Por Raúl Hernández Viveros
El 26 de junio de 2008, falleció en
Xalapa Roberto Williams García. Siempre lo recuerdo con bastante afecto por su
amistad y enseñanzas sobre la vida. Amor a los estudios antropológicos, en
particular su pasión por la artesanía popular, vestidos, danzas y mitos. Parte de su legado se conserva en el Museo de
Antropología. Su archivo personal fue donado por su familia a la Biblioteca
Nacional de Antropología e Historia, y sus libros permanecen en el Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana. Como un recuerdo doy
a conocer las siguientes informaciones sobre la cultura veracruzana.
En 2002 publiqué mi libro La
mitología de Roberto Williams García, en el cual aparece su valiosa
investigación El mito en una
comunidad indígena: Pisaflores, Veracruz.
El Departamento
de Arqueología instalado
el 15 de
mayo de 1943,
fue dirigido por
José García Payón, por el Gobierno
del Estado de
Veracruz. En 1950 se creó el
Departamento de Antropología, dependiente de la Dirección General de
Educación. Se debe recordar que en
1947 surgió la oficina de
Antropología del Estado
de Veracruz. Años después, las investigaciones
arqueológicas, etnográficas, etnohistóricas y lingüísticas continuaron en el
local de Zamora 41, hasta que el 19 de enero de 1959, el gobernador Antonio M.
Quirasco entregó el edificio del Instituto de Antropología. En el lugar donado
por los ejidatarios de San Bruno, se
instaló también el
Museo de Antropología,
recinto depositario de las
magistrales piezas descubiertas y trasladadas por el propio personal de investigación.
El 10
de abril de
1954, dieron inicio
las actividades de la Facultad
de Pedagogía;
posteriormente, el 1o
de febrero de
1956, los de
la Facultad de
Filosofía y Letras,
y en marzo del
mismo año de
la Facultad de
Arquitectura. Con la llegada a la
rectoría de la Universidad Veracruzana,
Gonzalo Aguirre Beltrán,
en 1957. A partir
de ésta etapa,
la vida cultural
alcanzó importantes espacios
en la capital veracruzana. Inició
la reestructuración de la labor editorial, y se nombró director a Sergio
Galindo Márquez al frente de este proyecto intelectual. Sin duda alguna, el más
importante al nivel de universidades hispanoamericanas. Fue como un
renacimiento en todos
los aspectos de
la difusión cultural. Por lo que
uno de los pilares
más importantes de la
Universidad Veracruzana, fue el rector Gonzalo Aguirre Beltrán, porque
el 11 de enero de 1957 respaldó la creación del Instituto de Antropología, la
Escuela de Antropología, la Escuela de Historia y la de Letras. También se fundó el
proyecto editorial de la revista La
Palabra y el
Hombre.
Al mismo tiempo hubo el
respaldó la creación
de importantes colecciones
y series de
libros. Precisamente en las páginas del primer número de La Palabra
y el Hombre se
puede consultar el Plan
de Estudios de
la Escuela de
Antropología, propuesto por
Alfonso Medellín Zenil. Para
adquirir el grado
de maestro en
las especialidades de
Antropología Social, Arqueología,
y Lingüística. Se ofrecieron
en el primer
semestre las materias
de Historia Antigua de
México I y
II, a cargo
de José Luis
Melgarejo Vivanco, Ecología
Humana por Gonzalo Aguirre
Beltrán, Prehistoria, con Waltraud Hangert, Antropología Física, impartido por Santiago Genovés
Tarazaga, Inglés Superior
I y II,
por Manuel Lima
Flores.
En el segundo
semestre, José García
Payón ofreció el
curso de Arqueología
General, Antropología Cultural, por Roberto Williams García, y
Lingüística General, a cargo de Juan A. Hasler. A partir de 1957, la Escuela de
Antropología, estuvo a cargo de Alfonso Medellín Zenil, Carlo
Antonio Castro, Waltraud
Hangert, Arturo Monzón
Estrada, Alfonso Gorbea Soto, Félix Báez Jorge, Francisco
Beverido Pereau, Francisco Córdoba Olivares. David López Cardeña, Jorge Luis
Solano Uscanga, Sergio Vázquez Zárate, Francisco Javier Kuri Camacho, y Félix
Darío Báez Galván. La presentación de Totonacapan fue realizada
durante el Congreso
Mexicano de Historia en
1951, que organizó su X Sesión de Mesas
Redondas de Antropología e Historia Veracruzanas con
sede en Jalapa,
del 22 al
29 de julio,
y entonces el
Departamento de Antropología del
Estado que dirigía
José Luis Melgarejo
Vivanco. Antes en 1950,
el gobierno del Estado
publicó el primer
tomo de la Historia de
Veracruz (época prehispánica). En
plena efervescencia intelectual
José Luis Melgarejo
Vivanco, se desempeñó en algunos cargos políticos a nivel estatal y federal.
