martes, 18 de enero de 2022

El amor de mi vida.

 Manuel Gámez Fernández


Pasadas las 2 de la tarde, por alguna razón porque aún no tenía hambre, me levanté de mi silla, dejé los papeles y libros en el escritorio tal y como los estaba utilizando. Mi bolígrafo a lo largo del libro abierto indicaba la página que estaba estudiando, a su alrededor quedaban los otros documentos que estaba consultando sobre tratamiento de aguas residuales utilizando Lagunas de Estabilización.

Mis compañeros de oficina permanecieron en sus escritorios trabajando, mi levantada súbita pareció tal vez más una ida al baño, porque para la hora de la comida faltaban treinta minutos, así que nadie hizo el intento de levantarse ni me preguntó a donde iba.

Me dirigí a la salida de los cubículos ubicados en la planta alta del edificio, recorriendo el pasillo que iba de norte a sur hasta llegar a la puerta de salida, una de las hojas estaba abierta así que llegué a la escalera metálica que comunicaba con la planta baja y empecé a bajar para dirigirme al mezzanine en donde se encontraba el nuevo comedor, ese día iniciaba el servicio de comida, según nos había dicho la Srita. Oropeza, secretaria y asistente personal del Dr. Aguirre, director del Centro de Investigación y Entrenamiento para la Calidad del Agua.

Al llegar al Comedor, abrí la puerta y mis ojos contemplaron a la mujer más hermosa que jamás hubiera imaginado, estaba de pie, como esperando ya a que entrara el personal de la oficina. Era alta, delgada como un junco con un vestido blanco de manta extendiéndose elegantemente desde la breve cintura donde nacían unos holanes que llegaban debajo de la rodilla. Sus zapatillas color miel hacían juego con el color de sus medias en un tono que hacía ver su piel como una figura de cuentos de hadas. Su cabellera negra brillante, abundante, distribuida en ligeras ondas anchas ensortijadas enmarcaban unos ojos tan hermosos y relucientes que a pesar de estar en un rostro serio me saludaron como con una alegría interna o un ligero nerviosismo. Ella no se movió ni pronunció palabra alguna, yo ya no avancé hacia el interior del comedor, me quedé como petrificado ante tanta belleza, no podía creer al instante que pudiera existir una mujer tan hermosa, tan delicada, tan bella, con unos labios rojos delgados, perfectos, su nariz, sus pómulos, todo en ella era maravilloso. En ese bendito instante sentí como una luz interna, como un suave y agradable viento, como una música sin sonidos que estremecía mi corazón, había encontrado a la mujer de vida, a mi amada, a mi amor dulce y hermoso como una primavera como un sol como una playa como una tarde agradable, como una noche con luceros en su cabellera radiante limpia hermosa. En ese momento todo se me hizo realidad, por fin había encontrado a mi esposa a la mujer con la que deseaba vivir mi vida, con la amiga que había buscado tanto tiempo, tantos años, tantas noches, tantos días de búsqueda de ansiedad, de desesperación, a tal grado que había llegado a pensar que yo no sabía amar que por eso no encontraba a una mujer para mí, pensaba que no podía enamorarme y por eso no podía hallar a quien entregarle mi amor.

Creo que se dio cuenta de mi asombro. Pasado ese instante entré al comedor, nos saludamos casi con la mirada y con timidez nos dijimos buenas tardes puedo pasar, si pase usted, tome asiento donde usted guste. Me senté feliz, nunca me había sentido tan contento, quería salir y subir las escaleras corriendo para decirles a los compañeros, encontré a la mujer de mis sueños de mi vida, encontré a mi amor…

En mi cabeza y en mi corazón las imágenes y las ideas y los sentimientos se agitaban y reían y bailaban y parecía que se iban a salir pintando el comedor y las calles de muchos colores y de luces rojas y verdes y amarillas y naranjas y blancas como su alma como su mirada como su ligera sonrisa como su voz como sus manos como su manta blanca como sus zapatillas color miel. No quería moverme de esa silla, tenía miedo de que desapareciera que se esfumara que todo fuera un sueño.

         

Unos momentos después empezaron a llegar los compañeros y compañeras de laboratorio y de las distintas áreas, ese día fue la mejor comida de mi vida, nunca podré tener una comida tan rica tan exquisita como esa, aun cuando Yola mi esposa sigue preparándola y las disfrutan mucho nuestras hijas nuestros nietos, nuestras familias y nuestros amigos.    

Chamilpa Mor. 2022

 

 

 

 

 

 

Su voz me hizo saber que aún estaba ahí y que todo era realidad - ¿A qué hora les dijeron que se servía la comida? me preguntó

A las 2.30 contesté, quedándome en silencio porque en mi reloj eran las 2.15 y ya estaba sentado ahí.

Ah que bueno me dijo porque ya están por subir la comida, por eso estaba la puerta abierta, en realidad pensaba abrirla hasta las 2.30 como habíamos acordado con la Srita Oropeza, ¿no les comentó?

Antes que pudiera contestar entró un joven con una cazuela y atrás de él otro con más comida, saludaron alegremente y al verme ahí sentado como que se dijeron entre ellos ¿y este porque ya se adelantó sino hemos abierto todavía.  

 

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