De Alicia Soto Palomino
El 23 de abril se celebra el día
internacional del libro, en otras ocasiones esta fecha la había pasado efectuando
actividades relacionadas con la promoción de la lectura y escritura. En algunas
ocasiones había realizado talleres con
jóvenes y niños, vinculando la lectura
con la ciencia, las artes y actividades lúdicas en un ambiente festivo.
En esta ocasión, las circunstancias en
las que tuve que recordar este día fue muy distinto, pues desde las siete de la
mañana tuve que formar parte de una larga fila de personas que esperábamos que
nos administrarán la vacuna contra el covid 19.
Parecía que todo iba estar muy bien,
puesto que en días anteriores se había estado realizando esta actividad para todos
los docentes de manera ágil y eficaz,
por ello, tenía la confianza de salir pronto de esa empresa y dirigirme a
celebrar el día internacional del libro con los promotores de lectura y mi
familia.
A las 9:00 de la mañana el sol comenzaba
a iluminar y calentar el espacio circundante de la zona Universitaria, las
colas se hacían cada vez más extensa, las preguntas del por qué no se avanzaba,
no llegaban. Después un maestro encargado de la comunicación por parte de la
SEV nos dijo que no había vacunas en el espacio del nido del Halcón. No sabía
la razón y lo único que nos pedía, era esperar nuevas indicaciones.
Estuvimos cerca de cuatro horas más,
esperando sin movernos y nadie nos informaba nada. Los rumores eran diversos…
Cerca de las tres de la tarde logramos avanzar hasta la entrada del campo de la
USBI, parecía que nos habían permitido entrar al paraíso pues los árboles
verdes nos brindaban su sombra y frescura. Nos ubicaron bajo un puente y nos
colocaron en zigzag y ahí estábamos más
de 200 personas, juntas codo a codo. Confiando en que recibiríamos la
anhelada vacuna. De repente, una nueva voz se levantó y nos comunicaron que se
habían terminado las vacunas que debíamos esperar tres o cuatro horas más... En
ese momento sentí que las esperanzas me faltaban, que todo el esfuerzo, el
optimismo se estaba derribando; de pronto nuevamente las voces se alzaron y
comenzaron a surgir ímpetus de inconformidad, los ánimos ya se estaban
transformando y pasaban súbitamente de una calmada resignación a un vigoroso reclamo.
Finalmente nos condujeron hasta las
mesas de registro. Después de entregar los documentos y firmar, nos hicieron
pasar al recinto del nido del Halcón.
Fue como si nos transfirieran a otra
dimensión, después de tanto sufrimiento de pasar tantas horas bajo el intenso sol, sin comer, sin tener los
servicios necesarios para ir al sanitario o sentarse a descansar. Llegamos al
paraíso. Al descender por los escalones del graderío un ambiente nuevamente de confianza
inundó cada una de las almas de los que estábamos ahí. Con una organización
magnífica nos condujeron rápidamente a la administración de la vacuna, las
orientaciones adecuadas y la espera para las reacciones de ésta. Para ello, ya
habían transcurrido nueve horas y media. Todo esto me ha dejado claro que una vez más los docentes contamos con tolerancia, paciencia, optimismo y que
necesitamos un trato similar tanto de las autoridades como de la sociedad. Porque
eso, nos permitirá salir adelante de cualquier situación adversa que se nos presente.
Gracias por confiar en nosotros y
tengan por seguro que muchos docentes comprometidos con nuestra vocación,
retribuiremos la confianza depositada.
Cualquier día es propicio para seguir
celebrando el día internacional del libro. Todos los días que tengamos la
oportunidad de estar con los libros debemos aprovechar para seguir fomentando
el amor por la lectura, escritura y la tolerancia, de esta manera estaremos
construyendo mejores escenarios y
estaremos preparados para los requerimientos del mundo actual.
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