Carlos González Guzmán
Los disparos se oyeron entre los ruidos habituales
de los motores de coches y camiones, su sonido penetró en el cerebro del
comandante García, eran las 10:40 de la noche.
En una fracción de segundo, sin pensar volteó a ver
el bote de basura, arrojó el vaso desechable de café caliente que acababa de
pedir y corrió a los sanitarios situados enfrente de la caseta de pago. Al
cruzar la autopista Zacatecas – Saltillo perdió momentos valiosos.
Los disparos habían salido de los baños, el de
hombres estaba vacío con las puertas semiabiertas y sus luces encendidas. El de
mujeres tenía la puerta cerrada y estaba en penumbras, encendió las luces y al
entrar vio a Enríquez. Estaba tirado boca abajo en el piso, tenía una mancha de
sangre en el pecho que casi llegaba al cuello de su camisa blanca. Su rostro
reflejaba dolor y desesperación por el esfuerzo de arrastrarse lentamente hacia
la salida.
García se inclinó hacia su amigo, dándose cuenta de
la gravedad de la herida y sin pretender buscar al asesino le preguntó de
manera apremiante ¿Quién fue Alberto, dime quién fue? ¿Qué sucedió?
Sus manos se aferraron a García y abriendo los ojos
desesperadamente, entre sonidos casi inaudibles, le dijo… tráiler… YCG 53 19… trae de Estados Unidos…
irreversible… la organización… pero no alcanzó a decir más, su cuerpo
convulsionó, sus dedos se enterraron en el brazo del Comandante, su boca se
llenó de sangre y murió al momento de arrojar un borbotón al piso, quedando con
los ojos abiertos.
La guardia militar había acudido el escuchar las
detonaciones. Cuando entraron al baño el Comandante les mostró su
identificación policial, y mientras un soldado trataba inútilmente de ayudar a
García, otros tres salieron rápidamente empuñando sus armas, se dispersaron en
semicírculo y se adentraron en esa oscuridad de la noche que solo permite
correr en el campo por instinto.
Uno de los soldados avanzaba casi paralelamente a
la carretera, el rugido de un motor saliendo de entre unos árboles y el
rechinar de las llantas al tomar el asfalto sin encender las luces, hizo que
disparara como a 500 metros de distancia, sin poder detener al vehículo que
rápidamente se alejaba rumbo a Zacatecas.
II
Enríquez, el policía más experimentado y viejo
amigo del Comandante, dentro de la policía del Estado de Zacatecas, había
desaparecido hacía un par de meses para investigar una pista de contrabando en
la frontera norte.
La información que tenían era escasa, sospechaban
que el contrabando entraba por Laredo o Mc Allen y vía Saltillo llegaba hasta
Zacatecas, podía ser cualquier enervante, alguien les había filtrado que era
una sustancia muy peligrosa para la salud, pero hasta ahí, el soplón apareció
muerto unos días después, atropellado en la carretera de La Escondida, cerca de
San Felipe Nuevo Mercurio. No había más pistas.
Después de no comunicarse a la comandancia durante
15 días, Enríquez le había telefoneado a García a su casa únicamente para
decirle que, al día siguiente, 9 de marzo a las once de la noche, se verían en
la caseta de la autopista Saltillo – Zacatecas a la altura de Concepción del
Oro, que fuera solo porque lo habían estado siguiendo. Le tenía información y
necesitaba que le ayudara con datos que él no lograba entender, se trataba de
un caso muy complejo.
García estaba ahí desde las 10.20 de la noche y sin
saber en que forma llegaría su amigo y subalterno, pedía otro café cuando
escuchó los disparos.
Ahora entendía porque Enríquez se había escondido
en ese baño, tal vez esperaba que dieran las once para salir, la organización
que había mencionado lo perseguía para matarlo.
III
Para el Comandante fue relativamente fácil y rápido
averiguar que esa placa pertenecía a una línea transportista de tráileres de la
compañía transnacional “Empresa Minera Rosycler S.A.” con casa matriz en
Houston Texas. Desde 1975 se había establecido cerca de Nuevo Mercurio,
municipio de Mazapil. La materia prima para la fabricación de sus productos la
traían desde Estados Unidos a su fábrica en Zacatecas.
