jueves, 11 de junio de 2020

Lazos y nudos



Rosalinda Castro Guzmán

Hoy me encontré con mi evasiva hermana, la vi cansada a pesar del esmero evidente que le puso al arreglo de su cabello y su elegante vestimenta de un color alegre con pequeñas flores de loto, alcance a oler el perfume que utiliza desde siempre, creo que un Chanel No. 5. Tenía meses que la invitaba a planear un paseo para convivir y divertirnos como lo hacíamos cuando éramos tan pequeñas, en la casa familiar donde teníamos un patio amplio, con características excelentes para jugar a escondernos, brincar la cuerda, torneos de béisbol con nuestras reglas y nuestro estilo, entre otros. También podíamos estar en segundos en montañas agrestes y elevadas para luego desarrollar historias entrelazadas en desiertos, playas, ciudades cosmopolitas que alegremente las creábamos, lo único que necesitábamos era la imaginación y la participación de los 6 hermanos.

Ya siendo mayores siempre percibí un sentimiento de protección de su parte hacia mí, pues era su hermanita menor, además de que buscaba compartir gustos y hobbies para mantenernos más tiempo cercanas y empáticas una de la otra. Por esa razón no lograba explicarme el porqué de su alejamiento y hasta el intencionado plan de contactarme esporádicamente.

A mi me dió mucho gusto verla de frente y de forma espontánea y con toda sinceridad la salude, como es costumbre le pregunté cómo estaba, fue asombroso que efusivamente correspondiera al abrazo que le ofrecí para mostrarle mi amor filial. Lo siguiente fue ver la hora en mi reloj para corroborar que estaba perfectamente a tiempo para invitarle un café antes de regresar a mis actividades cotidianas, posiblemente no se lo esperaba y gracias a la improvisación me respondió afirmativamente sin pensarlo mucho.

Mientras acompañamos nuestro andar en total silencio, mi mente empezó a agolparse de una manera errática, en un efecto ping-pong, donde mis pensamientos fueron del pasado al presente, de los momentos más amorosos y significativos de mi infancia a los considerados críticos en mi existencia, hasta ese día, que fue cuando al final marcó un parteaguas en lo que decidiera hacer hasta ahora. Empecé a sentir que mis pies pesaban como plomos, que el escenario que nos resguardaba se desvanecía y mi sensación de lo que estaba viendo se modificaba por las emociones que me jugaban un momento indescifrable.

Ella tuvo que tomarme del brazo para dirigirse a la entrada de la cafetería que acordamos. En el momento que ingresamos sentí un choque de energía que me regreso al aquí y el ahora, el bullicio ambiental por la combinados de voces, cubiertos y el fondo musical con la famosa canción “Quizás”, fue lo siguiente que escuché. Nos dirigimos a la terraza y nos sentamos en una mesa que tenía como vista el parque del barrio, se veían las jacarandas llenas de su característico color violeta, también los jardines bien cuidados con plantas robustas y saludables, esa imagen me calmó.

Nos sentamos una enfrente de la otra, pedimos un delicioso café y una rebanada de pastel. En cuanto los colocaron en la mesa, tal como lo visualice, una taza humeante con un gran pastel que despedía el aroma a vainilla con canela tan especial, le di prisa a verbalizar los pensamientos y recuerdos que querían salir en ese momento.

Dirigí mi mirada directo a sus ojos, necesitaba el contacto visual para poder iniciar el relato que me liberaría de la tristeza, que no detectaba en mi vida en ese tiempo.

Y le dije,
- Es un día muy especial, porque a pesar de que no hemos estado muy cercanas en los últimos meses (años), quiero compartir contigo un suceso que fue impactante en mi salud.

Esa introducción logró captar su atención, lo pude notar en su mirada además de que se acomodó en su asiento abiertamente con una leve sonrisa, me contestó, -te escucho-.

