lunes, 12 de abril de 2021

La inspiración sentimental de José Luis Melgarejo Vivanco

 



Raúl Hernández Viveros

 

 

El Departamento de Arqueología, creado el 15 de mayo de 1943 por el gobierno del estado de Veracruz, fue dirigido por José García Payón. En 1950 se forma el Departamento de Antropología, dependiente de la Dirección General de Educación. Ha de recordarse que en 1947 surge la oficina de Antropología del estado de Veracruz, y que años después las investigaciones arqueológicas, etnográficas, etnohistóricas y lingüísticas continuaron en el local de Zamora 41, hasta que el 19 de enero de 1959 el gobernador Antonio M. Quirasco entrega el edificio del Instituto de Antropología. En el lugar donado por los ejidatarios de San Bruno, se instala también el Museo de Antropología, recinto depositario de las magistrales piezas descubiertas y trasladadas por los propios investigadores.

El 10 de abril de 1954, dan inicio las actividades de la Facultad de Pedagogía; posteriormente, el 1° de febrero de 1956, las de la Facultad de Filosofía y Letras, y en marzo del mismo año inicia sus actividades la Facultad de Arquitectura. En 1957, invitado por José Luis Melgarejo Vivanco, llegaría a la recto- ría de la Universidad Veracruzana, Gonzalo Aguirre Beltrán. A partir de esta etapa, la vida cultural tendría importantes realizaciones y espacios en la capital veracruzana. Se reestructuró la labor editorial, con Sergio Galindo Márquez al frente de este relevante proyecto intelectual. Sin duda alguna, uno de los más importantes, si no el que más, a nivel de universidades hispanoamericanas. Fue como un renacimiento en todos los aspectos de la difusión cultural.

Con toda certeza, uno de los pilares más importantes de la Universidad Veracruzana fue el rector Gonzalo Aguirre Beltrán, quien, en enero de 1957, respaldó la creación del Instituto de Antropología, la Escuela de Antropología, la Escuela de Historia y la de Letras. También tocó a él, como rector, impulsar el proyecto editorial de la revista La Palabra y el Hombre que fue la piedra miliar de la Editorial de la UV, dando su respaldo para la creación de importantes colecciones y series de libros. Precisamente en las páginas del pri- mer número de La Palabra y el Hombre se puede consultar el Plan de Estudios de la Escuela de Antropología, propuesto por Alfonso Medellín Zenil.

Para adquirir el grado de maestro en las especialidades de Antropología Social, Arqueología y Lingüística, se ofrecieron en el primer semestre las materias de Historia Antigua de México I y II, a cargo de José Luis Melgarejo Vivanco; Ecología Humana, impartida por Gonzalo Aguirre Beltrán; Pre- historia, a cargo de Waltraud Hangert; Antropología Física, impartido por Santiago Genovés Tarazaga; Inglés Superior I y II, por Manuel Lima Flores. En el segundo semestre, José García Payón ofreció el curso de Arqueología General; Antropología Cultural, por Roberto Williams García, y Lingüística General, a cargo, sucesivamente, de Juan A. Hasler. A partir de 1957, la Escuela de Antropología estuvo a cargo de Alfonso Medellín Zenil, Carlo Antonio Castro, Waltraud Hangert, Arturo Monzón Estrada, Alfonso Gor- bea Soto, Félix Báez Jorge, Francisco Beverido Pereau, Francisco Córdoba Olivares, David López Cardeña, Jorge Luis Solano Uscanga, Sergio Vázquez Zárate, Francisco Javier Kuri Camacho y Félix Darío Báez Galván. La presentación del libro Totonacapan, de Melgarejo Vivanco, fue realizada en 1943 en Xalapa, durante el Congreso Mexicano de Historia que organizó su X Sesión de Mesas Redondas de Antropología e Historia Veracruzanas, entre el 22 y el 29 de julio. José Luis Melgarejo Vivanco dirigía entonces el que más tarde se llamaría Departamento de Antropología del estado. En 1950, el gobierno del estado publicaría el primer tomo de su Historia de Veracruz (Época prehispánica).

En plena efervescencia intelectual, José Luis Melgarejo Vivanco tuvo diversos cargos políticos a nivel estatal y federal. De alguna manera respondió a la propuesta que hace Octavio Paz en El laberinto de la soledad: A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El conocimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable transparente muralla: la de nuestra consciencia.