IV
Después de algunas dificultades, García logró
convencer al Secretario de Gobierno sobre la importancia del caso. Le explicó
los últimos acontecimientos, la muerte del soplón, el asesinato de Enríquez, y
la información de este último, destacando la veracidad de los datos de la placa
con los vehículos de esa empresa. Le aseguró que sólo se trataría de una visita
y no perturbaría a los extranjeros que habían invertido en el municipio,
beneficiando con dólares al Estado.
Después de meditarlo y sin estar muy convencido,
éste aceptó. La visita se hará bajo su exclusiva responsabilidad García, le
había dicho en tono amenazador mientras lo señalaba con el dedo índice.
A las 5 de la tarde se presentó en las oficinas de
la empresa, acompañado de dos de sus mejores agentes. Al personal
administrativo le sorprendió ver a la policía en la entrada de la fábrica.
Al entrar, el comandante se dio cuenta que no
tenían bitácora de registro de visitantes. A los tres se les permitió la
entrada una vez que el jefe le mostró al vigilante su identificación oficial
como Comandante de la Policía de Zacatecas.
Después de hacerlos esperar casi media hora, afuera
de una oficina pequeña los llevaron hasta donde estaba el Gerente y su hijo a
cuyo nombre estaba registrada la compañía, un tal John Nugent acompañado de su
hijo Clarence William Nugent.
Éste los recibió extrañado mencionando
despectivamente, como excusa por la tardanza, que estaba muy ocupado, agregando
después que no acostumbraban a recibir visitas, y menos de la policía.
Era un tipo como de 1.90 de estatura, flaco y de
piel seca, usaba lentes de arillo y llevaba un cigarrillo a medio consumir en
la comisura de los labios. Su hijo, un tipo un poco más alto era aún más
delgado que el viejo, usaba un viejo sombrero texano amarillento por el polvo y
el sol, su vestimenta sucia y polvorienta lo hacía ver como si estuviera
enfermo y debilucho.
García después de mencionar que era solo una visita
de rutina, pidió ver la documentación de la empresa y los vehículos de
transporte de materia prima. El gringo le preguntó sin mirarlo a la cara, al
tiempo que apagaba su cigarrillo en un cenicero repleto de colillas, el porqué
de su visita y mirando después a su reloj de pulsera agregó, venga otro día ya
casi es la hora de salida.
Acto seguido tomó un viejo sombrero de pelo de un
perchero que estaba junto a su escritorio y se dirigió a la puerta de salida.
Abrió la puerta y gritó a uno de sus trabajadores; que acompañen a estos
hombres a la salida de la fábrica, ya se van.
En ese momento el Comandante García le espetó en
voz alta; su empresa está bajo sospecha de contrabando
de estupefacientes, ¿quiere que le traiga una orden oficial de cateo o de
inspección? ¿o prefiere que venga con la prensa y una orden de clausura?
IV
Con toda la rabia que sentía, reflejado en su
rostro y en el tono de su voz, García tuvo que pedir disculpas al Señor Nugent
y a su hijo por hacerles esperar hasta las 8.30 de la noche. Aún así, lo dijo
sin querer reconocer su equivocación, sin aceptar su error y sin ofrecer
disculpas por todo el lío que había provocado.
Él y sus hombres habían recorrido los patios de
materia prima e inspeccionado las distintas bodegas con que contaba la empresa.
Tardaron más de dos horas en revisar y prácticamente subirse a algunos de los
diversos montículos del material que se acumulaba en los extensos terrenos que
se perdían a la simple vista.
La revisión posterior de camiones de volteo y
tráilers no le arrojó nada sospechoso. Todos los vehículos estaban
estacionados, de manera ordenada en un área delimitada por una cerca de
alambre.
Cansados y sudorosos terminaron su revisión ocular
y regresaron a la oficina del Gerente.
Él propio García se había encargado personalmente
de revisar meticulosamente los papeles de exportación del material, autorizados
por la aduana de los Estados Unidos, y los de recibo firmados por parte de la
aduana mexicana.
Los permisos, las fechas y los sellos de
autorización y revisión de los dos Laredos estaban en orden, los tres años de
operación, 75-79 estaban correctos en papelería sellada y firmada.
