Raúl Hernández Viveros
Desde
Cristóbal Colón da inicio el descubrimiento del paisaje maravilloso y mágico
que describe a través de sus diarios de viaje.
Son alucinantes las reflexiones que plasma para convencer a los Reyes Católicos
de su milagro de haber ubicado a los naturales que viven desnudos y con medallones
de oro colgado de sus cuellos, en los tobillos y muñecas gruesas pulseras del
apreciado metal, rodeados de animales fantásticos como gatos salvajes, el
rostro tosco de personas, sirenas que se confunden con los manatíes, pájaros
exóticos que repiten las voces de los invasores, confundidos con seres que
bajan del cielo. A partir de este instante la codicia y el saqueo de las minas
de oro, aviva el pretexto infinito del despojo de los bienes naturales.
Despierta
Cristóbal
Colón en su Carta de Jamaica se declara Virrey y Almirante de las Indias, y reconoce
su protagonismo de transformarse por instrucciones divinas en ser un misionero
de Dios. El mensaje inmaculado finaliza con el encargo que resuena en sus oídos
por parte de Dios: “No temas, confía, todas estas tribulaciones están escritas
en piedra mármol y no sin causa”. De esta manera, la santidad de Cristóbal
Colón lo imagina como un cruzado llevando la persecución hacia las
supersticiones de ídolos de barro y piedra que son sometidos y bautizados para
llegar al reino de los cielos. A partir de este acontecimiento, los infieles
reciben las bendiciones, al mismo tiempo la asechanza religiosa autoriza el
martirio del holocausto y el castigo divino. Esta narrativa conforma la
repetición de las Cartas de Relación, memoriales, crónicas, y actas testimoniales
sobre los hechos casi sobrenaturales que tienen efecto y acompañan las letras y
el arte del renacimiento, que encarna siglos después en autores
latinoamericanos.
Un
ejemplo magistral de esta influencia cultural del Nuevo Mundo renace precisamente
con la introducción a la lectura de la obra universal El ingenioso Don
Quijote de la mancha, se abre el
universo de la fantasía y el camino a la gloria literario del principal
escritor de América Latina: creador del
modernismo: Rubén Darío. De la
compresión de la realidad que describe Cervantes, se puede obtener un rico
manantial de inspiración que hace desembocar exactamente en el talento y oficio
de los aspirantes o amantes de las letras. Aquello que constituye lo bello, la
trascendencia de la hoja en blanco, el papel exacto de la escritura. Crear,
inventar y enfrentar con su lanza y escudo a un entorno lleno de provocativos
retos, muchos de ellos nada más imaginativos, pero grandiosos por dicha
perspectiva de lograr ser inmortales. Voy a citar los hermosos versos de Rubén
Darío sobre la magistral figura de Don Quijote: “Rey de los Hidalgos, Señor de
los tristes/Coronado de áureo yelmo de ilusión, / Que nadie ha podido vencer
todavía/ Por la adarga al brazo, toda fantasía, / Y la lanza, en ristre, toda corazón...”
Rubén
Darío escribe en su Diario que: “En
un viejo armario encontré los primeros libros que leyera. Eran un Quijote, las obras de Moratín, Las Mil y una noches, la Biblia,
los Oficios de Cicerón, la Corina de Madame Stäel, un tomo de
comedias clásicas españolas, y una novela terrorífica de ya no recuerdo qué autor. L Caverna Strozzi. Extraña
y ardua mezcla para la cabeza de un niño”.[1] La magia que gracias a la
lectura brota esta figura de la poesía universal, que es Rubén Darío.
