“LA PRENSA Y LOS LIBROS DE LA COLONIA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA DE ORIZABA”
Por Rafael Mario Islas Ojeda
Los pueblos de todos los tiempos han buscado formas de comunicación trascendentes. La comunicación oral no bastaba en la búsqueda incesante de hacer prevalecer la palabra que tanto nos distingue de otros seres vivos. Desde la invención humana de la escritura, esa comunicación llegó a su forma más significativa cuando aparecen los primeros manuscritos, códices, ilustraciones y libros.
Dice el columnista Ricardo Espinoza que el libro nos hace libres, ya que el verbo librar denota dejar libre a algo o a alguien y con ésta se relacionan una serie de palabras del latín liberare que es poner en libertad. Y sobre el libro abunda en tono jocoso: “Hasta hace poco tiempo se creía firmemente que el perro es el mejor amigo del hombre pero yo ya lo estoy dudando, porque hay perritos que verdaderamente esclavizan a su dueño. Yo le haría un cambio a esta sentencia, -si usted me permite- diciendo que el mejor amigo del hombre es el libro.” Y continúa “El libro nos instruye, nos divierte, nos hace compañía, nos permite acercarnos a los grandes personajes de la humanidad, así que no hay duda de que es un gran amigo.”
A lo anterior yo añadiría que en Orizaba hay un gran amigo de los libros que los cuida, los rescata, los organiza y archiva, y por supuesto luego escribe sobre ellos y sobre cómo se han producido desde hace muchos años, en particular desde que llegó a la Nueva España la primera prensa de América. Ese gran amigo de los libros no es otro que el Ing. Dante Octavio Hernández, quien añade a su ya notable lista de publicaciones, el libro que hoy comentamos: “La Prensa y Los Libros de La Colonia y Su Influencia en La Cultura de Orizaba”
Por sus propias características la historia del desarrollo de las impresiones y por ende la imprenta es quizás, la más documentada de todas, ya que desde el origen, hay testimonios sobre ella, ya sean papiros, piedras talladas u otros utensilios. Antes del arribo de la imprenta de Gutenberg los libros se escribían y se ilustraban a mano. Se sabe que la muestra del libro ilustrado más antiguo que se conserva es un papiro egipcio que data del año 2000 a.C. En el antiguo Egipto se ilustraba el " Libro de los muertos", que se colocaba en las tumbas. En Europa las primeras ilustraciones fueron de carácter artístico y científico. Aristóteles hacía referencia a las ilustraciones que acompañan a sus escritos. Luego vinieron ilustraciones de textos literarios como la Ilíada o la Odisea. También en China, desde principios del siglo V a.C. se conocía la ilustración de obras literarias, los artistas persas y mongoles ilustraban los libros de poesía e historia con delicadas pinturas semejantes a joyas. Al igual que los manuscritos, las ilustraciones sólo podían duplicarse copiándolas a mano. En Egipto, Grecia o Roma, los libros se copiaban a mano con tinta. Posteriormente, esto también se aplicó en los monasterios medievales, son códices caligráficos y libros o rollos pintados a mano, en los que los artistas plasmaban tanto decoraciones como pinturas. Los códices medievales que están adornados e ilustrados de diferentes maneras, llaman también a estas ilustraciones miniaturas, no por su tamaño sino por el pigmento (del latín minium) que se utilizaba para marcar las letras iniciales del texto y de donde procede seguramente el nombre de mina dado a la mezcla de grafito fino y arcilla usado en los lápices y lapiceros.
El antecedente más antiguo que se conoce como medio de impresión es la utilización de piedras para sellar. Estas se utilizaban sobre todo en Babilonia y pueblos de características similares, como sustituto de la firma o como símbolo religioso. Se imprimía sobre arcilla o bien piedras con dibujos tallados. La evolución se produjo de forma independiente tanto en diferentes épocas como en diferentes lugares o civilizaciones, así las técnicas antiguas de impresión en China, llevaron al desarrollo de este arte y son sin duda, el antecedente de la Prensa. Al igual que los factores que influyeron en tal desarrollo: El papel y la difusión de la religión budista.