Todo en orden- dijo entre dientes- y sin ver al
rostro del gerente.
Nugent desde su escritorio, sin inmutarse, había
escuchado a García en silencio, observándolo de reojo y cavilando que contestarle.
Esperó hasta que estaban a punto de partir, y con
una sonrisa socarrona que hizo que el humo de su cigarrillo se moviera
ligeramente por su mejilla, les dijo elevando la voz y arrastrando la rrr con
mayor énfasis, ¿ya terrminarron señorres? ¿Estoy detenido? ¿Hay alguna
acusación hacia mi emprrresa? ¿encontrrarron los estupefacientes? ¿cocaína,
marriguana?... o de lo contrario pedirré a la embajada de mi país que se me de
una disculpa por parrrte de ustedes…
Nadie contestó, García se acomodó su sombrero por
hacer cualquier movimiento y sin mirar a Nugent se dio la media vuelta seguido
por sus hombres, para dirigirse a la puerta de salida.
Mr. Nugent gritó en tono muy serio y a la vez en
forma sarcástica, mientras limpiaba sus lentes transparentes con un pañuelo
amarillento:
No se prreocupe Sr. García, está usted en su
derecho de investigarr todo lo que desee en su país… perrro por favorr, sea un
poco más inteligente la prróxima vez que trrate de averriguarr la cerrteza de
sus conjeturas, o como dicen ustedes aquí en México… “sus corrazonadas”,
rrecuerde que la intuición es una carracterrística femenina. En mi país la
policía actúa de otrra manerra y por eso goza de muy buen prrestigio… perrro en
fin… algunos son aprrendices en su oficio… buenas noches… Míster Garrcía…
esperro no volverr a verrlo…
Casi lo había echado de una patada con todo y sus
credenciales, sus ayudantes, y sus armas.
Seguramente el periódico local se encargaría del
resto al día siguiente por órdenes del maldito Gerente, y lo más probable sería
que el Gobernador del Estado también reaccionaría contra sus Superiores, al
enterarse de este tipo de situaciones contra compañías extranjeras…
Ahora sólo le quedaba llegar a las oficinas y
reconocer que después de haber recorrido gran parte de los terrenos; haber
examinado la documentación de transporte de materia prima, y revisado
minuciosamente varios vehículos hasta desforrar y desarmar posibles escondites
ocultos, principalmente en uno de los que iban llegando en esos momentos, la compañía
estaba en orden, y no había encontrado absolutamente nada que no fuera el
material que traían a granel a Zacatecas.
El Comandante sabía qué si sus superiores eran
molestados a través de algún periodicazo, a él le esperaba una enérgica llamada
de atención por tratarse de un asunto vinculado al extranjero, podía incluso
perder el empleo.
El camino de regreso se le hizo largo, tedioso y
cansado.
La empresa estaba situada a 220 kilómetros de la
ciudad de Zacatecas y durante el recorrido volvió a ver el rostro de su amigo
Alberto que, aferrándose a sus brazos, con la mirada le decía todo aquello que
ya nunca escucharía.
Esto sirvió para desconcertar aún más al Comandante
pues con todo lo que había sucedido horas antes y lo que pudiese venir al día
siguiente, estaba seguro de que algo había faltado… de que había un detalle que
no sabía o que no alcanzaba a comprender…
Ya en casa no pudo conciliar el sueño, algo le
revoloteaba en la cabeza, pero no sabía que, solo la intuición le decía que
algo estaba oculto.
V
Eran como las seis de la mañana, la madrugada
estaba fría y el Comandante llevaba ya un buen rato esperando. García estaba
parapetado atrás de unas rocas en una elevación como de 5 metros de altura,
ubicada al lado del camino vecinal que se desprendía de la carretera y llevaba
a Rosycler. Esta posición le permitía
dominar la carretera y la desviación a la fábrica.
No tardó mucho en vislumbrar una nube de polvo en
el camino de terracería que venía de San Felipe Nuevo Mercurio con rumbo a
Rosycler.
El tráiler se acercaba lentamente, no podía
distinguir el número en la placa, pero lo vio pintado sobre la lámina del
compartimiento de carga. El color negro de los signos YCG 53 19 se destacaba en
el costado del enorme vagón blanco que transportaba su secreto. Sus
características eran similares a los tráilers que había encontrado estacionados
el día anterior en su fallida visita.
