jueves, 19 de enero de 2012
La magnificencia literaria
Por Esther Mandujano García
La labor editorial de Raúl Hernández Viveros, ha permitido a muchos autores difundir nuestro pensamiento y emociones. Hechos prosa o poesía, a través de su persistente tarea de publicar y promover la edición de innumerables textos. También su generosidad divina nos atrae a su mesa para disfrutar con él y Aída; acompañados de sus guisos míticos, de una plática inteligente, informada. Bastante amena y salpicada de lecturas de autores reconocidos y no tanto. Informaciones de noticias de actualidad y de inmortales versos escritos por la inspiración de grandes poetas.
Raúl Hernández Viveros, contagia su pasión por la literatura. De pronto ahogados por el llanto o por la risa nos sumergimos en los textos compartidos para maravillarnos ante la belleza de la palabra, ante la profundidad del pensamiento, y la suspicacia de un análisis sobre la realidad. Es un maestro permanente, sin pretensión de serlo, porque en su pasión inspira a perseguir el fantasma intangible del texto que subyace en nuestra imaginación, a esculpir letra a letra el proyecto aquel que daba vueltas en nuestro pensamiento sin encontrar su ancla.
Raúl Hernández Viveros ha hecho puentes entre los escritores de muchos países de América y Europa, y esta labor fundamental nutre en ambos sentidos el trabajo que se realiza en los diferentes lugares, nos acerca de igual manera y sin prejuicios tanto a reconocidos autores como a jóvenes que se inician en la aventura literaria.
Libros, libros, libros, belleza, pensamientos, ideas, humor, inteligencia y más libros, son ingredientes que no faltan en su mesa y que los comparte con la generosidad divina que lo caracteriza. Raúl Hernández Viveros el escritor, es otro personaje. Agudo, sensitivo, sabe tejer personajes punto por punto. Personajes cincelados con trozos del recuerdo, nacidos de sus vivencias y perfilados por la nostalgia de los días transcurridos, y que antes de escaparse en el humo de la memoria son salvados por la literatura con la ansiedad de quien ve partir trenes en el andén sin poder detener ni prolongar el justo instante de su partida. Los rescata con la urgencia de impedir que se vayan sin retorno. Tal vez por eso le gusta esa canción de Serrat Aquellas pequeñas cosas que dice:
“Uno se cree
que los mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
Que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón…”
En su ya larga trayectoria por las letras ha escrito anécdota, reseña, relatos, novela, etc. Es decir, ha echado mano de todos los géneros para expresarse. Me gustan esos personajes complicados, retorcidos, casi surrealistas que muchas veces aparecen en sus relatos y que se arrastran por las escenas para sorprendernos de pronto con algún desenlace inesperado.
Me gusta también su breve novela: El Tigre del Gualdaquivir, un pobre diablo que vivía del recuerdo de sus glorias pasadas y que perturbado por el alcohol y sus miserias recorre Sevilla para ir a vomitar sus penas al Guadalquivir… Raúl Hernández Viveros es un escritor formado en el análisis, la lectura permanente, los viajes prolíficos. El dialogo inteligente con sus congéneres, entre la soledad del silencio. Dentro de sus caminatas diarias, su visión del mundo, y su pasión por difundir el quehacer literario de sus discípulos, amigos, engendros, o de sus hijos putativos.
Por esta y otras razones, me sumo al homenaje que le hacemos merecidamente a Raúl Hernández Viveros. Uno de los promotores fervientes y constantes de la literatura veracruzana y de México. Por su labor como escritor en búsqueda constante de temas y razones para expresar su pensamiento y por su pasión a la literatura, que nos contagia la dicha de descubrir en las letras un camino certero hacia la libertad del pensamiento y del alma.
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