miércoles, 23 de febrero de 2022

Frente al discurso política: lectura reflexiva

 


Por Raúl Hernández Viveros

 

No comprendo del desplazamiento de la literatura

 por la cursilería que ni siquiera se toma la molestia de la complejidad

Carlos Monsiváis

 





 

Acuarela: Miguel Angel Morales

 

Hay que comenzar  por revisar las propuestas de algunos historiadores que transformaron la evolución del pensamiento en México. También examinar la situación del análisis sobre el rechazo a la lectura por placer. La mayoría de las personas lo atribuyen  a  las insuficiencias de los niveles anteriores, durante el proceso del aprendizaje en las escuelas. Advertir el casi nulo fomento a la lectura, por lo cual se deja la responsabilidad de la lectura obligatoria a los alumnos. Las soluciones que se proponían eran de carácter institucional: programas de tutoría, talleres de lectura y redacción que acompañan la educación superior.

Ahora el propósito es ubicar obras magistrales, y buscar  posibles soluciones. Los cursos se iniciaban con la introducción del concepto de alfabetización académica. La lectura de bibliografía específica permitía comprender que la alfabetización no es una habilidad básica que se construye de una vez y para siempre, sino un proceso que comienza en la infancia y se prolonga en la vida adulta, un continuo de desafíos presentes cada vez que enfrentamos un tipo de texto con el que no hemos tenido experiencia previa.

En la actualidad, existe una excelente producción científica y académica acerca de la problemática de la cultura del trabajo universitario. Por lo tanto, es conveniente la comunicación, confrontación y discusión respecto de la enseñanza de la lectura, como una forma alternativa de democratización y alfabetización del conocimiento.              

La alfabetización inicial, general, adquirida en la escuela primaria y secundaria no resulta suficiente para enfrentar las exigencias que plantean la introducción en un nuevo campo de conocimiento. Se trata ahora de adquirir una nueva alfabetización, que ha sido  denominada alfabetización académica, la propia y particular de cada ámbito disciplinario y de la que deberán apropiarse los alumnos en su trayecto de formación como lectores.

La educación superior exige modos de leer y de escribir diferentes de los demandados en los  tramos previos de la escolaridad, corresponde a las cátedras enseñar el  conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción y análisis de textos requeridos para aprender en la universidad.

      Acuarela: Miguel Angel Morales

 

En la enseñanza de la lectura y la escritura en el aula universitaria puede detectarse la preocupación de los docentes por las dificultades de los alumnos para comprender y producir los textos que las cátedras demandan; problema que atribuían mayoritariamente a las insuficiencias de la enseñanza media y a la apatía de los estudiantes. Además de los verdaderos salarios mínimos con los cuales sobrevive la mayoría de los mexicanos.

 Anteriormente se discutía cómo enseñar a leer y escribir en el aula universitaria, se proponía analizar la estructura característica de las secuencias textuales más utilizadas en la educación superior, con el objeto de establecer relaciones entre la  forma de organización del discurso y las modalidades de lectura para que propiciaran su comprensión. Se trataba de orientar la actividad lectora de los alumnos. Al mismo tiempo, identificar la modalidad textual y proponer estrategias de lectura. La comprensión de un texto argumentativo (hipótesis, argumentos, contra argumentos, refutación) exigía estrategias de comprensión  diferentes de las usadas para un texto explicativo-expositivo (presentación, planteo del problema, análisis, solución).

    Se analizaba desde la experiencia personal de los participantes el comportamiento típico del lector voluntario y del lector obligado. Este último, al serlo por imposición externa, carece de propósitos personales que lo orientaba en la selección e interpretación de la información. Se aproximaba al texto para apropiarse de su contenido y reproducirlo y no para hallar respuestas a preguntas auténticas. El acto de leer, ante la ausencia de un por qué y un para qué explícitos y significativos, se vaciaba de sentido, con la consiguiente desmotivación y restricción del esfuerzo que inevitablemente demanda la lectura.

          Se ejemplificaba con las asignaturas correspondientes, incluidas en el plan de estudios de las distintas carreras. La realización de observaciones y prácticas en instituciones o ámbitos comunitarios no sólo estimulaba el interés  por la lectura de los materiales indicados sino que generaba la demanda de otras fuentes de consulta. Además la necesidad objetiva de la comprensión de textos explicaba, ni siquiera causaba interés a los alumnos por la búsqueda de alternativas bibliográficas.

