lunes, 26 de octubre de 2020

EL SECRETARIO

 

EL SECRETARIO

Carlos Bernal Romero

 

 

-Jefe ¿Festivo se escribe con v o con b?

-Ponga feriado

Oído en la Secretaría de Educación Pública

 

         Antes en México el cargo o puesto de:

         Secretario de Educación

Se lo daban o encargaban a gente muy brillante e impulsora de dar educación de mucha calidad a los niños y jóvenes mexicanos. De esta manera lo fueron gente de la calidad de:

         José Vasconcelos, Moisés Sáenz, Narciso Bassols, Jaime Torres Bodet y Agustín Yánez

 a partir de 1970 se volvió un puesto político más y lo puede ser literalmente: “Cualesquiera”

         Pero cuando el Presidente de la República designó a:

         Mauricio Gordillo Carrillo

como el nuevo Secretario todos coincidieron que era un exceso

         Se trataba de un político gris, sin méritos ni conocimientos y que también había nacido sin carisma y no le era agradable para la gente. En fin un auténtico Don nadie.

         Para festejar y como le gustaba cocinar se le ocurrió hacer una “reunión culinaria; con el grupo de sexto año de la escuela particular: “Elba Esther Gordillo Morales”

         Esta consistiría en una comida de o en “Cuatro tiempos”

         Consomé o sopa

         Arroz o espagueti

         Plato fuerte

         Y postre cocinado por él

         Después de dos horas de comida y plática; hizo un equipo con los cuatro mejores promedios del grupo; para que le sirvieran de ayudantes. Mientras el  primero escribiría en una hoja los ingredientes:

         Prepararían un pay de uva

         1 paquete de galletas Marías

         1 barra de queso crema

         1 lata de leche condensada

         Cuando llegó el momento de escribir; el ingrediente principal del postre, el flamante:

         Secretario de Educación Público:

         Mauricio Gordillo Carrillo

         Preguntó en voz alta:

         “¿Uvas se escribe con h o sin h?”

La Casa de Las Lunas

22:00 – 23: 00

24/X/2020

 

 


Cantares a la muerte

 Enfoques históricos-etnográficos



viernes, 23 de octubre de 2020

Memorias de “día de muertos”.

Erik Román

 

Dedicado con todo mi amor a mis herederos a quienes amo con todo el corazón y amare por toda la eternidad. Ikiel y Daner, que estos bellos recuerdos logren la perpetuidad a través de su memoria, la de sus hijos y la de los hijos de sus hijos. A mis sobrinos, Mathias, Raldo Daniel y Emilio, sus abuelos y sus mamas siempre fueron pilares en mi vida y en esta bella tradición.

Prefacio

Escribí esto cuando aún me encontraba aquí, aunque la verdad nunca me he ido, al menos no completamente, como aún perduran en estas líneas y en este mundo muchos que en apariencia ya se fueron; pero que siempre están y estarán aquí.

Existen muchas fechas memorables en en el calendario mexicano; por vivir en un mundo cristianizado tal vez la más importante de todas sea la Navidad; y como no, si en ella se recuerda la llegada a este mundo del humanista por excelencia, conocido tamnbien como el salvador, el buen maestro, Jesús. Algunos le dan más relevancia a la semana santa, que nos recuerda la pasión y sacrificio del gran Rabí; otros al menos cuando cupido flecho su corazón prefieren el llamado día de san Valentín; hay quienes prefieren las fiestas patrias con sus cohetes de mil colores, antojitos multisabores, música de mariachi y la conmemoración del grito de dolores; el año nuevo también es una fiesta muy especial, simboliza para muchos una nueva oportunidad para empezar, un tiempo para agradecer que esta moribunda tierra dio una vuelta más al sol. Sin duda alguna la época de reyes es una fecha muy especial, principalmente para todos los niños agraciados por el esfuerzo de Melchor Gaspar y Baltazar. Quienes desde el lejano oriente viajan en caballo, elefante y camello; para llevar dadivas a todo aquel que en el año mostro un comportamiento ejemplar.

Sin embargo, de todas las fechas antes citadas, el que escribe prefiere una por encima de todas ellas; la más representativa de esta patria que me vio nacer, una fecha que guarda lo mejor de las culturas prehispánicas, con un toque de la cristianización y por qué no del proceso actual de americanización. Una fecha que huele a relajante incienso, a embriagante aroma de cempaxúchitl, y de un sinfín de manjares que atraen hasta los altares a vivos y muertos.

El llamado por el clero día de todos los santos, para los mexicanos simple y sencillamente día de muertos. 

Desde niño siempre fue mi fecha favorita del año; aun pese a los regalos que pudiese recibir en las otras festividades. Cuando cerré los ojos para escribir estas líneas; cuando busque en el baúl de mis recuerdos; solo sonrisas, alegrías e inclusive, algunas lágrimas de nostalgia y añoranza por todos aquellos que me acompañaron en las festividades surgieron de mi corazón.

Antes de introducirlos a mis remembranzas, permítanme contarles un poco de lo que leía en los periódicos que siempre compraba en esas fechas, las tan ansiadas llamadas calaveras. Hayan sido las siempre conservadoras y prudentes del “diario de Xalapa” o las poco más jocosas y atrevidas del “grafico” o “el perico”. Siempre traían a modo de introducción un breviario cultural sobre cómo se han de celebrar estas fechas.

Aparentemente solo son los días 1 y 2; sin embargo, en algunos lugares las celebraciones comienzan mucho antes. Desde el día 28 de octubre, día en el que se recuerda a todos aquellos que fenecieron por una muerta brutal, como asesinatos, choques, caídas y tragedias de tal índole; a ellos se les recuerda a través de una simple veladora colocada en un rincón de la casa; en el altar eterno a su memoria y en el lugar donde se dio la catástrofe. El día 29 honra a todos aquellos que murieron por ahogamiento, tal vez esta celebración tiene mucho de sincretismo, pues los antiguos aztecas le daban un lugar especial a aquellos que morían por causas acuáticas o inclemencias del tiempo como la caída de un rayo. Los cuales eran designados para servir al Dios Tláloc por toda la eternidad; pues a través del regalo que trae para los hombres decidió llevarlos al tlalocan, su sitio de residencia. Siempre llamó mucho mi atención lo irónico e incluso sátiro en que la tradición sincrética los recuerda y honra… a través de poner en un rincón la veladora que ilumina su peregrinar; acompañado de un vaso de agua. con extrañeza siempre pensaba…¡Si murieron ahogados!, lo que menos querrían sería un vaso de agua. El día 30, se recordaba a los niños que morían sin bautizar, usando de la misma manera una veladora que iluminara su estancia en el ahora desconocido por la iglesia católica “limbo”. Situación que en mis tiempos de fiel creyente tampoco entendí. Que acaso no decía el nazareno… dejar que los niños vengan a mí, pues de ellos es el reino de los cielos…  No creía en mi inocencia que el maestro del amor fuese capaz de mandar al vacío a un pobre niño que no pudo recibir un poco de agua por un clérigo atroz, en fin.

Del ultimo día de octubre y los primeros días de noviembre, ampliamente conocidos por todos son, sin embargo incompleta estaría esta lectura si una breve semblanza no me atreviera a citar.  El 31 de octubre es el día de poner la primera ofrenda en el altar. El cual desde las primeras horas su construcción debía de comenzar; en algunos lugares fuertes carrizos sostenían el arco forrado de tepejilote, palma y coloreado por flores de cempaxúchitl, en algún lugar dela sierra de Naolinco ví que fuertes troncos de palma de plátano eran los que usaban para darle forma a su altar; del cual pendían inclusive pencas completas de plátano y mandarinas con todo y su tallo. Normalmente el altar siempre era formado por los hombres de la casa. En lo que en la cocina las señoras del hogar tienen una épica tarea; preparar los tamales de dulce ya sea con o sin manjar; la calabaza con piloncillo, figuras animalescas o de vegetales formadas con masa de pepita llamados jamoncillos, los tejocotes y guayabas en miel, el rico y espeso chocolate y un elemento icónico que en la actualidad todo altar debe de llevar; hago referencia al tradicional pan de muerto; en relación a este manjar, de manteca, agua o huevo se puede preparar. Recuerdo que era uno de los elementos que con más ansia esperaba en estas temporadas. Pues era en la única en la que se preparaba. Sin embargo en la actualidad desde septiembre se puede hallar o tal vez desde mucho antes en algunas tiendas comerciales… ahora rellenos de sustancias antes extrañas o atípicas, como queso crema, mermelada, chocolate, y alguna que otra extravagancia que le dan las credenciales suficientes para llamarse pan gourmet. Al menos en mi humilde pensar, el pan de muerto tradicional como en la emblemática película de Macario se mostraba cocinado en hornos de leña es el más especial. Hay muchas leyendas acerca del origen de este manjar. La que más me gusta es la que reza que fue un invento de los frailes para evitar que los sometidos indígenas dejasen de sacrificar personas; en su lugar les dieron figuras con forma humana cambiando la sangre, alimento del dios del Mictlan, por un poco de azúcar roja en su lugar. En fin regreso a la narración de este día, como podrán leer lo dulce es el elemento principal en este día singular, y es que acuerdo a lo que reza la tradición es el día en que los niños muertos deben de llegar, claro como leímos antes… siempre y cuando hubiesen sido bautizados.