 Para Alfonso Medellín Zenil, la Escuela de Antropología significó: “La ingente necesidad de que el hombre tenga de sí mismo un conocimiento cada vez más amplio y preciso, y de que este conocimiento sea empleado para estructurar una obra integral y adecuadamente planeada que beneficie a los grupos humanos y sobre todo a los que padecen las peores condiciones económicas y culturales, impulsan a la Universidad Veracruzana a crear este nuevo centro de enseñanza superior” Facultad de Antropología. Materiales para su Historia, de G. Casimir y Á. Brizuela.

Tal es la importancia de esa escuela en la preparación de antropólogos, arqueólogos y lingüistas. La enorme visión académica de Gonzalo Aguirre Beltrán continúa vigente hasta el presente. David Ramírez Lavoignet escribió el prólogo al libro La enseñanza lancasteriana, de José Luis Melgarejo Vivanco; su lectura permite recuperar y conocer fragmentos biográficos de la trayectoria de este importante historiador veracruzano. El autor de Totonacapan reconoció que: “Habríamos querido redactar un trabajo frío; reconocemos el pecado de nuestra sangre nativa, justamente indignada frente a la tragedia inmisericorde que ha sufrido una raza portentosa, pero mientras la historia la escriban los hombres, la imparcialidad será muy relativa. Nosotros la buscamos ansiosos de la mayor serenidad y justicia, para cumplir el imperativo deber del investigador y ante la imparcialidad sacrificamos cuanto humanamente fue posible.”

En plena juventud, José Luis Melgarejo Vivanco escribió un puñado de canciones que siempre se dieron a conocer en recitales con la Orquesta Típica de la capital veracruzana. Una muestra de su inspiración corresponde a los versos de “Aquel rapaz”: “Trepaba por el abra; / terca, resueltamente. / Una nube se alejó presurosa; / pero el viento bajó de los picachos, /   jadeante, / y no supo qué hacer. Él seguía trepando por el abra. / Unos pedruscos rodaron sacudiendo el abismo. El río escupió con violencia…”

Roberto Williams García, que estudió en la Escuela Normal Veracruzana y conoció a José Luis Melgarejo Vivanco, Octaviano Corro y Carlos Cruz Palma, dejó anotado: “En 1943, el año del Congreso de Historia en Xalapa, el catedrático José Luis Melgarejo me invitó para que le acompañara en su viaje a la sierra de Soteapan. Mi hogar se encontraba en Coatzacoalcos de manera que el viaje sería por mi rumbo. Ya Melgarejo era famoso, pues en ese año, en septiembre, había presentado en el Congreso de Historia en Xalapa, su libro Totonacapan. Pasamos por Minatitlán, donde residía Octavio Corro, profesor destacado por haber fundado la Escuela Secundaria Minatitlán en el año de 1937.”

Sin duda alguna es aún notable la falta investigaciones que profundicen sobre los valiosos egresados de la Escuela Normal Veracruzana que asombraron en el espacio de la literatura nacional. Pero en este aspecto resulta trascendental la lectura de Historia de la Escuela Normal Veracruzana (1961) de Juan Zilli, y La creación literaria en Veracruz (1977) de Miguel Bustos Cerecedo. Entre los egresados, Edmundo H. Fentanes cultivó estampas costumbristas; Justino Sarmiento asombró a los críticos literarios con su novela Las perras; Francisco Rojas Tenorio, con sus significativas páginas sobre el paisaje; Atenógenes Pérez y Soto creó cuentos y sonetos; Adolfo Contreras se distinguió como poeta y estudioso de la métrica castellana; Ángel J. Hermida Ruiz, como historiador de la educación en Veracruz; Miguel Bustos Cerecedo dedicó una parte de su vida al estudio de las letras veracruzanas. La lista sería interminable pero los mencionados merecen el justo reconocimiento de haber señalado y acompañado el camino hacia la creación literaria de José Luis Melgarejo Vivanco, y en particular las lecciones de su maestro José Mancisidor.