De alguna manera
respondió a la propuesta de Octavio Paz: “A todos, en algún momento, se nos ha
revelado nuestra existencia como algo
particular intransferible y
precioso. Casi siempre esta
revelación se sitúa en la adolescencia. El conocimiento de nosotros mismos se
manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una
impalpable transparente muralla: la de nuestra consciencia”. Estas líneas
forman parte del libro El laberinto de la soledad.” Para Alfonso
Medellín Zenil, la Escuela
de Antropología significó: “La
ingente necesidad de que
el hombre tenga
de sí mismo
un conocimiento cada
vez más amplio
y preciso, y de que este
conocimiento sea empleado
para estructurar una
obra integral y adecuadamente planeada
que beneficie a los grupos
humanos y sobre
todo a los
que padecen las peores condiciones económicas
y culturales, impulsan
a la Universidad Veracruzana a
crear este nuevo
centro de enseñanza superior.”
La enorme
visión académica de Gonzalo Aguirre Beltrán continua vigente hasta el
presente. David Ramírez Lavoignet escribió el prólogo al libro La enseñanza
lancasteriana, de José Luis Melgarejo
Vivanco; su lectura permite recuperar y conocer
fragmentos biográficos de la trayectoria
de este importante
historiador veracruzano. El autor
de Totonacapan reconoció que: "Habríamos querido redactar un
trabajo frío; reconocemos el pecado de nuestra sangre nativa, justamente
indignada frente a la tragedia inmisericorde que ha
sufrido una raza
portentosa, pero mientras
la historia la
escriban los hombres,
la imparcialidad será muy
relativa. Nosotros la
buscamos ansiosos de
la mayor serenidad
y justicia, para cumplir
el imperativo deber
del investigador y
ante la imparcialidad sacrificamos cuanto
humanamente fue posible.”
En plena
juventud, José Luis
Melgarejo Vivanco escribió
un puñado de
canciones que siempre se
dieron a conocer
en recitales acompañados
por la Orquesta Típica de
la capital veracruzana. Una
muestra de su
inspiración corresponde a los
versos de “Aquel rapaz”: “Trepaba por el abra;
/ terca, /
resueltamente./ Una nube
se alejó presurosa;
/ pero el viento bajó de los picachos. / Jadeante / y no supo qué hacer.
/ El seguía trepando”/ por él abra.”
También es importante
consultar el libro Facultad de
Antropología. Materiales para
su Historia, elaborado
por Gladys Casimir de
Brizuela y Álvaro
Brizuela Absalón, para comprender el
espacio trascendental en la
preparación de antropólogos, arqueólogos y lingüistas desde la Universidad
Veracruzana. Roberto Williams García
estudió en la
Escuela Normal Veracruzana,
y conoció a José Luis Melgarejo Vivanco, Octaviano
Corro y a Carlos Cruz Palma. Anotó que: “en el año de 1943 el año del Congreso
de Historia en Xalapa, el catedrático José Luis Melgarejo me invitó para que
le acompañara en
su viaje a la
sierra de Soteapan.
Mi hogar se encontraba en
Coatzacoalcos de manera que el viaje sería por mi rumbo. Ya Melgarejo era famoso,
pues en ese año, en septiembre, había presentado en el Congreso de Historia en
Xalapa, su libro Totonacapan. Pasamos por
Minatitlán donde residía
Octavio Corro profesor destacado
por haber fundado
la Escuela Secundaria
Minatitlán en el año de
1937”.
