Por Raúl
Hernández Viveros
En el desarrollo de la actividad intelectual
sobresalen tres aspectos fundamentales: el nivel funcional de los tipo
visual-activo, sensorial-figurativo, y lógico-conceptual. Sobre la base del
conocimiento se constituye la interacción dialéctica, que asegura el reflejo
del mundo exterior sobre la necesidad de su estudio. El pensamiento
visual-activo es el nexo de la realidad con la práctica. Con lo cual, se permite la comparación de la actividad
intelectual. El pensamiento sensorial-figurativo abre la distancia con el
objeto del estudio, particularmente con la vista, el olfato y el oído lográndose
la reproducción de la realidad existente,
para introducirla como un hecho de la conciencia. Con esta función se obtiene
la visión del mundo objetivo, involucrado con la mirada interior que realiza la
parte inconsciente: la imagen de la
actitud de los seres humanos hacia la situación y percepción de los problemas
de la realidad. La valoración de los objetos y conceptos que llevan a la
representatividad de la naturaleza humana y estética.
En la etapa del pensamiento lógico-conceptual, puede
analizarse la esencia de los fenómenos cognitivos. Sobre el espacio de la
abstracción está el estudio de la significación para los individuos, que
condiciona la ayuda de medios metodológicos. En la operación del pensamiento
lógico-intelectual, la motivación subjetiva centra la necesidad de la formación
como actividad de los seres humanos, quienes determinamos las posibilidades de
organizar las condiciones y caracteristicas objectivas y subjetivas del material
objeto de este ensayo. Consciente de los
materiales como parte objetiva de la
forma de las cosas, y el examen donde hay que situar las propiedades
axiológicas del centro de la forma y el contenido; es decir la experiencia de
la aptitud significativa hacia los Cantares Mexicanos, y la interpretación de
sus signos, mensajes, o la comprensión de su simbología:
Por esto llorad,
vosotros mexicas, vosotros príncipes,
ya también una vez en nuestra agua,
aquí, en el lugar de nuestro encierro
habremos de perecer,
como lo dice el Dador de la vida.
Que lo oculte el Dador de la vida.
¿Acaso aún lo sabe?
¿Cómo se ha de perder el pueblo?
Con esto se acrecienta la orfandad,
al lado de la gente.
Al analizar la capacidad evolutiva de los Cantares
Mexicanos, el significado se debe asimilar por medio del lenguaje, la
descripción de los colores y el poder de los sentidos. Esta actividad psíquica
y material eleva el nivel de la conciencia social. Por lo tanto, los seres
humanos desarrollan la capacidad para crear una actividad de empatía, que es la
voluntad de aceptar, colaborar y vincularse en los sentimientos, y emociones de
los demás, de acuerdo al franco reconocimiento del otro.
La actividad estética
puede denominarse también como el juicio axiológico del gusto, que
promueve la relación entre la actividad
estética y la actividad práctico social. Precisamente en el develamiento
del fundamento objetivo del trabajo artístico se hace apoyándose en los datos culturales, en el desarrollo de
la práctica social. Su función primordial
consiste en la aportación de las capacidades creadoras, que conducen a las
bases y fundamentos del conocimiento.
Vida falaz
¿Es verdad, que se vive en la tierra?
¡No para siempre aquí: un momento en la tierra!
Si es jade, se hace astillas
Si es oro se destruye;
Si es un plumaje de quetzal, se rasga
¡No para siempre aquí: un momento en la tierra!
La actividad estética contribuye también como un
impulso de la producción social espiritual que respalda la cultura de la sociedad;
mediante la reproducción de los valores
culturales. La capacidad de la reproducción de los valores culturales, se logra
incrementar la actividad poética, cuya base está en el arte. Por ejemplo, Juan
de Torquemada[1]
advierte: “De Fuerte, que de ellos solos hai esta noticia, y que no de otros; y
todos ellos dichos de ellos Indios, son disparates; porque ninguno que muere va
al Paraiso, ni hai lugar donde reciban las animas de los difuntos, sino es en
el Cielo o en el Infierno que son los lugares de permanencia eterna o el
Purgatoriao donde están por algún tiempo limitados los que son condenados a sus
penas hasta la entrera y perfecta
satisfacción de su condenación, purificación de sus defectos y ellos eran
enbaimientos del demonio, para atraer embaucadas, y sin tino a las miserables
gentes que apartados del verdadero conocimiento de Dios, creian mentiras
semejantes, fingidas de esta falso Enganador y enemigo”.