         El comportamiento habitual de los lectores voluntarios era la exploración sobre cada libro. Revisar y mirar las portadas, contraportada, índice, prólogo, cuadros, gráficos, expresiones importantes, citas y notas, permitían entrar en el texto realizando anticipaciones sobre su contenido y sobre los propósitos y el enfoque del autor. La extensión de esta práctica a las situaciones de lectura obligada impedía la comprensión del material, y se recurría a la repetición de párrafos.

          Durante el desarrollo del proceso cognitivo, el análisis de la propia experiencia como lectores enmarcaba la reflexión sobre sus intervenciones en la comprensión o decodificación. Los participantes leían textos expositivos y literarios con el propósito de analizar las estrategias lectoras que utilizaban y permitían su adecuación a las circunstancias, el tipo de texto de que se trate, según que incidían sobre la comprensión. Esta actividad permitía a los docentes vivenciar las dificultades que experimentaban los alumnos en situaciones de lectura obligatoria y advertir la conveniencia de repetirlas en el salón de clase, y por supuesto  no se lograban las condiciones propias de la lectura voluntaria.

            Para posibilitar la transposición de los contenidos del curso al aula, se pedía a los participantes  que eligieran un material de lectura obligatoria que presentara dificultades de comprensión y fuese relevante para el aprendizaje de la materia y lo llevasen como tarea obligatoria acompañada por los reportes, y resúmenes como información escrita.

De esta manera nace la necesidad de impulsar una lectura por gusto que permita la distinción entre lo importante del contenido y lo que no es, y precisamente ampliar la ubicación entre la voluntad libre y la obligación por la lectura. Por lo tanto, hay que reactivar la libertad de la lectura a las obras. Respaldar  o fomentar que se lea por placer.  Abrir los caminos de la imaginación impulsar la memoria, destacar la percepción artística y ampliar el vocabulario, al mismo tiempo que hacer funcionar el interés del sentido por la escritura.

            Al vincular el desarrollo de la metodología sobre  la comprensión de la lectura, con la elaboración de propuestas cognitivas de enseñanza, brota  el aprendizaje de otras palabras. Los lectores informarán acerca de los propósitos y niveles que  guiarán la exploración crítica,  contextualizaran al autor y a la obra, orientaran la selección y organización de la información pertinente, promoverán la activación y ampliación de los saberes previos necesarios para interpretar lo leído (conocimientos acerca de la lengua, del tema específico, del mundo).

Acuarela: Miguel Angel Morales

 

 

 

           De todos estos aspectos, los docentes seleccionarán los que considerasen más relevantes de acuerdo a los objetivos asignados a la lectura. Las actividades tendientes a favorecer el ingreso y el recorrido del texto deberán responder a su modalidad organizativa y a los propósitos de la lectura. Con ese fin, se analizan y ejercitan distintas estrategias de comprensión: identificación de palabras-clave; graficación del contenido mediante mapas y redes conceptuales, diagramas, cuadros comparativos; análisis de la superestructura; reconocimiento de la macroestructura; clasificación de párrafos según su función en el texto; interpretación de vocabulario en contexto; formulación y/o respuesta a interrogantes. 

             La educación estética comienza desde la fundamentación de la lectura, constituye un recurso para mejorar le selección de obras, que requieren de la concentración para lograr el dominio de la atención. Hay que insistir en la memorización de pequeñas poesías, y pasajes breves de prosa porque con esta interacción se puede fomentar el arte de pensar. Cultivar la expresión oral y escrita. Aumentar el vocabulario. Despertar el gusto literario y crear el hábito de la lectura. 

También generar la reflexión acerca del por qué y el para qué de la lectura. El espacio de las conceptualizaciones, desarraigadas de los fenómenos y procesos que describen y explican, ofrecerá su capacidad transformadora del pensamiento y la acción de los estudiantes, cuyo nivel de comprensión suele detenerse en la dimensión textual (reconocimiento de las proposiciones que constituyen el texto y de algunas de sus relaciones) y no alcanzan la dimensión crítica, convirtiéndose en un sistema de relaciones desde el que es posible analizar la práctica, fundamentarla y transformarla.

Acuarela: Miguel Angel Morales

 

II

Desde hace varios años, tuve el proyecto de escribir una serie de retratos en donde pudiera haber hecho la descripción de algunas personalidades literarias que conocí durante el desarrollo de mi existencia. Desde luego, mi propuesta sólo intentaba dejar constancia y tributo sobre algunos de mis maestros más significativos que acompañaron mis años de aprendizaje. Etapa que todavía prosigue hasta que aparezca el instante de extraviarme en los rincones de la memoria, cuando las palabras se escondan detrás de las montañas de libros y revistas.

