jueves, 11 de junio de 2020

El aprendizaje y las utopías en tiempos de cuarentena




Javier Ortiz Aguilar.

México inicia una nueva etapa de su agitada historia. Como todo inicio, surgen invariablemente los ajustes entre las diferentes fuerzas políticas, hasta lograr los consensos que conduzcan a la estabilidad. Lo específico del actual debate público es el espacio donde se realiza: de los espacios institucionales pasa a los medios electrónicos y las redes sociales. Desaparecen los boletines de prensa, y el monopolio de los periódicos y los programas informativos de televisión

Dado el momento de coyuntura, la campaña electoral continua, hasta llegar a pensar que la lucha se sitúa en un tiempo de larga duración. Así entre la búsqueda de los errores de nuevo régimen y los ataques a la nueva oposición, la polémica, en consecuencia, oscila entre la banalidad y la repetición de argumentos de ataques y contraataques. Por ello me alejé de las redes, periódicos y programas de televisión; y gracias a ello, la pandemia que asuela al mundo me tomó por sorpresa. Con una superficial información, llegué a mi centro de trabajo y me encontré con la novedad que se suspendían las labores para evitar el contagio del ya famoso corona virus 19. Afortunadamente tomé acuerdos con mis alumnos. para continuar el trabajo a distancia, sin estar preparado para ello, y recurriendo a la intuición más que a otra concepción de la docencia. Y así, de pronto rompí abruptamente con la forma presencial para incorporarme la comunicación virtual. Este tipo de docencia, como toda innovación es defendida por unos y descalificada por otros.

El enclaustramiento ordenado por las autoridades educativas federales y estatales, creó un ambiente para reflexionar en la intimidad los nuevos problemas que surgían en la nueva práctica docente. Lo trágico fue que ya no los discutíamos en las academias, en el café o en las charlas informales. Entonces empecé a valorar el diálogo, cuya libertad es una herencia de la Grecia clásica. Y también compararla con la comunicación virtual. En esa situación la toma de conciencia, emerge precisamente de las reflexiones íntimas. En una soledad muy parecida a los monasterios, a la vida ermitaña, o en los grandes caminantes, que sólo aspiraban a leer el libro de la naturaleza.

En primer lugar, llegué a una conclusión: un virus, no viviente, trastoca no sólo el orden social. político y económico de todo el mundo globalizado, sino también con la vanidad del hombre occidental que llegó sentirse el dominador de la naturaleza y de sí mismo, gracias a una tecnología cada vez más sofisticada. Recordé que desde hace unas décadas vuelven los ojos a las culturas marginadas que viven en consonancia con los ritmos de la naturaleza. La ecología empieza a ser la vanguardia revolucionaria, mientras la mayoría (en la que me incluyo) quedó atrapada en la tecnosfera que ofrecía un confort, y qué resultó con el tiempo demasiado frágil.

En ese contexto la antropología filosófica vuelve a tener vigencia en estos tiempos de nihilismo indiscutible. Las contradicciones humanas se manifiestan empíricamente, no solo en los ámbitos donde la lógica que se impone es la de los intereses económicos, y se siente la fuerza del reconocimiento al semejante y el egoísmo, sino también conviven la agresión y la solidaridad. Comparé la información ofrecida por los medios de comunicación masiva y los testimonios de amigos que tuvieron en la ciudad de México en el terremoto de 1985 con la experiencia del enclaustramiento mundial. En 1985 la angustia unió a los habitantes de calles, colonias, delegaciones, el área metropolitana, incluso a la nación mexicana. Oía frecuentemente la siguiente expresión: “todos los mexicanos tenemos a un conocido, a un amigo a un familiar que sufre o que murió en el fenómeno geológico”, en cambio, en el 2020, la pandemia nos aísla y predomina el individualismo. La consigna es “ama a tus semejantes, pero en la distancia”. Así los proteges y te proteges, No obstante, en ambos casos la condición humana está presente, tanto en el altruismo heroico, como en el egoísmo.

La televisión o la red son fuentes de información necesaria, para responder una inquietud que se vuelve obsesiva: ¿cuándo voy a salir a saludar a mis amigos, familiares y compañeros de trabajo? Pues a todos extraño. Y la pregunta ¿cuál serán las reglas de la nueva normalidad? La normalidad acostumbrada volverá, estoy seguro, pero ignoro cuando.

En plena incertidumbre busqué distracción y aprendizaje en las cintas fílmicas proyectadas por la TV o las redes, pero realmente mi atención se centró en las películas que vi y me impresionaron, o que no entendí en su totalidad, o las que me recomiendan. Aunque oigo frecuente música de todo tipo. Recordar es reconfortante

Es imposible negar que se ampliaron las formas de aprendizaje, y gracias a ello, muchos conceptos reducidos a sonidos o grafías encontraron contenido. La necesidad de saber el fin de la cuarentena me obligó a las ruedas de prensa de la comisión de salud. Aquí el término interdisciplinariedad, gracias a las gráficas presentadas diariamente, adquirió para mi cierta inteligibilidad. Entendí que este, término no es para explicar sino para resolver problemas concretos en su complejidad. En ese objetivo se conjugan conocimientos, sino contradictorios si contrarios como la matemática, matemática, la física. la historia, la prospectiva, la teoría de juegos, las ciencias naturales y sociales. Con esa integración se espera ofrecer una respuesta y una estrategia concreta, evaluada mientras dura la acción.

Esta forma pragmática obliga al tecnólogo al abandono del trabajo individual de la investigación; así se rompe con la tradición de la actividad científica. El mismo proceso del trabajo que transita en la modernidad del carácter concreto, donde el artesano se reconoce en su producto, al trabajo abstracto del obrero moderno que le resulta extraño y enajenante. El modelo de científico aislado se diluye ahora en la sociedad del conocimiento.

En estos tiempos de incertidumbre y pérdida de sentido, recuerdo a un grupo de amigos, en los años noventa, que aseguraban, reconociendo las conquistas de la ecología, el desequilibrio ecológico, las posibilidades de los grupos marginados, y las condiciones de posibilidad de una ruptura en el proceso civilizatorio occidental, la emergencia de otro proceso civilizatorio donde se armonice los saberes y las prácticas utilitarias con el movimiento armónico de la naturaleza. Si eso no es posible, pienso, que al menos es deseable.

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