Musa
Peregrina
Como un bello
poema el cielo de Xalapa se presenta ante mis ojos, el día está nublado y mi
alma se arropa con una sabana de recuerdos entrañables. Mis versos vuelan como
pajarillos buscando nido, e inicio el camino rumbo a la ciudad de las flores,
dejando mis huellas en el agua de arenal, silenciosa, ancestral.
El caserío despierta y se prepara para sonreír
al sol, que en estos días de octubre pocas veces lo visita. Muy cerca Coatepec
con sus soberbias casonas y elegantes portones, invita el café, acompañado de
pan recién horneado y orquídeas frescas en los jarrones.
El clima brumoso inspira melancolía, las
raíces culturales crecen orgullosas en el corazón de los xalapeños, que han
nacido con la alegría y la sonrisa de quienes aman esa hermosa tierra que al
turista enamora.
Las tardes son poéticas y adelantan las
manecillas de un reloj difuso que el pasado recuerda, doloroso, histórico…
Espesos bosques guardan entre sus árboles los brazos de las ramas que arrullan
el fruto dulce de la vida.
En Xálapa se es libre como un pájaro, el vuelo
es mágico al adentrarse a las profundidades de la naturaleza que atesora
misterios nobles, sólo siendo revelados a guerreros temerarios que se adentran
al pie de la montaña de basalto de Macuiltépec, explorando la vida con valor y
lealtad, escuchando el murmullo de la luna que les narra sus secretos.
Se presenta la noche y decido pasear dentro
del convento de San Francisco. En sus paredes aun habitan los gritos de
indígenas insurrectos, que murieron de locura por defender a su dios, a su
pueblo herido por el genocidio de quién fue llamado “perro”.
El eco del
tiempo nos recuerda a cada momento lo escrito en la biblioteca de la historia
veracruzana. Relatos que son la llave que abre la puerta de un conocimiento
heredado por los abuelos toltecas y por los pueblos originarios, que danzaban
en época prehispánica sembrando semillas de amor y respeto.
Una vegetación exuberante recibe siempre con
los brazos abiertos, la altura de Xalapa sobre el nivel del océano es la
antesala del cielo. Veracruz es el padre orgulloso de mostrar al mundo un
paraíso de ensueño, si la visitas nunca querrás irte, porque encontrarás el
tesoro de la amistad que habita en cada uno de los lugareños.
Miles de aves regodean su belleza ante el
color madera de mis ojos, frente a las nubes que ocultan la lluvia de lágrimas,
aquellas tormentas que nacen del alma añorando el lucero que se desprende de
los cinco cerros.
Quién vive en Xalapa acaricia las nubes con
los dedos, es hombre y guitarra, que en sus cuerdas canta con orgullo a
Veracruz, a Mèxico…
Desde la
perla del pacifico
Acapulco, México.
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