El conductor no se notaba por el polvo que las
ruedas levantaban y lo sucio del parabrisas, el polvo y la tierra ensuciaban el
color rojo brillante de la cabina. El vehículo semejaba un gigantesco gusano
blanco de cabeza roja que se arrastraba entre piedras y polvo con su carga
mortífera.
Todavía tardaría unos minutos en pasar por ese tajo
hecho al final de la falda de la pequeña colina a la que García había subido.
Desde ese punto y dominando parte del paisaje, el Comandante recordó nuevamente
que, durante su visita a la fábrica, ese tráiler no estaba, y los números
coincidían con los datos que le había dicho Enríquez, lo más probable era que
el contrabando lo llevaran ahí.
Sabía todo lo que estaba en juego en ese momento y
sin pensarlo más, como en un acto reflejo, el rostro de su amigo apareció en su
mente y con una fuerza nacida en ese instante, utilizó toda su energía y su coraje
hasta lograr empujar una roca, para que ésta arrastrara a otras que rodaron
estruendosamente cayendo sobre el camino y levantando una nube de polvo que no
permitía ver la magnitud del derrumbe.
El conductor viró hacia la orilla opuesta al
derrumbe, esquivando la mayor parte de las rocas, pero sin poder evitar que una
llanta delantera se metiera a la cuneta y el tráiler se volcara a un lado,
levantando una gran polvareda al reventar su carga, quedando acostado; como si
el gusano blanco desparramara sus entrañas rugiendo sordamente al sentirse
herido de muerte.
Después de que todo quedara en silencio y el polvo
se despejara un poco, García pudo ver que el conductor lograba salir de la
cabina y se arrastraba desesperadamente. El comandante bajó rápidamente
rodeando por una pequeña vereda y a unos cuantos metros del vehículo lo
encontró muerto, boca abajo, como había quedado en su intento de huir.
Tenía un sobre amarillo en su mano izquierda y en
la derecha empuñaba una pistola. Lo volteó para registrarlo, pero al ver su
pecho hundido, con las cotillas rotas, desistió de su intento. Recogió el
sobre, corrió hacia la cabina y se asomó por el parabrisas ya sin vidrio, no
había nada anormal. La materia prima de la caja de carga se había desparramado
casi toda y no contenía ni guardaba nada… ni cajas, ni bolsas de plástico, ni
compartimentos especiales… nada, solo la tierra como queriendo salir también de
su prisión.
La maldita situación que se le presentaba no
aclaraba nada.
Después de llegar hasta su automóvil, sin dar
tiempo a que alguien llegara atraído por el estruendo, el Comandante García
abrió el sobre y lo único que éste contenía eran dos hojas de papel en blanco
perfectamente pegadas, una contra la otra, de manera tal que le fue imposible
despegarlas
Rumbo a Zacatecas el camino se le hacía más largo.
Los rayos del sol dándole de frente, lo obligaron a bajar el toldo para
cubrirle de sombra la mitad del rostro… tenía que descubrir rápidamente la
forma de separar las hojas para saber su contenido… de no resolver este
problema estaba perdido… de no encontrar nada escrito en las hojas también…
La volcadura del tráiler, la muerte del conductor,
su desaparición de las oficinas esa mañana, sería fácil pensó, atar cabos y
llegar hasta él.
Estaba metido en un callejón sin salida y la única
solución era averiguar el contenido de esas malditas hojas… era mejor hacerse a
la idea de que ahí estaba la clave del contrabando y separarlas lo más pronto
posible.
Al llegar a Zacatecas se dirigió a un laboratorio
de análisis clínicos y explicó todo al QFB que lo atendió.
Después de pensar en la aplicación de diferentes
líquidos y mezclas decidieron cortar un pedacito del papel. Midieron un
centímetro de ancho a lo largo de la orilla inferior de la hoja y la tira
obtenida la dividieron en pedacitos de un centímetro cuadrado.
Utilizaron primero agua destilada, sumergiendo el
cuadrito y dejándolo unos minutos en reposo en un vaso de precipitados, lo
sacaron con unas pinzas y lo frotaron suavemente con los dedos, el papel se deshizo
poco a poco, por el agua y la ligera fricción… posteriormente emplearon una
solución alcalina y otra ligeramente ácida con los mismos resultados.