Solo 24 hrs su estancia fuera del cielo o el Mictlan duraba en este lugar. El día 1 de noviembre la ofrenda comenzaba a sufrir drásticos cambios, desaparecían los elementos dulces y los platos fuertes comenzaban a llegar. Mole de guajolote, tamales de masa cernida con salsas picantes, tamales rancheros, copas de tequila o mezcal, una cajetilla de tabaco; en fin, toda la comida que a los difuntos recordados e invitados al altar que en vida les gusto saborear. Desde luego hablamos de lo tradicional. Porque ahora en algunas ofrendas hasta pizza y tacos al pastor puedes hallar. Un día entero nuestros muertos grandes pueden estar. Perfumados siempre por incienso y copal, alumbrados por veladoras en gran número en el altar. Llegando las doce del dos de noviembre retoman su marcha de regreso a su eterno morad, y es el momento del panteón visitar y una oración acompañada de sinceras lagrimas uno suele entregar. Al regresar a la casa en algunos lugares la ofrenda se tarda en levantar, pues muchos creen que las llamadas almas solitarias pueden llegar. Es decir todos aquellos a los cuales ningún familiar vivo les queda para una ofrenda poder colocar.

Esto es en breves palabras la tradición de día de muertos. En cada lugar donde se celebra en este país, tiene sus vertientes y particularidades, como en el área maya en donde incluso a los muertos de sus tumbas suelen sacar; en algunos lugares como en Michoacán las ofrendas junto con la fiesta se suelen llevar hasta la misma tumba. En fin lo más importante de toda esta tradición es el recordar con amor a todos aquellos que se tuvieron o tuvimos que adelantar. Regreso a mis memorias finalmente, a través de una frase que dije en un programa de televisión al que me invito mi querido amigo y cuñado el Dr. Carlos Vázquez Azuara… “En realidad no sé si los muertos realmente puedan regresar, me gustaría creer que sí. En caso de que asi sea; estoy seguro de que más que deliciosos manjares, fastuosos altares. Les gustaría ver que sus vivos siguen viviendo en paz, amor y felicidad y que a través de llevar vidas dignas, llenas de esfuerzo, honradez y lucha su memoria honran cada día.

Memorias

Bueno, ahora si como dice el dicho. …”A darle que es mole de olla”, lo prometido es deuda y es momento de narrar los hermosos recuerdos que tengo de esta hermosa temporada, tal vez la más mexicana de todas. Citarlos en orden cronológico sería casi imposible, ya que si bien la memoria de este humilde escritor no es tan mala, por ser en su inmensa mayoría recuerdos de mi infancia, sería complicado fecharlos.

Quiero comenzar trayendo mi primer recuerdo en general ligado a la muerte, y fue en un velorio; que a la usanza tradicional de aquellos tiempos fue celebrado en la casa del en ese momento occiso; juraría que dicho recuerdo es el del fallecimiento de mi abuela Matilde, desconozco si es real o reconstruido de cosas que escuche a hurtadillas. Pero es un recuerdo que creí oportuno citar porque lo asocio a la comida, situación ligada a esta temporada. Y es que los sabores y olores son potentes activadores de la memoria. Recuerdo haber estado en el cuarto que alguna vez fue de mi tía Elvia, y que posterior a un tiempo y desde que logré una memoria más precisa siempre ha estado lleno de triques. Recuerdo haber despertado de mi sueño, y haber percibido un aroma que me agrado mucho, la fusión de frutas multicolores, aromatizada por canela y flor de Jamaica convirtiéndose en un exquisito ponche de frutas, mi querida tía Elvia a quien siempre tendré en mi mente y mi corazón pues fue verdaderamente una segunda madre para mí; me llevo a la cocina. Recuerdo el sonar de múltiples voces repitiendo el tradicional “Rosario” que se cita en estos eventos, semejante al zumbar de abejas en un panal; la capilla ardiente en lo que alguna vez fue la sala de la casa de mis abuelos, rodeada de muebles y en el centro de todo ello el cofre fúnebre que resguardaba los restos de mi abuela.

Posterior a dicho evento, tal vez de cinco o seis años. Recuerdo a mi Tío Daniel, ayudado por mi abuelo, montando el tradicional altar de muertos, el cual colocaba sobre un escritorio en ese entonces no tan antiguo de madera. Lo recuerdo tejiendo el arco del altar, el cual tenía por pilares a los fuertes y resistentes carrizos que días después serian convertidos por las hábiles manos de don Daniel Álvarez Dessavre; en un sinfín de varillas que darían estructura a un gran numero de palomas y papalotes multicolores que tenían como destino surcar el cielo azul; empujados cual almas por los gélidos vientos del otoño. Los carrizos escondían su pálida monocromía enfundándose con forraje de ramas de tepejilote, palmas y la flor llamada por los aztecas cempaxúchitl o flor de veinte pétalos, mejor conocida por un servidor como flor de muerto, la cual imprimía vida al altar con su brillante color ámbar, y perfumaba el aire con su enervante aroma, el cual siempre he creído que es que lleva a las almas de los difuntos hasta su ofrenda. No por nada en muchas localidades se construyen caminos ya sea desde la entrada de la casa hasta el altar, e incluso algunas personas los ponen de guía desde la sepultura donde descansan los restos del difunto hasta la ofrenda montada en la casa. Dicha escena del montaje del altar se repitió por muchos años, hasta las fechas actuales en las que con tal vez menos ímpetu menguado por el paso de los años y por los recuerdos de los que ya no están, pero con todo el amor para honrar la memoria de sus muertos repite el tío Daniel en su casa. Recuerdo que por muchos años fueron dos los altares que montaba. Uno en la casa del abuelo Daniel y el otro en su casa. En relación a mi hogar; no recuerdo como tal que se formara un ofrenda, tal vez porque en la tierra de mi padre no se acostumbraba tanto, y mi madre sin el apoyo de su esposo no lo hacía. Si acaso en un pequeño altar oculto en una esquina del cuarto de mis padres, acompañado siempre por dos floreros, una biblia siempre abierta que guardaba polvo y telarañas, se cambiaban las flores de plástico por algunas de cempaxúchitl, se agregaba un vaso de agua y una veladora que lo alumbraba. Esto cambio en pocos años de la mano de mi crecimiento e interés en la tradición, tomando yo la iniciativa de montar el altar con los recursos que tuviese a la mano, los cuales ya fuera de manera paupérrima o exquisita dependiendo de la situación económica nunca me faltaron otorgados por mi madre; quien siempre se interesó por que la tradición viviese siempre a través de mí.

Quiero hacer un acotamiento en cuanto a la adquisición de los materiales para el altar; pues para un servidor la tradición la vivía desde el momento de ir a comprarlos. En mi infancia mi acompañante en esta misión siempre fue mi querida tía Elvia; para mis lectores futuros quiero orientarlos en quien era ella. Era la mama del tío Ramón, la cual siempre me quiso y tuvo por un hijo más. Esa mujer la cual no recuerdo que tuviese trabajo como tal; fuera de ayudar a mi mama o hacer algunos mandados para alguien más; era para mí una maga, la cual pocas veces le negaba a su sobrino algún dulce de jamoncillo, una máscara de plástico de terror, alguna calavera de azúcar o hasta un ataúd del mismo material en cual me mataba de la emoción al jalar el hilo que tenía en la parte inferior y asomaba cual real corpus mortuus, una calavera de sacarosa.

