Jesús Jiménez Castillo
La
llamada Reforma Educativa, sustentada básicamente en un marco jurídico, desde
el cual se pretenden lograr objetivos importantes para el sector, adolece de un
sinnúmero de carencias que conducen a un sinsentido, es decir, la han
convertido en un verdadero galimatías de tipo legaloide, sin contenido
académico. La aparición misma del modelo educativo propuesto por la SEP, es un
reconocimiento tácito de que dicha reforma se inició al revés y sin ideas claras
en torno a los fines que debe perseguir un proyecto educativo nacional. Sin duda la educación es el eje más
importante para el desarrollo de una sociedad; por consiguiente, es un proceso
permanente que debe ser evaluado, diagnosticado, corregido, perfeccionado y
adecuado a los tiempos que marcan los cambios y transformaciones de la sociedad
contemporánea. Sobre todo, en los campos del saber y el conocimiento que se van
definiendo de acuerdo con los acelerados avances de la ciencia, la tecnología,
el arte y las humanidades, entre otros aspectos que forman parte de la vida del
hombre del siglo XXI.
En
las ideas que ha expuesto la SEP sobre un prototipo a seguir, se debe
considerar que la palabra “modelo” sugiere una forma de representación de un
aspecto de la realidad o una propuesta de cómo querríamos que esta fuera; por
consiguiente, el concepto “modelo educativo” es una alusión a una parte de la
realidad educativa llamada Sistema Educativo Nacional y a las formas de su
funcionamiento o cómo estas debieran ser. En este sentido, el diseño de un
modelo debe contener o abarcar todos los componentes que conforman al sistema
educativo mexicano y que influyen en él, de manera directa o indirecta. Un modelo educativo nacional requiere de una
integración de todos los diferentes niveles de enseñanza: preescolar, primaria,
secundaria, preparatoria y educación superior, incluidos los subsistemas de
carreras terminales técnicas y de capacitación, entre otras.
El
primer paso en la configuración de un modelo, es un marco jurídico apropiado-no
en el sentido que se le dio al marco legal de la mencionada Reforma Educativa- que
dé sustento a los fines de la educación nacional, pues el que existe ha probado
su ineficacia. En segundo lugar, se tendrían que ponderar y evaluar los factores
que influyen en el sistema educativo y que son esenciales para su
funcionamiento; esto es, todos los elementos que conforman el contexto donde se
va a producir el fenómeno educativo: política, sociedad, economía,
administración, infraestructura y, principalmente, las situaciones de vida de
los grupos humanos y sus posibilidades de acceso a la alimentación, vivienda,
vestido, educación y seguridad, entre otros; considerando, adicionalmente, pero
en el mismo nivel de importancia, la diversidad y pluralidad culturales que
forman parte importante de nuestra vida comunitaria.
Un
modelo educativo se debe basar en las necesidades educativas que requiere satisfacer
el Estado mexicano paracontribuir al desarrollo de un proyecto de nación que, todavía
a estas alturas de nuestra historia, es una quimera.Esto implica definircon la
mayor precisión posible, fines, métodos y contenidos, que permitan establecer
las metas y objetivos que requiere alcanzar el sistema educativo mexicano para formar
a los diferentes actores que van a participar en nuestra vida social. Ello
supone, en primerísimo lugar, sustentar el proceso de enseñanza aprendizaje, de
todos los mexicanos, en el cultivo de conocimientos y experiencias educativas
que les sean útiles en algún momento de su vida. Es de todos sabido que gran
parte de los contenidos de los libros de texto actuales, en los diferentes
niveles educativos, no cumplen con este propósito. El resultado es una
situación compleja, llena de contradicciones, donde conviven formas de enseñanza
propias del siglo XIX con ambientes producidos por la modernidad subsumida en la
llamada sociedad del conocimiento.
Dentro
de este contexto, existe una cuestión para todos muy obvia, pero importante por
la trascendencia que tiene para la educación nacional en todos sus niveles, y es
la relativa a los programas de estudio. Esta herramienta, que debiera ser un
medio de apoyo al trabajo de los docentes, ha terminado por convertirse en el
fin de la tarea de los mentores. La tendencia, muy marcada, de privilegiar a
los programas sobre el proceso de enseñanza aprendizaje y fines de la
educación, ha producido un efecto exactamente al revés del pretendido. El
cúmulo de tareas que deben realizar los escolares para cumplir con lo
programado, principalmente en su casa, involucrando directamente a los padres
de familia en su realización, terminan por volver triviales e intrascendentes
los conocimientos y experiencias de aprendizaje, pues lo importante es cumplir
con el trabajo solicitado. Un programa, a pesar de su utilidad,es solo una
herramienta que debe servir para orientar a los docentes en su labor. A ellos
les corresponde seleccionar y organizar los contenidos de aprendizaje que
requieren sus alumnos para enfrentar los retos que les depara el futuro en cada
etapa de su vida.
La
enseñanza aprendizaje debe partir del presupuesto -básico en la teoría
educativa-de que lo que se enseñe va a ser útilpara las personas, y les servirá
alguna vez en su vida; de no ser así, entonces no tiene sentido ocuparse de
ello, pues sólo se convierte en pérdida de tiempo. En esta época la enseñanza,
no obstante, los avances del conocimiento en todos sus aspectos, aún contiene
resabios deformas queestuvieron
vigentes en el siglo XIX, como el autoritarismo:la falacia del magister dixi,que impone la voluntad de
los docentes a las iniciativas, ideas y creatividad de los alumnos.En la visión
de un modelo educativo nacional se deben tomar muy en cuenta los valores y
tradiciones que dan cohesión a la vida social, así como la utilidad didáctica
que ofrecen las nuevas tecnologías, como la informáticay la Internet.
Como
dijimos al principio, la reforma de un sistema educativo y su correspondiente
modelo, son procesos permanentes que requieren del concurso de todo los que
participan en ellos. Esto quiere decir que, independientemente de que sean
acciones necesarias, no pueden depender de decisiones unilaterales de quienes
creen tener esa facultad. No se pueden excluir a los que verdaderamente conocen
la realidad educativa del país: docentes, investigadores y estudiosos de este
fenómeno. La evaluación, por mencionar solo un aspecto de la reforma, tal como
se pretende implantarno muestra ninguna utilidad, pues está desconectada de
todos los procesos que alimentan al Sistema Educativo Nacional. Antes de
aplicar una evaluación acorde con los principios de la teoría educativa -no de
corte punitivo, parcial e indeseable como la que se aplica a los maestros- es
primordial poner en marcha acciones racionales y mecanismos que contribuyan al
perfeccionamiento de las condiciones de trabajo de los docentes y estudiantes,
no antes. Si queremos de verdad impulsar el desarrollo del país, se debenestablecer
como sus ejes centrales la educación y el desarrollo científico y tecnológico,
principalmente la educación de los niños y jóvenes, pues en ellos descansa el
potencial de un futuro cambio y transformación de México.
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