utilizaban y permitían su adecuación a las
circunstancias, el tipo de texto de que se trate, según que incidían sobre la
comprensión. Esta actividad permitía a los docentes vivenciar las dificultades
que experimentaban los alumnos en situaciones de lectura obligatoria y advertir
la conveniencia de repetirlas en el salón de clase, y por supuesto no se lograban las condiciones propias de la
lectura voluntaria.
Para
posibilitar la transposición de los contenidos del curso al aula, se pedía a
los participantes que eligieran un
material de lectura obligatoria que presentara dificultades de comprensión y
fuese relevante para el aprendizaje de la materia y lo llevasen como tarea
obligatoria acompañada por los reportes, y resúmenes como información escrita.
De esta manera
nace la necesidad de impulsar una lectura por gusto que permita la distinción
entre lo importante del contenido y lo que no es, y precisamente ampliar la
ubicación entre la voluntad libre y la obligación por la lectura. Por lo tanto,
hay que reactivar la libertad de la lectura a las obras. Respaldar o fomentar que se lea por placer. Abrir los caminos de la imaginación impulsar
la memoria, destacar la percepción artística y ampliar el vocabulario, al mismo
tiempo que hacer funcionar el interés del sentido por la escritura.
Al
vincular el desarrollo de la metodología sobre
la comprensión de la lectura, con la elaboración de propuestas
cognitivas de enseñanza, brota el
aprendizaje de otras palabras. Los lectores informarán acerca de los propósitos
y niveles que guiarán la exploración
crítica, contextualizaran al autor y a
la obra, orientaran la selección y organización de la información pertinente,
promoverán la activación y ampliación de los saberes previos necesarios para
interpretar lo leído (conocimientos acerca de la lengua, del tema específico,
del mundo).
Acuarela: Miguel Angel Morales
De todos estos aspectos, los
docentes seleccionarán los que considerasen más relevantes de acuerdo a los objetivos
asignados a la lectura. Las actividades tendientes a favorecer el ingreso y el
recorrido del texto deberán responder a su modalidad organizativa y a los
propósitos de la lectura. Con ese fin, se analizan y ejercitan distintas
estrategias de comprensión: identificación de palabras-clave; graficación del
contenido mediante mapas y redes conceptuales, diagramas, cuadros comparativos;
análisis de la superestructura; reconocimiento de la macroestructura;
clasificación de párrafos según su función en el texto; interpretación de
vocabulario en contexto; formulación y/o respuesta a interrogantes.
La educación estética comienza
desde la fundamentación de la lectura, constituye un recurso para mejorar le
selección de obras, que requieren de la concentración para lograr el dominio de
la atención. Hay que insistir en la memorización de pequeñas poesías, y pasajes
breves de prosa porque con esta interacción se puede fomentar el arte de
pensar. Cultivar la expresión oral y escrita. Aumentar el vocabulario.
Despertar el gusto literario y crear el hábito de la lectura.
También generar
la reflexión acerca del por qué y el para qué de la lectura. El espacio de las
conceptualizaciones, desarraigadas de los fenómenos y procesos que describen y
explican, ofrecerá su capacidad transformadora del pensamiento y la acción de
los estudiantes, cuyo nivel de comprensión suele detenerse en la dimensión
textual (reconocimiento de las proposiciones que constituyen el texto y de
algunas de sus relaciones) y no alcanzan la dimensión crítica, convirtiéndose
en un sistema de relaciones desde el que es posible analizar la práctica,
fundamentarla y transformarla.
Acuarela: Miguel Angel Morales
II
Desde hace varios años, tuve el proyecto de escribir una serie de
retratos en donde pudiera haber hecho la descripción de algunas personalidades
literarias que conocí durante el desarrollo de mi existencia. Desde luego, mi
propuesta sólo intentaba dejar constancia y tributo sobre algunos de mis
maestros más significativos que acompañaron mis años de aprendizaje. Etapa que
todavía prosigue hasta que aparezca el instante de extraviarme en los rincones
de la memoria, cuando las palabras se escondan detrás de las montañas de libros
y revistas.
Por lo tanto, en esta ocasión voy a
referirme, con bastante brevedad, sobre un destacado amigo y fuente de
inspiración; desaparecido físicamente, pero presente con nosotros a través de
la lectura de sus trascendentales investigaciones literarias y enseñanzas sobre
el inmenso placer de la literatura. Con el respaldo de Luís Mario Schneider, se abrió
la oportunidad de consolidar la compañía de un formidable grupo de la Facultad
de Letras de la Universidad Veracruzana.