- Bueno empezaré por recordar que siempre el trabajo era prioridad para mí, todo lo demás podía esperar, "las oportunidades para ascender", sin dudar, eran aceptadas y se tomaban con mucha responsabilidad. Y que crees logre ser Jefe de Área, con una buena cantidad de colaboradores. Parece que casi nunca quede mal con mi desempeño, seriedad ante todo.

Me dijo
-Te felicito.

Mientras yo dialogaba con los demás, mi cuerpo quería ser escuchado por mi.

Tenía dolorcitos de cabeza, cansancio, mucha sed; pues bien con una pastilla, dormir un poco más, cargar con una gran botella de agua me sentía mejor o menos mal. Esto duró una buena cantidad de meses y finalmente tuve que observarme y decidí tomar acción al respecto.

Cuando consulte al doctor con pruebas de laboratorio en mano, me sorprendió el escuchar que me dijera enfáticamente,

- Como puede hacer vida "normal" con estos niveles de glucosa en su cuerpo. Usted está enferma y es urgente que se le hospitalice. Necesita vigilancia y atención especial.

Viví el encierro obligatorio por muchos días, conectada sin remedio.
Interactúe con personas desconocidas que se turnaban ¿que me vigilaban?
Algunos fueron cuidadosos, pero hubo quienes me dejaron muy lastimado física y emocionalmente.
Yo no decidía cuándo y que comer.
En un espacio de colores monótonos y aromas que ocasionan malestar.
Y lo más importante, era imposible convivir con la gente de mi entorno.

Intervino con un
- Lo entiendo

Conforme iba platicando, las emociones se dejaban sentir en partes de mi cuerpo, principalmente en el estómago.

Continué mi relato, la incertidumbre crecía cuando escuchaba los reportes diarios y los especialistas indiferentes daban indicaciones por escrito. Mientras yo deseaba salir con o sin salud, ese lugar era deprimente.

Ella intervino con una vocecita tenue y me dijo
- No lo supe

Dormía mucho y soñaba más, cuando estaba despierta me ayudaban los pensamientos que me traen gratos recuerdos, historias vividas en nuestra infancia. Un día llegó un ángel encarnado, a partir de que lo conocí lo esperaba siempre, sabía que llegaba a "atenderme y entenderme" en horario vespertino.

Recuerdo ese primer día, me desconcertó el escuchar que alguien chiflara una melodía en ese lugar, cuándo llegó adonde yo estaba se dirigió a mí y me dijo

-Deseaba conocerte, haya afuera hablan de tí, escuche que dicen que estas librando una batalla, como los combatientes en las cruzadas; ¡Te acompañan en tu lucha varios!, ¿Lo sabías?.

No esperó a que le contestara, me regalo una sonrisa y se despidió, se dió la vuelta y atravesó la puerta. El resto del día dedique el tiempo a crear en mi mente imágenes de ejércitos cristianos que iban a combatir a los habitantes del cercano oriente, que a su paso iban dejando estelas de muerte, eso me trajo un poco de ansiedad, así inició ese encuentro.

El siguiente día, a la misma hora, al entrar iba cantando una canción que en la letra decía “vive como si no hubiera mañana”, ¿Cuál era?, aún no lo se, era una hermosa canción, se acercó y me preguntó si me sentía mejor que ayer. La única respuesta que pude dar fue, un rotundo , no a secas, nuevamente me sonrío y esta vez se despidió con el característico hasta mañana. En ese lugar, esa canción seguramente no se podía escuchar igual que afuera, haya se vivía una vida prometedora.

Así fue durante varios días, unas veces silbando y otras cantando con una voz entonada, agradable al oído, eran instantes que poco a poco fui necesitando más, el no a secas, se fue modulando para atinar a decir, más o menos, igual, pues no creo, le daba variedad a nuestra corta conversación.

Cuando comenté esto, pude analizar mi experiencia pasada y comprender que esos episodios me fueron dejando un estado de ánimo de calma y serenidad y que la sonrisa se volvió fundamental en esa estancia.

