Rosalinda
Castro Guzmán
Mi padre
llegó a la casa, cansado, pues su horario de trabajo es de 24 por 24, en un
puesto estresante y poco valorado, Yo tengo 5 años y lo único que entiendo
ahora es, que no es buena idea acercarme para que me abrace, me vea y me
escuche.
Mi padre
hoy no fue a trabajar, el fin de semana hubo una reunión familiar en casa y
vinieron mis tíos de diferentes lugares, algunos aun no los conocía, y de tanto
gusto bebieron y bebieron aguardiente , y por eso con muchas molestias, me
dijo, no pasa nada si hoy no voy a la chamba.
Yo tengo 12 años, y pienso que él se siente enfermo y es sumamente
importante dejarlo “descansar”, mañana será otro día.
Mi padre
come poco y bebe mucho, su vida se ha vuelto una vorágine de acontecimientos
que controla poco, dicho de otro modo los acontecimientos lo controlan a él;
para regenerar energía, toma un poco y dice que se siente mejor. Yo tengo 20
años, y lo veo casi siempre enojado, desconectado y apático, me da lo mismo, yo
quiero hacer cosas importantes en mi vida.
Mi padre
se hizo viejo, desea regresar el tiempo de cuando era sano y disfrutaba de su
libertad y sus ganas de vivir, ya le dijeron los doctores que si sigue tomando
tendrá complicaciones en su sistema digestivo, ahora por prescripción médica
debe dejar de comer algunas cosas y tomar medicamentos siempre. Yo tengo 28
años, y me educaron con el dicho de que los padres con el tiempo son como niños
y que llega la etapa en que los hijos
los deben cuidar, eso no me agrada mucho, yo trabajo para comprarle todo lo que
requiere.
Mi padre
está hospitalizado, tuvimos que llevarlo de urgencia, es insoportable él y la
vida a la que me ha llevado, cuando
tiene delirium tremens se pone muy violento, errático y autodestructivo,
el día de hoy está acostado en una cama de urgencias del hospital de la
localidad, amarrado de pies y manos con tranquilizantes para poder mantenerlo
manejable mientras está vivo. Ya me dijeron que tiene todos sus órganos
dañados, cosidos por tanto alcohol que ha consumido. Yo tengo 32 años y mi
padre, ya no me reconoce, ni a mi ni a nadie, mientras yo duermo he intento
descansar en una cama hecha de cartón y cobijas en las afueras del hospital
porque en cualquier momento me llaman para que con urgencia les proporcione lo
que necesite el personal hospitalario. Me embargan muchas emociones y ahora soy
yo quien quisiera estar desconectado de esta experiencia que hoy es dolorosa.
Don
Benedicto era soldado, cuando era joven con orgullo decía que estaba para
defender a la patria y que haría lo que fuera por cumplir órdenes de sus
superiores para mantener a una comunidad protegida y segura. Soñaba con obtener
un mando superior y por eso se esforzaba.
Sus
experiencias en el trabajo de campo siempre requirieron de la superación
constante del esfuerzo físico y emocional.
Cuando
él sentía que ese olor a tierra mojada que despedía el pedazo de suelo que
utilizaba como cama, o al ver sus botas llenas de lodo y sentirse sucio hasta
las rodillas, cuando las horas en ayunas y las largas jornadas de trabajo
estando bajo los rayos del sol eran suficientes para mantenerse satisfecho por
lo que hacía cotidianamente, venían nuevas exigencias.
En esos
espacios coincidió con compañeros que cansados también, encontraron alivio con
un trago. Alguna vez me lo platico y me aseguro que funcionaba para redoblar
esfuerzos, pero cuando terminaba su
jornada de trabajo con la sensación del
deber cumplido ya no quedaba nada para la familia.
La
anestesia que buscó para no sentir el cansancio, también funcionó para evadir
responsabilidades personales y familiares, yo viví ese proceso con él. era
pequeño y no tenía las herramientas para apoyarlo, me alejé porque no me
agradaba verlo incoherente y vulnerable.
Ahora
pienso y me pregunto si hay responsables por lo que viven muchas familias con
seres queridos que no pueden superar la adicción de algún miembro de su
familia, todavía no se si depende de la comunidad en general o de uno mismo.
Mi padre
murió, sin tener posibilidades de reconocerme, ya que su memoria estaba
completamente mermada. Y hoy escribo estas líneas para compartirte que la
soledad que sentía estando pequeño, se intensificó cuando él partió,
Ahora
tengo 34 años y he formado una familia donde están presentes cada instante la
alegría, la curiosidad y el amor de mis 2 hijos menores. Yo decidí estudiar y
ahora soy nutriologo, me apasiona mi trabajo, hago lo que realmente me gusta,
pero nunca cambiaría la convivencia familiar por largas y exhaustivas horas de
trabajo. Porque más que nutrir el cuerpo ellos me nutren el alma. Vivo para
abrazarlos, besarlos, escucharlos, jugar con ellos, porque el “mañana será otro
día” para mi no cuenta en el aquí y ahora. Si soy adicto a una vida amorosa,
comprometida, responsable y en plena conciencia con los seres que más amo.
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