La textura del papel tampoco resistió ni el alcohol
ni la acetona, ni la gasolina blanca… tal vez se trataba de un líquido especial
que sólo ellos conocían o algún proceso para lograr que el mismo pegamento
diera consistencia al papel, anulando su efecto por acción del calor a
determinada temperatura o posiblemente se tenía que agregar una mezcla y evaporarla
en estufa para separar las hojas fácilmente.
El laboratorista dijo que encontrar la respuesta le
podía tomar varios días y ocupar más material en las pruebas.
La única ventaja que veía era que la posible mezcla
debía estar hecha a base de alcohol porque la muestra tratada con alcohol puro
había permitido que el papel primero se viera brilloso y un poco como el papel
cebolla y luego se deshiciera. Tal vez una combinación de alcohol con agua o
algún otro líquido con alcohol y después un poco de calor en la estufa de
secado podría resultar; era como humedecer las hojas y someterlas al calor para
tostarlas un poco…
García agradeció sus ideas al laboratorista y
después de que éste no quiso recibir ningún pago, mencionando que en realidad
no había hecho nada, se despidió del Comandante diciéndole que le gustaría
saber como resolvería ese problema, evidentemente le había despertado una gran
curiosidad…
Antes de despedirse del laboratorista pidió hacer
una llamada, el Comandante telefoneó a su esposa para decirle que tenía que
salir urgentemente de la ciudad y posiblemente regresaría al día siguiente, por
si alguien lo trataba de localizar.
Después de dar vueltas por las orillas de la
ciudad, se dirigió a un hotel barato, alejado del centro y ahí se encerró para
pensar en el nudo ciego en el que se encontraba.
Nadie lo buscaría en un sitio así, lo que le daba
tiempo de pensar.
Sabía que tenía que separar las hojas para poder
leer su contenido o lo que contuvieran, posiblemente habría que descifrar algún
dato encriptado…
Estaba sólo, no tenía a quién recurrir.
VI
Miró su reloj de pulsera, faltaban diez minutos
para las seis de la tarde, aún no tenía alguna idea clara y la cabeza le dolía.
A pesar de la hora no tenía hambre, y la cajetilla
de Delicados estaba vacía.
En el cenicero del buró junto a la cama de la
habitación, aplastó el último cigarrillo. Se amontonaban ya las colillas.
Llamó a una recamarera y le pidió que le comprara
dos cajetillas de cigarros, unas tortas, un frasquito de Nescafé, un litro de leche
y le proporcionara agua bien caliente. Mencionó que no quería salir
argumentando sentirse resfriado y con dolor de cabeza por el viaje tan largo
que había realizado manejando toda la noche. La chica no mencionó nada, tomo el
dinero y salió en busca de lo requerido.
Una media hora después García escuchó que tocaban a
la puerta de la habitación, abrió y recibió lo que había pedido. Dio una
espléndida propina a la camarera y ésta desapareció después de agradecer con
una sonrisa y darle las gracias.
Era mejor no salir para nada.
Sabía que lo buscarían en las oficinas de policía o
lo llamarían a su casa, posiblemente por alguna queja del Gerente y eso
significaba problemas.
Mientras comía las tortas se le ocurrió intentar la
separación de las hojas con el agua caliente y con el vapor del recipiente que
la contenía, pero todo había resultado inútil. El vapor reblandeció tanto el
pedacito de papel que también lo deshizo cuando intentó separarlo.
Como a las tres de la mañana, aún persistía el
dolor de cabeza, el cenicero estaba nuevamente repleto de colillas blancas, el
café que había preparado casi se había terminado, la leche estaba intacta y de
las tortas solo quedaba la bolsita de papel y las servilletas donde venían
envueltas las tortas, todas llenas de grasa relumbrando como papel cebolla,
estiró la mano para tomar el último sorbo de café y sus dedos quedaron a
escasos centímetros de la taza mientras sus ojos seguían viendo las servilletas
grasientas y brillosas.