Sin duda alguna, es notable
la falta de una
investigación sobre los
valiosos egresados de la Escuela Normal Veracruzana que asombraron en el
espacio de la literatura nacional. Por
lo tanto, resulta trascendental
la lectura de Historia de la
Escuela Normal Veracruzana, Juan
Zilli, Editorial
Citlaltepelt, 1961, y La creación
literaria en Veracruz, Miguel Bustos Cerecedo, 2 Ts.,
Editora del Gobierno 1977.Entre los egresados: Edmundo H. Fentanes cultivó estampas
costumbristas, Justino Sarmiento[1],
quien asombró a los
críticos literarios con
su novela Las perras.
Francisco Rojas Tenorio
con sus páginas significativas sobre
el paisaje. Atenógenes
Pérez y Soto
creador de cuentos y
sonetos. Adolfo Contreras poeta
y estudioso de
la métrica castellana.
Angel J. Hermida
Ruiz, historiador de la
educación en Veracruz. Miguel Bustos Cerecedo dedicó una parte de su vida al estudio de las letras
veracruzanas. La lista sería interminable pero merecen el justo reconocimiento
de haber señalado y acompañado el camino hacia la creación literaria de José Luis
Melgarejo Vivanco, y en
particular recibió las lecciones de su
maestro José Mancisidor[2].
Fue director de la revista
Didacta de la Escuela Normal Veracruzana. Autor de
las canciones “Normalista” y
“Adiós”. Se debe destacar
su papel de compositor de varias canciones que
resultaron populares al ser interpretadas por artistas de le
época de varias partes
de México. En 1942,
ofreció a los
lectores su colección
de Corridos Juan Pirulero;
escribió en la dedicatoria. “A los héroes
anónimos que luchan por librar a México de la esclavitud
espiritual”. Lema que resulta actual por la desapego del discurso institucional
que impone sus dogmáticos discursos triunfalistas, frente al lenguaje popular
del México marginado, y abandonado en muchas partes del territorio nacional.
}En 1944,
apareció Jimbaña, en donde
José Luis Melgarejo
Vivanco rindió sincero reconocimiento a su lugar de origen;
él siempre decía que había nacido “en un lugar de la Mancha”, como una ferviente admiración a la lectura de
Don Quijote de
la Mancha, y porque nunca pudo dejar sus recuerdos infantiles
impregnados por el paisaje veracruzano en
la región de
Palmas, de Abajo, junto de la
Laguna de La
Mancha. Muy cerca de
Quiahuiztlán, reflexionó en sus
escritos, constantemente sobre
la llegada de
los conquistadores hispanos; ante nuestra riqueza cultural de la zona
arqueológica totonaca, entregándose a
descifrar algunos de los misterios de la
belleza de El Tajín.
Su libro Metrópoli apareció
con una viñeta de Ramón Alva de la Canal.
Esta obra fue dedicada a describir aspectos esenciales de la
ciudad de México.
A través de
notas musicales le cantó a lugares que la agradaron durante su
experiencia existencial entre las calles y avenidas del centro histórico.
Describió en líneas sentimentales sus recorridos por los alrededores
naturales de Chapultepec. Visitó el Pedregal,
y conoció los canales
de Xochimilco. Esta fuente de
inspiración le hizo
escribir sus cantos
hacia la capital
mexicana. Además de ofrecer un puñado de canciones. Por ejemplo,
“Alameda Central”: “La fuente dice una canción,
/ tan limpia, / como la risa de los niños. / El sol juega en el agua / y
en el prado los lirios. / De la verde arboleda / un trino baja / y se queda
prendido / en una gota. / Ella pregunta: / ¿dónde oí esta nota? / Y nadie le
contesta / ni la pálida luna / ni la rosa escarlata. / Es tan fina la noche, /
como, / el alma de la vieja serenata”.
Para destacar
su respeto y
veneración por las composiciones
musicales, cualquier lector puede cantar
en voz alta
las siguientes líneas: “La
noche.../ un minuto
sin luz, como relámpago./La
noche.../ gritos de amor,
en armado cántaro./Cuando avanza
la noche... / y sin embargo,
queda la esperanza./Dónde queda
la noche./No será
en la ciudad, porque
sus calles / jocundas
al delirio no
saciado, /en jardines
recónditos, florecen/santidades
contritas de pecado./Será
en el cielo,
cuyas luces dejan / caer
su lágrima esplendente/a la corola
tierna, donde un
sueño/pugna por anidar
en cada frente. / O
acaso en la
pupila de los
hombres/que han cerrado
el balcón de
su porfía/sonámbulos de
luz, y se
reclinan/en el regazo
trémulo del día./La
noche. / Primicia bautismal para el desvelo. / La noche.../dame todas
las noches de tu cielo. ”Líneas
románticas que abarcan
la parte sentimental
de las imágenes,
vinculadas con las características del
modernismo que planteó
conceptos existenciales de la vida en aquellos años.