El sitio idóneo en mi infancia para hacerme de todo el material necesario para el montaje de “mi altar de Muertos” era la otrora tiempo llamada plazuela del carbón; mejor conocida por mis contemporáneos como “el Árbol”. En ese lugar, desde la calle de Abasolo pasando por, la plaza resguardada por el majestuoso fresno (alguna vez traído especialmente desde Inglaterra y plantado por ahí de 1880 por el extinto profesor xalapeño Agustín Blancas) y hasta el mercado Jauregui; se llenaba de comerciantes venidos de todos lados; ofertando todo el material necesario para la ofrenda: agridulces mandarinas, tejocotes, guayabas, manzanas, berenjenas, peras, racimos de plátanos de varios tipos, calabaza tanto de castilla como melón, piloncillo o panela; pan de muerto de un sinfín de orígenes como Naolinco, Xico, e inclusive hasta de Michoacán se podía encontrar; puestos con incienso e incensarios, copal, veladoras, dulces de jamoncillo en gran variedad de formas frutales, vegetales y animales. Y el producto que alguna vez dio nombre a la plaza conocida como el árbol, carbón vegetal listo para quemar el incienso y agregar otro aroma más al popurrí de esencias que es un altar de muertos. De la mano de la introducción paulatina de la tradición de nuestro vecino del norte, se encontraban mascaras de muerte, diablos, Freddy Krueger, Jason, o Michael Mayers. Brujas, Drácula, hombres lobos o momias no podían dejar de faltar. No cito en este momento el material para una parte trascendental del altar como lo son los tamales pues en esa época, poca o nula atención ponía en ellos.

La materia prima vegetal y frutal ya estaba en la casa, así como exquisitas piezas de pan de muerto; ya sea de manteca, agua, huevo o bicolores bizcochos. Sin embargo se me olvidaba citar una compra trascendental. Poli cromáticas hojas de papel china, las cuales siempre compraba en pares para tener simetría en mi altar; con colores que debían contrastar al momento de ser colocadas en la mesa de mi ofrenda. Sin embargo este liso y frágil papel china debía sufrir una gran trasformación en las manos de una maestra de las de la vieja escuela.  Aquí quiero hacer una pausa en este relato para presentarles a una figura central en mis recuerdos de días de muertos, principalmente en los de mi hermosa infancia. La Sra. Luz Montiel, “doña Luz” como siempre me réferi a ella. Efectivamente mis queridos lectores de la familia Montiel Álvarez, hago referencia a la matriarca de la familia Montiel, a la mama de su “abui” Rosa. Una viejecita hermosa y delgada, con pelo teñido de rubio o castaño claro mezclado con plateadas canas; con sus icónicos lentes, singular sonrisa y casi siempre con un cigarrillo en la mano. Ella era la encargada de transformar el papel de china en hermosa mantelería de papel picado con formas romboides, triangulares y florales; sin más molde que la imaginación y sus filosas tijeras. Otros papeles eran convertidos en guirnaldas que creaban un marco perfecto para nuestros altares. Cuán importante es ella en mis recuerdos, pues al elaborar su arte, me sentaba a su lado junto a su mama y tías para escuchar espeluznantes historias y leyendas que siempre nos contaba. Ayudante y guía de la “tía Rosa” para la elaboración de los exquisitos tamales ya sean de masa cernida o masa cocida, y en alguna ocasión la recuerdo ayudando al “tío Daniel” pelando pepitas y dándole forma  a casero dulce de pepita o jamoncillo. Viejecita hermosa de mil recuerdos que viven en mi memoria y se perpetuarán a través de estas sencillas líneas.

Bueno, ya con el papel picado por doña Luz, así como con todo lo adquirido con mi tía Elvia financiado por mi madre, me disponía a poner mi altar, alguna vez de un solo piso, en otras de tres, de cuatro, no guardaba una relación como tal con la mística sincrética de la temporada, simplemente de la mano de mis recursos y de mi imaginación.

Día de muertos para mí en la infancia no era solo el montaje del altar, sino también una oportunidad de manejar un sinfín de expresiones artísticas… recuerdo al lado de mi hermana y mis primas hacer concursos de dibujos de caracteres de día de muertos o Halloween; recuerdo estar en el comedor de la casa de mis tíos, dibujando calabazas, brujas, calaveras, murciélagos, tumbas y fantasmas, que siempre eran sometidos al juicio de nuestra maestra en arte de todos santos, la querida “doña Luz”. Recuerdo un año en el que estaba sentado en el escritorio que usaba mi abuelo Daniel para hacer sus papalotes; me encontraba haciendo mis dibujos con plumones multicolores a mi lado, recuerdo a mi abuelo entrando por la puerta blanca de metal, llevando como siempre su morral y su icónica gorra de cartero, se sentó a mi lado y me pregunto con intriga que hacía, al ver  que hacia dibujos de días de muerto, saco una hoja de su escritorio, tomo dos plumones de aceite; uno rojo y otro negro; y con gran agilidad narrando paso a paso lo que hacía dibujo con gran detalle la entrada del panteón palo verde. Con todo y su reja así como demás detalles, dicho dibujo lo conserve por muchos años hasta que termino perdido en el tiempo. Sin embargo el recuerdo de él sentado a mi lado buscando convivir conmigo me acompaña siempre en estas épocas. Cite que los aromas y sabores traen recuerdos, agrego a la música la cual puede evocarlos con igual certeza, y una canción que traslada a esa época era la entonada por el ídolo de mi abuelo y de todo México, Pedro infante, recuerdo por medio de las coplas del gavilán pollero estar en la sala de la casa de mi abuelo a su lado, ayudándolo a trabajar sus palomas observando con misticismo el altar de muertos montado en esa ocasión sobre una antigua consola.

Como mencione con anterioridad, parte esencial de estos días son las historias y leyendas de horror, ya sea las que han permanecido indemnes en la historia o algunas que han mutado sufriendo varias adaptaciones, como es la de la llorona. Citaré en este breviario de anécdotas dos que marcaron mi infancia, una parafraseada de la original y otra que le sucedió a su humilde servidor.

La primera habla de una pareja de esposos, en los cuales el señor era incrédulo e irrespetuoso de las tradiciones, en especial de la de día de muertos. De la cual no solo no respetaba si no que hacia escarnio de ella burlándose constantemente… un año su esposa le pidió un poco de dinero para poder poner una ofrenda en pos de la difunta madre de su esposo.  El cual, no solo se lo negó, sino que lo hizo con la tradicional sorna que acostumbraba. La mujer muy triste de no tener recurso para poder poner una ofrenda, espero a que su marido se fuera a la cantina; salió de su casa con dirección al monte; cosecho un puñado de quelites, improviso una veladora con un poco de aceite y un pabilo,  un vez dejándola prendida se dispuso a dormir. Su esposo después de unas cuantas copas, dejo la cantina e inicio el regreso a su casa la cual estaba muy cerca del campo santo. A medio camino y a la distancia vio una gran procesión de personas que caminaban con rumbo al panteón. Todas ellas portaban en sus manos grandes velas y exquisitos manjares. Alzo su mirada y vio saliendo de su casa una persona que se integró al final de la fila llevando únicamente en sus manos un plato de quelites y una pequeña veladora, entendió que esa anima con la ofrenda paupérrima era su madre, desde ese año le dio mucho dinero a su esposa para que pusiese la mejor de las ofrendas para su difunta madre y nunca más se burló de la tradición de Día de muertos.