Para mi resultó todo un
acontecimiento conocerlo y admirar su elegante figura, el tono argentino en sus
conversaciones, y su profundo amor por la literatura. Recuerdo el entusiasmo
que inculcó en las aulas universitarias, y principalmente en las reuniones que se
prolongaban horas después en su casa de la capital veracruzana. Por supuesto,
quedé asombrado por su conocimiento de las letras de Veracruz. Luís Mario Schneider ya había
realizado la búsqueda de las obras completas de nuestro poeta veracruzano Jorge
Cuesta, al lado de Miguel Capistrán.
No obstante, comenzó a mostrarnos la
importancia de leer la literatura realizada por los cronistas, quienes dejaron
constancia del descubrimiento, conquista y choque entre dos culturas diferentes. Luego encabezó el deslumbramiento
hacia los valores de la literatura mexicana del XIX, posteriormente abarcó un
examen crítico con el estudio de las principales aportaciones, que hizo la
novela de la Revolución mexicana. Creo que fueron los cimientos de una
metodología y la construcción de un marco teórico sobre las profundidades en el
conocimiento de las letras mexicanas.
Al mismo tiempo, Luís Mario Schneider organizó una serie de actividades
culturales para enseñarnos a leer ante el público. Un recital inolvidable fue
el que bajo su dirección, estuvo dedicado a la poesía prehispánica y
surrealista, lo cual abrió mi pensamiento en dirección a otros rumbos de la
fantasía, la estética y la creación literaria. Sin embargo, lo mejor estaba por
llegar. Esto lo representó un acontecimiento importante.
Un día en el salón de clases, Luis Mario Schneider comenzó a ofrecernos las
posibilidades en el proyecto de estudiar y leer las obras de Rubén Darío. La
presencia del creador del Modernismo en tierras veracruzanas, rindió sus frutos
con la ubicación de algunas fotografías, como simples recuerdos de su visita a
Teocelo y Xalapa. De la capital veracruzana pudieron rescatarse algunos recibos
de hoteles y bares, en donde Rubén Darío estampaba su firma que luego iban a
cobrarse a la tesorería del Estado.
Posteriormente, vino a informarnos
sobre le existencia del movimiento Estridentista, en la capital veracruzana.
Fue el descubrimiento, que advirtió una mina de oro de las letras mexicanas.
Por lo tanto organizó al grupo de sus estudiantes para que, en primer lugar,
hicieran las fichas correspondientes de los libros y documentos, que entonces
conservaba el archivo de la editora de Gobierno del Estado de Veracruz. Espacio
cultural que aparte de realizar publicaciones oficiales, también editaba obras
literarias, y donde hicieron los libros y revistas estridentistas. A mí me tocó
hurgar en algunos números y las paginas de la revista Horizonte. Por primera vez leí fascinado un cuento de Antón Chéjov,
traducido especialmente para dicha publicación, que tenía el subtitulo de
“Revista de actividad contemporánea”. En verdad, fueron contemporáneos de los
movimientos literarios a nivel mundial.
Manuel Maple Arces reunió en Xalapa
a este puñado de precursores de las letras nacionales, continuadores, cultivadores
y promotores del futurismo italiano, y al mismo tiempo de la visión literaria
de Vladimir Mayakovsky. Fueron asombrosos sus proyectos que
intentaron mostrar el rostro estético del movimiento intelectual posterior a la
Revolución mexicana. Indiscutiblemente, fue increíble para mí en aquella parte
lejana de mi juventud, el poder tener en mis manos libros, manifiestos, y hasta
partituras musicales de otra de las creaciones del Estridentismo, como fue el
jazz-danzón. Además de conocer grabados y pinturas de Leopoldo Méndez, Jean
Charlot, Roberto Montenegro, y Ramón Alba de la Canal, entre otros artistas
gráficos.
En aquellos años estudiantiles, yo
visitaba constantemente el taller de Ramón Alba de la Canal, uno de los
sobrevivientes del Estridentismo. En cierta ocasión, apareció la figura alta y
de piel rosada de Germán List Arzubide. Al lado del cuerpo pequeño de Ramón
Alba de la Canal, el autor del libro El
estridentismo, resultaba como un gigante. Los comparé con David y Goliat, a
quienes imaginé que intentaban enfrentarse en un duelo literario, que les
permitiera a los dos comenzar a recordar fragmentos de pasajes y actos
culturales realizados en la
capital veracruzana.
