miércoles, 16 de diciembre de 2020

La Fiesta

 

 María Rosa

La fiesta había sido un éxito, vinieron los parientes que viven lejos de la ciudad.

Invitado familiares lucían sus mejores galas, en la iglesia había una atmósfera beatitud bordada de sonrisas, y envuelta en un sutil aroma de flores frescas, el coro elevaba el espíritu con lindas notas musicales y voces selectas. La llegada al salón de fiestas fue una apoteosis, vivas, porras, abrazo entre parientes y amigos, dianas, discursos y más llegada de gente. El banquete espléndido, suculento, regalos y más regalos. Después de varias horas de alegría, las despedidas.

Al otro día se abrían los regalos, así que llegué con antelación al evento, y vi que la sala era un jardín con tantos arreglos florales, después de comer se inició la fiesta de sorpresas ¡Que lo habrá, qué lo habrá! Y la emoción comenzaba a desbordarse:

Lectura de tarjetas y… Una lampara de buro ¡Bravo! ¡Aplausos! Otra tarjeta… Una linda bata de dormir, otra tarjeta más… Una hermosa blusa de encaje… Siguieron los regalos y los aplausos, hasta que la festejada dijo: ¡Ya! Es todo comenzó la repartición de galletitas, cuando descubrí en un rincón un bastón con un gran moño, así que lo tome y le pregunté a mi madre que era la festejada: ¿Qué es esto? ¡Ah! Contestó indiferente: es un bastón, no se quien lo trajo. ¿Sí? – le pregunté – ¿Pero no te gusto?                                                                                                               ¡Eso es para viejitas! Me dijo y se dio media vuelta.

¡Cuánta razón tenía! Ella cumplió 100 años, pero caminaba erguida, alegre y con firmeza. Aun con el peso de los años con sus ires y devenires no la habían doblado. Partió en busca de su estrella a los 106 años, guardó su figura así ¡Toda una dama!   


 

 

 

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