José Agustín en su
Tragicomedia mexicana I, 1991 anotó que: “El público apoyó con
gusto los grandes
boleros de Álvaro Carrillo y
a los tríos
románticos que en 1949 se echaron andar con Los panchos...
”Y definió que:
“Además, este trío puso su nota para los demás:
requintos de nivel casi
virtuosístico, combinación de
voces apoyadas en un buen cantante, ritmos dulces y
cadenciosos, generados por las maracas y la guitarra de apoyo y,
más que nada,
composiciones de alta
melodiosidad, versos claros
y fuertes romanticismo”. José
Luis Melgarejo Vivanco acababa de celebrar sus 50 años de vida y un grupo de
amigos y colegas festejaron en 1964 su aniversario con la edición de su obra Vieja
Rima, y después también recogieron: “Declaración de Amor a Veracruz”.
Recuerdo algunos rasgos de su fisonomía.
Era una
persona de mediana
estatura, de aspecto
moreno, con ojos oscuros, brillantes, demasiado vivos;
a través de
la mirada revisaba y
analizaba todo lo interesante de la vida
que estaba a
su alrededor. Dialogaba
mediante un lenguaje adecuado con
el ritmo pausado
y el estilo
didáctico del profesor
normalista, el docente que
imparte el conocimiento, de una forma
amena en búsqueda de la empatía y el deseo de aprender juntos el maestro
y el discípulo sobre la realidad que nos rodea. En aquellos años colaboró con
la Revista Momento y publicó
su conferencia Historia Antigua
de Coatepec y La Provincia
de Tzicoac, también Toponimia de los
Municipios Veracruzanos.
Dichas obras
me fueron obsequiadas
durante mis encuentros con José
Luis Melgarejo Vivanco. No
puedo olvidar que en alguna
de las reuniones con Froylán Flores Cancela, recibí de sus manos, además: En torno a la
mexicanidad, cuando colaboraba con nuestro amigo periodista. Fue en el
Auditorio “Alberto Beltrán” donde asistió, en
otra ocasión a la
presentación de mi
libro Memoria,
pensamiento y escritura, una parte se la dediqué a sus
trabajos publicados en La Palabra y el Hombre.
En las páginas
de la revista
de la Universidad
Veracruzana, pueden consultarse algunos trabajos que
contribuyeron al desarrollo de la cultura
en Veracruz y
de México. Estas colaboraciones se
plantearon como una
empresa educativa, una tarea
de vinculación de todos
los aspectos de
la investigación universitaria. Básicamente a los servicios educativos
para alcanzar los
más elevados y universales
valores del conocimiento. Desde
esta perspectiva me
resultó bastante interesante
llevar a cabo
un seguimiento del material bibliográfico de José Luis Melgarejo
Vivanco.
Sus trabajos
y poemas evidencian
el empeño de
un autor involucrado
en proyectar su existencia para dejarnos testimonio de su
paso por la capital de Veracruz. Las fuentes que disponen los investigadores de
la obra, están en su bibliografía directa por ejemplo en el libro dedicado a Los Olmecas,
o Los Jarochos en este
libro anotó que en
Xalapa vivió en 1945, Paul
Kirchhoff: “Fue grata convivencia devenida
en fraternal amistad.
En las interminables platicas, una tarde arropada de neblina, brotó la
pregunta: ¿Son los jarochos una realidad antropológica?, y a
la contestación afirmativa se desataron las otras: ¿Podrían caracterizarse físicamente?,
¿hay en su
habla elementos distintos?,
si además, tiene su propia
geografía, ¿se puede marcar esa unidad en un mapa?
