Javier Ortiz Aguilar.
“El hecho es que la poesía no son los
libros en las bibliotecas (…) la poesía
es el encuentro del lector con el libro”
Jorge Luis Borges
Juan Gutenberg (1400-1468) nace y muere
en la ciudad de Maguncia, ubicada en el Sacro Imperio Románico
Germánico. Este alemán logra la innovación tecnológica de la imprenta. La
modernización de la industria editorial, acelera el surgimiento de la modernidad: la
invención de la caja tipográfica y los tipos móviles no solo disminuye el
tiempo de la edición sino que amplía su
tiraje y disminuye sensiblemente el costo del libro. Gracias a ello, la
modernidad impulsa las grandes revoluciones científicas, tecnológicas,
artísticas y sociales, que crean las condiciones de posibilidad del mundo que
nos ha tocado vivir
Evidentemente la producción y el consumo del libro,
permite la comunicación eficiente entre personas lejanas en el espacio y el
tiempo. De esta manera, este medio amplía la intercomunicación no solo entre
los miembros de las comunidades científicas, sino también entre los autores y
la sociedad. La popularización de la lectura incrementa por un lado la calidad
de los aprendizajes y por otro, la toma de conciencia social. Así converge el desarrollo
de la industria y la demanda cada vez más firme de una vida democrática por la
formación de los ciudadanos modernos.
Obviamente no todos los lectores acuden a las obras
de los ilustrados franceses o alemanes. La gran mayoría, los excluidos de los
centros educativos, consume una literatura de dudosa calidad formativa. Los
privilegiados, que ingresan a los distintos sistemas educativos, adquieren la
capacidad de transformar todas las actividades humanas de la sociedad; desde
las invisibles formas de la vida cotidiana hasta las manifestaciones extraordinarias
de la producción científica, filosófica, artística; incluso política y social.
La conciencia de la necesidad del cambio está en los reconocidos centros de
educación superior. Resulta obvio que los grandes teóricos de las revoluciones
científicas y sociales egresan del mundo desarrollado y proceden en la mayoría
de los casos de los estratos o clases dominantes de la sociedad
Cinco siglos después aparecen los medios
electrónicos: la cámara fotográfica, la grabadora y la videograbadora que
enriquecen el conocimiento en general. Ya en los años setenta existe la
expresión recurrente entre un sector del movimiento social: “hay que aprender a
leer la realidad”. Posteriormente se inicia desde la base de la sociedad, la
comunicación a través de redes. Mucho antes que su implementación en el sistema
formal de educación.
Por supuesto no solo cambian los medios, sino
también las formas de lectoescritura. En esta nota solamente nos ocuparemos de
la lectura moderna, desde una expresión cristiana comprometida con la derecha
española de la primera mitad del siglo XX.
Pues a pesar de la militancia del autor, revela los rasgos esenciales
del libro y la lectura, en los tiempos de las certidumbres y las esperanzas de tomar el cielo por asalto.
-1-
Una
reflexión sobre la lectoescritura es la del Pedro Laín Entralgo. Este
intelectual español, nació en Urrea de Gaen, provincia de Teruel, el 15 de
febrero de 1908 y murió en Madrid el 5 de junio de 2001. En este periodo,
contempla y se compromete con los acontecimientos que conducen a España desde
la crisis de la Restauración de la monarquía hasta la consolidación de la
democracia española y su ingreso a la globalización; pasando por los
accidentados procesos de la crisis de la monarquía, el sueño republicano y por
supuesto el inicio de la Segunda Guerra Mundial, con el golpe de estado a la
República y la instauración de la dictadura franquista. La militancia política
de Laín Entralgo es definida: tiene una creencia católica y simpatizante del
fascismo italiano Su formación política
de derecha y su concepción tradicional del catolicismo lo lleva a ingresar a la
Falange y contribuir a la destrucción del sueño democrático del pueblo español.
Obviamente su militancia contribuye a la marginación de la obra de este
intelectual.
Pedro
Laín estudia, al mismo tiempo, medicina y química, posteriormente psiquiatría.
Pero su producción intelectual es, para utilizar un término de Herbert Marcuse,
multidimensional; lo mis mismo escribe historia
que antropología filosófica, novela y que teatro y no es ajeno a la crítica
literaria. Esta característica, tal vez es producto del esfuerzo de hacer
coincidir la compresión del cuerpo y la mente humana con la tradición metafísica
de la antropología filosófica,
Así, en medio de la irracionalidad del fascismo,
ofrece una visión de la lectoescritura.
_2-
Siguiendo la tradición cristiana, encuentra en
Aristóteles el camino para interpretar la lectoescritura. El hombre es un zoon politikon; pero no en el sentido
que lo define el Estagirita en la Política:
como un animal comunitario. El filósofo español lo entiende como un ser
inseparable de una comunidad lingüística; es decir, que se comunican a través
de un lenguaje común, que al practicarse se identifican y e reconocen como
semejantes. El lenguaje es el límite de su cultura y a la vez reconocen las
diferencias con los “otros”.
