Por Fernando Hernández
Flores / Tepetototl*
Iba caminando por la calle
Juárez y posteriormente subí por Clavijero. A unos cuantos metros de distancia
logré ver a mi amigo. Aceleré los pasos.
-
¡Maestro Javier! ¡Javier! (Le hablé un poco
fuerte pero con respeto).
Él se detuvo y nos fuimos a
tomar un café cerca de su casa. Fue de las pocas veces que degustaríamos un
café veracruzano distanciados del pleno centro histórico de la ciudad. Sostenía
con su brazo derecho, dos libros. Quizás los acababa de comprar o lo más seguro
es que lo estaba leyendo. De esos libros que no son fáciles de localizar en las
librerías de Xalapa, Javier siempre muy culto y muy humano. En sus ensayos
académicos siempre había citas de los escritores con los que convivía y debatía
a través de las letras. A Ortiz Aguilar lo podías leer en la Revista Cultural
Tlanestli o en el espacio periodístico de la Academia Mexicana de Educación
Sección Veracruz, de la cual fue presidente y miembro distinguido.
Javier me permitió aprender de
él. No me dio clases en la Universidad Pedagógica Nacional, pero se llevaba con
la mayoría de los que fueron mis asesores. En ciertos momentos, me comentó sobre
Altotonga y Lupe, aquel magnificó ensayo que escribió su amigo cercano Carlo
Antonio Castro. Entre su amplio conocimiento, su ingenio, su sarcasmo y las bromas
que no podían faltar, pasábamos las horas charlando con el buen Javier Ortiz
Aguilar. Desde la Coordinación de Unidades de la UPN coordinó proyectos académicos
que le encomendaban los directores de esta honorable institución formadora de
maestros como fueron: Miguel León Díaz del Guante, Ventura Peña Bello, Javier
Novelo Gamboa, entre otros.
Después de alejarme del aula
como alumno, Javier me invitó a escribir en el espacio de la Academia y de la
UPN. Hasta nos poníamos de acuerdo, quien participaría una semana y quien en la
próxima. Yo sabía en determinados momentos si desde alguna unidad de la UPN
habían enviado un artículo para su análisis y su publicación. Estar cerca de
Javier era tener que acelerar la mente y prender todas las antenas posibles.
En otros momentos, me citaba
en Humanidades para tomarnos un café o desayunar juntos, y platicar
incansablemente. Así fui frecuentando a la Universidad Veracruzana, de la cual
he tomado cursos, talleres y distintos diplomados. Hasta me siento parte de
esta gran institución.
De Javier Ortiz, Javier
Novelo, Reynaldo Ceballos, Víctor Vázquez y Alberto Ruíz Quiroz fui su aprendiz
en la Academia Mexicana de la Educación y en la UPN, de la cual no soy miembro
pero si fui un asiduo asistente de sus actividades académicas que realizaban
constantemente, en aquellos ayeres que no se olvidan. Pasaron los años y Javier
se jubiló de las Universidades a las cuales les entregó parte de su vida. Fue
un filósofo de la historia, fue un apasionado de las letras. Tenía conocimiento
de distintos temas, hablaba de todo y estaba bien informado.
Javier emprendió el vuelo de
las águilas, regresó a su origen pero esparció una semilla especial que seguirá
dando frutos más allá de las fronteras. Cuando el amigo Javier por cuestiones
de salud decidió dejar el cigarro, lo hizo; cuando Javier decidió dejar el
vino, lo hizo. Javier fue un gran escritor que vivió su vida de manera tal, que
en ningún instante perdió su esencia, su raíz, porque eso lo hizo ser un hombre
verdadero.
Ese día del café, platicamos
sobre el libro “Andanzas Interculturales de Tepetototl” de mi autoría, que
había presentado junto con Víctor Vázquez y Lizardo Enríquez, en aquel febrero
del año 2020 en las instalaciones del Colegio Preparatorio, gracias al apoyo
del cronista de la ciudad, Vicente Espino-Jara y del Colectivo Café Literario
que dirige el poeta Luis G. Mendoza.
-
En unas próximas ediciones, voy a realizarle
algunas modificaciones al libro (le comenté).
-
Veo que has crecido, vas madurando (mencionó).
Javier nos deja sus enseñanzas
extra escolares. Javier Ortíz, es el hombre sabio de Altotonga. La ciudad de Xalapa
lo recibió con sus brazos y desde esta histórica ciudad se le despide, a quien
ha dado un paso más, hacia la trascendencia y la inmortalidad. Descanse en paz,
Javier Ortiz Aguilar.
(*) Escritor veracruzano de un
rincón del Totonacapan.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl
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