Y prosigue Torquemada: “Sobre aquelos disparates
dichos anadian otro diciendo, que otras de las ánimas de sus difuntos iban al
Cielo, donde vive el Sol como si el Sol tuviese vida, siendo la verdad, que es
cosa muerta, y parte del mismo Cielo, en que está donde espeso la materia de él
y le dio la claridad y luz, con que da vuelta al mundo alumbrando las cosas,
que recibe la claridad de él. A este lugar decían que iban los que morían en la
guerra y los cautivos que habían muerto, en poder de sus enemigos de aquellos
decía que estaban en una parte llana y que todas las veces que salía el Sol
daban muchas voces, golpeando las Rodelas y decían que el que tenía la rodela
pasaba veia el Sol por los agujeros de ella. A este tam grande disparate anadia
que en el Cielo había bosques, y
arboledas y que las ofrendas que les hacían en aquel Mundo sus Deudos y amigos
iban a su preferencia, y que las recibían, pasados cuatro Anos se toraban las
ánimas de ellos difuntos en diversas Aves de pluma rica, y color, y que
chupaban flores y así allá en el Cielo como en este Mundo, a la manera que los
Pxajaritos como los tzizontez las chupan. A tan gran desatino, qué podremos
decir, si no que los hombres, que no son alumbrados de la Gracia de Dios, no es
mucho que digan tantas y tan grandes locuras
es el Hombre sin Dios es como el Día sin la Luz y claridad de Sol sin la
cual todo esta en tinienlas.”
La reflexión de Torquemada sobre el misterio de los
dioses llega hasta el presente con los Cantos mexicanos que son parte esencial
de la escuela para la vida, denominada Calmecac. Bajo la disciplina autoritaria
se acentaba el conocimiento del bien y el mal. La línea inexistente de la vida
y la muerte. Por lo que se prepara a los alumnos a aceptarse tal como son;
identificados con el resplandor de sus posibilidades de conocer y controlar el
poderío del espíritu y la condición física. Se aprende a defender a toda costa
su existencia hasta el punto final del último latido del corazón. Con este
aprendizaje, cada persona sabe el lugar que ocupa dentro de su espacio social,
religioso y principalmente humano. Conocen las debilidades, oportunidades de
fortalecer el carácter y endurecer con tranquilidad la toma de decisiones. El
instinto de salvación se une a valorar cada enseñanza. La meditación de saber escuchar. Examinar la
melancolía y alumbrar cualquier resquicio negativo para transformarlo en
positivo, y de esta manera reconocer nuestras fortalezas.
¿A dónde en verdad iremos
donde nunca muramos?
Aunque fuera yo jade,
metal precioso,
sería yo fundido,
sería yo horadado.
Somos menesterosos.
¿en qué nos convertiremos?
No pedimos para nosotros la
muerte aquí.
Nadie se volverá piedra,
nadie se volverá madero
aquí.
Aprender de la vida de los demás, de nuestros semejantes
con humildad. La trayectoria de comprender la destrucción de la gran Tenochtitlán.
La imagen, el baño de sangre, el lago de Texcoco lleno de restos
humanos y sin agua limpia. La destrucción de sus centros ceremoniales y el
derrumbe de sus dioses. Ídolos de pidra y barro, que son pulverizados por los
disparos de los cañones y el saqueo y aniquilacion de seres humanos. El
exterminio por los aliados tlaxtaltecas y totonacos que con sus ejércitos de
miles de guerreros aliados a Hernán Cortes, quien autoriza el consumo de la
carne de los muertos, ante la falta de
alimentación para tantas tropas, con lo cual retoman sus energías los fieles escoltas
del invasor. Es dificil encontrar el límite en la vida y la muerte en cualquer
guerra y la esperanza de sobrevivir resulta casi inexistente porque el
exterminio es total.