La otra de ellas fue algo que me pasó un día de todos los santos. Mi madre por no sé qué razón tuvo que viajar a la ciudad de Nanchital, a ver a mi papá. No recuerdo exactamente por qué pero no me pudo llevar con ella. Solo a mi latosa hermana. Y decidió pedirles a mis tíos que me quedara con ellos. De primo me sentí muy triste porque no me pudo llevar junto a ellas, sin embargo me sentía feliz de poder pasar estas fiestas al lado de mis primas, en aquel entonces la casa de mis tios no era tan grande como lo es ahora. Por lo cual mis tíos determinaron que el mejor lugar para que yo pudiera dormir era en la pequeña sala comedor, en un icónico mueble de color verde con vestidura de peluche, el cual a decir verdad era muy cómodo; lo único malo es que estaba colocado junto al lugar donde mis tíos ponían el altar a los muertos… recuerdo que durante la elaboración del altar se la pasaban diciéndome que en la noche mi abuela Mati iba a venir a jalarme las patas, que me iban a visitar los muertos. Yo hacía parcialmente caso omiso a lo que me decían tratándome de hacer el macho o el fuerte, pero la verdad es que me estaba muriendo de miedo; no quería que llegara la noche. Sin embargo cuando más quieres que tarde en arribar algo más pronto llega. Era el momento de dormir; mis primas, tíos y doña luz marcharon a sus respectivos cuartos y yo me quede ahí  titiritando de miedo, evitando a como diera lugar voltear mi vista a donde estaba el altar, no quería ver el rostro de mi abuela. Poco a poco presa del cansancio me quede dormido, podría jurar que en algún momento de la noche o madrugada escuche voces que me hablaban y decían mi nombre, incluso a alguien que se sentaba a mi lado… lo más seguro fue que solo estaba sugestionado con todo lo que me habían dicho. Entre si “fueron peras o manzanas” fue una de las peores noches de mi vida.

Bueno basta de leyendas o cosas que me pasaron, terminemos las memorias de mis días de muertos con lo que se acostumbra hacer en el día 2 de noviembre, el verdaderamente llamado “día de los fieles difuntos”. Casi llegando las doce del día había que ir al panteón donde descansan los cuerpos de nuestros muertos, lo esperado en mi infancia era que fuese con mis papas, sin embargo mi madre siempre me dijo que a ella le hacía mucho daño ir al panteón. Me comentó que un día fue al campo santo con mis abuelos y regresó con un fuerte dolor de cabeza; mismo que no se le quitaba  por ningún método, la vieron doctores y nada, así que decidieron llevarla con la curandera o espiritista del barrio, la abuelita de mi gran amigo de la infancia, la Sra. Candelaria, doña Cande como siempre la llame; ella le dijo a mi mama que tenía un alma corta que atraía a los espíritus y que el dolor de cabeza era ocasionado por espíritus que trataban de entrar en ella. De hecho le dijo que serviría de espiritista; le tallo un huevo, la rameo y por razones que no tengo la menor idea, el dolor de cabeza se le quito. Realidad o sugestión no lo sé. Pero de que paso, paso y de ahí se tomaba mi mama para no ir al panteón.

Sin embargo mis tíos siempre me invitaban a ir con ellos a visitar a nuestros fieles difuntos. Destacando como siempre lo importante de la tradición, mi fé en que realmente teníamos que ir a orar a sus sepulturas para el buen regreso de su espiritu a su tumba y el descanso de su alma, además de llevar una ofrenda floral y darle mantenimiento a los sepulcros… la verdad era que se convertía en una fiesta para mí y mis prima. Me apena parcialmente decir lo siguiente, pero fruto de la inocencia y picardía de la niñez. Mi prima Naye y un servidor, nos convertimos en unos cacos de la muerte, ya que íbamos de tumba en tumba tomando ejemplares de las ofrendas florales para poder llevarlas a nuestros propios muertos, desde simples porciones de nubes, hasta bellas rosas ya fuesen en botón o en plenitud abiertas; blancas, amarillas o rojas; era divertido para nosotros hacer nuestra recaudación de flores siempre disculpándonos con los muertos de cada tumba.

En el panteón Xalapeño no era mucho el trabajo por hacer. Ya que nuestros muertos descansaban en criptas de material o de grafito; si acaso en alguna ocasión mi tío se animaba a buscar la sepultura de una viejecilla que fue adoptada y cuidada hasta su muerte por la caritativa Tía Inés, “doña” felicitas a la cual nunca se le puso un sepulcro per se, asi que hanbia que ubicar su nicho entre matorrales. Una vez encontrada, con azadón y pala le dábamos forma al entierro y lo cubríamos con flores… similar proeza teníamos que llevar a cabo en la visita al segundo panteón, me refiero a donde descansa la bisabuelita de mis primas; el panteón palo verde. Sin embargo al ser pariente consanguíneo, más énfasis poníamos en embellecer su eterna morada. Terminando la faena y habiendo elevado unas plegarias por su alma las cuales eran guiadas por doña Luz. Llegaba el momento de abordar la hermosa y bien cuidada Brasilia, la cual en su bello color plata surcaba las calles teniendo al tío Daniel al volante… llegaba la hora de la sorpresa, a donde nos iba a llevar el tío Daniel a comer el recalentado de los tamales. Seria a un parque, a algún prado, las opciones eran varias. Sin embargo hubo un año que permanecerá por siempre en mi memoria, aparentemente nos enfilábamos con dirección a las animas, de momento pensamos que iba a ser en algún lugar cercano a la finca de los Fernández; en alguna ocasión ya habíamos ido para allá. Sin embargo mi tío siguió manejando. El lencero era otra opción, también en algún año fue el lugar de nuestro pic nic de día de muertos. Pero la estela plateada de la Brasilia seguía surcando la carretera, ni cuenta nos dimos entre canción y canción entonada en la radio del carro del trascurrir del tiempo. Cuando con sorpresa comenzamos a ver luces de una ciudad desconocida, hasta ese momento por nosotros. La cual veíamos atónitos, después de un poco más de manejar apareció ante nuestra vista la inmensidad del mar, que reflejaba en sus aguas la oscuridad de la noche delineándose en la playa tonos blanquecinos formados por las olas. No podíamos creerlo, mi tío nos había llevado al puerto de Veracruz. nos llevó hasta la zona portuaria en donde se encontraba anclada, la famosa “mari galante”, un majestuoso e imponente velero que visitaba la ciudad de Veracruz y que daba la oportunidad a la gente de subir a ella y conocerla por dentro, de poder ser mecida por el ir y venir de las olas. Hasta ese momento la primera ocasión en que me subía a un barco en el mar. Muchos regalos nos había dió el tío Daniel tanto a sus hijas como a mí, pero tal vez nunca uno tan grande como esa bella e inesperada sorpresa. Del regreso a casa no me acuerdo; lo más seguro es que caímos muertos presa del cansancio, pero es un viaje y un día de muertos que nunca olvidare y siempre agradeceré a mi querido Tío Daniel.

Creo que la historia anterior es más que digna para poder cerrar este relato, sin embargo el 3 de noviembre era también muy importante para mí, ya que si bien no me esperaba un navío o la oportunidad de jugar en algún parque con mis primas. Si era un día muy especial pues lo pasaba junto a mi cartero favorito, junto a mi abuelo y papa Daniel. Era el día de ir a buscar los carrizos de las coronas entregadas el día antes en ofrenda a los difuntos. De recogerlos uno a uno, formarlos en rollos y bajar caminando por la avenida Xalapa y Orizaba al lado de mi viejito hermoso, ayudándolo a cargar sin importar el peso; de escuchar sus relatos y poder ver el amor y orgullo por su nieto en su mirada.

Estos son los bellos recuerdos de día de muertos, ellos siempre estuvieron en mi mente cuando estuve en vida y se volverán eternos a través de esta pequeña pero bella semblanza. Iki, Dan, Mathi, Dani, Emilio, es un regalo para ustedes de quien en vida los quiso mucho su padre y tío Erik Roman. Guarden sus tradiciones, por que guardarlas es resguardar el amor por su familia, siempre ténganos en su mente y corazón aunque nuestros cuerpos ya no estén en esta tierra, la posibilidad de regresar a ella en día de muertos siempre estara abierta.

