Manuel Gámez Fernández
Pasadas las
2 de la tarde, por alguna razón porque aún no tenía hambre, me levanté de mi
silla, dejé los papeles y libros en el escritorio tal y como los estaba
utilizando. Mi bolígrafo a lo largo del libro abierto indicaba la página que
estaba estudiando, a su alrededor quedaban los otros documentos que estaba
consultando sobre tratamiento de aguas residuales utilizando Lagunas de Estabilización.
Mis
compañeros de oficina permanecieron en sus escritorios trabajando, mi levantada
súbita pareció tal vez más una ida al baño, porque para la hora de la comida
faltaban treinta minutos, así que
nadie hizo el intento de levantarse ni me preguntó a donde iba.
Me
dirigí a la salida de los cubículos ubicados en la planta alta del edificio,
recorriendo el pasillo que iba de norte a sur hasta llegar a la puerta de
salida, una de las hojas estaba abierta así que llegué a la escalera metálica
que comunicaba con la planta baja y empecé a bajar para dirigirme al mezzanine
en donde se encontraba el nuevo comedor, ese día iniciaba el servicio de comida,
según nos había dicho la Srita. Oropeza, secretaria y asistente personal del
Dr. Aguirre, director del Centro de Investigación y Entrenamiento para la
Calidad del Agua.
Al
llegar al Comedor, abrí la puerta y mis ojos contemplaron a la mujer más
hermosa que jamás hubiera imaginado, estaba de pie, como esperando ya a que
entrara el personal de la oficina. Era alta, delgada como un junco con un
vestido blanco de manta extendiéndose elegantemente desde la breve cintura
donde nacían unos holanes que llegaban debajo de la rodilla. Sus zapatillas
color miel hacían juego con el color de sus medias en un tono que hacía ver su
piel como una figura de cuentos de hadas. Su cabellera negra brillante,
abundante, distribuida en ligeras ondas anchas ensortijadas enmarcaban unos ojos tan hermosos y
relucientes que a pesar de estar en un rostro serio me saludaron como con una
alegría interna o un ligero nerviosismo. Ella no se movió ni pronunció palabra
alguna, yo ya no avancé hacia el interior del comedor, me quedé como
petrificado ante tanta belleza, no podía creer al instante que pudiera existir
una mujer tan hermosa, tan delicada, tan bella, con unos labios rojos delgados,
perfectos, su nariz, sus pómulos, todo en ella era maravilloso. En ese bendito
instante sentí como una luz interna, como un suave y agradable viento, como una
música sin sonidos que estremecía mi corazón, había encontrado a la mujer de
vida, a mi amada, a mi amor dulce y hermoso como una primavera como un sol como
una playa como una tarde agradable, como una noche con luceros en su cabellera
radiante limpia hermosa. En ese momento todo se me hizo realidad, por fin había
encontrado a mi esposa a la mujer con la que deseaba vivir mi vida, con la
amiga que había buscado tanto tiempo, tantos años, tantas noches, tantos días
de búsqueda de ansiedad, de desesperación, a tal grado que había llegado a
pensar que yo no sabía amar que por eso no encontraba a una mujer para mí,
pensaba que no podía enamorarme y por eso no podía hallar a quien entregarle mi
amor.
Creo que
se dio cuenta de mi asombro. Pasado ese instante entré al comedor, nos
saludamos casi con la mirada y con timidez nos dijimos buenas tardes puedo
pasar, si pase usted, tome asiento donde usted guste. Me senté feliz, nunca me
había sentido tan contento, quería salir y subir las escaleras corriendo para
decirles a los compañeros, encontré a la mujer de mis sueños de mi vida,
encontré a mi amor…
En mi
cabeza y en mi corazón las imágenes y las ideas y los sentimientos se agitaban
y reían y bailaban y parecía que se iban a salir pintando el comedor y las
calles de muchos colores y de luces rojas y verdes y amarillas y naranjas y
blancas como su alma como su mirada como su ligera sonrisa como su voz como sus
manos como su manta blanca como sus zapatillas color miel. No quería moverme de
esa silla, tenía miedo de que desapareciera que se esfumara que todo fuera un
sueño.
Unos
momentos después empezaron a llegar los compañeros y compañeras de laboratorio
y de las distintas áreas, ese día fue la mejor comida de mi vida, nunca podré
tener una comida tan rica tan exquisita como esa, aun cuando Yola mi esposa
sigue preparándola y las disfrutan mucho nuestras hijas nuestros nietos,
nuestras familias y nuestros amigos.
Chamilpa
Mor. 2022
Su voz me hizo saber que aún
estaba ahí y que todo era realidad - ¿A qué hora les dijeron que se servía la
comida? me preguntó
A las 2.30 contesté, quedándome
en silencio porque en mi reloj eran las 2.15 y ya estaba sentado ahí.
Ah que bueno me dijo porque ya
están por subir la comida, por eso estaba la puerta abierta, en realidad
pensaba abrirla hasta las 2.30 como habíamos acordado con la Srita Oropeza, ¿no
les comentó?
Antes que pudiera contestar
entró un joven con una cazuela y atrás de él otro con más comida, saludaron
alegremente y al verme ahí sentado como que se dijeron entre ellos ¿y este
porque ya se adelantó sino hemos abierto todavía.
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