No se puede imaginar la cruel voracidad de los
enemigos nativos de los aztecas. No hay otra alternativa que preparar el
bastimento para llevar a sus lugares de origen. Más complicado es determinar el
impacto y el efecto entre los huérfanos , las viudas y los ancianos que
desaparecen en el campo de batalla. En los Cantos mexicanos se transmiten los
pensamientos de los vencidos. Al punto
de no olvidar el ocaso del imperio azteca, y vislumbrar el triunfo de promover
el conocimiento y el testimonio de los herederos colonizados que aprenden
latin, griego y castellano. La catequización se acompaña del estudio y
divulgación de la primera Gramática
Castellana, escrita por Antonio de Nebrija, quien estudia en Salamanca y
conoce a los cronistas y misioneros que lograron escribir las diferentes historias
de la Conquista en México.
Garibay[2]:
“señala la luminosa prisión del alfabeto”, y reconoce el
instrumento valioso de la primera Gramática náhuatl, preparada por Andrés de Olmos. Aquí aparece el caractér
productivo en forma estructural que es la creación artística como resultado específico
de la representación cultural, como actividad social. Esta operación
supone una percepción estética del público, lo que quiere expresarse y decir
sencillamente como la vigencia conjunta de la participación receptora hacia la
obra de arte y su mensaje de goce estético. O la memorización de los cantares
como después lo hacen los evangelizadores con la repetición oral de las
oraciones y canciones religiosas.
Al
enfrentarse a la vida se advierte la propagación de la cultura. En el proceso de la práctica
social puede apropiarse parte de la actividad estética del hombre, como es el
canto, las danzas y las ceremonias tradicionales, festividades religiosas. En
esta apropiación de determinadas normas sagradas, ideales y mitos; puede
situarse el espacio de la cultura,como parte de la sociedad en general, o
también en una aportación festiva de los
pueblos. Cada descubrimiento se suma a los anteriores en el desarrollo de los
valores artísticos. Existe un carácter acumulativo de dichas expresiones o
representaciones en museos o institutos de investigación. Desde las expresiones
gráficas en las cuevas de Altamira o Atapuerca hasta las muestras de las
tradiciones populares, la continuidad inagotable enseña las propiedades de la
cultura popular contemporánea.
Que
tu corazón se acerque,
tú
me aborreces,
tu
pides mi muerte,
cuando
me haya ido y perecido
así
por mi tendrás que llorar,
por
mi tendrás que afligirte,
tu
amigo mío,
ya
sólo me voy,
ya
solo me voy.
A
lo cual hay que agregar al aspecto lúdico que María de Guadalupe Escamilla
Hurtado estudió en su ensayo: “El juguete popular y los juegos tradicionales”,
“El campo de lo lúdico , de la recreación y de lo imaginario son una parte
fundamental, no siempre considerada, en la identidad y en la reproducción
social de un pueblo, y la antropología en sus diversas especialidades cuenta
con las herramientas teóricas y metodológicas para abordarlo con profundidad y
legitimidad”. A la perfección
constantemente se le adelanta a la armonía en la conciliación de los elementos del
objeto de estudio. Entre la complejidad y el orden la sencillez de la
estructura interna sobresale la simetría
o la actividad artística transformadora de los productos estéticos.
¿A
dónde vamos?
¿A
dónde vamos cuando morimos?
¿A
dónde en verdad vivimos?
¿A
dónde hay un lugar de alegría?
Donde
se dé contento al Dador de la vida?
Solo
aquí en la tierra
las
fragantes flores, los cantos
sean
nuestra riqueza
sean
nuestra mortaja.
Con
esto algreaos.
En
el espejo de la muerte puede contemplarse el recorrido existencial de los seres
humanos. Las rutas de la incertidumbre señalan infinitamente las dudas de
nuestra sensación de desasosiego. Robert Musil planteó lo siguiente: “El
presente no es más que una hipótesis más allá de la cual no se ha ido todavía”.
La luz en la tinieblas puede enseñarnos una vida digna frente a la condena de
la muerte. En esta reducción de identidades hay que analizar el pasado como
enigma y laberinto. Con este razonamiento los significados e implicaciones
llevan a una meditación beneplácita.