El
encuentro entre los ideales de una época anterior con la precedente, enfrentó
la tensión del héroe con su adversario el antihéroe. El mundo de la edad de oro
delante de la decadencia se reconoció precisamente en el tiempo sin tiempo, el
lugar sin límites, o la búsqueda de lo imposible en esta “depravada” edad
nuestra. La tendencia de analizar y cuestionar las novelas de caballería es lo
que el crítico literario Oldrich Belic describe como: “Factor activo de la vida
social, la literatura es, en fin de cuentas, siempre tendenciosa (este
adjetivo, tal como lo empleamos aquí, no tiene nada de peyorativo: expresa
sencillamente el hecho de que la literatura no es socialmente indiferente.
Tendencioso es el Cantar del Mío Cid,
ya que glorifica al héroe popular (el Cid) y pone en ridículo a los
representantes de la alta nobleza (los infantes de Carrión). Tendencioso es
Cervantes en el Quijote, ya que
condena los libros de caballería y su ideología feudal, contraponiéndoles sus
nobles ideales renacentistas de libertad, igualdad y justicia para todos...”[2]
Se
observa que el término tendencioso es una inevitable y lógica variante de la
reflexión del autor frente a su trabajo literario, a través del cual expresa
siempre sus ideas, críticas y comentarios sobre todo lo que lo rodeaba. Exactamente como Alfonso Reyes define a
Quevedo como un “centinela de la república”, lo mismo se puede decir de
Cervantes. El autor reflexiona a veces
acerca de lo que los demás, los lectores aquellos a los que está destinada la
función receptora del universo literario, apenas se atreven a plantear
levemente ciertos rasgos o características de un momento histórico de cualquier
nación. Consciente o inconscientemente el escritor reúne en las páginas de sus
libros algunos motivos, temas literarios, conflictos humanos y
caracterizaciones de sus personajes. El mismo estudioso Belic recapacita sobre:
“La vivencia estética no depende sólo del objeto percibido ni del sujeto
perceptor, sino de los dos al mismo tiempo. Esto equivale a decir que la
apropiación estética obedece a la dialéctica de los subjetivo-objetivo. Este
hecho es de capital importancia para
los que quieren entender cabalmente la problemática del arte”.[3]
La unidad de la ironía y
el humor han hecho posible superar momentos difíciles o complicados de nuestra
existencia. Y encontrarnos con nosotros mismos en la enorme sonrisa y la
carcajada de vernos en ese inmenso espejo que es la vida. En relación a esto
Ortega y Gasset escribe lo siguiente: “Claro es que Cervantes no inventa a nihilo el tema poético de la realidad:
simplemente lo lleva a una expansión clásica. Hasta encontrar en la novela, en
el Quijote, la estructura orgánica
que le conviene, el tema ha caminado como un hilillo de agua buscando su
salida, vacilante, tentando los estorbos, buscándoles la vuelta, filtrándose
dentro de otros cuerpos. De todos modos, tiene una extraña oriundez. Nace en
los antípodas del mito y de la épica. En rigor, nace fuera de la literatura”.
El papel fundamental de
la sonrisa siempre provoca interpretaciones que rescatan lo más profundo de
nuestro ser. Sin embargo con la lectura cervantina se puede percibir que: “El germen del realismo se halla en un cierto
impulso que lleva al hombre a imitar lo característico de sus semejantes o de
los animales. Lo característico consiste en un rasgo de tal valor dentro de una
fisonomía—persona, animal o cosa—, que al ser reproducido suscita los demás),
pronta y enérgicamente, ante nosotros, los hace presentes. Ahora bien, no se
imita por imitar: este impulso imitativo—como las formas más complejas de
realismo que quedan descritas—no es original, no nace de sí mismo. Vive de una
intención forastera. El que imita, imita para burlarse. Aquí tenemos el origen
que buscamos: el mimo”, de acuerdo a José Ortega y Gasset. Por lo tanto, se
llega a la actitud de aceptar que esta vida está llena de sorpresas e infinidad
de curiosidades; como en un duelo de disfraces que van cayéndose hasta
demostrar lo que realmente es el ser humano: una acartonada caricatura de sí
mismo, en la cual el tiempo logra desfigurarla hasta borrarla de los recuerdos,
donde sólo trascienden los personajes como Don Quijote y Sancho.
