Gilberto Nieto Aguilar
Siguiendo la idea de los
comentarios de la semana pasada, Yuval Noah Harari (“De animales a dioses”,
Ramdom house, México, 2019, pp. 185-195) afirma que las culturas humanas se
hallan en un flujo constante. Creo que lo propio de hoy es la diversidad, el
intercambio constante que influye sobre las costumbres y las tradiciones de los
pueblos, los valores que por años han alimentado e identificado a los grupos
humanos, la religión, la forma de concebir y pensar las ideas, etcétera. Época
de la “Multi” y la “Inter” culturalidad que coexiste en el mundo.
Dice Yuval que a lo largo de los
milenios, las culturas pequeñas y sencillas se conglutinan gradualmente en
civilizaciones mayores y más complejas, de manera que el mundo contiene cada
vez menos megaculturas, cada una de las cuales es mayor y más compleja.
La mejor manera de apreciar la
dirección general de la historia es contar el número de mundos humanos
separados que coexistieron en cualquier momento dado en el planeta Tierra. Hoy
en día estamos acostumbrados a pensar en el planeta entero como una unidad,
pero durante la mayor parte de la historia humana era en realidad una galaxia
entera de mundos aislados.
Entre 1455 y 1492, varios
historiadores (Yuval Noah y Cyril Aydon, entre otros) consideran que su número
se redujo de manera todavía más drástica a lo que era el mundo euroasiático-africano.
A lo largo de los 300 años siguientes, especialmente Europa engulló a todos los
demás mundos. Se adjudicó el mundo mesoamericano en 1521 y más tarde el andino.
Por la misma época, Magallanes circunnavegó el mundo oceánico.
Los primeros europeos desembarcaron
en el continente australiano en 1606, y aquel mundo prístino llegó a su fin
cuando empezó de veras la colonización británica en 1788. Quince años después,
los británicos establecieron su primera colonia en Tasmania, con lo que
pusieron al último mundo humano autónomo dentro de la esfera de influencia europea.
El gigante euroasiático tardó
varios siglos en digerir todo lo que había engullido, pero el proceso fue
irreversible. Hoy en día, casi todos los humanos comparten el mismo sistema
geopolítico (todo el planeta está dividido en estados reconocidos
internacionalmente); el mismo sistema económico (las fuerzas capitalistas del
mercado modelan incluso los rincones más remotos del planeta); el mismo sistema
legal (los derechos humanos y la ley internacional son válidos en todas partes,
al menos teóricamente), y el mismo sistema científico (expertos en Irán,
Israel, Australia y Argentina tienen exactamente la misma opinión acerca de la
estructura de los átomos o el tratamiento de las enfermedades).
Desde una perspectiva práctica, la
fase más importante en el proceso de unificación global tuvo lugar en los
últimos siglos, cuando los imperios crecieron y el comercio se intensificó.
Entre las gentes de Europa, África, Asia, América y Oceanía se establecieron
lazos cada vez más estrechos. A lo largo de los últimos siglos, todas las
culturas cambiaron hasta hacerse prácticamente irreconocibles por un aluvión de
influencias globales. Desde el siglo pasado, las tecnologías de la información y
la comunicación han contribuido en gran escala.
gnietoa@hotmail.com
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