Por Fernando Hernández Flores*
Volteo la mirada hacia la esquina del salón de clases y noto que mi pelota –que gané en una rifa-, la cual acabo de dejar en ese lugar, hace unos minutos, se encuentra desinflada. Mis ojos se entristecen en ese instante y veo sentados a mis compañeros, cada quien en su respectiva silla. La maestra escribe algo en el pizarrón, los compañeros toman nota, excepto yo que estoy preocupado por la pelota. En eso suena el timbre. Las niñas y los niños salen corriendo. En cambio, yo me acomodo el morral con los libros, metiendo en el un pedazo de lápiz y un pequeño cuaderno de 20 hojas. Después de eso, fui a levantar la pelota, descubriendo una leve cortadura, quizás hecha por unas tijeras o un exacto. Recuerdo que un compañero se enojó porque no pudo parar un gol, cuando jugábamos a la hora del receso.
Las vacaciones inician a partir de mañana, por lo tanto, las clases se suspenden. Me encargaron poca tarea y tengo muchos días de descanso. No asistiré a mi querida escuela primaria rural. Son tiempos de cortes de café, el aromático no tiene muy bueno precio para pagar a los trabajadores. Tendré que ir con mi familia a la finca durante algunos días.
Voy caminando rumbo a mi hogar y en eso encuentro a don Ruperto arreglando la llanta de su bicicleta. Le pone un parche y me pregunta que por qué estoy triste. Le comento que mi pelota esta ponchada y el dice que lo espere, que la compondrá así como lo hará con la llanta de la bicicleta. Lo espero por un buen rato. En ese lapso termina de arreglar su bici y pasa a revisar la pelota. Le pone un pedazo de hule y zas, quedó bien chida. La infla y la pateamos ambos. Le agradezco bastante por lo que hizo por mí.
Ahora si voy a la casa, hasta chiflando por la calle. Mi madre al verme, exclama: - ¿Y ahora por que tan feliz mijo? Es porque ya no vas a ir a la escuela. Estuve platicando con tu papá y le comenté que unos días me ayudes en la casa y otros vas con él a la finca de café. Tú sabes que está maduro el café. Así que revisa el tenate que usaste hace un año, ese ya es tuyo.
Al otro día, me levanto temprano, alisto lo que tengo que llevar al rancho y voy por el tenate. En eso mi padre dice: - Hijo, hoy no vas conmigo. Vete a jugar pelota con tus amigos un rato, pero regresas rápido con tu madre. No quiero que ella te éste gritando. Le respondo: - ¡Sí papi, te lo prometo! Hoy volveré a estrenar mi pelota, ayer me la puso como nueva don Ruperto.
Voy rumbo a la cancha del pueblo y veo a cinco niños, incluido mi compañero que ayer era el portero. Los invito a jugar futbol y la pasamos súper. Tanto que quiero que se repita, pero mañana no podré. Antes de irme, les dije a amigos: - El domingo es seguro que volvemos a jugar. Nos vemos ese día. ¡Inviten a más niñas y niños, por favor!
(*) El autor es originario de un rincón del totonacapan. Tepetototl, ave de la montaña. Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl
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