jueves, 13 de mayo de 2021

Zygmunt Bauman, el desencanto del modelo educativo a inicios del siglo XXI

 


Silvestre Manuel Hernández

Investigador independiente en

Ciencias Sociales y Humanidades. Profesor en la

Universidad Intercontinental–Roma, Ciudad de México

silmanhermor@hotmail.com

 

Para Patricia Ornelas y Elena Ulloa,

mujeres encantadoras,

con cariño y agradecimiento

Objetivo

La finalidad de este trabajo es presentar las tesis del sociólogo polaco sobre la “liquidez de la educación”,[1] en un mundo regido por la economía y la tecnificación. Para ello, haré una exégesis de los conceptos tácitos que le sirven a Bauman para sustentar su postura, como son: pérdida de valores humanos en la educación, tecnificación del conocimiento e inmediatez del saber. Centraré mi reflexión en su obra Los retos de la educación en la modernidad líquida (2005) y, de acuerdo con el contexto, aludiré a problemas que la educación implica. Por “modelo educativo”, en Bauman, podría entenderse la implementación de ciertos programas donde se da poca o nula relevancia al ámbito humanístico, y se privilegia lo tecnológico e inmediato del saber.

Desarrollo

El siglo XX, y las dos primeras décadas del tercer milenio, han dejado una estela de sucesos e interrogantes que inevitablemente han reincidido en la educación, al grado de cuestionar su ser y su hacer, en su origen y en su práctica; es decir, dan cause a entredichos como: el por qué de la dependencia del individuo a cierto tipo de saber orientado al bien material, producto de una concepción económico–cultural del hacer humano; y, el por qué de la sumisión de los sujetos, velada o abierta, hacia cualquier tipo de formulación teórico–discursiva del comportamiento individual o colectivo. Que desembocan en las preguntas: ¿cómo cambiar las percepciones materialistas de los individuos y dar un giro hacia una educación más humanista, sustentada en valores y formas mentales menos inmediatistas? Y ¿cómo generar una nueva visión cultural del humanismo y la axiología, en medio de tantos esquemas simplificadores del conocimiento y “modelos de vida” establecidos?

     De acuerdo con lo anterior, téngase en cuenta que en el proceso educativo las personas se construyen a sí mismas en lo colectivo y lo individual. Esto, debido a que ahí se configuran los significados de la existencia, el deber, el ser y el hacer, tanto para el sujeto como para la articulación entre la vida social y la naturaleza y el entorno. Pues, gracias al capital simbólico operante en la educación, el hombre asume personalidades, roles, actitudes y una conciencia crítica ante las circunstancias que posibilitan o impiden su desarrollo intelectual, afectivo o material. De igual manera, los referentes mentales y existenciarios permiten aludir a una construcción de la cultura como ese crisol común donde la historia, el saber, la identidad y el acaecer humano cobran sentido y valor.

    También, reflexiónese en que la educación no es algo dado, sino la puesta en práctica de conocimientos, actitudes y convicciones cuyos efectos se evidencian en la humanización de los individuos, personal y social. Asimismo, en el proceso educativo se develan los significados necesarios para comprender y explicar el contexto del estudiante, del profesor, y del espacio–tiempo que genera la educación como tal. Y, dentro de las cualidades de la educación, está el ser la “condición razonada” para la libertad humana; pues, al no ser la libertad algo congénito, sino una conquista, la ilustración intelectual y moral hace la diferencia entre el estado de naturaleza y la civilización: la educación convierte lo inconsciente en conciencia.

    Ahora bien, dentro del tipo de sociedad global, mercantilista, la “educación” se vende como concepto redituable, es decir, como la fórmula del éxito económico, no del engrandecimiento cultural y humano. Contexto traducible en esa especie de encierro de las personas en mecanismos político–económicos “creadores de necesidades”, de ideas y comportamientos cuyo sustento es la ordenación de las pautas de vida. A esto, agréguese la sobresaturación de “informes” sobre prácticamente todos los hechos palpables o del pensamiento que, puestos en la balanza cognitiva, desinforman en lugar de orientar al individuo en el espacio público o privado: los estereotipos (economicistas y vendedores de una “imagen” y “creadores” de cierta subjetividad colectiva) no fundamentan la acción o elección racional.[2]

    Quizá por lo anterior, en la interrelación del “conocimiento acomodaticio”, se tiende a considerar la educación como un producto, no como un proceso: “cuando es considerada como un producto, la educación pasa a ser una cosa que se “consigue”, completa y terminada, o relativamente acabada” (Bauman, 2007: 24). Mientras si se la juzga como proceso, se vuelve una empresa de superación cognitiva y cultural para toda la vida, más allá del significado académico de haber concluido una “profesión”.

   Así, la evaluación educativa moldea, preserva y renueva el ámbito cultural, en la medida que dota al sujeto de una tradición histórica, conformada por saberes, ideales, técnicas y estructuras mentales con lo cual se da un sentido a la realidad. Esto, en busca de la respuesta al por qué del entorno y hacerlo habitable, humanizarlo desde una lógica vivencial y de sentido común, enlazados directamente a un conocimiento normativo para individuos, instituciones, espacios y objetos, necesario en toda sociedad.

    Bajo estos supuestos, cabe la interrogante: ¿Es la educación un  producto o un proceso en las sociedades modernas? Bauman sustenta que el conocimiento, de igual manera que la educación, disminuyó su verdadero valor en la sociedad, en lo que él llama “la modernidad líquida”. Ambos elementos, educación y conocimiento, son considerados como un producto, pasando de tener un fin único y exclusivo, la ponderación de los valores humanos, a ya no tener demasiada importancia. Así, objetos que antes eran vitales, ahora carecen de valor; esto, debido a la continua necesidad de cambio. La educación es vista como una cosa que se consigue para algo en específico, algo terminado, y finaliza en un cierto tiempo; los compromisos a largo plazo son percibidos como una restricción a la libertad y una carga para el futuro, un compendio de obligaciones gratuitas. Lo pasajero, lo que dura poco, es más apreciable; la pasión de nuestro mundo es deshacerse de las cosas de manera rápida. ¿Por qué el “caudal de conocimientos” adquiridos durante los años pasados en el colegio y la universidad habrían de ser la excepción a esta regla universal?, se pregunta el sociólogo polaco.

    “El conocimiento se ajusta al uso instantáneo y se concibe para que se utilice una sola vez” (Bauman, 2005: 29), entonces se convierte en una mercancía. El cambio en el mundo contemporáneo se ve representado en la educación, así, la manera en que se enseñan las materias, dependiendo del grado académico, derivan de una buena o mala formación académica. Esto es equiparable con la forma en que se cambia el sentido del saber para las personas, tanto como la educación y el aprendizaje. Igualmente, la memoria se ve abandonada y sustituida por aparatos electrónicos que prometen hacer una vida más fácil y “rápida” a las personas que estén dispuestas a dejarse llevar por las maravillas que ofrecen.

     Por su parte, la investigación, supondría un mayor esfuerzo por parte de los estudiantes, lo cual se traduciría en más tiempo invertido, lo que genera un desgaste que las sociedades modernas no consideran necesario. Algunos autores sugieren que “el apetito de conocimiento debería hacerse gradualmente más intenso a lo largo de toda la vida, a fin de que cada individuo continúe creciendo y sea así una mejor persona” (Bauman, 2005: 26) Pero a los jóvenes se les ha “vendido” la idea de que obtener su educación sólo les llevará un pequeño esfuerzo, y se consigue para siempre.

      La educación es pensada para poner el conocimiento adquirido en uso rápido y momentáneo, que sirva en el momento y luego se pueda desechar, buscando una “salvación para no correr el riesgo de quedarse demasiado tiempo poniendo a prueba la resistencia del lugar” (Bauman, 2005: 36).

     De nuevo, se reafirma el postulado de Bauman, que el conocimiento va degradando su valor hasta convertirse en un producto que debe consumirse fácil y rápido, sin importar cuánto dinero se invierta o la calidad de lo que se consume, mientras que sea en poco tiempo.

    De acuerdo con los problemas esbozados, un reposicionamiento del humanismo en las distintas vertientes del conocimiento resulta impostergable, máxime cuando el valor de la educación ha dado paso a la utilidad del saber.

Hoy el conocimiento es una mercancía, al menos se ha fundido con el molde de la mercancía, y se incita a seguir formándose en concordancia con el modelo de la mercancía. Hoy es posible patentar pequeñas porciones de conocimiento con el propósito de impedir las réplicas (Bauman, 2007: 30).

      Los ejemplos del autor son los conocimientos aplicados a la tecnología (automotriz), a la instantaneidad y utilidad pasajera, los programas de softwere. En general, en las instancias donde el conocimiento se mercantiliza y su “valor” depende de la rapidez de su reemplazo en el mercado. Sin embargo, ver la actividad intelectual como algo vendible, no es lo propio de la educación. El saber debe beneficiar a toda la humanidad, y con esto, la educación es el medio adecuado para inculcar valores y objetivos dignos de estudio.[3]

     En síntesis, el objetivo de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad humana, ética, cognitiva, artística; así como el fortalecimiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Educación en la tolerancia, la libertad (hacia lo que se quiere ser) y la autonomía (la autogestión, la capacidad para tomar decisiones propias). Esto, bajo el principio de favorecer una cultura de igualdad de oportunidades para el individuo, morales, intelectuales, sociales y políticas.

Conclusión

Se requieren modificaciones desde la base, rescatando la esencia humanista de la educación, porque ésta no puede entenderse como un producto más, ni al estilo del sólo usar y desechar. La alternativa es potenciar el desarrollo de las capacidades cognitivas, sociales, afectivas, estéticas y morales en la educación, desarrollando programas de atención específica a los grupos con atraso en materia educativa, analfabetismo funcional y condiciones socioeconómicas contrarias a un avance intelectual, poniendo énfasis en las minorías y las poblaciones vulnerables.

    Otro punto importante, que resulta un reto ante la modernidad líquida, es la generación de jóvenes que rompan con el sueño de convertirse en un producto admirado, deseado y codiciado, en el que existe una constante competencia entre ellos por “sobresalir”, cuando lo que se debe rescatar es la esencia del ciudadano informado, crítico, capaz de transformar su entorno con base en el saber bien fundamentado.

    Asimismo, los vuelcos de la realidad y las encrucijadas humanas que han dado forma al mundo actual generan la pregunta: ¿qué tan sólidas son nuestras concepciones educativas, tal vez ya no sólo argumentativamente, sino para responder a los vacíos que van dejando la “ciencia”, la tecnología, el mercantilismo, la vulgarización de la economía y la política, sustentadas en el poder monetario y coercitivo?

     Por último, nuestro autor señala que “aún debemos aprehender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las futuras generaciones para vivir en semejante mundo”(Bauman, 2005: 46): un mundo en que la educación debe ser un pilar, que permita generar ciudadanos informados, que no sigan la lógica del sistema líquido, que puedan encontrar su sentido en la colectividad, donde el ideal de felicidad no puede reducirse al aspecto económico; para poder avanzar hacia una sociedad mejor preparada y más capaz de transmitir la cultura de nuestro tiempo a las nuevas generaciones.

Bibliografía

Bauman, Zygmunt (2007), Los retos de la educación en la modernidad líquida, Barcelona, Gedisa.

Finkielkraut, Alain (1994), La derrota del pensamiento, trad. de Joaquín Jordá, Barcelona, Anagrama.

Gallegos Elías, Carlos y Eduardo Rafael Sánchez Jara (2012), “Retos para la educación superior en la sociedad del conocimiento”, en Las ciencias sociales frente a los problemas emergentes: ¿cómo analizarlos?, Felipe de Alba, Carlos Gallardo  y Elías Huaman (Coords.), España, Bubok.

 



[1] . Por “liquidez de la educación”, se entiende aquello que no se puede conservar porque ha perdido su valor, su esencia es algo sin substancia, pasajero, como el agua en la palma de la mano cuando se desea retener: se nos va, no queda nada. Así, la educación, en el siglo XX, ha perdido todo valor humanístico, eso que la hace ser; ahora, sólo se le utiliza, sirve para algo inmediato, porque si no se nos va de las manos, su finalidad es vencer la inmediatez y lo material.

[2] . Alain Filkielkrauf (1994), cuando nos habla de la “derrota del pensamiento”, tiene en cuenta ciertos procesos del quehacer intelectual que han moldeado la sociedad, sus estructuras y a los individuos. Y aquí, la educación, de manera indirecta, sufre o absorbe, por cuestiones políticas, los cambios que el mundo experimenta.

     También, de forma incisiva, junto con el autor, podemos preguntarnos, ¿el siglo XXI, con su tecnología y tecnificación de la vida y su hacer, ha derrotado la pervivencia de los valores más nobles del ser humano: la ética, el arte, la literatura, la estética, la reflexión por el sentido de la vida, el asombro por nuestro fluir temporal sin saber que cada instante puede dignificar nuestro estar en el mundo? Esto, ¿se ha perdido en tanto valor connatural al Hombre, en una sociedad líquida, inaprehensible en cuanto a la esencia que posibilite el crecimiento humano de sus habitantes?

[3] . Téngase en consideración que la economía, al decidir en la política y la educación, subordina los proyectos culturales a la oferta y la demanda de las profesiones, a la vez de perfilar el futuro de los individuos, donde el conocimiento se mercantiliza. Ahora, la importancia del conocimiento radica no sólo en su aplicación– ganancia, sino en el reconocimiento y valoración en los distintos sectores sociales, que no necesariamente se rigen por lo económico, sino que lo ven como algo que ennoblece al ser humano, que le permite reafirmar su estancia ante sí y ante los demás. Cfr. (Gallegos Elías y Sánchez Jara, 2012: 178 - 191).

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