En
México, en el siglo pasado, la Secretaría de Educación Pública da a conocer una
edición facsímil de Don Quijote de la
Mancha, con las ilustraciones de
Doré. La cual circula masivamente en las escuelas y bibliotecas, además, en
forma gratuita se le regala a miles de maestros de educación primaria. Yo
conservo dicha edición por las hermosas estampas y grabados descriptivos de
algunos pasajes de esta obra monumental; y también porque tiene valiosas notas
de pie de página, donde se explican algunas aportaciones de Don Miguel
Cervantes de Saavedra a la lengua castellana, que requieren de las mencionadas
explicaciones para los lectores contemporáneos.
Referirse
a la expresión literaria más consagrada en nuestro idioma, y que es la creación
cervantina constituye enfocar la espléndida expresión de una obra de arte:
maestra de infinidad de estudios o trabajos de investigación literaria. La perspectiva humana a través de la lectura
de los capítulos de Don Quijote de la
Mancha lleva a cualquier lector a
razonar en las posibilidades infinitas del pensamiento. La actitud extensa y
compleja de índole conflictiva, recapacita en el enfrentamiento del ser humano
delante del acontecer de los hechos que rodearon al genio de Cervantes. Quiero
mencionar que mi primera aproximación a una nota crítica sobre este autor
universal, fue cuando llega a mis manos un trabajo de Adolfo Contreras, donde
realiza determinado seguimiento en diversos aspectos de interpretación. Notablemente
recurre a una cita de Giovanni Papini: “Él, y no Sancho, representa la
contradicción y el mentís al valeroso e infortunado buscador de aventuras; y
todos los locos, todos los idealistas, todos los héroes, todos los mártires del
mundo, deben execrar en el nombre de Sansón Carrasco a quienes levantan las
rejas de la prudencia contra los vuelos del ensueño y del genio”. Y agrega
Adolfo Contreras: “Largas prisiones, pobrezas y agravios rodearon su
existencia; mas, el extraordinario temple de su voluntad mantuvo siempre
despierta la jovial alegría de su espíritu que lo hizo sonreír piadosamente
hasta el último día de su existencia”.[4]
Nuestra
percepción logra entender el texto literario como obra de arte, que aparte de
entretenernos tendrá que enriquecer nuestro acervo cultural, además de hacernos
pensar en lo que nos rodea. Es decir, llegar el lector a aprehender los
sentimientos que le llegan mediante la escritura, alcanzar la plenitud del
éxtasis o la razón de la pasión desbordada en los conflictos, anhelos e ideas
de los personajes o bien la visión omnipresente y totalizadora del autor. Es decir, llegar a los límites de nulificar
la realidad, y experimentar el estado demencial de la melancolía y la soledad.
La seducción de las descripciones tiene la magia de envolvernos en el interés
de algo que acontece muchas décadas o siglos anteriores. Es la esencia del arte
la que trasciende y enriquece la formación de los amantes de la literatura.
Con
la introducción al Quijote, se abre
el universo de la fantasía y el camino a la gloria literario del principal
escritor de América Latina, que fue el creador del modernismo: Darío. De la compresión de la realidad que describe
Cervantes, se descubre un rico manantial de inspiración que hace desembocar
exactamente en el talento y oficio de los aspirantes o amantes de las letras.