 Fue director de la revista Didacta de la Escuela Normal Veracruzana. Como compositor, varias de sus canciones fueron populares, interpretadas por artistas de la época en varias partes de México; entre ellas se puede citar “Normalista” y “Adiós”. En 1942, ofreció a los lectores su colección de corridos Juan Pirulero; en la dedicatoria escribió: “A los héroes anónimos que luchan por librar a México de la esclavitud espiritual”. Lema que resulta actual por la desapego respecto del discurso institucional que imponía dogmáticos discursos triunfalistas, frente al lenguaje popular del México marginado en muchas partes del territorio nacional.

En 1944, apareció Jimbaña, donde José Luis Melgarejo Vivanco rindió sincero reconocimiento a su lugar de origen; él siempre decía que había nacido “en un lugar de la Mancha”, como ferviente admiración a Don Quijote, y porque siempre tuvo presentes sus recuerdos infantiles, impregnados por el paisaje veracruzano en la región de Palmas de Abajo, junto de la Laguna de La Mancha y muy cerca de Quiahuiztlan. En sus escritos frecuentemente reflexionó sobre la llegada de los conquistadores hispanos; destacó siempre nuestra riqueza arqueológica y cultural totonaca, entregándose a descifrar algunos de los misterios de la belleza de El Tajín. Su libro Metrópoli apareció con una viñeta de Ramón Alva de la Canal, en él se dedicada a describir aspectos notables de la ciudad de México. Asimismo dedicó canciones a lugares, calles y avenidas del centro histórico de la capital del país. Describió con sentimiento lírico sus recorridos por los alrededores naturales de Chapultepec. Entre sus canciones inspiradas por la capital mexicana, está “Alameda Central”: “La fuente dice una canción, tan limpia / como la risa de los niños. /  El sol juega en el agua / y en el prado los lirios. / De la verde arboleda un trino baja / y se queda prendido en una gota. /  Ella pregunta: / ¿dónde oí esta nota? Y nadie le contesta ni la pálida luna / ni la rosa escarlata. / Es tan fina la noche / como el alma de la vieja serenata.”

En 1964 José Luis Melgarejo Vivanco acababa de celebrar sus 50 años de vida, y un grupo de amigos y colegas festejaron su aniversario con la edición de su obra Vieja Rima, y después también recogieron: “Declaración de Amor a Veracruz”. Recuerdo algunos rasgos de su fisonomía. Era una persona de mediana estatura, moreno, de ojos oscuros, brillantes, demasiado vivos; a través de la mirada revisaba y analizaba todo lo interesante de la vida que estaba a su alrededor. Dialogaba mediante un lenguaje pausado y el estilo didáctico del profesor normalista, del docente que imparte el conocimiento, de una forma amena en búsqueda de la empatía y el deseo de aprender juntos el maestro y el discípulo sobre la realidad que nos rodea.

En aquellos años colaboró con la Revista Momento y publicó su conferencia Historia Antigua de Coatepec y La Provincia de Tzicoac, también Toponimia de los Municipios Veracruzanos. Dichas obras me fueron obsequiadas durante mis encuentros con él. No puedo olvidar que en alguna de las reuniones con Froylán Flores Cancela, cuando colaboraba con nuestro amigo periodista, recibí de sus manos En torno a la mexicanidad.

En otra ocasión, tuvo lugar en el Auditorio “Alberto Beltrán” la presentación de mi libro Memoria, pensamiento y escritura; una parte la dediqué a sus trabajos publicados en La Palabra y el Hombre. En las páginas de esta revista pueden consultarse algunos de ellos, los cuales contribuyeron al desarrollo de la cultura en Veracruz y México. Estas colaboraciones se plantearon como una empresa educativa, una tarea de vinculación en diversos aspectos de la investigación universitaria. Básicamente los servicios educativos para alcanzar los más elevados y universales valores del conocimiento. Desde esta perspectiva, me resultó interesante llevar a cabo un seguimiento del material bibliográfico de José Luis Melgarejo Vivanco. Sus trabajos y poemas evidencian el empeño de un autor involucrado en proyectar su existencia para dejarnos testimonio de su paso por Veracruz. Las fuentes de que disponen los investigadores de su obra están en su bibliografía directa, por ejemplo en el libro Los Jarochos anota que en Xalapa vivió en 1945, Paul Kirchhoff: “Fue grata convivencia devenida en fraternal amistad. En las interminables pláticas, una tarde arropada de neblina, brotó la pregunta: ¿Son los jarochos una realidad antropológica?, y a la contestación afirmativa se desataron las otras: ¿Podrían caracterizarse físicamente?, ¿hay en su habla elementos distintivos?, si además tiene su propia geografía, ¿se puede marcar esa unidad en un mapa? Y a los dibujos en la servilleta del café, siguió el trabajo intenso para delimitar el territorio jarocho. Concluido el primer esbozo, Kirchhoff volvió a la carga: ¿Y sus colindantes?”