Dentro
del campo metodológico, Benjamín Lee Whorf señala tres aspectos: “1. Datos diarios,
contabilidad, matematicas estimuladas por la contabilidad. 2. Interés por las
secuencias exactas, elaboración de datos, calendarios, cronología, relojes,
medidores de tiempo, gráficos del tiempo, tiempo según su utilización en la
física. 3. Anales,historias, actitud histórica, interés por el pasado, arqueología, actitudes de
introducción en periodos del pasado, como por ejemplos el clasicismo, el
romanticismo, etc.”[3]
Con
esta perspectiva se estudian el lenguaje, los medios de representación y todos
los aspectos de la comunicación de los sabios antiguos. En la aprehensión del
lenguaje nace la literatura, y esta operación ofrece la posibilidad de lo oral que
desemboca en la descripción. Las palabras
reproducen las virtudes de las imágenes. En esta necesidad de la
comunicación existen las reproducciones de mitos y leyendas. Se adquiere un
caractér valioso el postulado de la especifidad de las tradiciones populares.
La experiencia de cada pueblo expresa los motivos y procedimientos de las
representaciones metafóricas, como un medio para el conocimiento y estudio de
la realidad. En esta identificación de lo racional no se puede negar el
reconomiento y la comprensión del pasado. Durante el periodo del descubrimiento
y conquista del Nuevo Mundo se realiza el encuentro de ricas culturas y da
inicio la globalización con el nacimiento del capitalismo.
Manuel M. Marzal[4]
observa que: “La rapidez y el carácter bastante impositivo, que tuvo la
evangelización mexicana se tradujo en la aparación de fenómenos culturales que
los antropólogos han estudiado con los conceptos de reinterpretación y sincretismo. Reinterpretación es la
atribución a las nuevas formas
religiosas, impuestas de los significados del sistema religioso autóctono de un
modo más general la relectura de las creencias, ritos formas de organización y
normas éticas de la religión católica, traída por los misioneros, desde las
categorías de la propia religión
autónoma. El resultado de la proliferación de reinterpretaciones va a a ser el
nacimiento de un sistema sincrético, porque ambas religiones que se ponen en
contacto no se fusionan en una totalmente nueva (síntesis,) ni se sobreponen
una sobre una sobre la otra manteniendo su total autonomía (yuxtaposición) sino
que forman una nueva con elementos de las dos religiones sincretismo”.
Las
particularidades de cada pueblo registran las condiciones de vida, e
invariablemente destacan el mundo interior de los sentimientos y los pensamientos
antiguos. Pero al mismo tiempo se observa el arte como un sistema autónomo que
experimenta factores externos más allá de cualquier aspecto estético o
lúdico; sin embargo, es una fuente de
información, un enlace que refleja el
mundo real y lo transforma. A la vez estimula la parte emocional de los seres
humanos y participa en la educación sentimental del hombre. Entonces se interpretan
los elementos estético-imaginativos de la percepción y el pensamiento, los
cuales logran enfocar el arte hacia un sistema integral, es la creación
plasmada en palabras, colores, sonidos e imágenes.
Por
breve tiempo ya aquí,
Pídelas
en préstamo en la tierra.
Por
esto lloro,
los
acaba nuestra muerte
los
consume nuestra tristeza
a
los bellos cantos por breve tiempo.