 

 

Xalapa Veracruz a 1ro de noviembre del 2019

Noche de perros


Manuel Gámez Fernández

Fuera del cuarto la luna y los perros que aúllan infatigables, los techos de teja enmohecida y húmeda, la luz amarillenta de las luminarias como estirando el paisaje, envolviéndolo todo, las calles asfaltadas, los automóviles estacionados en filas por la noche, los pasos de las botas, los toquidos, mi puerta en la azotea del edificio México, abro después de pensar quien podrá ser a estas horas de la noche, las doce y media, hace mucho que sonó el reloj del palacio

¡Quiubo!

entra Víctor atropellado, la atmósfera del cuarto se vuelve fresca, sonríe misterioso, palabras secretas, me incomoda recibirlo, anda sucio, perdido, después de haber sido el mejor alumno durante dos años en la Facultad, luego decayó. tomó ácidos, anfetaminas, hongos, peyote, coca, tronó con los excesos, los perros aúllan con sonidos elásticos, la música del FM se agita en mis oídos

¿qué te haces brother?

las palabras que evocan una respuesta inconclusa, reptante, amodorrada en el interior del pensamiento: ¿Qué quieres?, me incomoda recibirte, no te entiendo, estás medio loco y te crees un sabelotodo; un cigarro, sin hablar, tomándose su tiempo, los libros sucios y ajados bajo el brazo, la ropa prestada y nunca devuelta, espero, la guitarra colgada en la pared

¿me la prestas?

tómala, indiferente, deseando que no quiera llevársela, no porque la estoy ocupando, otro día, nunca, mañana la llevas al empeño, pone los libros sobre la cama, me mira, sonríe idiota, luego observa el instrumento, ceremonia, se frota las manos, busca algo en sus bolillos, movimiento circular desde la bolsa derecha del pantalón hasta el extremo de la mano en que se agita colgando un esqueleto de yeso y alambre, balanceo,

te lo regalo, es la muerte

gracias, de espaldas, sonrisa gutural apenas perceptible que se confunde con los aullidos, descuelga la guitarra, observo el muñeco de fabricación casera, rústico, sin arte, se balancea sostenido por un hilo que se anuda en su cuello, pienso en la luna, ¿hace frio afuera?

hay miles de perros

los aullidos, ¿tendrá miedo?, ¿porqué vino?, ¿entiende lo que le digo?, la vez anterior que lo vi en una calle estaba sentado en la banqueta, ¿quiubo?. Los autos pasando, ¿Qué haces aquí?,  la gente pasando, casi atropellándonos, indiferente, él perdido al ras del pavimento, ¿qué haces Víctor?, mudo, viajando hacia adentro, en lo que no se ve, pero escuchando, viendo, percibiendo, consciente de su idiotez

 ¿Cuántas llantas crees que han pasado por aquí?

No se contestar, su pregunta me pone alerta, es su mundo, un mundo que yo no comprendo “¿cien?

No

“¿mil?”

No, chin ya perdí la cuenta

¿reír?, lo dice en serio, se preocupa, es su mundo, y ahora los gestos, la concentración del artista, la preocupación del momento, o descubrir un objeto olvidado que se transforma en algo bello y delicado, digno de acariciarse, sol, fa, re mí, sol, suave, casi imperceptible, solo con las yemas de los dedos, sonríe, los aullidos afuera, el temblor de sus piernas, ligero al principio, después violento, sumamente concentrado, mirando sus dedos recorrer el diapasón, intentando, inventando posiciones, los aullidos, la luna, sus piernas agitadas, la frente arrugada, el canto animalizado

 dun dun dun dan

música interior, tal vez una sinfonía completa que intenta reproducir, los ojos fijos, las piernas ingobernables, el sudor que comienza a brotar, resbalar, humedecer

dun,dun,dun, dun, dan

¡Victor! La palabra pesada, se derrumba, se pierde

Dun, dun, dun, dan

Las piernas, el temblor, los ojos fijos, Víctor ingobernable, temblando, los aullidos,

Dudn, dun, dun dun dan

Suplicante, imparable, temblando todo su cuerpo, enérgico, los aullidos ¡Víctor! Ojos perdidos, latidos violentos, carcajadas, babeando, ¡está loco! Los aullidos, temblando su cuerpo, se levanta y camina hasta la puerta, sale a tropezones, imitando a los perros

¡uuuuuuuu! ¡uuuuuu!

 

En la orilla del precipicio, Víctor echado como un perro que ladra a la luna, transfigurado en animal, aullando, colmillos babeantes, una pelambre incipiente.

La impresión es tremenda, huyo hacia mi cuarto, me golpeo en la puerta, un remolino, cayendo hacia el olvido, la luna diluyéndose, olor a perro, fuera de la realidad, despierto con la luz del día, escucho voces agudas de mis vecinas de cuarto, la guitarra no está, letrero en la pared

me la llevé prestada

Observo sangre en el piso. Escucho por la ventana

¡mataron mi perrito!

Me asomo y veo al perro tirado a mitad de la azotea, las vecinas comentan quien habrá sido

Rápidamente limpio las gotas de sangre

Tocan a mi puerta, no yo no escuché nada, los perros ladraban exagerados, había luna llena

Dijeron que había sido el chupacabras, tenía unos colmillos clavados en el cuello y desgarrado todo el estómago

Cerré mi puerta y descubrí colgado en la puerta del baño, aún balanceándose, la muerte de yeso y alambre, el regalo de Víctor.

 

 

 

 

 

Irreversible


Carlos González Guzmán

Los disparos se oyeron entre los ruidos habituales de los motores de coches y camiones, su sonido penetró en el cerebro del comandante García, eran las 10:40 de la noche.

En una fracción de segundo, sin pensar volteó a ver el bote de basura, arrojó el vaso desechable de café caliente que acababa de pedir y corrió a los sanitarios situados enfrente de la caseta de pago. Al cruzar la autopista Zacatecas – Saltillo perdió momentos valiosos.

Los disparos habían salido de los baños, el de hombres estaba vacío con las puertas semiabiertas y sus luces encendidas. El de mujeres tenía la puerta cerrada y estaba en penumbras, encendió las luces y al entrar vio a Enríquez. Estaba tirado boca abajo en el piso, tenía una mancha de sangre en el pecho que casi llegaba al cuello de su camisa blanca. Su rostro reflejaba dolor y desesperación por el esfuerzo de arrastrarse lentamente hacia la salida.

García se inclinó hacia su amigo, dándose cuenta de la gravedad de la herida y sin pretender buscar al asesino le preguntó de manera apremiante ¿Quién fue Alberto, dime quién fue? ¿Qué sucedió?

Sus manos se aferraron a García y abriendo los ojos desesperadamente, entre sonidos casi inaudibles, le dijo… tráiler…  YCG 53 19… trae de Estados Unidos… irreversible… la organización… pero no alcanzó a decir más, su cuerpo convulsionó, sus dedos se enterraron en el brazo del Comandante, su boca se llenó de sangre y murió al momento de arrojar un borbotón al piso, quedando con los ojos abiertos.

La guardia militar había acudido el escuchar las detonaciones. Cuando entraron al baño el Comandante les mostró su identificación policial, y mientras un soldado trataba inútilmente de ayudar a García, otros tres salieron rápidamente empuñando sus armas, se dispersaron en semicírculo y se adentraron en esa oscuridad de la noche que solo permite correr en el campo por instinto.

Uno de los soldados avanzaba casi paralelamente a la carretera, el rugido de un motor saliendo de entre unos árboles y el rechinar de las llantas al tomar el asfalto sin encender las luces, hizo que disparara como a 500 metros de distancia, sin poder detener al vehículo que rápidamente se alejaba rumbo a Zacatecas.

II

Enríquez, el policía más experimentado y viejo amigo del Comandante, dentro de la policía del Estado de Zacatecas, había desaparecido hacía un par de meses para investigar una pista de contrabando en la frontera norte.

La información que tenían era escasa, sospechaban que el contrabando entraba por Laredo o Mc Allen y vía Saltillo llegaba hasta Zacatecas, podía ser cualquier enervante, alguien les había filtrado que era una sustancia muy peligrosa para la salud, pero hasta ahí, el soplón apareció muerto unos días después, atropellado en la carretera de La Escondida, cerca de San Felipe Nuevo Mercurio. No había más pistas.

Después de no comunicarse a la comandancia durante 15 días, Enríquez le había telefoneado a García a su casa únicamente para decirle que, al día siguiente, 9 de marzo a las once de la noche, se verían en la caseta de la autopista Saltillo – Zacatecas a la altura de Concepción del Oro, que fuera solo porque lo habían estado siguiendo. Le tenía información y necesitaba que le ayudara con datos que él no lograba entender, se trataba de un caso muy complejo.

García estaba ahí desde las 10.20 de la noche y sin saber en que forma llegaría su amigo y subalterno, pedía otro café cuando escuchó los disparos.

