sábado, 30 de diciembre de 2017

Poemas del águila zen



Manuel Gámez Fernández

Filo


Este es el filo que traspasa el cuerpo
Que sale de la nada
Como navaja delgadísima y fría
Atraviesa ligera de extremo a extremo
El cuerpo entero
Las piezas del cuerpo
Se desliza sin detenerse
Sacando tajos infinitamente delgados
Como si no existiera
Como si solo fuera un filo
Que se desliza noche a noche
Delgado y misterioso
Cortando el cuerpo.

La ley del eterno fluir


El hombre se mueve
La tierra se mueve
Las plantas se mueven
Los átomos se mueven
El universo se mueve
¿Pero qué es lo que a todos les impulsa a moverse?
Este es un pensamiento fugaz
que a veces uno tiene.

Exquisito señor prohibido


Señor musical hasta el fondo del todo
Con una sola línea cambia todo
Señor de signos
Señor encontrado
Señor de música total
Señor, señor significado.
¡Alto señor de manantiales!
¡Alto señor sónico y prohibido!
¡Señor de alientos cálidos y sabores magníficos!
¡Señor destino fiero!

Ser


Ser, ser, ser, ser
Mirar más lejos
Ser
Como un mar sin fondo
Sin soledad
Un mar sin mar
Un río de alcoholes
Un olor marítimo
Ser destinatario de historias sin fin
Como el azul profundo de los sueños.

Las palabras 

Las palabras son buscadoras
De emociones sordas
De filosos vacíos
Rápidos precipicios al origen
De la nada y la energía.

Las palabras son tiernas
Como la pulpa de unos labios
O también sensitivas
Y tibias
Como senos amados.

Las palabras saludan
Al alba cada día
Trepidan
Sudan
Sueñan
Maldicen
Aman
Cantan
Son potros sin dueño
Salvajes y libres
Nada las detiene
Copulan.

Los cuerpos sólidos


Me intriga
Su vibración oculta
Tras los puñales del enlace
Electro y covalente.

Son como los ojos de los tigres
Escondidos
A la sombra de los matorrales.

Los cuerpos sólidos engañan mis sentidos
Y transcurren callados
Hasta que el tiempo los desbarata un día
Con su mortero
De cuarzo metafísico.


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