lunes, 12 de diciembre de 2011
La Suave Patria
Por Raúl Hernández Viveros
La literatura representa la expresión más bella de los pueblos y el proceso evolutivo de la civilización. El empleo y desarrollo de la imaginación para trasmitir mitos y leyendas, tradiciones, usos y costumbres. Octavio Paz advirtió que la literatura inventa y la historia colecciona datos, hechos y acontecimientos. Por lo tanto, en la literatura se crean y recrean los sueños fantásticos de los seres humanos que al superar los límites de la realidad, se introducen dentro de las posibilidades de alcanzar la eternidad del hombre infinito, omnipresente, e inventor hasta de otras dimensiones. Aquella dimensión exacta del tiempo vivido.
Desde los albores del encuentro de mundos opuestos y diferentes, en Mesoamérica existía y se explicaba la expresión literaria en forma oral. Nuestros antepasados no conocieron la escritura. Igual que el mito, las historias eran las palabras y el principio de las cosas. Casi al mismo tiempo los chinos dibujaban el humo que salía de la boca para señalar la forma de las palabras. También se encuentra en la gráfica de la virgula que pintaban los tlacuilos sobre las hojas de amate de los códices. Esa misteriosa burbuja de aire que brotaba de la boca, fue el concepto de la fuerza expansiva de los sonidos, y la forma de comunicación.
El estudio de todas las cosas funcionaba en el conocimiento de la naturaleza, y en la invención de sus dioses, o bien en la trasmisión oral de su memoria histórica. La religión se transformó en la búsqueda de otra vida en el más allá. La adoración hacia la muerte registró la aparición de los sacrificios humanos. Al mismo tiempo que se impusieron las reflexiones filosóficas, y brotó la magia de la poesía. Entre la danza, la arquitectura y la poesía, hubo la necesidad de los mitos, leyendas y héroes que narraban sus hazañas y derrotas.
Prosigue en nuestros días el estudio y la interpretación de los textos sagrados. El Popul Vuh, el Chilam Balam, entre otros libros mágicos y extraordinarios que hicieron los antiguos hombres de estas latitudes. Otro filón de oro, fueron los cantares, oraciones y discursos triunfalistas. Detrás de la idolatría se impuso otra más que fue la religión católica y el colonialismo del castellano.
Frente a la belleza de la naturaleza, se negaba la expresión de las imágenes eróticas, pero Angel María Garibay Kino ubicó algunos cantares de amor e inquietudes por el poder de las relaciones sexuales. Cabe mencionar que en algunas bodegas del Museo Nacional de Antropología se encuentras figuras alusivas al poderío sexual, y en la huasteca existió el culto fálico a los personajes mejor dotados; precisamente como homenaje a los hombres maduros que continuaban con su bastón de mando.
La cultura indígena, fue la tradición oral, que comunicó mitos guerreros y religiosos. La inmortalidad de los Poemas de Netzahualcoyotl, por ejemplo: “Poneos de pie / Amigos míos, poneos de pie! / Desamparados están los príncipes, / Yo soy Nezahualcóyotl, / Soy el cantor, / Soy papagayo de gran cabeza. / Toma ya tus flores y tu abanico / ¡Con ellos ponte a bailar! / Tú eres mi hijo, / Tú eres Yoyontzin. / Toma ya tu cacao, / La flor del cacao, / ¡que sea ya bebida! / ¡Hágase el baile, / No es aquí nuestra casa, / No viviremos aquí / Tú de igual modo tendrás que marcharte.”
Los indígenas mexicanos fueron la base del imperio que construyeron los españoles. Actualmente, el país cuenta con más de 15 millones de indígenas, y todavía hasta nuestros días sobreviven cerca de 60 dialectos, con sus usos, costumbres, tradiciones y dioses. La civilización olmeca (1200 A.C.-200 A.C), construyó un calendario, aparecieron las bases de las tradiciones religiosas, arquitectónicas y artísticas de grupos posteriores. Los Mayas (1200 A.C.-1400 D.C), impusieron un sistema matemático, su dominio de la astrología, y por la construcción de numerosos centros urbanos y su arquitectura. Los Mixteco-Zapotecas (900 A.C.-1400 A.C.), edificaron ciudades, templos y cementerios. Los Toltecas (950 D.C.-1300 D.C.), poderosos guerreros y consumados artesanos. Los Aztecas (1345 D.C.-1521 D.C.), su patrimonio lingüístico, religioso, artístico, arquitectónico, todavía se conserva en las zonas arqueológicas.
Después de la caída de Tenochtitlán, se inició el período de colonialismo. España y la Iglesia Católica impusieron su autoridad y sus costumbres tanto sociales como religiosas. En la época colonial (1521-1800) destacó el humanismo, la cultura europea y nacimiento de la literatura, con sus máximas expresiones en las obras de Sor Juana Inés de a Cruz, Sigüenza y Góngora y Juan Luis de Alarcón.
La época independiente (1800-1840) representó el nacimiento de la literatura mestiza, y la fortaleza de la conciencia nacional. En el periodo del Romanticismo inició la descripción del habla mexicana, principalmente con la narrativa de Fernández de Lizardi, y las reflexiones sobre el sincretismo por parte de Fray Servando Teresa de Mier. En la actualidad resultan proféticos sus señalamientos: “En una palabra: militares peleando sin un cuerpo civil o nacional que los autorice, en el mar se llaman piratas, en tierra, asesinos, salteadores, facciosos y rebeldes, aunque en verdad no lo sean.” O bien: “No basta que una cosa sea justa, es necesario que los parezca y revestirla de ciertas formas para que llame la atención de los hombres, y se vean obligados a respertarla por respeto a la opinión general, que al cabo todo lo avasalla.”