Ahora entendía porque Enríquez se había escondido en ese baño, tal vez esperaba que dieran las once para salir, la organización que había mencionado lo perseguía para matarlo.

III

Para el Comandante fue relativamente fácil y rápido averiguar que esa placa pertenecía a una línea transportista de tráileres de la compañía transnacional “Empresa Minera Rosycler S.A.” con casa matriz en Houston Texas. Desde 1975 se había establecido cerca de Nuevo Mercurio, municipio de Mazapil. La materia prima para la fabricación de sus productos la traían desde Estados Unidos a su fábrica en Zacatecas.

IV

Después de algunas dificultades, García logró convencer al Secretario de Gobierno sobre la importancia del caso. Le explicó los últimos acontecimientos, la muerte del soplón, el asesinato de Enríquez, y la información de este último, destacando la veracidad de los datos de la placa con los vehículos de esa empresa. Le aseguró que sólo se trataría de una visita y no perturbaría a los extranjeros que habían invertido en el municipio, beneficiando con dólares al Estado.

Después de meditarlo y sin estar muy convencido, éste aceptó. La visita se hará bajo su exclusiva responsabilidad García, le había dicho en tono amenazador mientras lo señalaba con el dedo índice. 

A las 5 de la tarde se presentó en las oficinas de la empresa, acompañado de dos de sus mejores agentes. Al personal administrativo le sorprendió ver a la policía en la entrada de la fábrica.

Al entrar, el comandante se dio cuenta que no tenían bitácora de registro de visitantes. A los tres se les permitió la entrada una vez que el jefe le mostró al vigilante su identificación oficial como Comandante de la Policía de Zacatecas.

Después de hacerlos esperar casi media hora, afuera de una oficina pequeña los llevaron hasta donde estaba el Gerente y su hijo a cuyo nombre estaba registrada la compañía, un tal John Nugent acompañado de su hijo Clarence William Nugent.

Éste los recibió extrañado mencionando despectivamente, como excusa por la tardanza, que estaba muy ocupado, agregando después que no acostumbraban a recibir visitas, y menos de la policía.

Era un tipo como de 1.90 de estatura, flaco y de piel seca, usaba lentes de arillo y llevaba un cigarrillo a medio consumir en la comisura de los labios. Su hijo, un tipo un poco más alto era aún más delgado que el viejo, usaba un viejo sombrero texano amarillento por el polvo y el sol, su vestimenta sucia y polvorienta lo hacía ver como si estuviera enfermo y debilucho.

García después de mencionar que era solo una visita de rutina, pidió ver la documentación de la empresa y los vehículos de transporte de materia prima. El gringo le preguntó sin mirarlo a la cara, al tiempo que apagaba su cigarrillo en un cenicero repleto de colillas, el porqué de su visita y mirando después a su reloj de pulsera agregó, venga otro día ya casi es la hora de salida.

Acto seguido tomó un viejo sombrero de pelo de un perchero que estaba junto a su escritorio y se dirigió a la puerta de salida. Abrió la puerta y gritó a uno de sus trabajadores; que acompañen a estos hombres a la salida de la fábrica, ya se van.

En ese momento el Comandante García le espetó en voz alta; su empresa está bajo sospecha de contrabando de estupefacientes, ¿quiere que le traiga una orden oficial de cateo o de inspección? ¿o prefiere que venga con la prensa y una orden de clausura?

IV

Con toda la rabia que sentía, reflejado en su rostro y en el tono de su voz, García tuvo que pedir disculpas al Señor Nugent y a su hijo por hacerles esperar hasta las 8.30 de la noche. Aún así, lo dijo sin querer reconocer su equivocación, sin aceptar su error y sin ofrecer disculpas por todo el lío que había provocado.

Él y sus hombres habían recorrido los patios de materia prima e inspeccionado las distintas bodegas con que contaba la empresa. Tardaron más de dos horas en revisar y prácticamente subirse a algunos de los diversos montículos del material que se acumulaba en los extensos terrenos que se perdían a la simple vista.

La revisión posterior de camiones de volteo y tráilers no le arrojó nada sospechoso. Todos los vehículos estaban estacionados, de manera ordenada en un área delimitada por una cerca de alambre.      

Cansados y sudorosos terminaron su revisión ocular y regresaron a la oficina del Gerente.

 

Él propio García se había encargado personalmente de revisar meticulosamente los papeles de exportación del material, autorizados por la aduana de los Estados Unidos, y los de recibo firmados por parte de la aduana mexicana.

Los permisos, las fechas y los sellos de autorización y revisión de los dos Laredos estaban en orden, los tres años de operación, 75-79 estaban correctos en papelería sellada y firmada.

Todo en orden- dijo entre dientes- y sin ver al rostro del gerente.

Nugent desde su escritorio, sin inmutarse, había escuchado a García en silencio, observándolo de reojo y cavilando que contestarle.

Esperó hasta que estaban a punto de partir, y con una sonrisa socarrona que hizo que el humo de su cigarrillo se moviera ligeramente por su mejilla, les dijo elevando la voz y arrastrando la rrr con mayor énfasis, ¿ya terrminarron señorres? ¿Estoy detenido? ¿Hay alguna acusación hacia mi emprrresa? ¿encontrrarron los estupefacientes? ¿cocaína, marriguana?... o de lo contrario pedirré a la embajada de mi país que se me de una disculpa por parrrte de ustedes…    

Nadie contestó, García se acomodó su sombrero por hacer cualquier movimiento y sin mirar a Nugent se dio la media vuelta seguido por sus hombres, para dirigirse a la puerta de salida. 

Mr. Nugent gritó en tono muy serio y a la vez en forma sarcástica, mientras limpiaba sus lentes transparentes con un pañuelo amarillento:

No se prreocupe Sr. García, está usted en su derecho de investigarr todo lo que desee en su país… perrro por favorr, sea un poco más inteligente la prróxima vez que trrate de averriguarr la cerrteza de sus conjeturas, o como dicen ustedes aquí en México… “sus corrazonadas”, rrecuerde que la intuición es una carracterrística femenina. En mi país la policía actúa de otrra manerra y por eso goza de muy buen prrestigio… perrro en fin… algunos son aprrendices en su oficio… buenas noches… Míster Garrcía… esperro no volverr a verrlo…

Casi lo había echado de una patada con todo y sus credenciales, sus ayudantes, y sus armas.

Seguramente el periódico local se encargaría del resto al día siguiente por órdenes del maldito Gerente, y lo más probable sería que el Gobernador del Estado también reaccionaría contra sus Superiores, al enterarse de este tipo de situaciones contra compañías extranjeras…

Ahora sólo le quedaba llegar a las oficinas y reconocer que después de haber recorrido gran parte de los terrenos; haber examinado la documentación de transporte de materia prima, y revisado minuciosamente varios vehículos hasta desforrar y desarmar posibles escondites ocultos, principalmente en uno de los que iban llegando en esos momentos, la compañía estaba en orden, y no había encontrado absolutamente nada que no fuera el material que traían a granel a Zacatecas.

El Comandante sabía qué si sus superiores eran molestados a través de algún periodicazo, a él le esperaba una enérgica llamada de atención por tratarse de un asunto vinculado al extranjero, podía incluso perder el empleo.

El camino de regreso se le hizo largo, tedioso y cansado.

La empresa estaba situada a 220 kilómetros de la ciudad de Zacatecas y durante el recorrido volvió a ver el rostro de su amigo Alberto que, aferrándose a sus brazos, con la mirada le decía todo aquello que ya nunca escucharía.

Esto sirvió para desconcertar aún más al Comandante pues con todo lo que había sucedido horas antes y lo que pudiese venir al día siguiente, estaba seguro de que algo había faltado… de que había un detalle que no sabía o que no alcanzaba a comprender…

Ya en casa no pudo conciliar el sueño, algo le revoloteaba en la cabeza, pero no sabía que, solo la intuición le decía que algo estaba oculto.

V

Eran como las seis de la mañana, la madrugada estaba fría y el Comandante llevaba ya un buen rato esperando. García estaba parapetado atrás de unas rocas en una elevación como de 5 metros de altura, ubicada al lado del camino vecinal que se desprendía de la carretera y llevaba a Rosycler.  Esta posición le permitía dominar la carretera y la desviación a la fábrica.