Así, de pregunta en pregunta, se organizó la idea del mapa etnográfico de Veracruz. Los Jarochos apareció en 1979 publicado por la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz. Al final de su Liminar, su autor apunta: “Este libro, tal vez el último de una vida en ofrenda del terruño, escrito fue con el mismo fervor de aquel Totonacapan, empedernido pecador de la técnica pero sin pedir ni dar cuartel en la defensa de su pueblo, y habrá de ser trillado parto de los montes o incitación a la censura. Si por esta brecha en la etnografía, mañana transitaran sus correctores, el ideal habría sido alcanzado; quede mientras en ofertorio rústico, aun cuando vivo, el estertor del sediento, con las pupilas alargadas hacia el azuzul del llano.”

En 1953, al conmemorarse el centenario del nacimiento de Rafael Delgado, se convocó a los concursos internacional e interior de literatura en la Escuela Secundaria y de Bachilleres de Xalapa. Aquel mismo año tomó posesión Ezequiel Couliño, como rector en lugar de su antecesor Arturo Llorente González, lo que permitió la edición de las Obras Completas de Rafael Delgado. La participación estudiantil tuvo los primeros lugares con los trabajos literarios de Edmundo Sánchez, María del Carmen Cristiani y Dionisio Pérez Jácome; las menciones de  Raúl Olivares  Vionet, Enrique Eguía, bajo el jurado calificador de José Luis Melgarejo Vivanco, Gabriel Garzón Cossa, Fernando García Barna, Adolfo Contreras y Guillermo MacKinley.

La Universidad Veracruzana le publicó en 1966 Calendarios de Cempoala. En 1970, Petróleos Mexicanos patrocinó la edición de Los lienzos de Tuxpam; en ese mismo año, Santiago Andrade dio a conocer la revista Joyel, de Antropología e Historia, con materiales valiosos: “La palabra creadora representada por el joyel del viento” de José Corona Núñez, “El tonalpohualli” de José Luis Melgarejo Vivanco, y “La misteriosa cultura olmeca” de Rafael Girar. David Ramírez Lavoignet, en la introducción a Relación de Misantla (Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras, 1962), menciona que: “José Luis Melgarejo Vivanco adquirió de la […] Universidad de Austin una copia fotostática de la misma [Relación de Misantla], acompañada del plano correspondiente”. Este material es revisado y comentado en las páginas del libro. En 1985, también David Ramírez Lavoignet destacó la participación de José Luis Melgarejo Vivanco para hacer posible que en 1945 Adolfo Ruiz Cortines impulsara la elaboración de la Historia de Veracruz, a cargo de Manuel B. Trens, misma que se concluyó en el gobierno de Ángel Carvajal. Roberto Williams García comenta que “En 1947 aparece el primer gordo volumen de Manuel B, Trens que corresponde a lo colonial y tiene 639 páginas y 105 ilustraciones. En Junio de 1950 viene el de la época prehispánica, grueso volumen de 547 páginas a cargo de Melgarejo Vivanco”.

En 1960, apareció en la colección Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, su Breve Historia de Veracruz, que fue reconocida como una investigación realizada en los archivos nacionales y estatales, desprendida de las exploraciones arqueológicas llevadas a cabo en las tres áreas trascendentales de Veracruz, la huasteca, la totonaca y la olmeca. Como se lo propuso su autor, constituye un panorama del acontecer histórico de los grupos huma- nos del estado de Veracruz, en un libro ameno de lectura fácil, sin notas de pie de página ni citas bibliográficas.

