Ana Paola Morgado
Luna*
Señor director de la revista
Análisis Político, gracias por publicar mi experiencia. Tengo 14 años y
recuerdo perfectamente el día en que perdí la vista. Cursaba el sexto grado de
primaria ya casi para salir de clases, todo a mi alrededor se fue nublando y
pensé “qué raro”. Después de un día soleado la neblina cubrió por completo mi
entorno, me preocupé un poco. Sonó el timbre de salida y me esperé a que todos
mis compañeros salieran, se me hizo raro que la neblina fuera muy densa porque
no me dejaba ver por donde caminaba, me dirigí a la cancha para mis ensayos de
danza folklórica todo el lugar creció de una manera impresionante; es decir, me
sentí sola, asustada, en medio de una inmensidad que no podía ver; me angustié
demasiado, cuando de repente escuché la voz de una maestra conocida y le pedí
que me acercara a un lugar seguro. Le expliqué que no podía ver y ella me llevó
a mi casa; afortunadamente vivía a media cuadra de mi escuela, mi mamá abrió la
puerta y asustada preguntó qué había pasado. Le expliqué, nos despedimos de la
maestra y mamá me llevo a mi habitación y se recostó junto a mí, me abrazó fuerte,
fuerte, y allí nos quedamos un buen rato. Con amor y paciencia me explicó las
cosas: el Retinoblastoma que me fue diagnosticado desde bebé, seguía haciendo
de las suyas.
Después de una semana de visitas
a mi médico retomé mi escuela, lamentablemente no podía continuar con mi danza
folklórica pues el zapateo me causaría más problemas, en ese momento no sé por
qué era lo que más me preocupaba, cuando en realidad lo que me esperaba en el
salón de clases era aún más complicado, no pude tomar apuntes, no tenía una
dimensión exacta del lugar, todas las clases pasaron muy rápido. Peor aún, llegó
la hora del receso y me quede en mi salón llena de miedos, de angustia, llena
de impotencia, y no voy a mentir, también me dio rabia ¿por qué a mí?? ¿Por qué yo??
Sentí que toda mi vida se
acababa, mis sueños y mis metas se desvanecían, escuchaba a todos mis amigos
jugar, correr, gritar, escuchaba sus risas, sus voces y en ese momento mi
corazón latía a mil por hora y justo cuando estuve a punto de estallar en llanto,
la voz muy dulce de una maestra que me quiere mucho, llegó con un grupo de
compañeros e intentaron consolarme. De momento lo lograron, me hicieron
compañía, me hicieron sonreír un poco y justo ese día comprendí que sí se puede,
que todo lo que nos pase en esta vida bueno o malo lo tenemos que vivir de la
mejor manera posible. Desde ese día mi maestra pedía voluntarios para que me
ayudaran con los apuntes, para que me acompañaran a todos lados y gracias al
universo entero nunca faltó quien estuviera a mi lado; por supuesto que tuve
que poner mucho de mi parte, aprendí el lenguaje braille, aprendí a usar el
bastón para poder moverme sin tanto apoyo.
En mi corazón guardo un
agradecimiento enorme a mi maestro de danza folklórica por haberme dado la
oportunidad de ir de su mano y participar en mi último baile; un delicado
danzón y a todos y cada uno de mis compañeros de primaria, a todos aquellos
valientes amigos que me hicieron un poco más agradable el último mes en sexto
grado.
Pero sabes que lo más difícil
apenas se vislumbraba. Sí, la entrada a la secundaria ¡wooow! Qué pánico sentía.
Recuerdo mi examen de admisión, un maestro de USAER me leyó el examen y
contestaba en la hoja de respuestas lo que yo le decía, con plena seguridad de
haber contestado correctamente. ¡Objetivo logrado! Pasé el examen, tenía la
puerta abierta a una nueva aventura en mi vida. Con nervios que me hacían
temblar llegué ese primer día a mi secundaria, con miedos, con incertidumbre,
con la angustia de haber dejado a mi madre en la entrada con los ojos llenos de
lágrimas, lágrimas que se guardó para más tarde porque cuando me despedí de mi
hermana mayor (hermana mayúscula como le digo de cariño), se acercó a mí, me
abrazó y me dijo al oído: “eres maravillosa y muy valiente; demuéstrale al
mundo de que estás hecha. ¡¡ Vamos, Paola, te amo!!!”
Y lo logré; me planté con la
seguridad de saber que llevo en mi corazón el temple y la fortaleza de mi
Padre, la complicidad, admiración y total apoyo de mi hermana y el infinito
amor de mi madre…
Amigos: aquí estoy terminando mi
tercer grado de secundaria con un promedio general de 9.6 ¡Sí se puede…! Todo
lo que me he propuesto lo he conseguido; me llena de orgullo haber sido participe
en la conquista del récord Guiness bailando la bamba, ese son jarocho que nos
identifica como veracruzanos. Llevé un taller de danza contemporánea y logré al
lado de mi coach hacer una presentación en el teatro IMAC en Xalapa, Ver. Participé
también en un concurso internacional de cuentos y gané el primer lugar en
México y el quinto a nivel internacional, con el cuento “La Solidaridad contra
los Monstruos”. También gané el segundo lugar en un concurso de oratoria a
nivel primarias. Tomé un curso de natación y logré aprender. No está por demás
platicarte que manejo las redes sociales como tú, como cualquier chico de mi
edad, uso mi computadora y navego en internet para hacer mis tareas, escribo y
leo en braille, me encanta leer (escuchar audiolibros). Actualmente tomo clases
de canto y guitarra eléctrica en una rondalla de mi escuela… también tomo
clases de Salsa (baile de salón), termino mareada pero vale la pena… y por qué
te cuento todo esto; porque quiero que sepas que todo, absolutamente todo lo
que te propongas lo podemos hacer; estas actividades hacen que la sociedad se
quede con una imagen de las personas con una incapacidad totalmente diferente,
se dan cuenta que podemos hacer lo que nos propongamos y que sí podemos; en mi
escuela el trato ha sido el mejor, siempre con la disposición y el interés de
una mejor y mayor inclusión, mis compañeros y amigos los aprecio demasiado. Sé
que hay momentos que te caes pero te levantas, te secas una que otra lágrima
derramada y la conviertes en energía y sigues avanzando. Duele, sí; sin embargo
poco a poco lo vas superando y lo dejas ser… En años de experiencia al tener
una discapacidad visual puedo al día de hoy decir que si es una lucha continua
que primero empieza contigo mismo porque tienes que aceptarte, comprenderte
primero para que puedas pedir comprensión, inclusión y aceptación de la
sociedad.
Quiero finalizar esta historia
de inclusión escolar reconociendo el apoyo de todos mis compañeros, de todos
mis maestros, de toda mi familia, agradezco a mi maestra de artes porque
siempre saca lo mejor de mi lado artístico, a mi maestra de matemáticas por
haber aprendido el lenguaje braille para poder explicarme las matemáticas, al
director de mi escuela que ha hecho todo por hacerme sentir grande y valiosa;
por la oportunidad que día a día tengo para dar lo mejor de mí. A todos mis
amigos que siempre tienen la mejor de las intenciones no solo de dame la mano
para seguir avanzando sino que a diario me sacan una sonrisa para darle color a
mis días, para vivir paso a paso mi inclusión escolar…
Te dejo por aquí mi lema y me
retiraré lentamente…
¡¡LA VIDA NO ES ESPERAR A QUE
PASE LA TORMENTA, ES APRENDER A BAILAR BAJO LA LLUVIA…!!!
*Alumna de la escuela secundaria general No. 4 “David Alfaro Siqueiros”,
invidente ganadora del primer lugar en el Concurso de Expresión Literaria sobre
Símbolos Patrios a nivel nacional y el quinto lugar internacional en el
Concurso de Cuentos 2017 de la fundación MAPFRE “Educa tu mundo”.
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