No tardó mucho en vislumbrar una nube de polvo en el camino de terracería que venía de San Felipe Nuevo Mercurio con rumbo a Rosycler.

El tráiler se acercaba lentamente, no podía distinguir el número en la placa, pero lo vio pintado sobre la lámina del compartimiento de carga. El color negro de los signos YCG 53 19 se destacaba en el costado del enorme vagón blanco que transportaba su secreto. Sus características eran similares a los tráilers que había encontrado estacionados el día anterior en su fallida visita.

El conductor no se notaba por el polvo que las ruedas levantaban y lo sucio del parabrisas, el polvo y la tierra ensuciaban el color rojo brillante de la cabina. El vehículo semejaba un gigantesco gusano blanco de cabeza roja que se arrastraba entre piedras y polvo con su carga mortífera.

Todavía tardaría unos minutos en pasar por ese tajo hecho al final de la falda de la pequeña colina a la que García había subido. Desde ese punto y dominando parte del paisaje, el Comandante recordó nuevamente que, durante su visita a la fábrica, ese tráiler no estaba, y los números coincidían con los datos que le había dicho Enríquez, lo más probable era que el contrabando lo llevaran ahí.

Sabía todo lo que estaba en juego en ese momento y sin pensarlo más, como en un acto reflejo, el rostro de su amigo apareció en su mente y con una fuerza nacida en ese instante, utilizó toda su energía y su coraje hasta lograr empujar una roca, para que ésta arrastrara a otras que rodaron estruendosamente cayendo sobre el camino y levantando una nube de polvo que no permitía ver la magnitud del derrumbe.

El conductor viró hacia la orilla opuesta al derrumbe, esquivando la mayor parte de las rocas, pero sin poder evitar que una llanta delantera se metiera a la cuneta y el tráiler se volcara a un lado, levantando una gran polvareda al reventar su carga, quedando acostado; como si el gusano blanco desparramara sus entrañas rugiendo sordamente al sentirse herido de muerte.

Después de que todo quedara en silencio y el polvo se despejara un poco, García pudo ver que el conductor lograba salir de la cabina y se arrastraba desesperadamente. El comandante bajó rápidamente rodeando por una pequeña vereda y a unos cuantos metros del vehículo lo encontró muerto, boca abajo, como había quedado en su intento de huir.

Tenía un sobre amarillo en su mano izquierda y en la derecha empuñaba una pistola. Lo volteó para registrarlo, pero al ver su pecho hundido, con las cotillas rotas, desistió de su intento. Recogió el sobre, corrió hacia la cabina y se asomó por el parabrisas ya sin vidrio, no había nada anormal. La materia prima de la caja de carga se había desparramado casi toda y no contenía ni guardaba nada… ni cajas, ni bolsas de plástico, ni compartimentos especiales… nada, solo la tierra como queriendo salir también de su prisión.

La maldita situación que se le presentaba no aclaraba nada.

Después de llegar hasta su automóvil, sin dar tiempo a que alguien llegara atraído por el estruendo, el Comandante García abrió el sobre y lo único que éste contenía eran dos hojas de papel en blanco perfectamente pegadas, una contra la otra, de manera tal que le fue imposible despegarlas

Rumbo a Zacatecas el camino se le hacía más largo. Los rayos del sol dándole de frente, lo obligaron a bajar el toldo para cubrirle de sombra la mitad del rostro… tenía que descubrir rápidamente la forma de separar las hojas para saber su contenido… de no resolver este problema estaba perdido… de no encontrar nada escrito en las hojas también…

La volcadura del tráiler, la muerte del conductor, su desaparición de las oficinas esa mañana, sería fácil pensó, atar cabos y llegar hasta él.

Estaba metido en un callejón sin salida y la única solución era averiguar el contenido de esas malditas hojas… era mejor hacerse a la idea de que ahí estaba la clave del contrabando y separarlas lo más pronto posible.

Al llegar a Zacatecas se dirigió a un laboratorio de análisis clínicos y explicó todo al QFB que lo atendió.

Después de pensar en la aplicación de diferentes líquidos y mezclas decidieron cortar un pedacito del papel. Midieron un centímetro de ancho a lo largo de la orilla inferior de la hoja y la tira obtenida la dividieron en pedacitos de un centímetro cuadrado.

Utilizaron primero agua destilada, sumergiendo el cuadrito y dejándolo unos minutos en reposo en un vaso de precipitados, lo sacaron con unas pinzas y lo frotaron suavemente con los dedos, el papel se deshizo poco a poco, por el agua y la ligera fricción… posteriormente emplearon una solución alcalina y otra ligeramente ácida con los mismos resultados.

La textura del papel tampoco resistió ni el alcohol ni la acetona, ni la gasolina blanca… tal vez se trataba de un líquido especial que sólo ellos conocían o algún proceso para lograr que el mismo pegamento diera consistencia al papel, anulando su efecto por acción del calor a determinada temperatura o posiblemente se tenía que agregar una mezcla y evaporarla en estufa para separar las hojas fácilmente.

El laboratorista dijo que encontrar la respuesta le podía tomar varios días y ocupar más material en las pruebas.

La única ventaja que veía era que la posible mezcla debía estar hecha a base de alcohol porque la muestra tratada con alcohol puro había permitido que el papel primero se viera brilloso y un poco como el papel cebolla y luego se deshiciera. Tal vez una combinación de alcohol con agua o algún otro líquido con alcohol y después un poco de calor en la estufa de secado podría resultar; era como humedecer las hojas y someterlas al calor para tostarlas un poco…

García agradeció sus ideas al laboratorista y después de que éste no quiso recibir ningún pago, mencionando que en realidad no había hecho nada, se despidió del Comandante diciéndole que le gustaría saber como resolvería ese problema, evidentemente le había despertado una gran curiosidad…

Antes de despedirse del laboratorista pidió hacer una llamada, el Comandante telefoneó a su esposa para decirle que tenía que salir urgentemente de la ciudad y posiblemente regresaría al día siguiente, por si alguien lo trataba de localizar.

Después de dar vueltas por las orillas de la ciudad, se dirigió a un hotel barato, alejado del centro y ahí se encerró para pensar en el nudo ciego en el que se encontraba.

Nadie lo buscaría en un sitio así, lo que le daba tiempo de pensar.

Sabía que tenía que separar las hojas para poder leer su contenido o lo que contuvieran, posiblemente habría que descifrar algún dato encriptado…

Estaba sólo, no tenía a quién recurrir.

VI

Miró su reloj de pulsera, faltaban diez minutos para las seis de la tarde, aún no tenía alguna idea clara y la cabeza le dolía.

A pesar de la hora no tenía hambre, y la cajetilla de Delicados estaba vacía.

En el cenicero del buró junto a la cama de la habitación, aplastó el último cigarrillo. Se amontonaban ya las colillas.

Llamó a una recamarera y le pidió que le comprara dos cajetillas de cigarros, unas tortas, un frasquito de Nescafé, un litro de leche y le proporcionara agua bien caliente. Mencionó que no quería salir argumentando sentirse resfriado y con dolor de cabeza por el viaje tan largo que había realizado manejando toda la noche. La chica no mencionó nada, tomo el dinero y salió en busca de lo requerido.

Una media hora después García escuchó que tocaban a la puerta de la habitación, abrió y recibió lo que había pedido. Dio una espléndida propina a la camarera y ésta desapareció después de agradecer con una sonrisa y darle las gracias.   

Era mejor no salir para nada.

Sabía que lo buscarían en las oficinas de policía o lo llamarían a su casa, posiblemente por alguna queja del Gerente y eso significaba problemas.

Mientras comía las tortas se le ocurrió intentar la separación de las hojas con el agua caliente y con el vapor del recipiente que la contenía, pero todo había resultado inútil. El vapor reblandeció tanto el pedacito de papel que también lo deshizo cuando intentó separarlo.

Como a las tres de la mañana, aún persistía el dolor de cabeza, el cenicero estaba nuevamente repleto de colillas blancas, el café que había preparado casi se había terminado, la leche estaba intacta y de las tortas solo quedaba la bolsita de papel y las servilletas donde venían envueltas las tortas, todas llenas de grasa relumbrando como papel cebolla, estiró la mano para tomar el último sorbo de café y sus dedos quedaron a escasos centímetros de la taza mientras sus ojos seguían viendo las servilletas grasientas y brillosas.