Algo le recorrió todo el cuerpo y soltando una
risita apagada, mostró sus dientes blancos bajo el bigote que cubría
completamente su labio superior, al mismo tiempo que tomaba por una punta la
servilleta más cercana y levantándola contempló, sonriendo, su brillo
transparente como de papel cebolla…
Con el puño de la mano derecha se dio un golpe en
la frente. El dolor de cabeza pareció desaparecer como por arte de magia…
Embarró las hojas con la grasa de las servilletas y
al momento de impregnarse de grasa, el papel se transparentó completamente. En
el centro de las hojas aparecieron unas letras negras…
Nugent:
Reanudamos envíos de residuos de PCB. Se nos está
acumulando en los patios y la EPA nos exige eliminarlos en noventa días a
partir de esta fecha.
Volverán a inspeccionarnos y han amenazado con
clausurar la fábrica por los problemas de contaminación ambiental.
Soborne a la gente con lo que sea necesario, compre
a la prensa a cualquier precio y trate de acallar al policía por todos los
medios, si es necesario elimínelo.
Triplicaremos el número de envíos en las próximas
diez semanas.
No quiero fallas.
S. Z. N.
VII
A las diez de la mañana, el Secretario particular
abrió una puerta y el Sr. Gobernador se levantó de su escritorio para saludar
al Jefe de la Policía del Estado y al Comandante García, los tres se dirigieron
a una salita de color verde musgo, mientras el particular cerraba la puerta y
los dejaba solos.
El Gobernador leyó detenidamente la hoja del
informe ejecutivo, después escuchó el relato haciendo preguntas directas al
Comandante para conocer algunos detalles.
Una vez comprendido el asunto tocó un timbre que
estaba a su lado, su Secretario particular entró nuevamente a la salita y el
gobernador dijo, mientras le entrega el informe en mano. Lea esto, que venga el
Dr. Álvarez, explíquele de que se trata y dígale que traiga la información que
tenga sobre este asunto, incluyendo todo lo referente a esta empresa.
Veinte minutos después, el jefe de los Servicios
Coordinados de salud Pública en el Estado, Dr. José Manuel Álvarez entró a la
salita, fue presentado por el particular y escuchó atentamente los datos más
importantes del caso de labios del Gobernador, después comenzó diciendo:
Señor Gobernador, señores; he traído conmigo el
expediente donde están los papeles de tramitación de permisos oficiales de esta
empresa ante Salubridad
Se trata de una compañía transnacional denominada
“Empresa Minera Rosycler S.A.” su casa matriz está en Houston Texas. Se
estableció en 1975 cerca de Nuevo Mercurio, en el municipio de Mazapil. La
materia prima para la fabricación de sus productos la traen de Estados Unidos.
Curiosamente, la empresa inició actividades hace
aproximadamente cinco años y no han tramitado su licencia sanitaria…no sabemos
que giro comercial manejan. Sin embargo, presentaron una solicitud para
transportar su materia prima, consistente en residuos industriales especiales
como Diesel, cloro, bifenilos policlorados, jales, cenizas, catalizadoras de
mercurio, desechos sólidos y sustancias corrosivas en tráilers de 55 toneladas
de arrastre, propiedad de la empresa, especificando que querían realizar de 10
a 15 viajes por semana.
El Dr. Álvarez hizo una pausa, sacó una tarjetita
de su portafolios y continuó;
Un cálculo conservador arroja la cantidad de
164,800 toneladas de residuos tóxicos, no regulados en México, ahora
depositados en los terrenos de Rosycler.
La EPA, es decir, la agencia encargada de controlar
la contaminación en los Estados Unidos publicó un documento con las
características y efectos de los residuos de PBC.
Esta clase de compuestos orgánicos sintéticos puede
traducirse como Bifenilos Policlorados y son unos aceites minerales utilizados
principalmente en intercambiadores de calor y en los transformadores
eléctricos.
Los residuos son altamente resistentes a la degradación
térmica y la propia EPA estableció en 1976 una concentración máxima permisible
de una millonésima de miligramo por litro de agua con vida acuática o para
consumo humano.
No entiendo, dijo el gobernador.
Le explicaré señor, permítame darle un ejemplo; una
gota de PCB contamina o envenena aproximadamente cinco mil litros de agua, o
25,000 tazas de café como la que usted está tomando en estos momentos.