            Por lo tanto, en esta ocasión voy a referirme, con bastante brevedad, sobre un destacado amigo y fuente de inspiración; desaparecido físicamente, pero presente con nosotros a través de la lectura de sus trascendentales investigaciones literarias y enseñanzas sobre el inmenso placer de la literatura. Con el respaldo de Luís Mario Schneider, se abrió la oportunidad de consolidar la compañía de un formidable grupo de la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana.

            Para mi resultó todo un acontecimiento conocerlo y admirar su elegante figura, el tono argentino en sus conversaciones, y su profundo amor por la literatura. Recuerdo el entusiasmo que inculcó en las aulas universitarias, y principalmente en las reuniones que se prolongaban horas después en su casa de la capital veracruzana. Por supuesto, quedé asombrado por su conocimiento de las letras de Veracruz. Luís Mario Schneider ya había realizado la búsqueda de las obras completas de nuestro poeta veracruzano Jorge Cuesta, al lado de Miguel Capistrán.

            No obstante, comenzó a mostrarnos la importancia de leer la literatura realizada por los cronistas, quienes dejaron constancia del  descubrimiento,  conquista y choque entre  dos culturas diferentes. Luego encabezó el deslumbramiento hacia los valores de la literatura mexicana del XIX, posteriormente abarcó un examen crítico con el estudio de las principales aportaciones, que hizo la novela de la Revolución mexicana. Creo que fueron los cimientos de una metodología y la construcción de un marco teórico sobre las profundidades en el conocimiento de las letras mexicanas.

Al mismo tiempo, Luís Mario Schneider organizó una serie de actividades culturales para enseñarnos a leer ante el público. Un recital inolvidable fue el que bajo su dirección, estuvo dedicado a la poesía prehispánica y surrealista, lo cual abrió mi pensamiento en dirección a otros rumbos de la fantasía, la estética y la creación literaria. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. Esto lo representó un acontecimiento importante.

Un día en el salón de clases, Luis Mario Schneider comenzó a ofrecernos las posibilidades en el proyecto de estudiar y leer las obras de Rubén Darío. La presencia del creador del Modernismo en tierras veracruzanas, rindió sus frutos con la ubicación de algunas fotografías, como simples recuerdos de su visita a Teocelo y Xalapa. De la capital veracruzana pudieron rescatarse algunos recibos de hoteles y bares, en donde Rubén Darío estampaba su firma que luego iban a cobrarse a la tesorería del Estado.

            Posteriormente, vino a informarnos sobre le existencia del movimiento Estridentista, en la capital veracruzana. Fue el descubrimiento, que advirtió una mina de oro de las letras mexicanas. Por lo tanto organizó al grupo de sus estudiantes para que, en primer lugar, hicieran las fichas correspondientes de los libros y documentos, que entonces conservaba el archivo de la editora de Gobierno del Estado de Veracruz. Espacio cultural que aparte de realizar publicaciones oficiales, también editaba obras literarias, y donde hicieron los libros y revistas estridentistas. A mí me tocó hurgar en algunos números y las paginas de la revista Horizonte. Por primera vez leí fascinado un cuento de Antón Chéjov, traducido especialmente para dicha publicación, que tenía el subtitulo de “Revista de actividad contemporánea”. En verdad, fueron contemporáneos de los movimientos literarios a nivel mundial.

            Manuel Maple Arces reunió en Xalapa a este puñado de precursores de las letras nacionales, continuadores, cultivadores y promotores del futurismo italiano, y al mismo tiempo de la visión literaria de Vladimir  Mayakovsky.  Fueron asombrosos sus proyectos que intentaron mostrar el rostro estético del movimiento intelectual posterior a la Revolución mexicana. Indiscutiblemente, fue increíble para mí en aquella parte lejana de mi juventud, el poder tener en mis manos libros, manifiestos, y hasta partituras musicales de otra de las creaciones del Estridentismo, como fue el jazz-danzón. Además de conocer grabados y pinturas de Leopoldo Méndez, Jean Charlot, Roberto Montenegro, y Ramón Alba de la Canal, entre otros artistas gráficos.

            En aquellos años estudiantiles, yo visitaba constantemente el taller de Ramón Alba de la Canal, uno de los sobrevivientes del Estridentismo. En cierta ocasión, apareció la figura alta y de piel rosada de Germán List Arzubide. Al lado del cuerpo pequeño de Ramón Alba de la Canal, el autor del libro El estridentismo, resultaba como un gigante. Los comparé con David y Goliat, a quienes imaginé que intentaban enfrentarse en un duelo literario, que les permitiera a los dos comenzar a recordar fragmentos de pasajes y actos culturales realizados            en la capital veracruzana.