Y a los dibujos en la
servilleta del café, siguió el trabajo intenso para delimitar el territorio
jarocho. Concluido el primer esbozo
Kirchhoff volvió a
la carga: ¿Y
sus colindantes? Así,
de pregunta en pregunta se organizó la idea del mapa
etnográfico de Veracruz.” Los Jarochos apareció en la Editora de Gobierno de estado de
Veracruz, 1979. Al final de su Liminar, reconoció que “Este libro, tal vez el
último de una vida en ofrenda del terruño, escrito fue con el mismo fervor de
aquel Totonacapan, empedernido pecador de la técnica pero, sin pedir ni dar
cuartel en la defensa de su pueblo, y habrá de ser trillado parto de los montes
o incitación a la censura. Si por esta brecha en la etnografía, mañana transitaran
sus correctores, el ideal habría sido
alcanzado; quede mientras
en ofertorio rustico, aun cuando
vivo, el estertor del sediento, con las pupilas alargadas hacia el azuzul del
llano”.
Conviene además consultar
el libro Cantos a Xalapa, de Leonardo Pasquel, que apareció en 1972.
La revista Xalapa, Agosto de
1954, incluyó su poema “Bucólica”. De sus líneas finales: “Pradera xalapeña, te
venero / tendiéndome a la sombra de tu encina / frente a un libro
de versos. Más
divina / conjunción
no imagino, /
y me disuelvo
entero / en la
fragancia de tu suelo fértil / y en el piadoso manto de tu cielo.”
Hay que mencionar su
trabajo casi etnográfico en los versos de “Xalapa”: “...estoy debiéndote un
poema /que tenga tu novicia blancura de azucena, / por más que andan rondando
unos versos / con mi nombre y el
dejo / de cuando era
un chiquillo pilguanejo.
/ La gente
de Naolinco / dice
que te fundaron cuando dieron un brinco
/ y por aquí vinieron a caer. / Lo cierto es que tu jeroglífico y el sitio /
marcan agua y arena con tesitura de mujer. / Tu mestiza calleja / es la
vereda vieja /
donde trotó el
indígena cargando su huacal,
/ y porque
Don Hernando / dejó
olvidado un potrillo
/ sin la
cuenta de Bernal Díaz
del Castillo / en
las noches oímos un triste
relinchar. / Cuando
fuiste Xalapa de
la Feria, /
cambiaste tu liquidámbar
/ y la raíz de Tlanehuayocan / por canela y
alcanfor, / o algunas baratijas que traían: / la flota de ultramar/ y
el filipino galeón.
/ Entre los
mil y un
cuartelazos / he
leído tu nombre
a la cabeza de
un plan /
que repercutió a la metrópoli
/ como en
Manga de Clavo
y Puente Nacional. / Cómo me
habría gustado conocer
/ en la
Venta del Lencero,
/ a su
Alteza Serenísima con su poema imperial a madame de la Barca con el
barón / de Humbolt, o al archiduque
liberal. / Si monseñorPagaza se
hubiera figurado /
arcadiana zagalilla, / se
habría casado contigo
sin que le
importaran sotana y
coronilla / desde
que la calandria que
lleva en el
pecho / don
Rafael Delgado y
el olímpico rayo
/ del vate
Díaz Mirón / atronaron los ámbitos y la Normal / de
Rébsamen / anduvo en sus barbechos / haciendo germinar la cimiente de la
Revolución, / tú fuiste Atenas de
Veracruz y México / dormida en los laureles / como en una canción...”
Resulta conveniente
leer completo su poema “Xalapa”, porque construyó una visión etnográfica de la
capital veracruzana. Como historiador reconoció que: “Seguir a la tarea educativa
en las páginas
de la historiografía, es una opción
tan obligada cuanto riesgosa, porque
la historia escrita
es una parte
mínima de la
historia vulgarmente degenerada en historiomanía y cháchara de
copistas a más de que la historia se ha escrito para servir
a un grupo
dominante...” Cita de
su libro La enseñanza
lancasteriana, Ediciones Escuela Normal Veracruzana, con
ilustraciones de Alberto Beltrán, 1975. La revista “Xalapa” nació en 1953, bajo
la dirección de Gerardo
García H. Sus páginas
misceláneas reflejaron la
preocupación por difundir
la literatura. Por ejemplo, en el número 39 puede leerse el
“Poema del mar geométrico “en Veracruz” de Germán List Arzubide"; en
el 56, un cuento de
Benito Pérez Galdós, "La conspiración de
las palabras".
