Por Fernando Hernández Flores*
Hace unos días recibí un audio de Nezahualpilli, en el celular. Neza hacía la invitación para ir a tomarnos un café con Tlacaélel. Por lo que, el sábado a las dos de la tarde nos veríamos por el centro de la ciudad de Huexotzinco. Por supuesto que acepté. Tiene varios años que no platico con Tlaca, desde que se fue de gira a otros territorios, pero por fin ha vuelto y debe traer buenas noticias. Con anticipación me preparé, le llamé a un radio taxi y llegó a la una y media de la tarde a mi casa. Escuché el sonido del claxon del automóvil e inmediatamente salí. Faltaban si acaso unos minutos, cuando ingresé al lugar acordado con Nezahualpilli.
Un joven me recibió en la entrada indicándome que había algunas mesas libres. Le comenté que necesitaba una mesa para tres o cuatro personas cuando mucho. Cuando apenas llevaba unos diez minutos sentado, apareció una hermosa señorita con un vestuario elegante y con su bolso beige en el brazo. El mismo muchacho la recibió y la envío cerca de donde estaba yo aun esperando a mis amigos. Parece que se les hizo tarde y llegarían atrasados. Desde un cristal de la ventana entraba un rayo de luz que hacía que brillara su cabello dorado, de la señorita. De momento volteo hacia donde estaba yo e hizo una sonrisa radiante que me hizo ponerme más rojo que el tomate. De pronto llegaron otras tres mujeres y se sentaron en la mesa que le asignaron a ella.
En un santiamén llegaron mis amigos Nezahualpilli y Tlacaélel. Nos dimo un fuerte apretón de manos y un abrazo cada uno. En eso, se acercó una trabajadora de ahí y nos llevó la carta para ofrecernos café expreso, café frío, lechero, capuchino, americano, chocolate, té de manzanilla, canela y miel, y si gustábamos unas galletas que estaban en oferta, por ese día. Cada quien hizo su pedido y al mismo tiempo pasó a ofrecerles a las señoritas que estaban cerca de nuestra mesa. No pude escuchar que pidieron pero yo pedí un capuchino, con eso que estamos en temporada fría se antoja un delicioso café.
Mientras Tlacaélel nos platicaba de sus aventuras en distintos lugares donde logro construir alianzas con empresarios y fundaciones. Él nos comentó que había firmado unos convenios en donde tenía la posibilidad de hacer labor altruista en los lugares que nosotros le indicáramos. Inmediatamente pensamos en unas comunidades olvidadas y marginadas. Tlacaélel les diría a los titulares de las fundaciones para que donaran cobijas y ropa. A los empresarios les pediré unos paquetes tecnológicos a bajo costo. Entre su plática nos regaló unos llaveros con la figura de venados.
Por su parte, Nezahualpilli nos regalaba su libro de poesía más reciente. Comentaba que su lenguaje florido tenían cada vez mayor colorido y le gustaba más a un público más amplio. Yo estaba atento a la chica de la mesa de enfrente. Cuando me preguntaron sobre que había hecho durante este tiempo. Les respondí: - Ahí la llevo sin correr tan aprisa, pero voy bien. En esa ocasión, me correspondió pagar lo que consumimos los tres, pero lo que si descubrí es que la señorita tomó también un capuchino. Fue en un café, cuando yo la miré...
(*) Escritor veracruzano conocido como Tepetototl, “Ave de la Montaña”.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl
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