            También en aquellos años de efervescencia literaria, planeaban construir una estatua de Manuel Maples Arce, en pleno centro de Xalapa. Años más tarde, luego de la desaparición física de los últimos sobrevivientes estridentistas, se cumplió el proyecto.  En pleno centro de la ciudad, inauguraron un torso de bronce con el rostro del poeta de Papantla. Pero casi de inmediato, el busto de  Manuel Maples Arce, fue robado, y hasta la fecha en su lugar permanece una enorme caja metálica, en donde se esconde un transformador de la Comisión Federal de Electricidad,  como verdadera expresión y ejemplo de la propuesta estridentista.                  

Con nuestras aportaciones realizadas en fichas bibliográficas y resúmenes de lectura,  Luis Mario Schneider publicó años más tarde los libros El estridentismo o una literatura de la estrategia,[1] Instituto nacional de Bellas Artes, 1970, y El estridentismo, México 1921-1927, UNAM 1985.   En sus páginas estudió y recopiló una fundamental antología de las voces esenciales del movimiento literario más valioso fuera de la   capital mexicana en aquellos años. Desde los números de Actual, con los manifiestos  hasta la ubicación de textos narrativos, poéticos y de ensayo.

            Hay que señalar que el compatriota de Luís Mario Schneider, Jorge Luís Borges, en 1925, hizo una lectura crítica del libro Andamios interiores, el cual Manuel Maples Arce dio a conocer en 1922. Sin duda alguna, este fragmento de Inquisiciones[2] demostró la inteligencia del autor de  El Aleph.  Vale la pena volver a revisarlo para darse cuenta del impacto que tuvo el Estridentismo, en aquel periodo,  de la vida literaria de América Latina y de España.

En primer lugar, Jorge Luis Borges reconoció cierta, o más bien alguna admiración por Manuel Maples Arce. Por lo tanto, dicho esto consideró indispensable llevar a cabo una crítica sobre el libro Andamios interiores. Entre las acotaciones señaló la variedad de sensaciones logradas, por ejemplo: “En el piano automático / Se va haciendo la noche… Un incendio de aplausos consume las / lunetas… Yo soy un punto muerto en medio de la / hora / equidistante al grito náufrago de una / estrella”. Jorge Luis Borges entonces recordó la rejuvenecida metáfora de Quevedo que dijo a las estrellas: “Vosotras de la sombra voz ardiente”.

Sin embargo, en nuestros días todavía, el Estridentismo no ha provocado le erupción del Popocatépetl, tampoco desbandar a los totoles académicos, y menos urbanizar los gallineros literarios, o construir nuestros propios andamios interiores. Fue un movimiento artístico interdisciplinario que se inició el 31 de diciembre de 1921 en la ciudad de México, tras el lanzamiento del manifiesto Actual Nº1 por Manuel Maples Arce. Participaron Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo, Germán Cueto, Ramón Alva de la Canal y Leopoldo Méndez, quienes constituirían el grupo estridentista.

En 1925, se establecieron en Xalapa, donde realizaron una gran labor editorial, cultural y educativa bajo los auspicios del gobernador de Veracruz Heriberto Jara, hasta que éste fue depuesto y el grupo se disolvió, en 1927. Como ya se advirtió el Estridentismo enlazaba algunas propuestas del futurismo de Marinetti, con la irreverencia Dadá, y la rebeldía de Mayakovsky. Entre sus revistas, destacaron Ser (1922), Irradiador (1923), Semáforo (1924) y Horizonte (1926-1927).

La presencia vital del grupo Estridentista en la capital veracruzana, representó el impulso creativo de inventar la Atenas, ciudad a donde llevaron el escenario del Café de nadie, las tertulias literarias, y el amor  por las ediciones de libros y revistas. La glorificación dramática de inventar otra estética, después del movimiento armado de 1910. Demostrar la sátira y  el humor de los lemas extraordinarios desprendidos de sus manifiestos.

“¡Viva el mole de Guajolote! ¡Chopin a la silla eléctrica!, o ¡Muera el cura Hidalgo!”. El proyecto de glorificar el espectáculo de la Revolución mexicana, llevar lo cotidiano hacia el espacio de la creación literaria,  y ensayar alternativas en las artes plásticas, literatura, o música, en las cuales irradiaron algunas tendencias artísticas fuera de los localismos y fronteras del horizonte hispanoamericano.  Mi agradecimiento al artista Miguel Ángel Morales por sus acuarelas sobre los protagonistas del Estridentismo.

Acuarela: Miguel Angel Morales

 

 



[1] Schneider, Luis Mario. El estridentismo o una literatura de la estrategia, México, Conaculta, 1997.

[2] Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve, México, 1994

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