Aquello que constituye lo bello, la trascendencia de la hoja en blanco, el
papel exacto de la escritura. Crear, inventar y enfrentar con su lanza y escudo
a un entorno lleno de provocativos retos, muchos de ellos nada más
imaginativos, pero grandiosos por dicha perspectiva de lograr ser
inmortales. Quiero recordar las ideas de
Schopenhauer relacionadas con el amor de la literatura: “Se ganaría mucho con
destruir en edad temprana, por medio de enseñanzas adecuadas, esa ilusión
propia de la juventud de que hay grandes cosas que ver en este mundo. Ocurre,
por el contrario, que la vida se nos hace conocer por la poesía antes de
relevarse por la realidad. En la aurora de nuestra juventud, las escenas que el
arte nos describe exhíbense brillantes delante de nuestra vista, y henos aquí,
atormentados por el deseo de verlos realizadas, de coger el Arco Iris. El joven
espera su vida bajo la forma de una novela interesante”. [5]
Con
esta propuesta, el lector se introduce en el espacio fascinante y seductor de
las páginas del Quijote. En lo que
Novalis bautiza como “el don más grande”, que es el mundo de la imaginación.
Aparte del placer infantil de combinar las palabras, las oraciones y los
mecanismos literarios de Cervantes. En una especie de verdadero y contundente
juego, el autor nos lleva hacia el conocimiento absoluto de los estados del
alma. Entonces, se desencadena la lucidez de todos nosotros que encontramos
plena identificación con determinados valores o tal vez la misma caricatura que
hace iluminar la lógica de estudiar el trasfondo del pensamiento de Cervantes.
Considero que Italo Calvino reflexiona acerca
de esta situación, de una parte, en el arte del relato, y nos dice: “Yo
agregaría que la literatura llega a esto, cuando por fin puede permitirse una
actitud lúdica, un juego combinatorio que se carga en determinado momento de
contenidos preconscientes y les permite al fin expresarse. Es gracias a este
camino abierto hacia la libertad por la literatura, como los hombres
alcanzan un espíritu crítico que
intentan convertir en patrimonio colectivo. Aunque el desarrollo de ese proceso
es todavía muy precario”. [6]
En
esta tendencia se logra ubicar al Quijote,
como parte de cada uno de nosotros, es decir, el patrimonio de la humanidad. Y,
por lo tanto, estamos dispuestos a introducirnos al espíritu crítico que
mediante el seguimiento de su antihéroe vamos a construir la figura del
verdadero y exacto héroe que todos en algún momento de nuestras vidas
intentamos extraer de lo más profundo de nuestro ser. Obviamente corresponde a este
lado del ser humano, y al mismo tiempo estar en constante búsqueda de esta
faceta de todos nosotros.
El
hallazgo de enfrentar el rostro propio reconocer de nuestros semejantes que
solicitan el respaldo en ubicar sus metas de fraternidad y ayuda; lo cual
propone Cervantes en cada una de las aventuras de su insuperable protagonista,
que en realidad representa el común denominador de todas nuestras aspiraciones
delante de los retos de la vida. Los individuos se transforman en Quijotes, y
cada uno a su manera intenta enfrentarse a los enemigos de la misma humanidad.
Si
todos lográramos comprender las enseñanzas de los recorridos del Quijote, lejos de negar nuestra
existencia, nos domina una actitud que hemos de llamar quijotesca o lo que es lo mismo no perder jamás la esperanza de
poder cambiar todo, hasta nosotros mismos en esta dialéctica existencial. De alguna manera contundente, E. M. Cioran
afirma: “En todo hombre dormita un profeta, y cuando se despierta hay un poco
más de mal en el mundo...la locura de predicar está tan anclada en nosotros que
emerge de profundidades desconocidas al instinto de conservación. Cada uno
espera su momento para proponer algo:
no importa el qué. Tiene una voz: eso basta. Pagamos caro no ser sordos ni
mudos”.
E.