La Independencia e insurrección (1810-1860), tuvo influencia de las revoluciones francesa y americana y los conflictos entre criollos (hijos de españoles nacidos en México), mestizos (hijos de padre español y madre indígena) y los peninsulares (españoles residentes en México), comenzaron el alejamiento con el dominio español. Los líderes criollos buscaban mayor autonomía. En 1810 se inició una revuelta que duró 11 años y se cobró más de 600.000 vidas. El caos político prevaleció en esta época. En 1847, los EEUU invadieron el país y México, con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, fue obligado a entregar más de la mitad de su territorio por poco más de 6 dólares por kilómetro cuadrado.
Los intelectuales que impulsaron la Reforma. (1840-1880), el Nacionalismo. Liberalismo. Costumbrismo, fueron Guillermo Prieto, Ignacio Altamirano, Manuel Payno, José T. de Cuellar. En 1860, se promulgaron las Leyes de Reforma, cuyo objetivo era controlar el poder que ejercía el clero. Los conservadores, aristócratas que buscaban un mayor poder eclesiástico y autoritarismo político, solicitaron el apoyo de sus aliados europeos. En 1861 las tropas francesas invadieron el país para reforzar el gobierno imperial del archiduque Maximiliano de Habsburgo. Su labor fue poco eficaz y acabó siendo fusilado en 1867. Benito Juárez, originario de Oaxaca de origen zapoteca, impulsó las Leyes de Reforma, asumió la presidencia durante cuatro años. En este periodo, llevó a cabo profundas reformas agrarias y disminuyó significativamente el poder de la Iglesia.
En 1874, Porfirio Díaz, también originario de Oaxaca, comenzó su periodo, que duró 34 años, y estuvo marcado por un importante progreso en la minería, la agricultura o la inversión extranjera, pero también por las marcadas diferencias entre las clases sociales mexicanas. Entonces se vislumbró la etapa de un intento por industrializar México, y se impuso la copia del positivismo. Posteriormente la época moderna (1880-1920) se reflejó la admiración por la cultura francesa. Al poco tiempo, Rubén Darío dio a conocer el Modernismo hispanoamericano, y visitó la capital veracruzana, con la intención de conocer a sus colegas Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón, y Ramón López Velarde.
El autor de “La Suave Patria” escribió en forma lírica nuestra grandeza: “Cuauhtémoc / Joven abuelo: escúchame loarte, / único héroe a la altura del arte. / Anacrónicamente, absurdamente, / a tu nopal inclínase el rosal; / al idioma del blanco, tú lo imantas / y es surtidor de católica fuente / que de responsos llena el victorial / zócalo de cenizas de tus plantas. / No como a César el rubor patricio / te cubre el rostro en medio del suplicio; / tu cabeza desnuda se nos queda, / hemisféricamente de moneda. / Moneda espiritual en que se fragua / todo lo que sufriste: la piragua / prisionera, al azoro de tus crías, / el sollozar de tus mitologías, / la Malinche, los ídolos a nado, / y por encima, haberte desatado / del pecho curvo de la emperatriz / como del pecho de una codorniz.”
Como una contestación a la búsqueda de nuestras raíces indígenas que en las profundidades de la eternidad y en aquel tiempo vivido, quedaron para siempre sus constantes lamentos vertidos al castellano por Ángel María Garibay Kino: “¿Sólo he de irme semejante a las flores que fueron pereciendo? / ¿Nada mi gloria será alguna vez? /¿Nada mi fama será en la tierra? / ¡Siquiera flores, siquiera cantos! / Ay, ¿qué hará mi corazón? / ¡En vano venimos a pasar sobre la tierra!”
La exposición descriptiva tiene una ventaja, la rapidez en transmitir contenidos, su uso debe restringirse a partes del temario de gran importancia o de cierta dificultad en su aprendizaje. Por lo cual corresponde a la alternativa de enseñar literatura, o mejor de aprenderla. Hay que proponer al lector como gestor directo de su proceso de aprendizaje, potenciando una actitud reflexiva de lo que aprende y la capacidad que manifiesta para aplicar ese conocimiento.
Con el proceso de la lectura se puede lograr la significatividad de la retroalimentación que permita la evaluación de nuestra riqueza literaria que facilite la autoevaluación entre los lectores. Cuando lo que aprende le sirve y utiliza porque es valorado como fundamental en la memoria histórica de México. Lo reconocido tiene sentido y razón de ser, y estar: se aprende a aprender, a partir de sus conocimientos previos y de los adquiridos recientemente para lograr la trasmisión de los valores.
Sin embargo, hay que volver a plantear el ¿qué?, ¿cómo?, y ¿para qué leer? Frente a los problemas del México actual de crisis, violencia y corrupción. Hay que continuar a impulsar la lectura. Comenzar por volver a enseñar s a leer y llegar a comprender algunos libros, y destacar los niveles del proceso de lectura. Los cuales permiten observar la realidad, y analizar la comprensión de los fenómenos y hechos sociales e históricos. Frente a la historia oficial, todavía no se dispone de la capacidad en el planteamiento de fomentar el placer por la lectura.
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