Javier Ortiz Aguilar.
La reflexión teórica sobre la educación es una actividad intelectual que precede a los cambios socioeconómicos. La razón es la siguiente: el nuevo orden al emerger plantea la necesidad de innovar los contenidos de aprendizaje, las actitudes y habilidades en las nuevas generaciones, con la finalidad de reproducir en todos los niveles de la existencia, un nuevo proyecto de desarrollo social. En este sentido, existe una prioridad en la reorientación de la práctica educativa. Emmanuel Kant, figura central de la Ilustración alemana, escribe en el prólogo de su Crítica a la Razón Pura, que el objetivo de este trabajo intelectual consiste en presentar una reforma a las universidades alemanas. Esta reforma queda concluida y aplicada con el trabajo de Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander Freiherr von Humboldt.
Emmanuel Kant, consciente de las necesidades de su tiempo, advierte los límites de tradición educativa en los reinos alemanes. Estos límites surgen por la fuerza de la tradición metafísica y la exigencia de impulsar una ciencia vinculada a la producción capitalista que se avizora. En este horizonte puede entenderse su epistemología no ajena a la ética, a la religión y al humanismo. Las cuatro preguntas kantianas expresan esta síntesis. El principio reside en el límite del conocimiento (¿Qué puedo saber?), la conducta deseable (¿Cómo debo actuar?), el fundamento de la fe (¿Qué cabe esperar?) y el sujeto (¿Qué es el hombre?). De esta manera evita la contradicción entre ciencia y religión, en una cultura auto nombrada cristiana.
En la actualidad el estatus del conocimiento presenta problemas inéditos en la medida del desarrollo más acelerado de la tecnología que la ciencia básica. Por tanto la eficiencia evidente del conocimiento tecnológico permite ignorar la ausencia de un fundamento científico. Incluso, la ciencia básica va a la zaga de las innovaciones tecnológicas.
I
La globalización, término acuñado por los medios electrónicos de comunicación, es propiamente la maduración del sistema mundo, que nace en el siglo XVI. Esta nueva de forma de producción y distribución de bienes materiales y de la construcción del conocimiento tecnológico, genera la necesidad de innovar radicalmente la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos y de reproductores del nuevo orden mundial.
La nueva tendencia histórica derriba primero el Muro de Berlín, después disuelve la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y con ello, la esperanza de una transformación radical. Tal parece que es una tendencia hegemónica orientada por una visión, el neoliberalismo. En esta circunstancia surge una nueva teoría educativa, que no persigue la formación de un método que permita la búsqueda eficiente de la verdad, sino la aptitud, habilidad y la competencia para el manejo de una tecnología en permanente cambio y la incorporación a las sociedades de conocimientos que constituyen la organización de la producción y la distribución de la tecnología necesaria de las corporaciones internacionales.
Por supuesto, la realidad, tan terca como siempre, se impone. Las tradiciones culturales responden de manera distinta frente a la tendencia global. En América Latina pueden advertirse con claridad tres proyectos de integración a la vida global: Venezuela, Brasil y Chile.
Venezuela, recuperando la tradición bolivariana y la experiencia cubana, implementa una política de respeto a la soberanía nacional en la era de la globalización. Brasil, atendiendo a la tendencia de industrialización impuesta desde la colonia portuguesa y a la lucha obrera, impulsa un modelo de crecimiento acelerado. Chile, con la experiencia de un sistema político socialista y de un golpe fascista crea un modelo interesante. Atendiendo a la historia es posible entender la posición de izquierda de Venezuela, el centro-izquierda de Brasil y el de centro derecha de Chile.
Sebastián Piñera, el presidente de Chile, emerge de la derecha chilena; es empresario, doctorado en economía en Harvard, propicia el golpe de estado al gobierno de unidad popular de Salvador Allende. Una vez cumplida la tarea de eliminar las organizaciones revolucionarias, participa y financia el referéndum que pone fin a la dictadura de Augusto Pinochet. No obstante, en entrevista concedida al periódico español El País y publicada el 6 de marzo de 2011, afirma enfáticamente que el mercado resulta insuficiente para el desarrollo social; es necesaria, en contra de la opinión de los neoliberales dogmáticos, la presencia del estado.
En el caso concreto de Chile, considera como prioridad política de su gobierno, la eliminación de la pobreza extrema. Este objetivo no es una utopía. La política de desarrollo garantiza un crecimiento del producto interno bruto de 6%, y para abatir la pobreza extrema sólo es necesario invertir el 1.5%. Por supuesto plantea que para vincular libertad y justicia, libre mercado y política estatal es imprescindible el crecimiento económico, la generación acelerada de empleos. Pero la condición de posibilidad del tránsito a una sociedad de primer mundo es la revolución en el sistema educativo.
II
Resulta sorprendente que los políticos de derecha, muestren interés por una educación secular. Chile es el ejemplo más evidente. Incluso Piñera considera que la orientación educativa es integrar a las nuevas generaciones a las sociedades de conocimiento. Pero la popularización de las computadoras no es una garantía para popularizar la ciencia y la tecnología: “En esta sociedad del conocimiento y de la información, que la educación sea un elemento tan discriminatorio, es lo que hace perpetuar las diferencias”. De lo que se infiere que no es posible modernizar el sistema educativo sin modernizar el sistema en su conjunto. En una palabra, son inútiles las reflexiones intelectualistas e educacionistas. Es necesario un crecimiento generador de empleos. Y dicho por un político chileno y de derecha, el problema adquiere una relevancia singular
Resulta evidente la importancia de los conocimientos técnicos y tecnológicos en los orígenes y desarrollo de los procesos civilizatorios. Sin la técnica no hubieran sido posible las revoluciones agrícolas y neolíticas y la serie de revoluciones industriales. En esta perspectiva es dable comprender la técnica como el medio utilizado por los hombres para construir el mundo y humanizarse a ellos mismos. El reino de la historia es un proceso de humanización en el tiempo.
No obstante, la educación no puede reducirse a la trasmisión de los recursos para manipular la tecnología de punta que exigen las corporaciones internacionales para reproducir el sistema global. En ese sentido, como dirían los profesores viejos, la educación se mutaría en instrucción. La educación, hoy más que nunca, exige formar a las nuevas generaciones para una convivencia planetaria, donde el otro y lo otro resultan ser los semejantes, los próximos, o si se quiere, los prójimos. Por tanto la reflexión ética, en esta sociedad altamente secularizada, resulta ser la prioridad.
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