También en aquellos años de
efervescencia literaria, planeaban construir una estatua de Manuel Maples Arce,
en pleno centro de Xalapa. Años más tarde, luego de la desaparición física de
los últimos sobrevivientes estridentistas, se cumplió el proyecto. En pleno centro de la ciudad, inauguraron un
torso de bronce con el rostro del poeta de Papantla. Pero casi de inmediato, el
busto de Manuel Maples Arce, fue robado,
y hasta la fecha en su lugar permanece una enorme caja metálica, en donde se
esconde un transformador de la Comisión Federal de Electricidad, como verdadera expresión y ejemplo de la
propuesta estridentista.
Con nuestras aportaciones realizadas en fichas bibliográficas y resúmenes
de lectura, Luis Mario Schneider publicó
años más tarde los libros El
estridentismo o una literatura de la estrategia,[1]
Instituto nacional de Bellas Artes, 1970, y El
estridentismo, México 1921-1927, UNAM 1985.
En sus páginas estudió y recopiló una
fundamental antología de las voces esenciales del movimiento literario más
valioso fuera de la capital mexicana en
aquellos años. Desde los números de Actual,
con los manifiestos hasta la ubicación
de textos narrativos, poéticos y de ensayo.
Hay
que señalar que el compatriota de Luís Mario Schneider, Jorge Luís Borges, en 1925, hizo
una lectura crítica del libro Andamios
interiores, el cual Manuel Maples Arce dio a conocer en 1922. Sin duda
alguna, este fragmento de Inquisiciones[2] demostró
la inteligencia del autor de El Aleph. Vale la pena volver a revisarlo para darse
cuenta del impacto que tuvo el Estridentismo, en aquel periodo, de la vida literaria de América Latina y de
España.
En primer lugar, Jorge Luis Borges reconoció cierta, o más bien alguna
admiración por Manuel Maples Arce. Por lo tanto, dicho esto consideró
indispensable llevar a cabo una crítica sobre el libro Andamios interiores. Entre las acotaciones señaló la variedad de
sensaciones logradas, por ejemplo: “En el piano automático / Se va haciendo la
noche… Un incendio de aplausos consume las / lunetas… Yo soy un punto muerto en
medio de la / hora / equidistante al grito náufrago de una / estrella”. Jorge
Luis Borges entonces recordó la rejuvenecida metáfora de Quevedo que dijo a las
estrellas: “Vosotras de la sombra voz ardiente”.
Sin embargo, en nuestros días todavía, el Estridentismo no ha provocado
le erupción del Popocatépetl, tampoco desbandar a los totoles académicos, y
menos urbanizar los gallineros literarios, o construir nuestros propios
andamios interiores. Fue un movimiento artístico interdisciplinario que se inició el 31 de
diciembre de 1921 en la ciudad de México, tras el lanzamiento del manifiesto
Actual Nº1 por Manuel Maples Arce. Participaron Arqueles Vela, Germán List
Arzubide, Salvador Gallardo, Germán Cueto, Ramón Alva de la Canal y Leopoldo
Méndez, quienes constituirían el grupo estridentista.
En 1925, se
establecieron en Xalapa, donde realizaron una gran labor editorial, cultural y
educativa bajo los auspicios del gobernador de Veracruz Heriberto Jara, hasta
que éste fue depuesto y el grupo se disolvió, en 1927. Como ya se advirtió el
Estridentismo enlazaba algunas propuestas del futurismo de Marinetti, con la
irreverencia Dadá, y la rebeldía de Mayakovsky.
Entre sus revistas, destacaron Ser
(1922), Irradiador (1923), Semáforo (1924) y Horizonte (1926-1927).
La presencia
vital del grupo Estridentista en la capital veracruzana, representó el impulso
creativo de inventar la Atenas, ciudad a donde llevaron el escenario del Café
de nadie, las tertulias literarias, y el amor
por las ediciones de libros y revistas. La glorificación dramática de
inventar otra estética, después del movimiento armado de 1910. Demostrar la
sátira y el humor de los lemas
extraordinarios desprendidos de sus manifiestos.
“¡Viva el mole de
Guajolote! ¡Chopin a la silla eléctrica!, o ¡Muera el cura Hidalgo!”. El
proyecto de glorificar el espectáculo de la Revolución mexicana, llevar lo
cotidiano hacia el espacio de la creación literaria, y ensayar alternativas en las artes
plásticas, literatura, o música, en las cuales irradiaron algunas tendencias
artísticas fuera de los localismos y fronteras del horizonte
hispanoamericano. Mi agradecimiento al
artista Miguel Ángel Morales por sus acuarelas sobre los protagonistas del
Estridentismo.
Acuarela:
Miguel Angel Morales
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