El rostro del gobernador, del comandante García y
el de su jefe quedaron boquiabiertos, miraron a sus respectivas tazas de café,
y el gobernador exclamó.
¿Una gota de este aceite? ¿Quiere usted decir que
40 gotas de esta porquería serían suficientes para matar a toda la población de
Zacatecas, si cada habitante tomara una taza de café?
Serían suficientes para que la población estuviera
en riesgo de contraer cáncer.
Déjeme agregar que, por otra parte, señor
Gobernador, las partículas son tan pequeñas que por contacto penetran al cuerpo
por los poros de la piel y se acumulan en el organismo pudiendo ser mutagénicas
y resultar carcinógenas a largo plazo.
Su efecto es irreversible y prácticamente son
indestructibles, es decir, no son biodegradables y pueden permanecer
inalterables cincuenta o cien años, tal vez más, si han sido depositadas en
suelo, en capas de un metro de profundidad.
En nuestro caso, Sr Gobernador pueden estar
afectadas alrededor de 16 hectáreas; estaríamos hablando de una superficie
cuadrada de 400 metros por lado. Esto sería suficiente para…
El Gobernador no escuchó más, tocó el timbre y dijo
a su Secretario:
Hablaré con el Sr. Presidente…
Carlos González Guzmán
Chamilpa, Mor. Diciembre 2018
Corolario.
El Sol de Zacatecas
1980.- Se identifica en
terrenos de la Mina Rosycler S.A., la presencia, a cielo abierto, de PCB´s.
Se recolectan 80 tambos
vacíos y 750 metros cúbicos de tierra con aceite, en 3 has.
Se cercaron dos mil
metros lineales con alambre de púas. Se clausuraron nueve tiros de mina.
Durante
una inspección oficial, el encargado declaró que; los líquidos y los tambos con
PCB´s fueron importados de los EEUU. Los líquidos fueron descargados a la
intemperie y los tambos vendidos a los habitantes de la comunidad para depósito
de agua potable.
1981.-
A Clarence William Nugent se le denuncia y se le sigue proceso judicial ante la
PGR en México, D. F, por parte de la Subsecretaría de Mejoramiento del
Ambiente, por la introducción ilegal de estos residuos y por el delito de
contrabando.
1983.-
El 18 de marzo se dictó sentencia absolutoria a favor de Clarence Nugent, al no
existir jurisdicción ambiental sobre el caso.
2006.- La Universidad
Autónoma de S.L.P, concluyó en un estudio; que en el sitió aún existía
contaminación por bifenilos, clasificándose como sitio crítico del Estado de
Zacatecas.
2014.- En La Jornada, el artículo "El pueblo fantasma de
Nuevo Mercurio y la minería insostenible" explica que "hay pocas
tiendas, un pequeño hospital y una telesecundaria; múltiples casas destruidas y
abandonadas; no hay señal de televisión ni de teléfono (menos Internet).
Entre
1940 y 1970 (su auge ficticio) San Felipe llegó a tener 10,000 habitantes.
Ahora, padecen entre otras cosas, el agotamiento de los recursos hídricos, la
falta empleo, de servicios públicos, así como problemas de salud relacionados
con vías respiratorias, presión arterial alta y diabetes.
La historia de San Felipe de Nuevo Mercurio fue
la misma que aconteció en los Municipios de; Noria de Ángeles, Concha del Oro y
Vetagrande, es decir, primero el auge, la derrama económica ficticia y luego,
cuando la riqueza del lugar es extraída, a los zacatecanos nos dejan múltiples
problemas que nadie quiere resolver."
2018.- San Felipe Nuevo Mercurio
(El Nuevo) cuenta con 305 habitantes,
161 hombres y 144 mujeres.
Otros
datos. - Fox otorgó 2,156 concesiones, Calderón 6,102, Peña Nieto 1,808 hasta
junio 2015.
Actualmente
de 290 mineras en México, 211 son de Canadá.
Las
mineras nacionales y extranjeras operan una extensión de 22 millones de
hectáreas.
Hasta
julio 2016, existían en México 25 mil 178 títulos de concesiones mineras. La
concesión es otorgada hasta por un siglo.
¿No entendemos?, ¿Estarán ocurriendo situaciones similares a Nuevo
Mercurio?