En el
62 "Al Ixtaccíhuatl",
y "Redemptio" de Salvador Díaz Mirón. En el 84, "Necesitamos un Dios",
de Gregorio Lópezy Fuentes,
autor veracruzano que abrió la corriente
de la literatura
indigenistaen México. Adolfo Contreras, reseñó un opúsculo literario de José Luis Melgarejo, en
el número 115, advirtió que: “Carece
de prólogo este
ramillete de versos.
No lo presenta
nadie. Se presenta solo, haciendo
honor a la
idiosincrasia del poeta
quien ha sido
siempre -cual jinete
solitario-un tipo agrario
amante de las
campiñas veracruzanas "Del
Trueno Viejo", de la
salmodia de los
mares, de los encajes
de las olas,
del céfiro blando;
y emotivo cantor
de las miserias del
campesino y del
acervo dolor de
nuestra raza preterida,
la cual tan
sólo nos ha dejado huellas que sigue la ansiedad antropológica de los
investigadores.” La revista Nóema,
número 34, mayo
1962, que dirigía
Aristeo Rivas Andrade ofreció los versos de: “Mahabharata”,
casi líneas infantiles que describieron ensoñaciones: “Se fueron las hadas /
con su cantinela / los cuentos pasaron / y murió el poema.” En “Parva”, se
añoró el tiempo vivido: “Para pintar el arcoíris, / ¿el sol tiene crayolas? /
Hija, / las tiene todas.” En el “Cuento”; la brevedad de sus
versos destacan estas líneas: “La blanca
espuma, en ansia
de infinito, /
siguió volando y
garza se volvió;
/ la luna, sorprendida, no sabía / si la higuera,
por fin tuvo su flor”. Fueron
acompañados por dibujos de
Cristina Félix y Ramón Alva de la Canal.
Jorge Luis Borges
afirmó que: “Puede que yo aceptara aquellos libros porque los acogí como
poesía, como sugerencia o insinuación, a través de la música de la poesía, y no
con razonamientos”, en su discurso sobre “La metáfora”. El ritmo en los versos
de José Luis Melgarejo Vivanco,
señala la presencia y
la dimensión del
paisaje veracruzano. La nostalgia por su lugar de origen y los
recorridos hacia las profundidades del habla popular y vital de la gente que lo
acompañó desde su infancia hasta la enriquecedora adolescencia bajo la
vigilancia protectora e
imperecedera de sus
maestros de la
Escuela Normal Veracruzana.
En el panorama de la
costa veracruzana se mezclaron las reflexiones sentimentales que lograron transmitir
las características de la belleza natural
de las playas
y los acantilados frente al golfo
de México, casi como una extraordinaria necesitad de percibir y demostrar algo
de lo que
debemos de estar
orgullosos de nuestra
tierra. El análisis
que permite el ritmo
de los sonidos
de cada verso
de José Luis
Melgarejo Vivanco, contiene una
significación que designa
el transcurrir del
tiempo vivido. Cada palabra descubre el nacimiento del
amor por el
paisaje que marca
a cada una
de las palpitaciones, con
las palabras que son
portadoras de las
señales y mensajes
del poeta. Los versos tienen la lucidez y el encanto de
las canciones populares o el sentido transparente y eterno de los rimadores de
antaño, que todavía gustan por las
descripciones orales de
nuestros sentimientos, y gustos por la naturaleza que nos rodea.
Desde
1978 comenzó el
rescate de nuestras
tradiciones, principalmente el
de la celebración de Todos
santos. Por lo cual, José Luis Melgarejo Vivanco dio a conocer “Un aspecto del
Todo santos indígena”. Definió
que: “Para el antiguo indígena, el Todo santos era la
fiesta de la
cosecha; no en
la veintena de
Ochpaniztli, del 20
de agosto al
17 de septiembre, cuando
ciertamente granaba el maíz,
aun cuando todavía
no estaba de cosecha sino
en Quecholli de 28 de
octubre al 16
de noviembre. Sahagún,
en su libro monumental, describió la
fecha que hacían
4 días después,
equivalente al primero
de noviembre y hoy “festividad de todos los santos”, en el momento en
que ponían “las cuatro teas y
las cuatro saetas; ofrecíanlas sobre
dos sepulcros de los muertos;
ponían también juntamente con
las saetas y
teas dos tamales.
Estaba todo esto
un día entero sobre
la sepultura y
a la noche
lo quemaban, y
hacían otras muchas
ceremonias por los difuntos en esta misma fiesta” Lo anterior
fue publicado en el Boletín
informativo del Instituto
de Antropología, número 2,
y tuvo dos
ediciones en mimeógrafo
con el apoyo
de la Escuela
Preparatoria Ricardo Flores Magón,
la última en
octubre de 1985.
Resulta valioso
insertar el segundo párrafo: “Los ancestros, los
difuntos, a sus rogativas habían intercedido ante sus dioses, para lograr
la cosecha; con esta fecha
ellos lo agradecían
llevándoles, a sus recuerdos la ofrenda de los productos. Tenían los
tamales en forma de persona que aún se conserva en el pan de muerto
lo cual aprovecharon
los extranjeros para
inculparlos de antropofagia, prolongándolo al sacrificio
humano. Los pueblos mesoamericanos no mataban por el placer de matar; creadores
de un Código de Procedimientos Penales,
tipificaban muy bien
los delitos e
incluían la pena
de muerte; por cuanto a la Ejecución de Sanciones, como la hacían era la
menos cruel forma disponible. Simbólicamente comer al muerto, entre los pueblos
de todo el mundo significó destacar la
valentía, para infundir
espanto al enemigo,
y en otro
sentido, apropiarse de sus
méritos o cualidades.
El simbolismo se llegó a
materializar en el
tamal indígena de forma humana o en el todavía pan de
muerto, como la iglesia católica realiza el sacrificio de la misa y el
sacerdote toma la sangre de cristo en el vino, y absorbe su carne mediante la
hostia”.
Vale
la pena mencionar
otro ejemplo del
lirismo de José
Luis Melgarejo Vivanco. De su artículo “Huracán”, publicado
en octubre de 1993: “La temporada veracruzana de ciclones tiene calendario
exacto entre campesinos,
a la par
con los calendarios
desde las márgenes el Nilo, el
Tigris, el Eufrates, el Indo y La Meca es el mismo. Para usar el santoral
católico (24 de agosto)
rompe sus amarras huracán, y
solamente logran atarlo de nuevo,
el día de San Francisco, 4 de octubre. Su furia puede ser devastadora cada 7 días
con los efectos de la luna; el veracruzano lo sabe y lucha bravamente; su milpa
estaba en agonía; la canícula, sin
piedad, la secaba;
sólo el Dios
huracán sería capaz
de hacer llover;
y sólo huracán hace llover en el
norte de México, estepario, desértico.”
Se hizo un reconocimiento a Roberto
Williams García, quien
por su parte impulsó
el rescate de
los altares indígenas,
y publicó la leyenda
que los indígenas conservaron. Otra versión de José
Luis Melgarejo Vivanco
que escribió fue la interpretación de las pinturas de “Las
Higueras”, (Vega de la Torre), en donde ubicó un movimiento de traslación y
rotación cada 11 años.En una carta fechada el 7 de febrero de 2000, a su amigo
Dr. Miguel José Yacamán:
“Recibí la imagen del Mural de Las
Higueras, tan genitalmente remitido por Ud; lo agradezco infinito y ya lo pongo
en manos del Director del Instituto de Antropología de la Universidad
Veracruzana. En cuanto
a mi opinión,
felicito a todos
quienes lograron tan vívidos
colores, con la
maestría tecnológica moderna;
pero, la explicación
de su significado, faltándole
partes a lo conservado, es audacia en intento: Se llamó
Acocalco la hoy
Zona arqueológica de
las Higueras, en
el municipio de Vega
de Alatorre, Ver.
(náhuatl: ocalli, canoa;
co, en; lugar
de canoa). Formaba
parte de totonacapam. Su
exploración arqueológica constató el apogeo entre los años del 600 al 900 de la
Era hoy vigente, coetánea del también ocurrido en El Tajín.Para Las
Higueras, el panorama
general hace pensar
un predominio de
pesca y agricultura, invocando,
a deidades relacionadas
con el agua,
carente o excesiva.
El año 1979, la publicación del
Arqueólogo Alfonso Medellín Zenil, en torno al Horizonte Clásico Tardío del
Centro de Veracruz, reprodujo, a colores, uno de los murales, e identificó: “el
tocado de este personaje y la olla volcando su contenido sobre la tierra,
coincide con esa deidad de la lámina 74 del
Códice Desdrei, en que Ixchel inunda la tierra”; igualmente, a una
planta de maíz con la flor masculina para fecundar a la femenina”, connubio
canicular. En otras partes
de las pinturas,
los investigadores han
identificado peces,
incluso tiburones y datos
para Huracán (quiché)
o el Tezcatlipoca
Negro. Aquí, en
el fragmento enviado por
Ud., se principia con la escena terminadora del juego
de Pelota, preparando el cuchillo
para cercenar la cabeza del jugador ofrendado. El gran tamaño de la pelota de
hule, pudo ser un
recurso destacador de su importancia
en el tlochtli
(cancha), cuyo resultado
equivalió a la vox de oráculo; pero, el triunfador, era decapitado acelerando
su destino a la corte del Sol.”
El
Arqueólogo Ramón Arellano
Melgarejo entonces Director de
la exploración en Las Higueras, informó, que las pinturas
murales eran cubiertas por nueva capa del estuco, en la cual
ejecutaban otra decoración,
habiendo constatado, hasta
29 capas con
pinturas que, a la
especialidad cronológica resultó
fácil y confiable,
considerar el periodo
de seis xiuhmolpillis (atadura
de 52 años)
que sumaba 312
años, impresionantes en
Kobah, o Básicos en El Tajín;
además, los ritos a Huracán en 29 ocasiones muy destacadas hablan de 11 años
entre una y otra, cuando la furia del dios era mayor, o cual todavía lo
conservan algunos menesterosos herederos
culturales, cuando los
años concluían en
dígitos idénticos; ejemplos de ahora: 1944, grande inundación en las
cuencas del rio Papaloapan, gobernando
Miguel Ávila Camacho;
1955, el Jeanne,
cuando el presidente
Adolfo Ruiz Cortines; el
llamada Gilberto en
1988; y de
1999. ¿Con las
manchas solares cada cinco
años?.-a esto puede darle el uso que guste. Un abrazo.”
De esta forma,
José Luis Melgarejo
Vivanco señaló que: “El
territorio del Totonacapan solo
tiene ocupada la
parte sur con
estas obras (en relación a
la zona arqueológica y sus esculturas
artísticas que advierten
de la esencia
artística de nuestros antiguos veracruzanos); por
eso quiérase o
no, deberá considerarse
al cruzamiento de totonacos y Olmecas, es decir, a los
jarochos como generadores de Alegría, de musicalidad un tanto en contraposición
al “indio triste”, o por lo menos, muy digno, muy sonriente frente a una vida
sin alegrías; también por eso resulta dolorosa la tragedia, ese pueblo fue
silenciado; ya no volvió a reír”.
Sin duda alguna, el
presente ensayo rescata
informaciones y textos
casi desconocidos de José Luis
Melgarejo Vivanco. Lo anterior forma parte de mis reflexiones
sobre los protagonistas
de la Antropología del
Golfo de México. Estas
líneas reflejan el seguimiento de
algunas reflexiones y primeras
contribuciones a la
Antropología en el Estado
de Veracruz. Todavía en nuestros
días, son interesantes sus trabajos
de investigación y literarios,
porque deben identificarse con
las mejores aportaciones del humanismo en
búsqueda del conocimiento
y principalmente en
la difusión de los
trabajos académicos en libros y
revistas por parte de José Luis Melgarejo Vivanco.
[1]
Esta novela del escritor originario de Tlacotepec de Mejia cerca de Huatusco,
Ver., representa un proyecto narrativo extraordinario por su fuerza expresiva y
sentimental de un realismo que lleva a causar interés desde el principio hasta
el desenlace de esta magnifica novela que pasó desapercibida por la crítica
literaria. Sin embargo representó entonces la existencia de un aporte a la
novelística de México. Apareció en 1965, Colección Suma Veracruzana.
[2]
Fue maestro de historia de México desde 1932 en la Escuela Normal Veracruzana
Enrique C. Rébsamen. Colaboro en la revista Simiente. Dirigió la revista Ruta,
crea su propia editorial llamada Integrales y publica sus primeras novelas: La
asonada, La ciudad roja, Fronteras junto al mar, y Se
llamaba Catalina. Es de consulta su libro sobre la Revolución mexicana.
Autor de las antologías Cuentos mexicanos del siglo XIX y Cuentos
mexicanos de autores contemporáneos.
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