Javier
Ortiz Aguilar.
México
inicia una nueva etapa de su agitada historia. Como todo inicio, surgen
invariablemente los ajustes entre las diferentes fuerzas políticas, hasta
lograr los consensos que conduzcan a la estabilidad. Lo específico del actual
debate público es el espacio donde se realiza: de los espacios institucionales
pasa a los medios electrónicos y las redes sociales. Desaparecen los boletines
de prensa, y el monopolio de los periódicos y los programas informativos de
televisión
Dado el
momento de coyuntura, la campaña electoral continua, hasta llegar a pensar que
la lucha se sitúa en un tiempo de larga duración. Así entre la búsqueda de los
errores de nuevo régimen y los ataques a la nueva oposición, la polémica, en
consecuencia, oscila entre la banalidad y la repetición de argumentos de
ataques y contraataques. Por ello me alejé de las redes, periódicos y programas
de televisión; y gracias a ello, la pandemia que asuela al mundo me tomó por
sorpresa. Con una superficial información, llegué a mi centro de trabajo y me
encontré con la novedad que se suspendían las labores para evitar el contagio
del ya famoso corona virus 19. Afortunadamente tomé acuerdos con mis alumnos.
para continuar el trabajo a distancia, sin estar preparado para ello, y
recurriendo a la intuición más que a otra concepción de la docencia. Y así, de
pronto rompí abruptamente con la forma presencial para incorporarme la
comunicación virtual. Este tipo de docencia, como toda innovación es defendida
por unos y descalificada por otros.
El
enclaustramiento ordenado por las autoridades educativas federales y estatales,
creó un ambiente para reflexionar en la intimidad los nuevos problemas que
surgían en la nueva práctica docente. Lo trágico fue que ya no los discutíamos
en las academias, en el café o en las charlas informales. Entonces empecé a
valorar el diálogo, cuya libertad es una herencia de la Grecia clásica. Y
también compararla con la comunicación virtual. En esa situación la toma de conciencia,
emerge precisamente de las reflexiones íntimas. En una soledad muy parecida a
los monasterios, a la vida ermitaña, o en los grandes caminantes, que sólo
aspiraban a leer el libro de la naturaleza.
En
primer lugar, llegué a una conclusión: un virus, no viviente, trastoca no sólo
el orden social. político y económico de todo el mundo globalizado, sino
también con la vanidad del hombre occidental que llegó sentirse el dominador de
la naturaleza y de sí mismo, gracias a una tecnología cada vez más sofisticada.
Recordé que desde hace unas décadas vuelven los ojos a las culturas marginadas
que viven en consonancia con los ritmos de la naturaleza. La ecología empieza a
ser la vanguardia revolucionaria, mientras la mayoría (en la que me incluyo)
quedó atrapada en la tecnosfera que ofrecía un confort, y qué resultó con el
tiempo demasiado frágil.
En ese
contexto la antropología filosófica vuelve a tener vigencia en estos tiempos de
nihilismo indiscutible. Las contradicciones humanas se manifiestan
empíricamente, no solo en los ámbitos donde la lógica que se impone es la de
los intereses económicos, y se siente la fuerza del reconocimiento al semejante
y el egoísmo, sino también conviven la agresión y la solidaridad. Comparé la
información ofrecida por los medios de comunicación masiva y los testimonios de
amigos que tuvieron en la ciudad de México en el terremoto de 1985 con la
experiencia del enclaustramiento mundial. En 1985 la angustia unió a los
habitantes de calles, colonias, delegaciones, el área metropolitana, incluso a
la nación mexicana. Oía frecuentemente la siguiente expresión: “todos los
mexicanos tenemos a un conocido, a un amigo a un familiar que sufre o que murió
en el fenómeno geológico”, en cambio, en el 2020, la pandemia nos aísla y
predomina el individualismo. La consigna es “ama a tus semejantes, pero en la
distancia”. Así los proteges y te proteges, No obstante, en ambos casos la
condición humana está presente, tanto en el altruismo heroico, como en el
egoísmo.
La
televisión o la red son fuentes de información necesaria, para responder una
inquietud que se vuelve obsesiva: ¿cuándo voy a salir a saludar a mis amigos,
familiares y compañeros de trabajo? Pues a todos extraño. Y la pregunta ¿cuál
serán las reglas de la nueva normalidad? La normalidad acostumbrada volverá,
estoy seguro, pero ignoro cuando.
En plena
incertidumbre busqué distracción y aprendizaje en las cintas fílmicas
proyectadas por la TV o las redes, pero realmente mi atención se centró en las
películas que vi y me impresionaron, o que no entendí en su totalidad, o las
que me recomiendan. Aunque oigo frecuente música de todo tipo. Recordar es
reconfortante
Es
imposible negar que se ampliaron las formas de aprendizaje, y gracias a ello,
muchos conceptos reducidos a sonidos o grafías encontraron contenido. La
necesidad de saber el fin de la cuarentena me obligó a las ruedas de prensa de
la comisión de salud. Aquí el término interdisciplinariedad, gracias a las
gráficas presentadas diariamente, adquirió para mi cierta inteligibilidad.
Entendí que este, término no es para explicar sino para resolver problemas
concretos en su complejidad. En ese objetivo se conjugan conocimientos, sino
contradictorios si contrarios como la matemática, matemática, la física. la
historia, la prospectiva, la teoría de juegos, las ciencias naturales y
sociales. Con esa integración se espera ofrecer una respuesta y una estrategia
concreta, evaluada mientras dura la acción.
Esta
forma pragmática obliga al tecnólogo al abandono del trabajo individual de la
investigación; así se rompe con la tradición de la actividad científica. El
mismo proceso del trabajo que transita en la modernidad del carácter concreto,
donde el artesano se reconoce en su producto, al trabajo abstracto del obrero
moderno que le resulta extraño y enajenante. El modelo de científico aislado se
diluye ahora en la sociedad del conocimiento.
En estos
tiempos de incertidumbre y pérdida de sentido, recuerdo a un grupo de amigos,
en los años noventa, que aseguraban, reconociendo las conquistas de la
ecología, el desequilibrio ecológico, las posibilidades de los grupos
marginados, y las condiciones de posibilidad de una ruptura en el proceso
civilizatorio occidental, la emergencia de otro proceso civilizatorio donde se
armonice los saberes y las prácticas utilitarias con el movimiento armónico de
la naturaleza. Si eso no es posible, pienso, que al menos es deseable.
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