M. Cioran agrega: “La fuente de nuestros actos reside en una propensión inconsciente
a considerarnos el centro, la razón y el resultado del tiempo. Nuestros
reflejos y nuestro orgullo transforman en planeta la parcela de carne y de
conciencia que somos. Si tuviéramos el justo sentido de nuestra posición en el
mundo., si comparar fuera inseparable
de vivir, la revelación de nuestra ínfima presencia nos aplastaría. Pero vivir es cegarse sobre sus
propias dimensiones. Si todos nuestros
actos, desde la respiración hasta la fundación de imperios o de sistemas
metafísicos, derivan de una ilusión sobre nuestra importancia, con mayor razón
aún el instinto profético. ¿Quién, con la exacta visión de su nulidad,
intentaría ser eficaz y erigirse en salvador?”[7]
Dicha visión
está concentrada dentro del pensamiento de Cervantes, quien recrea el abismo de la salvación
utópica de un mundo en plena decadencia, donde la desesperación aqueja en
aquellos tiempos a todos los habitantes de aquella parte de Europa, y emprende la narrativa oficial de los
conquistadores en el Nuevo Mundo, mediante la utopía de vivir la felicidad
eterna de las divinidades y dogmas del sincretismo impartido por la cruz de los
misioneros, y los hombres vestidos de hierro con sus espadas, lanzas, cañones y
ballestas someten y masacran a los nativos
que no saben nada del idioma de los invasores.
Sin embargo,
el reflejo humano logra conciliar la comprensión de un todo que en realidad
significaba la nada, la cual siempre intenta aplastar a cualquier expresión de
la humanidad. De esta forma la fuerza profética de Cervantes trasciende “la santidad
del ocio”, a pesar de la nulidad y vacío de un tiempo que convalece de hastío,
nostalgia y tristeza por revelar la utopía que logra el advenimiento de la
conciencia. Frente a este dilema, el Quijote se plantea la pregunta que todos
deseamos revelarnos: ¿usted quién es? Y
la respuesta contundente de: ¡yo si sé quien soy!, da un viraje hacia el
humanismo.
La
idéntica actitud de Pedro Brueghel “el
viejo”, cuyo arte igual que el de Cervantes es tan universal e inmensamente
rico en su s propuestas estéticas, por analogía con las pinturas que hablan de
los códices prehispánicos a través del empleo de los colores rojo y negro. No
importan los siglos, millones de lectores y espectadores hemos gozado las
expresiones artísticas de estos dos genios bastante similares por la sinceridad
y naturalidad con que reaccionaron
frente a las penas y alegrías, la oscuridad y luz de la vida. No cabe duda que
el punto de unidad de estos artistas, es que no podemos dejar de reírnos de los
cuadros de Brueghel o de la lectura los
capítulos del Quijote.
Las
profundas reflexiones beneficiaron siempre la expresión artística de cada uno;
fueron cristalizándose en la claridad pictórica y literaria, respectivamente.
La visión del mundo renacentista adquiere su lugar en la memoria. En esto reside su universalidad.
Aparte de burlarse de la misma muerte, los laberintos de la locura, los excesos
de las supersticiones, los dogmas, se encuentran las diversas maneras de gozar
la vida. Tal vez en cautivarnos con la sonrisa en los labios, y hacernos sentir
efectivamente la fragilidad de nuestras existencias, en donde el paisaje
maravilloso y mágico del Nuevo Mundo resulta acompañarnos como un benefactor y
un paciente guardián que cuenta los días
para devolvernos al vientre de la tierra.
El
optimismo es una función paradójica, diferente, ilógica que contrapone al
sentido común. La lucha entre el bien y el mal. La realidad inverosímil o
absurda que nos hacen creer y mostrar con apariencias de verdadera, representa la
narrativa oficial. La ambigüedad entre la objetividad y la subjetividad de
enfrentarnos al mundo. La ironía consigue percibir los despojos de los seres
humanos, y nos lleva a la interioridad del mundo, que nos hace configurar el
rescate de la utopía perdida. Georg Lukács señala que: “Mientras en el Quijote la base de todas las
aventuras es la seguridad interior del
héroe y la actitud inadecuada del mundo respecto de ella, de modo que lo
demoniaco cobra una función positiva, motora, aquí la unidad y fundamento está
oculta la inadecuación del alma y la realidad
se hace enigmática y, aparentemente, del todo irracional, pues el
estrechamiento demoniaco del alma no se muestra sólo negativamente, en la necesidad
de perder todo lo conquistado porque no es lo que se necesita, sino porque es más
ancho, más empírico, mas vivo que lo que el alma se lanzó
La
herencia de Cervantes, en las páginas del Quijote, advierte la estructura cognitiva de construir
en el pensamiento la idea de imitar o
seguir los pasos en las aventuras de este personaje. El caballero andante, con
su escudero, logra proponer a lo largo de los siglos una actitud optimista a pesar de la larga serie de
derrotas. Al final aparece la esperanza de una posible victoria en todos los aspectos
de la vida social. Además, brota la actitud
crítica de aceptar todos los errores y fallas humanas delante de la luz
pública, mantiene la ilusión de poder
cambiar constantemente frente a las circunstancias más adversas
y contrarias que nos señalan el
naufragio de perdernos en el torbellino de la vida. Aunque el ser humano
gracias a la comprensión del renacer en el Quijote; se despoje de las quimeras y
encuentre el poder de deleitarse de las cosas
extraordinariamente nimias,
absurdas y vacías. En perspectiva, adentrarnos en la sabiduría de la vida. Por
consiguiente, estar preparados para la muerte, porque “quien larga vida vive,
mucho mal vide”, dice un proverbio español, y entonces hay que vivir con la
pasión inmortal del Quijote. Alfonso Reyes ofrece un fragmento final de una
comedia, del siglo XVII, este diálogo: “Demonio.- ¿Hay algunas almas que
llevar?/ S. Miguel.- No, que las
defiendo yo./ Dios Padre.- Aquí la farsa acabó, en este propio lugar”.[8]
Unirnos a la ironía y el humor han hecho posible superar momentos difíciles
o complicados de nuestra existencia. Y encontrarnos con nosotros mismos en la
enorme sonrisa y la carcajada de vernos en ese inmenso reflejo que es la vida.
En relación a esto, Ortega y Gasset escribe sobre la función de los espejos en
donde observamos a nuestro único y verdadero otro yo y reconocemos a los demás
que nos acompañan en esta aventura existencial de fantasías y encantamientos: “El
germen del realismo se halla en un cierto impulso que lleva al hombre a imitar
lo característico de sus semejantes o de los animales. Lo característico
consiste en un rasgo de tal valor dentro de una fisonomía—persona, animal o
cosa—, que al ser reproducido suscita los demás), pronta y enérgicamente, ante
nosotros, los hace presentes. Ahora bien, no se imita por imitar: este impulso
imitativo—como las formas más complejas de realismo que quedan descritas—no es
original, no nace de sí mismo. Vive de una intención forastera. El que imita,
imita para burlarse. Aquí tenemos el origen que buscamos: el mimo”.[9]
Referencia virtual:https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/subnotas/23-31257-2008-02-12.html
Ilustraciones:
[1] Rubén Darío, Autobiografía, Editorial
Latinoamericana, México, 1960.
[2] Oldrich Belic, Introducción a la Teoría Literaria,
Editorial Arte y literatura, La Habana, Cuba 1983.
[3] Ob., cit.
[4] Adolfo Contreras, “Miguel de
Cervantes de Saavedra”, Universidad Veracruzana, Núm. 2, 1952.
[5] Arturo
Schopenhauer, Arte del buen vivir,
Biblioteca Edaf, España, 1965.
[6] Italo Calvino, “La
combinatoria y el mito en el arte del relato”, Edit. Eco, Colombia, mayo 1983.
[7] E.
M. Cioran, Breviario de podredumbre,
Taurus ediciones, Argentina, 1991.
[8] Al Yunque, Tezontle, México, 1960.
[9] José
Ortega y Gasset, Meditaciones de Quijote,
Revista de Occidente, España, 1963.
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