Si tuviera que elegir las palabras que guardo dentro de mi ser como un tatuaje, son las que me dijo uno de esos días en que le contesté, que la medicina no me estaba ayudando mucho, y que parecía que no había avances, con gran calma y énfasis respondió que tenía una llama interior, la cual era ilimitada y que solo yo la podía reavivar. Nuevamente me pareció que su comentario estaba fuera de lugar. ¿Cómo entender su percepción de ese momento tan difícil?, se requería inteligencia y esfuerzo para comprender. Pero inexplicablemente días después, los resultados de las pruebas de laboratorio se fueron modificando favorablemente.

Cuándo le compartí la noticia con un poco de incredulidad, pues la rutina no había cambiado en lo más mínimo, sin dudarlo me respondió, apoyando su mano en mi hombro izquierdo.

- Lo que no vemos es lo que importa, se necesita fuerza para cambiar.

Aprecié esa frase y aprendí que en ocasiones son mejores las preguntas sin respuestas, de esas que son lógicas y razonadas; además entendí que podía transformar mi realidad y decidí hacerlo con la misma confianza que implícitamente tenía él conmigo.

Regrese de esa autorreflexión nuevamente al aquí y al ahora, cuando escuche que mi interlocutora me preguntaba con una voz sensiblemente quebrada.

- Y ¿Cómo estas ahora?, ¿Te sigues atendiendo?, ¿Estas mejor?...

Entonces acerque mis manos y la toqué con cariño para contestarle que “Estaba muy bien”, y que la lección final fue cuando me despedí de él profundamente agradecida donde me siguió dando lecciones de amor propio, con el mismo afecto de siempre.

- Debes creer con cada paso que das, vive la vida, esta es una aventura, el camino fácil nunca es el correcto; entiende, acepta y regenera ; vive con el alma abierta. ¡Ah!, y ten presente que en cada una de tus batallas, siempre cuentas con acompañantes a tu favor, tal vez no puedas o no los quieras ver, pero allí están.

Mi hermana con sus ojos llorosos me dijo
- Me da mucho gusto escucharte, gracias por compartir tu experiencia.

Teníamos poco tiempo pues casi era hora de despedirnos, ese espacio lo aproveche para decirle que agradecía esa charla y que el haber platicado lo vivido años atrás me hacían ver que los lazos de amor creados con mi familia serían la energía que mantendría mi poder y mi fuerza constante ya que el recordar que jugando siempre encontramos adversidades que lográbamos vencer aun cuando teníamos que cruzar llanuras, y enfrentar dragones, monstruos fantasmas aterradores, siempre inventábamos un hechizo, una magia, que con nuestra intuición nos decía, que el mejor escudo estaba por crearse entre nosotros para vencer. Esos lazos son únicos en esta Tierra, son armas heredadas por nuestros ancestros y que en el camino vamos juntando paz, salud y mucho amor con el perdonar y perdonarnos, es un poder que viene de energías ancestrales, y que este escudo nos puede hacer inmunes a los entes más horrorosos que puedan existir.

Yo me sentía tan ligera después de esa charla que mi sensibilidad se agudizó, podía escuchar más, la gente conversaba, se reía; el movimiento era incesante, los meseros solícitos atendían a los comensales atentamente; los aromas se entremezclaban dando el toque especial a esa comida casera de antaño, podía ver a mi querida hermana más cerca física y emocionalmente a mi ser y le dije.

- Muchas gracias por escucharme, creo que esto más que una conversación fué un monólogo revelador, después de esto te puedo asegurar que lo que vivimos juntas en nuestro hogar cuando éramos niñas, me dejaron los principios y los valores que quiero que sigan guiando mi existencia, nuevamente agradezco esta maravillosa coincidencia, no olvidaré este día.

Para despedirnos nos dimos otro abrazo que selló el encuentro..

Es necesario recordar que morir y nacer, nacer y morir son pasos del mismo camino, y que mientras tanto, cada día hay que hacer la tarea, buscando y encontrando los sentimientos que nos tranquilicen, nos sintonicen con quienes realmente somos. Sería estupendo dejar de estar enfadados.

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