Algo le recorrió todo el cuerpo y soltando una risita apagada, mostró sus dientes blancos bajo el bigote que cubría completamente su labio superior, al mismo tiempo que tomaba por una punta la servilleta más cercana y levantándola contempló, sonriendo, su brillo transparente como de papel cebolla…

Con el puño de la mano derecha se dio un golpe en la frente. El dolor de cabeza pareció desaparecer como por arte de magia…

Embarró las hojas con la grasa de las servilletas y al momento de impregnarse de grasa, el papel se transparentó completamente. En el centro de las hojas aparecieron unas letras negras…

Nugent:

Reanudamos envíos de residuos de PCB. Se nos está acumulando en los patios y la EPA nos exige eliminarlos en noventa días a partir de esta fecha.

Volverán a inspeccionarnos y han amenazado con clausurar la fábrica por los problemas de contaminación ambiental.

Soborne a la gente con lo que sea necesario, compre a la prensa a cualquier precio y trate de acallar al policía por todos los medios, si es necesario elimínelo.

Triplicaremos el número de envíos en las próximas diez semanas.

No quiero fallas.

S. Z. N.

VII

A las diez de la mañana, el Secretario particular abrió una puerta y el Sr. Gobernador se levantó de su escritorio para saludar al Jefe de la Policía del Estado y al Comandante García, los tres se dirigieron a una salita de color verde musgo, mientras el particular cerraba la puerta y los dejaba solos.

El Gobernador leyó detenidamente la hoja del informe ejecutivo, después escuchó el relato haciendo preguntas directas al Comandante para conocer algunos detalles.

Una vez comprendido el asunto tocó un timbre que estaba a su lado, su Secretario particular entró nuevamente a la salita y el gobernador dijo, mientras le entrega el informe en mano. Lea esto, que venga el Dr. Álvarez, explíquele de que se trata y dígale que traiga la información que tenga sobre este asunto, incluyendo todo lo referente a esta empresa.

Veinte minutos después, el jefe de los Servicios Coordinados de salud Pública en el Estado, Dr. José Manuel Álvarez entró a la salita, fue presentado por el particular y escuchó atentamente los datos más importantes del caso de labios del Gobernador, después comenzó diciendo:

Señor Gobernador, señores; he traído conmigo el expediente donde están los papeles de tramitación de permisos oficiales de esta empresa ante Salubridad

Se trata de una compañía transnacional denominada “Empresa Minera Rosycler S.A.” su casa matriz está en Houston Texas. Se estableció en 1975 cerca de Nuevo Mercurio, en el municipio de Mazapil. La materia prima para la fabricación de sus productos la traen de Estados Unidos.

Curiosamente, la empresa inició actividades hace aproximadamente cinco años y no han tramitado su licencia sanitaria…no sabemos que giro comercial manejan. Sin embargo, presentaron una solicitud para transportar su materia prima, consistente en residuos industriales especiales como Diesel, cloro, bifenilos policlorados, jales, cenizas, catalizadoras de mercurio, desechos sólidos y sustancias corrosivas en tráilers de 55 toneladas de arrastre, propiedad de la empresa, especificando que querían realizar de 10 a 15 viajes por semana.

El Dr. Álvarez hizo una pausa, sacó una tarjetita de su portafolios y continuó;

Un cálculo conservador arroja la cantidad de 164,800 toneladas de residuos tóxicos, no regulados en México, ahora depositados en los terrenos de Rosycler.

La EPA, es decir, la agencia encargada de controlar la contaminación en los Estados Unidos publicó un documento con las características y efectos de los residuos de PBC.

Esta clase de compuestos orgánicos sintéticos puede traducirse como Bifenilos Policlorados y son unos aceites minerales utilizados principalmente en intercambiadores de calor y en los transformadores eléctricos.

Los residuos son altamente resistentes a la degradación térmica y la propia EPA estableció en 1976 una concentración máxima permisible de una millonésima de miligramo por litro de agua con vida acuática o para consumo humano.

No entiendo, dijo el gobernador.

Le explicaré señor, permítame darle un ejemplo; una gota de PCB contamina o envenena aproximadamente cinco mil litros de agua, o 25,000 tazas de café como la que usted está tomando en estos momentos.

El rostro del gobernador, del comandante García y el de su jefe quedaron boquiabiertos, miraron a sus respectivas tazas de café, y el gobernador exclamó.

¿Una gota de este aceite? ¿Quiere usted decir que 40 gotas de esta porquería serían suficientes para matar a toda la población de Zacatecas, si cada habitante tomara una taza de café?

Serían suficientes para que la población estuviera en riesgo de contraer cáncer.   

Déjeme agregar que, por otra parte, señor Gobernador, las partículas son tan pequeñas que por contacto penetran al cuerpo por los poros de la piel y se acumulan en el organismo pudiendo ser mutagénicas y resultar carcinógenas a largo plazo.

Su efecto es irreversible y prácticamente son indestructibles, es decir, no son biodegradables y pueden permanecer inalterables cincuenta o cien años, tal vez más, si han sido depositadas en suelo, en capas de un metro de profundidad.

En nuestro caso, Sr Gobernador pueden estar afectadas alrededor de 16 hectáreas; estaríamos hablando de una superficie cuadrada de 400 metros por lado. Esto sería suficiente para… 

El Gobernador no escuchó más, tocó el timbre y dijo a su Secretario:

Hablaré con el Sr. Presidente…    

 

Carlos González Guzmán

Chamilpa, Mor. Diciembre 2018


Corolario.

El Sol de Zacatecas

1980.- Se identifica en terrenos de la Mina Rosycler S.A., la presencia, a cielo abierto, de PCB´s.

Se recolectan 80 tambos vacíos y 750 metros cúbicos de tierra con aceite, en 3 has.

Se cercaron dos mil metros lineales con alambre de púas. Se clausuraron nueve tiros de mina.

Durante una inspección oficial, el encargado declaró que; los líquidos y los tambos con PCB´s fueron importados de los EEUU. Los líquidos fueron descargados a la intemperie y los tambos vendidos a los habitantes de la comunidad para depósito de agua potable.

1981.- A Clarence William Nugent se le denuncia y se le sigue proceso judicial ante la PGR en México, D. F, por parte de la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente, por la introducción ilegal de estos residuos y por el delito de contrabando.

1983.- El 18 de marzo se dictó sentencia absolutoria a favor de Clarence Nugent, al no existir jurisdicción ambiental sobre el caso. 

2006.- La Universidad Autónoma de S.L.P, concluyó en un estudio; que en el sitió aún existía contaminación por bifenilos, clasificándose como sitio crítico del Estado de Zacatecas.

2014.- En La Jornada, el artículo "El pueblo fantasma de Nuevo Mercurio y la minería insostenible" explica que "hay pocas tiendas, un pequeño hospital y una telesecundaria; múltiples casas destruidas y abandonadas; no hay señal de televisión ni de teléfono (menos Internet).

Entre 1940 y 1970 (su auge ficticio) San Felipe llegó a tener 10,000 habitantes. Ahora, padecen entre otras cosas, el agotamiento de los recursos hídricos, la falta empleo, de servicios públicos, así como problemas de salud relacionados con vías respiratorias, presión arterial alta y diabetes. 
La historia de San Felipe de Nuevo Mercurio fue la misma que aconteció en los Municipios de; Noria de Ángeles, Concha del Oro y Vetagrande, es decir, primero el auge, la derrama económica ficticia y luego, cuando la riqueza del lugar es extraída, a los zacatecanos nos dejan múltiples problemas que nadie quiere resolver."

2018.- San Felipe Nuevo Mercurio (El Nuevo) cuenta con 305 habitantes, 161 hombres y 144 mujeres.

Otros datos. - Fox otorgó 2,156 concesiones, Calderón 6,102, Peña Nieto 1,808 hasta junio 2015.

Actualmente de 290 mineras en México, 211 son de Canadá.

Las mineras nacionales y extranjeras operan una extensión de 22 millones de hectáreas.

Hasta julio 2016, existían en México 25 mil 178 títulos de concesiones mineras. La concesión es otorgada hasta por un siglo.

¿No entendemos?, ¿Estarán ocurriendo situaciones similares a Nuevo Mercurio?