Durante 500 años a partir del primer proceso de fabricación desarrollado en el Siglo II d.C. el arte de la fabricación del papel estuvo limitado a China y por cuanto a la impresión los primeros ejemplos corresponden al año 200 d. C, mediante imágenes talladas en relieve en bloques de madera, en el 972 se imprimieron así los sagrados escritos budistas que tienen más de 130,000 páginas. En esta época se llegó al concepto de impresión mediante tipos móviles, que son caracteres sueltos dispuestos en fila, como hasta recientemente se hacía. Pero como el idioma chino es tan complejo (entre 2,000 y 40,000 caracteres), los antiguos chinos no consideraron esta técnica y la abandonaron. Mientras que en Europa se empezaron a utilizar hacia mediados del siglo XV y cuyas diferencias con respecto a los tipos orientales fueron el uso de tintas diluidas en aceites, mientras en las Orientales se hizo uso de tintas solubles al agua; también en las Orientales las impresiones se conseguían oprimiendo el papel con un trozo de madera contra el bloque entintado, y en occidente se usaban prensas mecánicas de madera cuyo diseño recordaba al de las prensas del vino.
Los fundamentos de la imprenta ya habían sido pues utilizados por los artesanos textiles europeos para estampar los tejidos, al menos un siglo antes de que se inventase la impresión sobre papel. El arte de la fabricación de papel, que llegó a Occidente durante el siglo XII, se extendió por toda Europa durante los siglos XIII y XIV. Y hacia mediados del siglo XV, ya existía papel en grandes cantidades. Durante el renacimiento, el auge de una clase media próspera e ilustrada aumentó la demanda de materiales escritos. La figura de Martín Lutero y de la Reforma, así como las subsiguientes guerras religiosas, dependían en gran medida de la prensa y del flujo continuo de impresos. Así llegamos a la expansión y el desarrollo del invento de la prensa. El holandés Laurens Conster, con letras móviles de madera, compuso el primer libro del que se tiene noticia. Aunque fue Gutenberg quien concibió y construyó por primera vez la imprenta en su conjunto: confección de matrices, fundición de los caracteres, composición de textos e impresión. Así en 1455 da a luz el primer libro impreso: La Biblia de 42 líneas. El socio de Gutenberg, Schöffer, usó ya unas matrices de cobre. Las prensas eran manuales.
A partir de ello la difusión del invento, y su consecuencia: El libro, fue más rápido siendo Italia el segundo país que conoció el invento en 1464 en St. Escolástica, Subiaco y tres años más tarde en Roma. Más tarde, en 1470, tres obreros alemanes enseñaron esta técnica en Francia, de donde pasó, en 1479, a Oxford. Mientras la primera obra que parece salió de la imprenta de España es: “Obres e trobes en lahor de la Verge María,” impresa en 1474 en Valencia, aunque según el historiador Diego de Colmenares el primer libro impreso en España, es hoy conocido como “Sinodal de Aguilafuente.” Dicho evento tendría lugar en el año 1472, durante el reinado de Enrique IV en el taller segoviano del alemán Juan Parix.
Entre los años 1533 y 1534 el invento pasó el Atlántico y se empezó a imprimir en México. La “Escala espiritual de S. Juan Clímaco”, se considera el primer libro impreso en México por Juan Pablos, en 1532. (Aunque otros lo atribuyen a Esteban Martín) En Lima, en 1583, el italiano Antonio Ricardo imprimió el primer libro peruano. Posteriormente se instalaron imprentas en Manila (1593), La Paz (1610), Puebla (1640), Guatemala (1660), La Habana (1707), Ambato (1754), Quito (1760), Nueva Valencia (1764), Santiago de Chile (1776), Guadalajara (1793), y Veracruz. (1794). En Córdoba, Argentina, la primera impresión fue del año 1766. En Buenos Aires la imprenta empezó a funcionar hasta 1781. Mientras que en las colonias inglesas el primer libro impreso fue el que se editó en Cambridge, titulado The Freemans´ Oath, en 1639. Cien años después que en la Nueva España. No obstante esto último, como nos hará saber Dante Octavio Hernández citando en su libro a Rosalba Cruz Soto, para el siglo XVIII circulaban en Norteamérica 70 periódicos, mientras en toda Nueva España se editaban sólo dos periódicos en la ciudad de México.
