Gilberto
Nieto Aguilar
El ser
humano tiene la entereza suficiente para remontar la adversidad. Lo ha
demostrado
a lo largo de su evolución. De todas las grandes epidemias, plagas,
hambrunas
y guerras, ha salido fortalecido como especie de gigantes.
Recientemente
libró y resolvió las dos grandes guerras mundiales. Entre ambas,
remontó
la Gran Depresión del 29, revisó y lanzó nuevas teorías económicas y logró
que el
mundo rehiciera el camino.
Luchar
contra la adversidad es algo que le es común, y tendrá que continuar
haciéndolo
durante toda su vida. No importa en qué situación se encuentre, ya sea
desde el
privilegio de haber nacido en un lugar preferencial, del primer mundo, con
acceso a
todos los servicios, una cultura humanitaria desarrollada, con lujos que
algunos
ni siquiera alcanzan a soñar, o en un país del tercer mundo,
subdesarrollado,
pobre, con todas las carencias y nulas oportunidades de desarrollo
y
calidad de vida.
Simultáneamente
a la pandemia, y a los problemas sociales, económicos, políticos
y
culturales de cada región y país, indivisos tendremos que enfrentar más
temprano
que
tarde el problema de la sobrepoblación y la contaminación del planeta con toda
su
enmarañada circunstancia que aborda a profundidad lo ético, lo científico, lo
económico
y lo político para sostener la vida.
El ser
humano ha nacido para sortear la adversidad. Sea cual fuere su destino, toda
la vida
tendrá que luchar por subsistir, por desarrollarse según sus aspiraciones,
necesidades
y posibilidades, en las esferas de lo individual y lo social. Siempre
tendrá
que alimentarse y procurar un mínimo de satisfactores personales de
sobrevivencia
para él o ella y para su familia. Y tendrá que ser parte de la
organización
de un país y sus peculiaridades.
El ser
humano tiene la capacidad y el instinto, por mucho que la “modernidad al día”
lo
sepulte en las frivolidades y tecnologías de la moda en las que pierde gran
parte
de su
percepción del mundo y hasta de su propia existencia. Esas tonterías no lo
dejan
pensar y lo llevan tal vez a enfoques sesgados sobre su realidad y su entorno,
en lugar
de permitirle analizar y replantearse lo que vive cada día. Pero quizá sea
cuestión
de aplicarse.
Con el
coronavirus estamos en la incertidumbre, la confusión y la incredulidad, ésta
última
el arma más usual esgrimida por quienes piensan que no tienen gran cosa
que
perder más que su supuesta libertad; por los que nada creen y sienten que van
un paso
adelante a las presuntas indefiniciones o confabulaciones del gobierno. Por
si fuera
poco, China y Chile advierten e imponen restricciones al salmón importado
de
Europa como principal sospechoso del rebrote de Covid 19 en sus países, lo que
inquieta
al resto del mundo por temor a una segunda ola de contagios.
El
confinamiento ha sido recomendado como el medio más eficaz para evitar la
rapidez
de los contagios, pero las consecuencias también son desastrosas. Países
como
Suecia, que decidieron no confinar a la población, reconocen que su
estrategia
pudiera estar equivocada y replantean sus escenarios, mientras Europa
coincide
en la grave dificultad de retirar el confinamiento sin exponer a la gente
nuevamente
al contagio. Ese ir y venir marea, pero no dejen que se pierdan la mente
y la
percepción.
g
No hay comentarios:
Publicar un comentario