Desde
el origen histórico el folklor se remonta a la sociedad primitiva; donde pueden
ubicarse las expresiones del arte popular. En la producción de los bienes
materiales existieron amplias posibilidades de incursionar en la cultura
espiritual de los pueblos. Jose Luis Melgarejo Vivanco interpreta que: “Para el
antiguo índígena el Todosantos era la fiesta de la cosecha: no en la veintena
de Ochpaniztil, del 20 de agosto al 17 de septiembre, cuando ciertamiente
granaba el maíz aun cuando todavía no estaba la cosecha, sino Quecholli, del 28
de octubre al 16 de noviembre. Sahagún, en su libro monumental, describió la
fiesta que hacía cuatro días después, equivalente al primero de noviembre y hoy
“festividad de todos los santos”
“en el momento en que se ponían “las cuatro teas y las cuatro saetas,
ofrecíanlas sobre los sepulcros de los muertos; ponían también justamente con
las setas y teas dos tamales”.[5]
En
las comunidades rurales permanece el respeto para el origen regional, las
costumbres, creencias y tradiciones y esencialmente fortalece las relaciones de
sistema de parentesco. Pero la conquista hispánica transportó el desarrollo y expansión
de otros valores culturales y de educación hacia los pueblos indígenas. Este
impacto determina la integración de costumbres similares. Georg M. Foster realiza
un cuadro comparativo en relación a las tradiciones populares en España,
expresa: “El 1°., de noviembre, Día de Todos los Santos, y el 2 del mismo mes,
Día de difuntos o Día de las benditas ánimas, se guardan casi de igual manera
en todas partes del país. En ambas fechas se celebran oficios especiales en la
misas matutinas y durante uno de los dos días, según la costumbre del lugar, se
hacen visitas al cementerio para rendirles un homenaje a los difuntos. En las
ciudades más grandes las visitas han sido, por muchas generaciones, más bien
eventos festivos y sociales, pero en las aldeas menores se caracteriza
todavía por su solemnidad impresionante
y sus actos de piedad. Las mujeres envueltas en pañolones o chales, cargan unas
cestas tapadas de las que toman flores y lamparillas de aceite, o velas para
iluiminar las fosas. El crisantemo es la flor que más se destaca, no porque
tenga un significado sacro sino porque abundan, más en esta época del año”.[6]
Por
su parte, Luis Cardoza y Aragón advierte que lo “lo efímero no es nuevo nunca,
ni durante su momentánea duración lo eterno es siempre nuevo”, en el prólogo a
su libro: México pintura activa[7].
Jorge Luis Borges[8]
magistralmente sentencia que: “El universo requiere la atención del Señor
desviara un solo segundo de mi mano derecha que escribe, ésta recaería en la
nada, como: fulminara un fuego sin luz. Por eso afirma que la conservación de
este mundo es una perpetua creación y que los verbos conservar y crear, tan
enemistados aquí, son sinónimos en el cielo”. Con esta perspectiva hay que
insistir que los antiguos cantares de los mexicanos forman parte de la herencia
cultural que hasta la fecha se estudian en diversas investigaciones. En la literatura
sagrada de los antepasados prehispánicos brota la: “Ponderación de la
divinidad”; puede observarse la naturaleza de los hombres sobre la tierra: “Oh
dueño del mundo te damos placer aquí”. Nadie se siente desolado junto a ti,
dador de vida, Tú nos estimas como si fuéramos flores aquí nos marchitamos tus
amigos. Cual si fueran esmeraldas las trituras, cuan pinturas de libros tú
borras. Todos cuantos son van para el Reino de la Muerte. El sitio en que todos nos perdemos. ¿En qué nos
estimas, oh Dios? ¡Tal como vivimos así perecemos!
Los
colores, sabores, cantos e imágenes de
la fiesta acompañaron el proceso de la integración cultural. En las costumbres,
tradicionales y ceremonias se caracterizan las regiones mesoamericanas. El
culto a la muerte se mezcla con la trasladación de cultos similares: como beber
la sangre de Cristo, o la adquisición de
dulces que llevan el nombre de
huesos de muerto en la España actual. Una manera de ofrendar a nuestros difuntos y recordar a
los que ya no están en la tierra. Los colores y olores de las frutas y verduras,
o de los papeles recortados en los
altares , los sabores de las comidas, tamales o pan de muerto. La fragancia del
copal. La experiencia de la alegría de
visitar los panteones para llevar flores, alimentos, y música. Particularmente
el colorido de las flores de cempasúchil. El olor de las velas y veladoras, los
pequeños fuegos dentro de los vasos llenos de agua. La fragancia y el humo de
incienso. La presencia de las calaveras de azúcar y chocolate, las que están
llenas de amaranto. La espera de que algunos productos que se colocaron en los
altares puedan, después de dos o tres días, todavía consumirse.
En
este punto, el trabajo del etnólogo tiene todavía ricas posibilidades de
interpretación y captura de datos. El tema del pan de muerto como arte plástico
efímero, refleja la energía para vivir. Desde los materiales que se
emplean en la elaboración de estas
piezas comestibles hasta la modelación de figuras que se compenetran con las
formas habituales de aproximarnos a la descripción de la muerte. El aporte de
alimento como subsistencia y al mismo tiempo como forma y signo de bienestar. El
gusto de observar la preparación de los tipos de masa, los niveles de
cocimiento en el horno, y la diversidad en la calidad del pan tradicional de
los días de muertos.