El libro que hoy nos ocupa viene a contribuir en lo general a la difusión de la importancia y vicisitudes que tuvo la prensa en México, desde los primeros libros llegados a la Nueva España y el arribo de los primeros impresores en el primer tercio del siglo XVI; hasta su diseminación a la provincia mexicana y contribución a la cultura que fue constituyendo nuestra identidad tanto regional como nacional.
Así nos va llevando el autor a través de 20 capítulos divididos en dos partes, la primera dedicada a la prensa y las publicaciones primero en la Colonia y luego en la Nación independiente, para entrar en la segunda parte en el tema de la influencia cultural de prensa y libros en Orizaba y su región. Aunque el libro no lo menciona por corresponder a un arte no de impresión, sino pictográfico, cabría recordar que grandes civilizaciones de Mesoamérica, registraron sus conocimientos en los códices sobre papel de amate, piel de venado, tela de algodón o papel de maguey, desde épocas muy remotas y los “tlacuilos” encargados de elaborar los manuscritos debían poseer aptitudes para el dibujo y la pintura, así como profundos conocimientos de su lengua.
En su introducción sobre los primeros impresores en México, Dante Octavio nos recuerda la llegada en el Siglo XVI del primer impresor autorizado que llegó a la Ciudad de México, el italiano Giovanni Paoli conocido como Juan Pablos por contrato con Juan Cromberger, de conocida familia de impresores y a quien se atribuye el primer libro impreso en el País. Si bien los libros ya habían llegado a la Nueva España entre manos y sayales de los frailes de diversas órdenes, quienes además de obras pías para la propagación de la Fe, también trajeron otras de filosofía, ciencia y aún novelas caballerescas prohibidas. El libro también destaca entre la prensa escrita en la Nueva España en los siglos XVI y XVII, la aparición en la colonia de las primeras publicaciones con carácter periódico aunque las más de las veces de corta duración, debido principalmente a la falta de financiamiento, algunas por censura o disposiciones oficiales. Hoy diríamos que para estar a tono con la época cuya cultura dominaba la Iglesia Católica, estas publicaciones también lo eran pues sólo Dios sabia cuando aparecían y desaparecían. Así las cosas el autor considera que estos “papeles” publicaciones periódicas y gacetas de literatura, aunque también de artes y ciencia del siglo XVIII, se consideran una época de formación incipiente de la prensa. La modernidad llegaría en 1805 con la edición del “Diario de México.” Y otros entre los que vemos figurar a la provincia veracruzana con el “Jornal Económico de Veracruz” (1806).
En este punto nos lleva Dante, al igual que el poeta latino, por el laberinto de los años de lucha por la independencia, donde publicaciones históricas como el clandestino “El Despertador Americano” promovido por Miguel Hidalgo y Costilla y editado por Francisco Severo Maldonado y Ocampo, o el “Ilustrador Nacional” apoyado por J. Ma. Cos y otros, alientan el movimiento insurgente. Por cierto, en 1817 Francisco Xavier Mina, liberal español que organizó una expedición para apoyar la lucha de los patriotas mexicanos por su independencia, llevó a México la primera imprenta de acero, en la que imprimió sus periódicos y proclamas. Luego con gran acuciosidad en el capítulo VI nos describe el estado de la prensa en la etapa posterior a la independencia consumada en 1821 con los tratados de Córdoba, que ponen fin a la dominación española, enlistando los catalogados en la Hemeroteca AGN, que dan una idea de lo que fue la prensa en aquellos lejanos días y nos va acercando a su objetivo local a través de relecturas, citas, y comentarios enriquecedores en que van apareciendo las figuras políticas, religiosas y literarias de época, que ya nos son más familiares, al mismo tiempo que las primeras revistas literarias como “El Iris”, o de periodismo satírico como “El Gallo Pitagórico.” Siempre acompañado de las vicisitudes de sus editores e impresores.
Así llegamos a la segunda parte del libro que nos centra en la sociedad y cultura de la bucólica, conservadora y a la vez fabril Orizaba del Siglo XIX, donde se reúnen condiciones propicias para el desarrollo de las actividades propias del arte de la impresión como fueron en 1825 la fundación del Colegio Nacional, el título de ciudad otorgado a Orizaba (29 de noviembre de 1830) el establecimiento de la primera fábrica de Hilados, Tejidos y Papel en Cocolapan (1836) y el establecimiento de la primera imprenta en la ciudad por D. Félix Mendarte en 1838 y su consecuencia, la fundación de “La Luz” primer periódico de la ciudad en 1839. Todo ello aderezado con intelectuales, políticos y empresarios locales y aún foráneos a quienes, no cabe duda, unía un sentimiento común su predilección por Orizaba y su región.
Confieso que cabe aquí la tentación de ahondar en el pensamiento, acciones y publicaciones de personajes ilustres originarios o avecindados en Orizaba, como son sus historiadores, entre ellos el propio José María Naredo, cuyo nombre lleva este Archivo Municipal de Orizaba (AMO) y fue también impresor por un tiempo, y quien menciona (en su Historia) la existencia de las siguientes imprentas: “la del Hospicio, la del Ferrocarril, la Popular, la Religiosa y otras pequeñas” enfatizando que “las tres primeras están dotadas de abundantes y buenos tipos, así como de prensas mecánicas y la cuarta aunque en menos (sic) escala, hace trabajos notables por su pulcritud y corrección.” Pero ello alejaría al auditorio del placer de la lectura y adquisición del libro en cuestión, además del tiempo que llevaría. Resta solo referir que como nos describe y enlista Dante Octavio, que en Orizaba durante el Siglo XIX aparecieron muchos otros periódicos, así como notables impresores entre los que destaca a Pablo Franch primer impresor de “La calandria” la sinpar novela de Rafael Delgado, J. Ma. Naredo, Ramón López y don Aurelio Ortega y Placeres. Ya para inicios del Siglo XX aparecerían las imprentas de Joaquín Talavera, Enrique Contel, y Juan Díaz; y durante el periodo revolucionario destacan los talleres de la CROM que editan el periódico “Pro Paria” estandarte obrero que trascendió hasta la década de los 70’s. Otra importante contribución del libro es la que se dedica al análisis de libros y bibliotecas en Orizaba, cuestionando el destino de una de las más importantes, sin duda la de Clemente López Nava, que contenía más de 4 mil volúmenes, un acervo por demás notable para la época.
No se puede dejar de mencionar el capítulo dedicado a la actual clasificación y descripción de la biblioteca novohispana del AMO, con libros que datan desde el Siglo XVI, la catalogación de las marcas de fuego, cuya explicación de estos signos también nos ofrece el autor para cerrar con las catalogaciones realizadas y explicar la procedencia de tales libros cuya mayoría perteneció al convento de Sn José y a los sacerdotes de órdenes como los PP Filipenses y Franciscanos. Aunque los hay de más reciente procedencia. Por último, considero que hay que destacar en el contenido del libro la exquisita restauración de algunos libros Novo hispanos, conseguida gracias a las gestiones del autor ante el cabildo orizabeño y el Centro de Restauración de ADABI de México AC; al igual que la impresión lograda y la calidad de sus ilustraciones, que a la vieja usanza fue hecha con diseño y tipografía del propio autor.
Colofón:
En los talleres de impresión, en la Plaza de Santo Domingo, en el centro histórico de Ciudad de México, aún se encuentran prensas mecánicas del siglo XIX Y XX al igual que en Orizaba. Sin embargo, en la moderna actualidad del Siglo XXI todos podemos tener al alcance métodos de impresión mediante impresoras láser y programas de cómputo que nos resuelven pequeños y aún grandes volúmenes de impresión de páginas, folletos y aún libros. Que sucederá en el futuro? ¿Triunfará la lectura del libro en línea por la Red Internet? ¿Seguiremos teniendo buenos libros impresos?, Esperamos que se sigan haciendo éstos, pero nunca quizás ediciones tan bellas y cuidadas como cuando la Prensa y los maestros impresores cuidaban con verdadero amor tales ediciones. Sólo esperamos que en el AMO se sigan cuidando, leyendo y escribiendo historias sobre su acervo como lo viene haciendo Dante Octavio Hernández Guzmán.
Orizaba, a 5 de mayo de 2011
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