Laín define al hombre, siguiendo fielmente el método
aristotélico, primero ubicarlo en el género próximo y precisar su significación
mediante su diferencia especifica. En su ensayo La vida del hombre en la poesía de Quevedo, escribe: “(…) ese género próximo es la idea
cristiana del hombre. Quiero decir con ello que para Quevedo el vivir humano es
el tránsito temporal y terreno de un espíritu personal creado de la nada,
encarnado en un cuerpo, redimido por Cristo y destinado a vivir eternamente. La
vida terrena es a la vez tránsito y prueba; el hombre es un ser sobre la tierra
un caminante (…)”.
Por ello, Quevedo comunica a través de su poesía,
su percepción personal de la España del Siglo de Oro.
En este mundo caótico, el valle de lágrimas está
orientado por la muerte, principal causa de las angustias humanas. Esta es pues
la verdad absoluta.
Apoyándose
en la primera concepción griega de la realidad histórica; el mito del eterno
retorno, que se expresa en la tragedia. Este género literario es la abstracción
de la existencia humana. Es decir, a pesar de las diferencias en los procesos
históricos, en lo fundamental es lo mismo.
El
estagirita define así a la tragedia en su Poética:
“Es la imitación de una acción levantada y completa, de cierta extensión, con
un lenguaje sazonado en su especie conforme a las diversas partes, ejecutada
por personas en acción y no por medio de relato, y que, por obra de la piedad y
el temor, opera la purgación (Katharsis) de tales pasiones.”
En
conclusión, la comprensión de esta forma literaria, es una prueba de la
pertenencia a la humanidad, que permite comunicarnos entre los hombres de
diferentes tiempos y de distintos lugares. Por supuesto esta comunicación es
posible, gracias a la lectura. No obstante sus tradiciones culturales,
persisten con fuerza en la modernidad. Por lo que es dable pensar que la
modernidad no es una creencia homogénea sino una contraposición de escuelas.
Incluso las que están en la periferia de la ideología dominante. Por supuesto aún
ellas, como el caso de las creencias religiosas
también se modifican para persistir en los nuevos tiempos.
La lectura, en esta perspectiva, es una práctica
comunicativa, cuyo medio es la escritura. Por lo tanto posibilita la
comunicación entre los hombres, independientemente del tiempo, la distancia y
los obstáculos culturales. No obstante es necesario subrayar que esta actividad
tendrá el logro esperado si hay interés en los objetos de estudio, el interés
del aprendizaje y el sistema de códigos que permitan codificar y decodificar los
mensajes por el lenguaje escrito.
Laín Entralgo siguiendo la tradición judeocristiana
sistematizada por la racionalidad griega clásica, cita una poesía de Don
Francisco de Quevedo y Villegas:
“Retirado en la paz de estos desiertos,
Con pocos, pero doctos libros juntos,
Vivo en conversación con los difuntos
Y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
O enmiendan o secundan mis asuntos,
Y en músicos y callados contrapuntos,
al sueño de la vida hablan despiertos”
El siglo XVI español es fácil imaginar la soledad
de la relación entre lector y el libro. Esa relación íntima permite la
comprensión cabal del sentido del mensaje escrito, condición de una buena
lectura, El oficio del lector y el escritor son oficios solitarios. Pero
también los “doctos libros”, que necesariamente son producto del genio de los humanistas
grecolatinos clásicos que renacen en el Siglo de Oro. La lectura entonces es el
diálogo entre los renacentistas con los “muertos”, o sea con los autores clásicos de la literatura y la filosofía. Lo específico
de Quevedo y del Siglo de Oro español consiste en vincular la cultura clásica
con la tradición judaica. La primera, a través de Aristóteles, la convicción de
que la vista es el sentido más eficaz para acercarnos a la realidad, porque
proporciona la totalidad de las cosas, mientras que para la segunda, es el oído,
porque a través de este sentido recibimos “la palabra” que contiene la verdad
revelada. De esta manera, en una síntesis genial, en el acto de lectura se
escucha con los ojos, lo que permite esa comunicación trascendente.
-3-
La visión
moderna, secular o religiosa, define la lectoescritura para cumplir su cometido
educativo y presenta los siguientes rasgos: 1. recupera la tradición griega,
que define la comunicación como diálogo en busca de la verdad. (Hay dos
posibilidades de la verdad, la absoluta y histórica), 2.- Si hay verdad entonces debe
haber un fundamento (El hombre como creatura y por ende con libre albedrio o el
hombre como sujeto y por tanto libre y con voluntad), 3. La lectoescritura es
un medio de evangelizar o comunicar los ideales de libertad. 4. Las grandes
revoluciones modernas (burguesas o socialistas)
las dirige una élite intelectual,
generalmente egresada de los centros de educación superior. En una palabra la
certeza radica en la existencia de la verdad. La crisis de la modernidad emerge
de la crisis ideología del pensamiento
moderno que altera la teoría y la práctica de la lectoescritura.
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