La
aparición de los versos que son nombrados como calaveras que se involucran
siempre con las tradicionales obras de arte José Guadalupe Posada quien las
hacía en grabados de tinta negra sobre el papel de colores. Principalmente la
habilidad por confeccionar los vestidos de las catrinas. En esta cultura
popular pueden considerarse libremente los comentarios críticos o irónicos
hacia personalidades que ocupan lugares importantes en el ámbito político y social.
Al mismo tiempo algunas calaveras se hacen célebres por su enorme carga de
crítica social. De la fugacidad de la vida y lo efímero de la existencia queda lo
sentenciado por Moctezuma, quien ante las desgracias pidió que se le esculpiera
su rostro en la superficie una roca: “De
lo cual, siendo avisado fue a ver su estatua y luego que la vió, empezó a llorar y a decir: “Si nuestros cuerpos
fueran tan durables en esta vida y tan perpetuos como lo será esta efigie pintada en esta peña, la cual ha
de durar para siempre, ¿Quién temiera la muerte? Pero bien veo que yo no me he
de morir y sólo esta memoria ha de quedar de mi”, de acuerdo con la crónica de
Durán, y recordatorio de Alfredo López Austin sobre nuestros hombres dioses.
En
una imprescindible necesidad por continuar la permanencia sobre la tierra, los
altares permiten la prolongación del culto a los muertos. En esta fechas se consagra “el calendario agrícola y la
sacralidad que se podría llamar alternativa”, expresa Augé[9].
El poder de alternativa de
la fiesta o ceremonia toma conciencia en la colectividad y las celebraciones
tienen un rítmico continuismo, en las visitas a los panteones en estas fechas
de días de muertos. Las tumbas que se arreglan y adornan , son monumentos
inolvidables que prolongan el recuerdo de la presencia de los difuntos. En lo efímero
de estas festividades están la memoria y la percepción de los colores y olores
de nuestra existencia.
La
festividad se engalana con las flores en las ofrendas, los papeles picados de
colores, las flores acompañadas de hierbas arómaticas. El espectáculo se
encuentra en el colorido del diseño de cada altar. La fiesta trasciende más
alla de la demostración de abundancia y
prodigalidad. Los dueños de los altares ofrecen comida de maíz ,
semillas, mole, carne, pan, frutas y bebidas embriagantes. Desde luego no falta
el tabaco, las aguas de sabores o refrescos embotellados. El gasto de organizar
la comida para recibir a los familiares y amigos es parte de un pequeño
sacrificio de consumir la aventura energética y continuar la tradición de la
fiesta. El comer y beber durante estos días de muertos desempeña el papel
asombroso de la efectiva y verdadera demesura de la fugacidad de la vida.
Y
la tristeza por la orfandad y el desamparo de los deudos que entraña el
recuerdo del cronista Cristóbal del Castillo, en su impresión de los derrotados
por los conquistadores: “Yo soy un necesitado, un pobrecito, le provoco asco a
la gente, solo causo compasión (a) los que están cerca de mi miseria. En el
monte y en el hierbazal vivo buscando lo que necesito, solo de esta forma hago
mi trabajo…porque ya no soy joven, ya me hice grande, me hice viejo, ya
envejecí, ya no soy fuerte…”, en espera de realizar el último viaje a las
profundas tinieblas de la noche eterna.
[1] De Torquemada, Juan, Monarquía indiana, T. II, Porrúa, México,
1971.
[2] Garibay, K., Ángel M., La literatura de los Aztecas, Joaquín
Mortiz, México, 1964.
[3] Lenguaje, pensamiento y realidad, Barral,
Barcelona, 1970.
[4] Marzal,
Manuel M., Historia de la Antropología, Volumen I, Antropología
Indigenista, Ediciones Antropos, Barcelona, 1993.
[5] Boletín informativo del Instituto de Antropología de la U.V., 1983.
[6] Cultura y conquista, Universidad Veracruzana, México,
1962.
[7] ERA, México,
1961.
[8] Historia de Eternidad, Emecé, Argentina, 1961.
[9] Auge, Marc, Los no
lugares, Gedisa, Barcelona, 1988.
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