En 1947 Pedro Henríquez Ureña había publicado su Historia de la Cultura en la América Hispánica; esta obra sin citas de pie de página ni referencias bibliográficas le sirvió de modelo. Su Breve Historia de Veracruz resultó un resumen de publicaciones suyas anteriores. Con el profundo conocimiento que tenía de su tierra natal y su capacidad de síntesis, presenta ahí un panorama completo de los grupos humanos establecidos en el territorio veracruzano. Ofrece una historia del arte y la cultura, un análisis crítico del horizonte histórico, enfocando aspectos extraordinarios de las culturas prehispánicas que tuvieron su asentamiento a orillas del Golfo de México. Hasta nuestros días, sus trabajos de historia, antropología, arqueología y etnografía constituyen una amplia síntesis de las más relevantes fuentes bibliográficas.

Fue gran impulsor contemporáneo de los informes sobre el estudio de Quiahuiztlan, “Cerro de los Metates”. En 1950, en la revista Uni­Ver, José García Payón fue invitado por José Luis Melgarejo Vivanco a conocer ese sitio; después publicó sus investigaciones. De 1951 a 1953, Alfonso Medellín Zenil tuvo a su cargo la investigación con la ayuda de Manuel Torres Guzmán y Adán Oviedo, y apareció el libro del Instituto de Antropología: Cerámicas del Totonacapan, donde señaló: “Este libro intenta una síntesis de lo más importante que hemos podido conocer en la exploración del área totonaca del estado de Veracruz, a través de unos 10 años. Han sido registradas aproximadamente unas 500 zonas arqueo- lógicas que se localizan entre la cuenca del Papaloapan por el sur y de la costa a la zona frigo-serrana.”

 

En 1943 José Luis Melgarejo Vivanco encabezó un recorrido por Quiahuizt- lan, acompañado de Roberto Williams García y Alfonso Medellín Zenil, realizando allí varias fotografías. Roberto Williams García escribió: “En 1943 había ascendido hasta la punta del cerro en compañía del maestro Melgarejo y de Alfonso Medellín Zenil, quien seguramente en esta ocasión decidió su vocación al palpar, al imantarse de las tumbas prehispánicas que 17 años después describió en un capítulo de su libro Cerámicas del Totonacapan (1960, UV), donde puede abrevar quien quiera profundizar en torno a Quiahuiztlan. Hace varias décadas  el maestro Melgarejo nos había llevado a los terrenos de su entorno familiar, pues había nacido dentro del escenario de una historia singular descrita entre Cempoala y Quiahuiztlan.” El 17 de marzo de 1994, ese comentario de Roberto Williams García fue publicado, junto a una fotografía, en Punto y Aparte. En 2008, la Secretaría de Educación de Veracruz hizo la edición del libro Selección de ensayos y poemas. En sus páginas se recogió la segunda versión de mi investigación “Textos de José Luis Melgarejo Vivanco en La Palabra y el Hombre”. De su “En torno a la mexicanidad”, destaco: “porque jamás quedará integrado el todo si falta una de las partes, y entre lo mucho urgido de meditación, existen los conceptos de indígena, español, indiano, criollo, mestizo, referidos a hombres concretos de un territorio material, y no a invenciones flotando en los paraísos artificiales del idealismo”.

El Códice Vindobonensis fue revisado e interpretado por José Luis Melgarejo Vivanco, publicándose en 1980. La Palabra y el Hombre en cada aniversario de nuestra Universidad Veracruzana editaban números con- memorativos. En 1984 se incluyó el texto “En el fondo sellado de un plato”; en 1987 se publicó su reflexión “Honshu”. De manera permanente colaboró con aportaciones bibliográficas. El rector Salvador Valencia Car- mona propuso que la revista La Palabra y el Hombre volviera a salir con el formato original de su Primera Época, en tamaño medio oficio. Fue un reconocimiento al periodo cuando este órgano logró prestigio académico internacional. Desde un principio, Salvador Valencia Carmona sostuvo que debería, de nuevo, abrir sus páginas, esencialmente, a la divulgación de los resultados de las investigaciones del personal académico universitario.

Hay que insistir sobre este respaldo a los productos de investigación, porque en esta etapa La Palabra y el Hombre ofreció números monográficos. Por ejemplo, el coordinado por José Velasco Toro sobre Religión popular, identidad y etnociencia. En algunas entregas, Feliz Báez Jorge ofrecía adelantos de sus obras de próxima aparición. Participaron también con sus colaboraciones Gonzalo Aguirre Beltrán, José Luis Melgarejo Vivanco, Roberto Williams García, Carlo Antonio Castro, Francisco Beverido Pereau, Carmen Blázquez Domínguez, Soledad García Morales, Ricardo Corzo, Sergio Florescano Mayet, Abel Juárez Martínez, entre otros académicos que dieron a la luz pública parte de sus investigaciones.

Durante este periodo, Aureliano Hernández Palacios ofreció la edición de sus libros Testimonios de la Universidad Veracruzana y Las voces de los rectores. Por su parte, Salvador Valencia Carmona publicó su Manual de derecho constitucional general y comparado. José Luis Melgarejo Vivanco dio a conocer Raíces del municipio mexicano. Gilberto Bermúdez Gorrochotegui ofreció su investigación El mayorazgo de la Higuera. Se hizo un homenaje para Alfonso Medellín Zenil, al aparecer su investigación Nopiloa.

 

 

En la revista emblemática de la UV, ofreció sus poemas: “Lumumba” y “Prometeo”. En otro, dedicado a Xalapa, y titulado así, muestra su amor por la capital veracruzana. Hay en estos versos referencias casi etnográficas:  “…estoy debiéndote un poema / que tenga tu novicia blancura de azucena, / por más que andan rondando unos versos / con mi nombre y el dejo / de cuando era un chiquillo pilguanejo. / La gente de Naolinco / dice que te fundaron cuando dieron un brinco / y por aquí vinieron a caer. / Lo cierto es que tu jeroglífico y el sitio / marcan agua y arena con tesitura de mujer. / Tu mes- tiza calleja / es la vereda vieja / donde trotó el indígena cargando su huacal, / y porque don Hernando / dejó olvidado un potrillo / sin la cuenta de Bernal Díaz del Castillo / en las noches oímos un triste relinchar. / Cuando fuiste Xalapa de la Feria, / cambiaste tu liquidámbar / y la raíz de Tlanehuayocan / por canela y alcanfor, / o algunas baratijas que traían: / la f lota de ultramar/ y el filipino galeón. / Entre los mil y un cuartelazos / he leído tu nombre a la cabeza de un plan / que repercutió a la metrópoli / como en Manga de Clavo y Puente Nacional. / Cómo me habría gustado conocer / en la Venta del Len- cero, / a su Alteza Serenísima con su poema imperial a madame de la Barca con el barón / de Humbolt, o al archiduque liberal. / Si monseñor Pagaza se hubiera figurado / arcadiana zagalilla, / se habría casado contigo sin que le importaran sotana y coronilla / desde que la calandria que lleva en el pecho / don Rafael Delgado y el olímpico rayo / del vate Díaz Mirón / atronaron los ámbitos y la Normal / de Rébsamen / anduvo en sus barbechos / haciendo germinar la cimiente de la Revolución, / tú fuiste Atenas de Veracruz y Méxi- co / dormida en los laureles / como en una canción…

Como historiador, en La enseñanza lancasteriana (1975), reconoció que: “Se- guir a la tarea educativa en las páginas de la historiografía, es una opción tan obligada cuanto riesgosa, porque la historia escrita es una parte mínima de la historia vulgarmente degenerada en historiomanía y cháchara de copistas a más de que la historia se ha escrito para servir a un grupo dominante…”.

La revista Xalapa nació en 1953. En agosto de 1954 publicó su poema: “Bucólica”. De sus líneas finales: “Pradera xalapeña, te venero tendiéndome a la sombra de tu encina frente a un libro de versos. Más divina conjunción no imagino, y me disuelvo entero en la fragancia de tu suelo fértil y en el piadoso manto de tu cielo.”

En el número 115 de la misma publicación, Adolfo Contreras reseñó un opúsculo literario de José Luis Melgarejo; señala: “Carece de prólogo este ramillete de versos. No lo presenta nadie. Se presenta solo, haciendo honor a la idiosincrasia del poeta quien ha sido siempre –cual jinete solitario– un tipo agrario amante de las campiñas veracruzanas ‘Del Trueno Viejo’, de la salmodia de los mares, de los encajes de las olas, del céfiro blando; y emotivo cantor de las miserias del campesino y del acervo dolor de nuestra raza preterida, la cual tan sólo nos ha dejado huellas que sigue la ansiedad antropológica de los investigadores.

La revista Nóema, número 34, mayo 1962, que dirigía Aristeo Rivas Andrade, ofreció los versos de “Mahabharata”, casi líneas infantiles que describieron ensoñaciones: “Se fueron las hadas / con su cantinela / los cuentos pasaron / y murió el poema.” En “Parva”, se añoró el tiempo vivido: “Para pintar el arcoíris, / ¿el sol tiene crayolas? / Hija, / las tiene todas.” En el “Cuento”, la brevedad de sus versos destacan estas líneas: “La blanca espuma, en ansia de infinito, / siguió volando y garza se volvió; / la luna, sorprendida, no sabía / si la higuera, por fin tuvo su flor”.

Jorge Luis Borges afirmó: “Puede que yo aceptara aquellos libros porque los acogí como poesía, como sugerencia o insinuación, a través de la música de la poesía, y no con razonamientos”, en su discurso sobre “La metáfora”. El ritmo en los versos de José Luis Melgarejo Vivanco señala la presencia y la dimensión del paisaje veracruzano. La nostalgia por su lugar de origen y los recorridos hacia las profundidades del habla popular y vital de la gente que lo acompañó desde su infancia hasta la enriquecedora adolescencia, bajo la vigilancia protectora e imperecedera de sus maestros de la Escuela Normal Veracruzana.

En el panorama que pinta de la costa veracruzana se mezclaron las reflexiones sentimentales que logran transmitir las características de la belleza natural de las playas y los acantilados frente al golfo de México, casi como una extraordinaria valoración de la riqueza de que debemos estar orgullosos en nuestra tierra. El ritmo de los sonidos de cada verso de José Luis Melgarejo Vivanco entraña y deja percibir el transcurrir del tiempo vivido. Cada palabra trasluce el amor por el paisaje en cada una de sus palpitaciones. Sus versos tienen la lucidez y el encanto de las canciones populares y el sentido de los rimadores de antaño, que gustan de las descripciones de nuestros sentimientos y de la naturaleza.

Desde 1978 comenzó el rescate de nuestras tradiciones, principalmente el de la celebración de Todos Santos. Dio a conocer “Un aspecto del Todos Santos indígena” y definió: “Para el antiguo indígena, el Todos Santos era la fiesta de la cosecha; no en la veintena de Ochpaniztli, del 20 de agosto al 17 de septiembre, cuando ciertamente granaba el maíz, aun cuando todavía no estaba de cosecha sino en Quecholli, de 28 de octubre al 16 de noviembre. Sahagún, en su libro monumental, describió la fecha que hacían 4 días después, equivalente al primero de noviembre y hoy “festividad de todos los santos”, en el momento en que ponían “las cuatro teas y las cuatro saetas”; ofrecíanlas sobre dos sepulcros de los muertos; ponían también juntamente con las saetas y teas dos tamales. Estaba todo esto un día entero sobre la sepultura y a la noche lo quemaban, y hacían otras muchas ceremonias por los difuntos en esta misma fiesta.

Vale la pena mencionar otro ejemplo del lirismo de José Luis Melgarejo Vivanco. En su artículo “Huracán”, de octubre de 1993, escribió: “La temporada veracruzana de ciclones tiene calendario exacto entre campesinos, a la par con los calendarios desde las márgenes del Nilo, el Tigris, el Éufrates, el Indo y La Meca es el mismo. Para usar el santoral católico (24 de agosto) rompe sus amarras huracán, y solamente logran atarlo de nuevo, el día de San Francisco, 4 de octubre. Su furia puede ser devastadora cada 7 días con los efectos de la luna; el veracruzano lo sabe y lucha bravamente; su milpa estaba en agonía; la canícula, sin piedad, la secaba; sólo el Dios huracán sería capaz de hacer llover; y sólo huracán hace llover en el norte de México, estepario, desértico.”

José Luis Melgarejo Vivanco realizó una interpretación de las pinturas de Las Higueras, en Vega de la Torre, donde ubicó un movimiento de traslación y rotación cada 11 años. En carta del 7 de febrero de 2000 a su amigo doctor Miguel José Yacamán, escribe: “Recibí la imagen del Mural de Las Higueras, tan gentilmente remitido por Ud.; lo agradezco infinito y ya lo pongo en manos del Director del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana. En cuanto a mi opinión, felicito a todos quienes lograron tan vívidos colores, con la maestría tecno- lógica moderna; pero, la explicación de su significado, faltándole partes a lo conservado, es audacia en intento:  “Se llamó Acocalco la hoy Zona Arqueológica de las Higueras, en el municipio de Vega de Alatorre, Ver. (náhuatl: ocalli, canoa; co, en; lugar de canoa). Formaba parte de Totonacapam. Su exploración arqueológica constató el apogeo entre los años del 600 al 900 de la era hoy vigente, coetánea del también ocurrido en El Tajín.”

Para Las Higueras, el panorama general hace pensar un predominio de pesca y agricultura, invocando a deidades relacionadas con el agua, carente o excesiva. El año 1979, la publicación del Arqueólogo Alfonso Medellín Zenil, en torno al Horizonte Clásico Tardío del Centro de Veracruz, reprodujo, a colores, uno de los murales, e identificó: “el tocado de este personaje y la olla volcando su contenido sobre la tierra, coincide con esa deidad de la lámina 74 del Códice Desdre, en que Ixchel inunda la tierra”; igualmente, “a una planta de maíz con la flor masculina para fecundar a la femenina”, connubio canicular. En otras partes de las pinturas, los investigadores han identificado peces, incluso tiburones y datos para Huracán (quiché) o el Tezcatlipoca Negro. Aquí, en el fragmento enviado por Ud., se principia con la escena terminadora del Juego de Pelota, preparando el cuchillo para cercenar la cabeza del jugador ofrendado. El gran tamaño de la pelota de hule, pudo ser un recurso destacador de su importancia en el tlochtli (cancha), cuyo resultado equivalió a la vox de oráculo; pero, el triunfador, era decapitado acelerando su destino a la corte del Sol.

El arqueólogo Ramón Arellano Melgarejo, director de la exploración en Las Higueras, informó, que las pinturas murales eran cubiertas por nueva capa del estuco, en la cual ejecutaban otra decoración, habiendo constatado hasta 29 capas con pinturas que a la especialidad cronológica resultó fácil y confiable considerar el periodo de seis xiuhmolpillis (atadura de 52 años) que sumaba 312 años, impresionantes en Kobah, o básicos en El Tajín; además, los ritos a Huracán en 29 ocasiones muy destacadas hablan de 11 años entre una y otra, cuando la furia del dios era mayor, o cual todavía lo conservan algu- nos menesterosos herederos culturales, cuando los años concluían en dígitos idénticos; ejemplos de ahora: 1944, grande inundación en las cuencas del río Papaloapan, gobernando Miguel Ávila Camacho; 1955, el Jeanne, cuando el presidente Adolfo Ruiz Cortines; el llamado Gilberto en 1988, y el reciente de 1999. ¿Con las manchas solares cada cinco años? A esto puede darle el uso que guste. Un abrazo.

De esta forma, José Luis Melgarejo Vivanco señaló que: “El territorio del Totonacapan solo tiene ocupada la parte sur con estas obras (en relación a la zona arqueológica y sus esculturas artísticas que advierten de la esencia artística de nuestros antiguos veracruzanos); por eso quiérase o no, deberá considerarse al cruzamiento de totonacos y olmecas, es decir, a los jarochos como generadores de alegría, de musicalidad un tanto en contraposición al ‘indio triste’, o por lo menos, muy digno, muy sonriente frente a una vida sin alegrías; también por eso resulta dolorosa la tragedia, ese pueblo fue silenciado; ya no volvió a reír.”

El presente ensayo busca rescatar informaciones y textos casi desconocidos de José Luis Melgarejo Vivanco. Forma parte de mis estudios sobre los protagonistas de la antropología del Golfo de México, reflexiones y primeras contribuciones a una antropología en el estado de Veracruz. En nuestros días, no obstante el tiempo transcurrido, los trabajos literarios y de investigación de José Luis Melgarejo Vivanco son de importancia capital y se identifican entre las más relevantes aportaciones del humanismo.

 

No hay comentarios: