lunes, 9 de agosto de 2021

APORTES A LA CULTURA DE VERACRUZ

 






Por Raúl Hernández Viveros

 

 

 

 

El 26 de junio de 2008, falleció en Xalapa Roberto Williams García. Siempre lo recuerdo con bastante afecto por su amistad y enseñanzas sobre la vida. Amor a los estudios antropológicos, en particular su pasión por la artesanía popular, vestidos, danzas y mitos.  Parte de su legado se conserva en el Museo de Antropología. Su archivo personal fue donado por su familia a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, y sus libros permanecen en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana. Como un recuerdo doy a conocer las siguientes informaciones sobre la cultura veracruzana.

En 2002 publiqué mi libro La mitología de Roberto Williams García, en el cual aparece su valiosa investigación  El mito en una comunidad indígena: Pisaflores, Veracruz.

El  Departamento  de  Arqueología  instalado  el  15  de  mayo  de  1943,  fue  dirigido  por  José García  Payón, por el  Gobierno  del  Estado  de  Veracruz. En  1950 se creó  el  Departamento de Antropología, dependiente de la Dirección General de Educación. Se debe recordar que en  1947  surgió  la  oficina  de  Antropología  del  Estado  de  Veracruz.  Años después, las investigaciones arqueológicas, etnográficas, etnohistóricas y lingüísticas continuaron en el local de Zamora 41, hasta que el 19 de enero de 1959, el gobernador Antonio M. Quirasco entregó el edificio del Instituto de Antropología. En el lugar donado por los ejidatarios de San  Bruno,  se  instaló  también  el  Museo  de  Antropología,  recinto  depositario  de  las magistrales piezas descubiertas y trasladadas por el propio personal de investigación.

El  10  de  abril  de  1954,  dieron  inicio  las  actividades  de  la  Facultad  de  Pedagogía; posteriormente,  el  1o  de  febrero  de  1956,  los  de  la  Facultad  de  Filosofía  y  Letras,  y  en marzo  del  mismo  año  de  la  Facultad  de  Arquitectura.  Con la llegada a la rectoría de la  Universidad  Veracruzana,  Gonzalo  Aguirre  Beltrán,  en  1957.  A partir   de   ésta   etapa,  la   vida   cultural   alcanzó   importantes   espacios   en   la capital veracruzana. Inició la reestructuración de la labor editorial, y se nombró director a Sergio Galindo Márquez al frente de este proyecto intelectual. Sin duda alguna, el más importante al nivel de universidades hispanoamericanas. Fue como un renacimiento  en  todos  los  aspectos  de  la  difusión cultural. Por  lo  que uno de  los  pilares  más  importantes de  la  Universidad  Veracruzana,  fue el rector Gonzalo Aguirre Beltrán, porque el 11 de enero de 1957 respaldó la creación del Instituto de Antropología, la Escuela de Antropología, la Escuela de Historia y la de Letras. También se fundó  el  proyecto  editorial  de  la  revista La  Palabra  y  el  Hombre. 

Al  mismo tiempo hubo  el  respaldó  la  creación  de  importantes  colecciones  y  series  de  libros. Precisamente en las páginas del primer número de La  Palabra  y  el  Hombre se  puede consultar  el  Plan  de  Estudios  de  la  Escuela  de  Antropología,  propuesto  por  Alfonso Medellín Zenil. Para  adquirir  el  grado  de  maestro  en  las  especialidades  de  Antropología  Social, Arqueología, y  Lingüística. Se  ofrecieron  en  el  primer  semestre  las  materias  de  Historia Antigua  de  México  I  y  II,  a  cargo  de  José  Luis  Melgarejo  Vivanco,  Ecología  Humana  por Gonzalo Aguirre Beltrán, Prehistoria, con Waltraud Hangert, Antropología Física, impartido por Santiago  Genovés  Tarazaga,  Inglés  Superior  I  y  II,  por  Manuel  Lima  Flores. 

En  el segundo   semestre,   José   García   Payón   ofreció   el   curso   de   Arqueología   General, Antropología Cultural, por Roberto Williams García, y Lingüística General, a cargo de Juan A. Hasler. A partir de 1957, la Escuela de Antropología, estuvo a cargo de Alfonso Medellín Zenil,  Carlo  Antonio  Castro,  Waltraud  Hangert,  Arturo  Monzón  Estrada,  Alfonso  Gorbea Soto, Félix Báez Jorge, Francisco Beverido Pereau, Francisco Córdoba Olivares. David López Cardeña, Jorge Luis Solano Uscanga, Sergio Vázquez Zárate, Francisco Javier Kuri Camacho, y Félix Darío Báez Galván. La  presentación  de Totonacapan fue  realizada  durante  el  Congreso  Mexicano  de Historia en 1951,  que organizó su X Sesión de Mesas Redondas de Antropología e Historia Veracruzanas  con  sede  en  Jalapa,  del  22  al  29  de  julio,  y  entonces  el  Departamento  de Antropología  del  Estado  que  dirigía  José  Luis  Melgarejo  Vivanco. Antes  en  1950,  el gobierno   del   Estado   publicó   el   primer   tomo   de   la Historia   de   Veracruz (época prehispánica). En   plena   efervescencia   intelectual   José   Luis   Melgarejo   Vivanco, se desempeñó en algunos cargos políticos a nivel estatal y  federal.          

De alguna manera respondió a la propuesta de Octavio Paz: “A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo  particular  intransferible  y  precioso.  Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El conocimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable transparente muralla: la de nuestra consciencia”. Estas líneas forman parte del libro El laberinto de la soledad.” Para  Alfonso  Medellín  Zenil, la  Escuela  de  Antropología significó: “La ingente necesidad  de  que  el  hombre  tenga  de    mismo  un  conocimiento  cada  vez  más  amplio  y preciso,  y  de  que  este  conocimiento  sea  empleado  para  estructurar  una  obra  integral  y adecuadamente  planeada  que  beneficie  a  los  grupos  humanos  y  sobre  todo  a  los  que padecen  las peores condiciones  económicas  y  culturales,  impulsan  a  la  Universidad Veracruzana   a   crear   este   nuevo   centro de  enseñanza  superior.” 

La   enorme   visión académica de Gonzalo Aguirre Beltrán continua vigente hasta el presente. David Ramírez Lavoignet escribió el prólogo al libro La enseñanza lancasteriana, de José   Luis   Melgarejo   Vivanco; su   lectura   permite recuperar   y conocer   fragmentos biográficos de  la  trayectoria  de  este  importante  historiador  veracruzano.  El autor  de Totonacapan reconoció que: "Habríamos querido redactar un trabajo frío; reconocemos el pecado de nuestra sangre nativa, justamente indignada frente a la tragedia inmisericorde que  ha  sufrido  una  raza  portentosa,  pero  mientras  la  historia  la  escriban  los  hombres,  la imparcialidad  será  muy  relativa.  Nosotros  la  buscamos  ansiosos  de  la  mayor  serenidad  y justicia,   para   cumplir   el   imperativo   deber   del   investigador   y   ante   la   imparcialidad sacrificamos cuanto humanamente fue posible.”

En  plena  juventud,  José  Luis  Melgarejo  Vivanco  escribió  un  puñado  de  canciones que  siempre  se  dieron  a  conocer  en  recitales  acompañados  por  la Orquesta  Típica de  la capital  veracruzana.  Una  muestra  de  su  inspiración  corresponde a los versos de “Aquel rapaz”: “Trepaba por el abra;  /  terca,  /  resueltamente./  Una  nube  se  alejó  presurosa;  / pero el viento bajó de los picachos. / Jadeante / y no supo qué hacer. / El seguía trepando”/ por él abra.”

También es importante consultar el  libro Facultad  de  Antropología.  Materiales  para  su  Historia,  elaborado  por Gladys  Casimir  de  Brizuela  y  Álvaro  Brizuela  Absalón, para comprender  el  espacio  trascendental  en  la preparación de antropólogos, arqueólogos y lingüistas desde la Universidad Veracruzana. Roberto  Williams  García  estudió  en  la  Escuela  Normal   Veracruzana,  y  conoció  a José Luis Melgarejo Vivanco, Octaviano Corro y a Carlos Cruz Palma. Anotó que: “en el año de 1943 el año del Congreso de Historia en Xalapa, el catedrático José Luis Melgarejo me invitó para  que  le  acompañara  en  su  viaje a  la  sierra  de  Soteapan.  Mi hogar  se encontraba en Coatzacoalcos de manera que el viaje sería por mi rumbo. Ya Melgarejo era famoso, pues en ese año, en septiembre, había presentado en el Congreso de Historia en Xalapa,  su  libro Totonacapan. Pasamos  por  Minatitlán  donde  residía  Octavio  Corro profesor  destacado  por  haber  fundado  la  Escuela  Secundaria  Minatitlán  en el  año  de 1937”.

Sin duda alguna, es  notable  la falta de una  investigación  sobre  los  valiosos egresados de la Escuela Normal Veracruzana que asombraron en el espacio de la literatura nacional. Por  lo  tanto, resulta  trascendental  la lectura  de Historia  de la  Escuela  Normal Veracruzana,  Juan  Zilli, Editorial  Citlaltepelt,  1961,  y  La  creación  literaria  en  Veracruz, Miguel Bustos Cerecedo, 2 Ts., Editora del Gobierno 1977.Entre los egresados: Edmundo H.  Fentanes cultivó  estampas  costumbristas,  Justino  Sarmiento[1], quien  asombró  a  los críticos  literarios  con  su  novela Las  perras.  Francisco  Rojas  Tenorio  con  sus  páginas significativas  sobre  el  paisaje.  Atenógenes  Pérez  y  Soto    creador  de  cuentos  y  sonetos. Adolfo  Contreras  poeta  y  estudioso  de  la  métrica  castellana.  Angel  J.  Hermida  Ruiz, historiador  de  la  educación  en  Veracruz. Miguel Bustos  Cerecedo dedicó una parte de  su vida al estudio de las letras veracruzanas. La lista sería interminable pero merecen el justo reconocimiento de haber señalado y acompañado el camino hacia la creación literaria de José  Luis  Melgarejo  Vivanco,  y  en particular recibió las  lecciones  de su  maestro José  Mancisidor[2].

Fue director de la revista Didacta de la Escuela Normal Veracruzana. Autor  de  las  canciones “Normalista” y “Adiós”. Se  debe  destacar  su  papel  de compositor de varias canciones que resultaron populares al ser interpretadas por artistas de  le  época de  varias  partes  de  México. En  1942,  ofreció  a  los  lectores  su  colección  de Corridos Juan  Pirulero; escribió en la dedicatoria. “A los héroes  anónimos  que  luchan por librar a México de la esclavitud espiritual”. Lema que resulta actual por la desapego del discurso institucional que impone sus dogmáticos discursos triunfalistas, frente al lenguaje popular del México marginado, y abandonado en muchas partes del territorio nacional.

}En  1944,  apareció Jimbaña,  en  donde  José  Luis  Melgarejo  Vivanco  rindió  sincero reconocimiento a su lugar de origen; él siempre decía que había nacido “en un lugar de la Mancha”,  como una ferviente admiración a la lectura de Don  Quijote  de  la  Mancha,  y porque nunca pudo dejar sus recuerdos infantiles impregnados por el paisaje veracruzano en  la  región  de  Palmas,  de  Abajo, junto de  la  Laguna  de  La  Mancha. Muy  cerca de Quiahuiztlán, reflexionó   en   sus   escritos,   constantemente   sobre   la   llegada   de   los conquistadores hispanos; ante nuestra riqueza cultural de la zona arqueológica totonaca, entregándose  a descifrar  algunos de los misterios de la belleza de El Tajín.

Su libro Metrópoli apareció con una viñeta de Ramón Alva de la Canal.  Esta obra fue dedicada a describir aspectos esenciales de  la  ciudad  de  México.  A  través  de  notas musicales le cantó a lugares que la agradaron durante su experiencia existencial entre las calles y avenidas del centro histórico. Describió en líneas sentimentales sus recorridos por los  alrededores  naturales  de  Chapultepec. Visitó el  Pedregal,  y   conoció los  canales  de Xochimilco. Esta  fuente  de  inspiración  le  hizo  escribir  sus  cantos  hacia  la  capital  mexicana. Además de ofrecer un puñado de canciones. Por ejemplo, “Alameda Central”: “La fuente dice una canción,  / tan limpia, / como la risa de los niños. / El sol juega en el agua / y en el prado los lirios. / De la verde arboleda / un trino baja / y se queda prendido / en una gota. / Ella pregunta: / ¿dónde oí esta nota? / Y nadie le contesta / ni la pálida luna / ni la rosa escarlata. / Es tan fina la noche, / como, / el alma de la vieja serenata”.

Para  destacar  su  respeto  y  veneración  por las  composiciones  musicales, cualquier lector puede cantar  en  voz  alta  las  siguientes  líneas: “La  noche.../  un  minuto  sin  luz, como  relámpago./La  noche.../ gritos  de  amor,  en  armado  cántaro./Cuando  avanza  la noche... /  y sin  embargo,  queda  la  esperanza./Dónde  queda  la  noche./No  será  en  la ciudad,  porque  sus  calles /  jocundas  al  delirio  no  saciado,  /en  jardines  recónditos, florecen/santidades  contritas  de  pecado./Será  en  el  cielo,  cuyas  luces  dejan / caer  su lágrima esplendente/a  la  corola  tierna,  donde  un  sueño/pugna  por  anidar  en  cada frente. /  O  acaso  en  la  pupila  de  los  hombres/que  han  cerrado  el  balcón  de  su  porfía/sonámbulos  de  luz,  y  se  reclinan/en  el  regazo  trémulo  del  día./La  noche. / Primicia bautismal para el desvelo. / La noche.../dame todas las noches de tu cielo. ”Líneas  románticas    que  abarcan  la  parte  sentimental  de  las  imágenes,  vinculadas con  las  características  del  modernismo  que  planteó  conceptos  existenciales  de  la  vida en aquellos  años.  José  Agustín  en  su Tragicomedia  mexicana  I, 1991 anotó que: “El público apoyó  con  gusto  los  grandes  boleros  de Álvaro Carrillo  y  a  los  tríos  románticos  que  en 1949 se echaron andar con Los panchos...

”Y definió que: “Además, este trío puso su nota para  los  demás:  requintos  de nivel  casi  virtuosístico,  combinación  de  voces  apoyadas  en un buen cantante, ritmos dulces y cadenciosos, generados por las maracas y la guitarra de apoyo  y,  más  que  nada,  composiciones  de  alta  melodiosidad,  versos  claros  y  fuertes romanticismo”. José Luis Melgarejo Vivanco acababa de celebrar sus 50 años de vida y un grupo de amigos y colegas festejaron en 1964 su aniversario con la edición de su obra Vieja Rima, y después también recogieron: “Declaración de Amor a Veracruz”. Recuerdo algunos rasgos de su fisonomía. 

Era  una  persona  de  mediana  estatura,  de  aspecto  moreno,  con  ojos oscuros,    brillantes, demasiado  vivos;  a  través  de    la mirada  revisaba  y  analizaba  todo  lo interesante  de  la  vida  que  estaba  a  su  alrededor.  Dialogaba  mediante  un  lenguaje adecuado  con  el  ritmo  pausado  y  el  estilo  didáctico  del  profesor  normalista, el  docente que imparte el conocimiento, de una forma  amena en búsqueda de la empatía y el deseo de aprender juntos el maestro y el discípulo sobre la realidad que nos rodea. En aquellos años colaboró  con  la  Revista Momento y  publicó  su  conferencia Historia  Antigua  de  Coatepec y La  Provincia  de  Tzicoac,  también Toponimia  de  los Municipios  Veracruzanos. 

Dichas  obras  me  fueron  obsequiadas  durante  mis  encuentros con  José  Luis  Melgarejo  Vivanco. No  puedo  olvidar  que en alguna  de las  reuniones  con Froylán Flores Cancela,  recibí de sus manos, además: En torno a la mexicanidad, cuando colaboraba con nuestro amigo periodista. Fue en el Auditorio “Alberto Beltrán” donde asistió, en  otra  ocasión  a la  presentación  de  mi  libro Memoria,  pensamiento  y  escritura, una parte se la dediqué a sus trabajos publicados en La Palabra y el Hombre.

En las  páginas  de  la  revista  de  la  Universidad  Veracruzana,  pueden  consultarse algunos trabajos  que  contribuyeron  al desarrollo  de  la  cultura  en  Veracruz  y  de  México. Estas   colaboraciones   se   plantearon   como   una   empresa   educativa, una   tarea   de vinculación  de  todos  los  aspectos  de  la  investigación  universitaria.  Básicamente a los servicios   educativos   para   alcanzar   los   más elevados   y   universales   valores      del conocimiento.  Desde  esta  perspectiva  me  resultó  bastante  interesante  llevar  a  cabo  un seguimiento del material bibliográfico de José Luis Melgarejo Vivanco.

Sus  trabajos  y  poemas  evidencian  el  empeño  de  un  autor  involucrado  en  proyectar  su existencia para dejarnos testimonio de su paso por la capital de Veracruz. Las fuentes que disponen los investigadores de la obra, están en su bibliografía directa por ejemplo en el libro dedicado a Los  Olmecas,  o Los  Jarochos en  este  libro  anotó  que   en  Xalapa  vivió en 1945,  Paul  Kirchhoff:  “Fue  grata convivencia  devenida  en  fraternal  amistad.  En las interminables platicas, una tarde arropada de neblina, brotó la pregunta:  ¿Son  los jarochos una realidad antropológica?, y a la contestación afirmativa se desataron las otras: ¿Podrían  caracterizarse  físicamente?,  ¿hay  en  su  habla  elementos  distintos?,  si  además, tiene su propia geografía, ¿se puede marcar esa unidad en un mapa?

Y a los dibujos en la servilleta del café, siguió el trabajo intenso para delimitar el territorio jarocho. Concluido el primer esbozo   Kirchhoff  volvió  a  la  carga:  ¿Y  sus  colindantes?  Así,  de  pregunta  en pregunta se organizó la idea del mapa etnográfico de Veracruz.” Los Jarochos apareció  en la Editora de Gobierno de estado de Veracruz, 1979. Al final de su Liminar, reconoció que “Este libro, tal vez el último de una vida en ofrenda del terruño, escrito fue con el mismo fervor de aquel Totonacapan, empedernido pecador de la técnica pero, sin pedir ni dar cuartel en la defensa de su pueblo, y habrá de ser trillado parto de los montes o incitación a la censura. Si por esta brecha en la etnografía, mañana transitaran sus correctores, el ideal  habría  sido  alcanzado;  quede  mientras  en  ofertorio rustico, aun cuando vivo, el estertor del sediento, con las pupilas alargadas hacia el azuzul del llano”.

Conviene además consultar el libro Cantos a Xalapa, de Leonardo Pasquel, que apareció en 1972. La  revista Xalapa, Agosto de 1954, incluyó su poema “Bucólica”. De sus líneas finales: “Pradera xalapeña, te venero / tendiéndome a la sombra de tu encina / frente a un  libro  de  versos.  Más  divina  /   conjunción  no  imagino,  /  y  me  disuelvo  entero  /  en  la fragancia de tu suelo fértil / y en el piadoso manto de tu cielo.”

Hay que mencionar su trabajo casi etnográfico en los versos de “Xalapa”: “...estoy debiéndote un poema /que tenga tu novicia blancura de azucena, / por más que andan rondando unos versos / con mi nombre  y  el  dejo  /  de  cuando  era  un  chiquillo  pilguanejo.  /  La  gente  de  Naolinco  /  dice que te fundaron cuando  dieron un brinco / y por aquí vinieron a caer. / Lo cierto es que tu jeroglífico y el sitio / marcan agua y arena con tesitura de mujer. / Tu mestiza calleja / es la vereda  vieja  /  donde  trotó  el  indígena  cargando su  huacal,  /  y  porque  Don  Hernando  / dejó  olvidado  un  potrillo  /  sin  la  cuenta de  Bernal  Díaz  del  Castillo /  en  las  noches oímos un  triste  relinchar.  /  Cuando    fuiste  Xalapa  de  la  Feria,  /  cambiaste  tu  liquidámbar  /  y  la raíz de Tlanehuayocan / por canela y alcanfor, / o algunas baratijas que traían: / la flota de ultramar/  y  el  filipino  galeón.  /  Entre  los  mil  y  un  cuartelazos  /  he  leído  tu  nombre  a  la cabeza  de  un  plan  /  que  repercutió  a  la  metrópoli  /  como  en  Manga  de  Clavo  y  Puente Nacional.  /  Cómo  me  habría  gustado  conocer  /  en  la  Venta  del  Lencero,  /  a    su  Alteza Serenísima con su poema imperial a madame de la Barca con el barón / de Humbolt, o al archiduque  liberal.  /  Si monseñorPagaza  se  hubiera  figurado  /  arcadiana  zagalilla,  /  se habría  casado  contigo  sin  que  le  importaran  sotana  y  coronilla  /  desde  que  la  calandria que  lleva  en  el  pecho  /  don  Rafael  Delgado  y  el  olímpico  rayo  /  del  vate  Díaz  Mirón  / atronaron los ámbitos y la Normal / de Rébsamen / anduvo en sus barbechos / haciendo germinar la cimiente de la Revolución, / tú fuiste Atenas  de Veracruz y México / dormida en los laureles / como en una canción...”  

Resulta conveniente leer completo su poema “Xalapa”, porque construyó una visión etnográfica de la capital veracruzana. Como historiador reconoció que: “Seguir a la tarea  educativa  en  las  páginas  de  la  historiografía,  es  una  opción  tan  obligada  cuanto riesgosa,  porque  la  historia  escrita  es  una  parte    mínima  de  la  historia  vulgarmente  degenerada en historiomanía y cháchara de copistas a más de que la historia se ha escrito para  servir  a  un  grupo    dominante...”  Cita  de  su  libro La  enseñanza  lancasteriana, Ediciones Escuela Normal Veracruzana, con ilustraciones de Alberto Beltrán, 1975. La revista “Xalapa” nació en 1953, bajo la dirección  de  Gerardo  García  H.  Sus páginas  misceláneas  reflejaron  la  preocupación  por  difundir  la  literatura.  Por ejemplo, en el número 39 puede leerse el “Poema del mar geométrico “en Veracruz” de Germán List Arzubide";  en  el  56,  un  cuento  de  Benito  Pérez  Galdós, "La   conspiración      de      las   palabras".  

En   el   62   "Al Ixtaccíhuatl", y "Redemptio" de Salvador Díaz Mirón. En el 84, "Necesitamos un  Dios",  de  Gregorio Lópezy  Fuentes,  autor veracruzano que  abrió  la corriente  de  la  literatura  indigenistaen  México.  Adolfo Contreras, reseñó un  opúsculo literario de José Luis Melgarejo, en el número 115, advirtió que: “Carece  de  prólogo  este  ramillete  de  versos.  No  lo  presenta  nadie.  Se  presenta solo,  haciendo  honor  a  la  idiosincrasia  del  poeta  quien  ha  sido  siempre -cual  jinete solitario-un  tipo  agrario  amante  de  las  campiñas  veracruzanas  "Del  Trueno  Viejo",  de  la salmodia  de  los  mares, de  los  encajes  de  las  olas,  del  céfiro  blando;  y  emotivo  cantor  de las  miserias  del  campesino  y  del  acervo  dolor  de  nuestra  raza  preterida,  la  cual  tan  sólo nos ha dejado huellas que sigue la ansiedad antropológica de los investigadores.” La  revista Nóema, número  34,  mayo  1962,  que  dirigía  Aristeo  Rivas  Andrade ofreció los versos de: “Mahabharata”, casi líneas infantiles que describieron ensoñaciones: “Se fueron las hadas / con su cantinela / los cuentos pasaron / y murió el poema.” En “Parva”, se añoró el tiempo vivido: “Para pintar el arcoíris, / ¿el sol tiene crayolas? / Hija, / las  tiene  todas.” En el “Cuento”; la brevedad de sus versos destacan estas líneas: “La blanca  espuma,  en  ansia  de  infinito,  /  siguió  volando  y  garza  se  volvió;  /  la  luna, sorprendida, no sabía / si la higuera, por fin tuvo su flor”. Fueron  acompañados  por dibujos de Cristina Félix y Ramón Alva de la Canal.

Jorge Luis Borges afirmó que: “Puede que yo aceptara aquellos libros porque los acogí como poesía, como sugerencia o insinuación, a través de la música de la poesía, y no con razonamientos”, en su discurso sobre “La metáfora”. El ritmo en los versos de José Luis  Melgarejo  Vivanco,  señala   la presencia  y  la  dimensión  del  paisaje  veracruzano.  La nostalgia por su lugar de origen y los recorridos hacia las profundidades del habla popular y vital de la gente que lo acompañó desde su infancia hasta la enriquecedora adolescencia bajo  la  vigilancia  protectora  e  imperecedera  de  sus  maestros  de  la  Escuela  Normal Veracruzana. 

En el panorama de la costa veracruzana se mezclaron las reflexiones sentimentales que lograron transmitir las características de la  belleza  natural  de  las  playas  y  los acantilados frente al golfo de México, casi como una extraordinaria necesitad de percibir y demostrar  algo  de  lo  que  debemos  de  estar  orgullosos  de  nuestra  tierra.  El  análisis  que permite  el  ritmo  de  los  sonidos  de  cada  verso  de  José  Luis  Melgarejo  Vivanco,  contiene una  significación  que  designa  el  transcurrir  del  tiempo  vivido.  Cada palabra descubre el nacimiento  del  amor  por  el  paisaje  que  marca  a  cada  una  de  las  palpitaciones,  con  las palabras  que  son  portadoras  de  las  señales  y  mensajes  del  poeta.  Los versos tienen la lucidez y el encanto de las canciones populares o el sentido transparente y eterno de los rimadores de antaño, que todavía gustan  por  las  descripciones  orales    de  nuestros sentimientos, y gustos por la naturaleza que nos rodea.

Desde  1978  comenzó  el  rescate  de  nuestras  tradiciones,  principalmente  el  de  la celebración de Todos santos. Por lo cual, José Luis Melgarejo Vivanco dio a conocer “Un aspecto  del  Todo santos  indígena”. Definió que: “Para el antiguo indígena, el Todo santos era  la  fiesta  de  la  cosecha;  no  en  la  veintena  de  Ochpaniztli,  del  20  de  agosto  al  17  de septiembre,  cuando  ciertamente  granaba  el maíz,  aun  cuando  todavía  no  estaba de cosecha  sino  en  Quecholli  de  28  de  octubre  al  16  de  noviembre.  Sahagún,  en  su  libro monumental, describió  la  fecha  que  hacían  4  días  después,  equivalente  al  primero  de noviembre y hoy “festividad de todos los santos”, en el momento en que ponían “las cuatro  teas  y  las  cuatro  saetas; ofrecíanlas  sobre  dos  sepulcros  de  los  muertos;  ponían también  juntamente  con  las    saetas  y  teas  dos  tamales.  Estaba  todo  esto  un  día  entero sobre  la  sepultura  y  a  la  noche  lo  quemaban,  y  hacían  otras  muchas  ceremonias  por  los difuntos en esta misma fiesta” Lo  anterior  fue  publicado  en  el  Boletín  informativo  del  Instituto  de  Antropología, número  2,  y  tuvo  dos  ediciones  en  mimeógrafo  con  el  apoyo  de  la  Escuela  Preparatoria Ricardo  Flores  Magón,  la  última  en  octubre  de  1985.

Resulta  valioso  insertar  el  segundo párrafo: “Los ancestros, los difuntos, a sus rogativas habían intercedido ante sus dioses, para  lograr  la  cosecha;  con  esta  fecha  ellos  lo  agradecían  llevándoles,  a  sus  recuerdos  la ofrenda de los productos. Tenían los tamales en forma de persona que aún se conserva en el  pan  de  muerto  lo  cual  aprovecharon  los  extranjeros  para  inculparlos  de  antropofagia, prolongándolo al sacrificio humano. Los pueblos mesoamericanos no mataban por el placer de matar; creadores de un Código  de  Procedimientos  Penales,  tipificaban  muy  bien  los  delitos  e  incluían  la  pena  de muerte; por cuanto a la Ejecución de Sanciones, como la hacían era la menos cruel forma disponible. Simbólicamente comer al muerto, entre los pueblos de todo el mundo significó destacar la  valentía,  para  infundir  espanto  al  enemigo,  y  en  otro  sentido,  apropiarse  de sus  méritos  o  cualidades.  El simbolismo se  llegó  a  materializar  en  el  tamal  indígena  de forma humana o en el todavía pan de muerto, como la iglesia católica realiza el sacrificio de la misa y el sacerdote toma la sangre de cristo en el vino, y absorbe su carne mediante la hostia”.

Vale  la  pena  mencionar  otro  ejemplo  del  lirismo  de  José  Luis  Melgarejo  Vivanco. De su artículo “Huracán”, publicado en octubre de 1993: “La temporada veracruzana de ciclones tiene  calendario  exacto  entre  campesinos,  a  la  par  con  los  calendarios  desde  las márgenes el Nilo, el Tigris, el Eufrates, el Indo y La Meca es el mismo. Para usar el santoral católico  (24 de  agosto)  rompe  sus  amarras huracán,  y  solamente  logran atarlo de nuevo, el día de San Francisco, 4 de octubre. Su furia puede ser devastadora cada 7 días con los efectos de la luna; el veracruzano lo sabe y lucha bravamente; su milpa estaba en agonía; la  canícula,  sin  piedad,  la  secaba;  sólo  el  Dios  huracán  sería  capaz  de  hacer  llover;  y  sólo huracán hace llover en el norte de México, estepario, desértico.”

Se hizo un reconocimiento a Roberto Williams  García,  quien  por  su  parte impulsó  el  rescate  de  los  altares  indígenas,  y  publicó la  leyenda  que  los  indígenas conservaron.   Otra versión de   José   Luis   Melgarejo   Vivanco   que escribió   fue   la interpretación de las pinturas de “Las Higueras”, (Vega de la Torre), en donde ubicó un movimiento de traslación y rotación cada 11 años.En una carta fechada el 7 de febrero de 2000, a su amigo Dr. Miguel José Yacamán:

“Recibí la imagen del Mural de Las Higueras, tan genitalmente remitido por Ud; lo agradezco infinito y ya lo pongo en manos del Director del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana.  En  cuanto  a  mi  opinión,  felicito  a  todos  quienes  lograron  tan vívidos   colores,   con   la   maestría   tecnológica   moderna;   pero,   la   explicación   de   su significado, faltándole partes a lo conservado, es audacia en intento: Se  llamó  Acocalco  la  hoy  Zona  arqueológica  de  las  Higueras,  en  el  municipio    de Vega  de  Alatorre,  Ver.  (náhuatl:  ocalli,  canoa;  co,  en;  lugar  de  canoa).  Formaba  parte  de totonacapam. Su exploración arqueológica constató el apogeo entre los años del 600 al 900 de la Era hoy vigente, coetánea del también ocurrido en El Tajín.Para  Las  Higueras,  el  panorama  general  hace  pensar  un  predominio  de  pesca  y agricultura,    invocando,  a  deidades  relacionadas  con  el  agua,    carente  o  excesiva.  El  año 1979, la publicación del Arqueólogo Alfonso Medellín Zenil, en torno al Horizonte Clásico Tardío del Centro de Veracruz, reprodujo, a colores, uno de los murales, e identificó: “el tocado de este personaje y la olla volcando su contenido sobre la tierra, coincide con esa deidad  de  la  lámina  74 del  Códice Desdrei, en que Ixchel inunda la tierra”; igualmente, a una planta de maíz con la flor masculina para fecundar a la femenina”, connubio canicular. En   otras   partes   de   las   pinturas,   los   investigadores   han   identificado   peces,   incluso tiburones  y  datos  para  Huracán  (quiché)  o  el  Tezcatlipoca  Negro.  Aquí,  en  el  fragmento enviado  por  Ud.,  se principia  con  la  escena terminadora del  juego  de  Pelota, preparando el cuchillo para cercenar la cabeza del jugador ofrendado. El gran tamaño de la pelota de hule,  pudo ser  un  recurso  destacador  de  su  importancia  en  el  tlochtli  (cancha),  cuyo resultado equivalió a la vox de oráculo; pero, el triunfador, era decapitado acelerando su destino a la corte del Sol.”

El   Arqueólogo   Ramón   Arellano   Melgarejo   entonces Director   de   la exploración   en   Las Higueras, informó, que las pinturas murales eran cubiertas por nueva capa del estuco, en la  cual  ejecutaban  otra  decoración,  habiendo  constatado,  hasta  29  capas  con  pinturas que,  a  la  especialidad  cronológica  resultó  fácil  y  confiable,  considerar  el  periodo  de  seis xiuhmolpillis  (atadura  de  52  años)  que  sumaba  312  años,  impresionantes  en  Kobah,  o Básicos en El Tajín; además, los ritos a Huracán en 29 ocasiones muy destacadas hablan de 11 años entre una y otra, cuando la furia del dios era mayor, o cual todavía lo conservan algunos   menesterosos   herederos   culturales,   cuando   los   años   concluían   en   dígitos idénticos; ejemplos de ahora: 1944, grande inundación en las cuencas del rio Papaloapan, gobernando  Miguel  Ávila  Camacho;  1955,  el  Jeanne,  cuando  el  presidente  Adolfo  Ruiz Cortines;  el  llamada  Gilberto  en  1988;    y  de  1999.  ¿Con  las  manchas  solares cada cinco años?.-a esto puede darle el uso que guste. Un abrazo.”

De esta   forma,   José   Luis   Melgarejo   Vivanco   señaló   que: “El  territorio  del Totonacapan  solo  tiene  ocupada  la  parte  sur  con  estas  obras  (en  relación  a  la  zona arqueológica  y  sus  esculturas  artísticas  que  advierten  de  la  esencia  artística  de  nuestros antiguos  veracruzanos);  por  eso  quiérase  o  no,  deberá  considerarse  al  cruzamiento  de totonacos y Olmecas, es decir, a los jarochos como generadores de Alegría, de musicalidad un tanto en contraposición al “indio triste”, o por lo menos, muy digno, muy sonriente frente a una vida sin alegrías; también por eso resulta dolorosa la tragedia, ese pueblo fue silenciado; ya no volvió a reír”.  Sin   duda   alguna, el   presente   ensayo   rescata   informaciones   y   textos   casi desconocidos de  José  Luis  Melgarejo  Vivanco.  Lo anterior forma parte de mis reflexiones sobre  los  protagonistas  de  la Antropología    del  Golfo  de  México. Estas  líneas  reflejan  el seguimiento  de   algunas  reflexiones  y primeras  contribuciones  a  la  Antropología  en  el Estado  de   Veracruz.      Todavía en   nuestros   días, son interesantes  sus   trabajos   de investigación  y  literarios,  porque  deben identificarse  con  las  mejores  aportaciones del humanismo  en  búsqueda  del  conocimiento  y  principalmente  en    la   difusión  de  los trabajos   académicos en libros y revistas por parte de José Luis Melgarejo Vivanco.

 



[1] Esta novela del escritor originario de Tlacotepec de Mejia cerca de Huatusco, Ver., representa un proyecto narrativo extraordinario por su fuerza expresiva y sentimental de un realismo que lleva a causar interés desde el principio hasta el desenlace de esta magnifica novela que pasó desapercibida por la crítica literaria. Sin embargo representó entonces la existencia de un aporte a la novelística de México. Apareció en 1965, Colección Suma Veracruzana.

[2] Fue maestro de historia de México desde 1932 en la Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen. Colaboro en la revista Simiente. Dirigió la revista Ruta, crea su propia editorial llamada Integrales y publica sus primeras novelas: La asonada, La ciudad roja, Fronteras junto al mar, y Se llamaba Catalina. Es de consulta su libro sobre la Revolución mexicana. Autor de las antologías Cuentos mexicanos del siglo XIX y Cuentos mexicanos de autores contemporáneos.

No hay comentarios: