miércoles, 11 de noviembre de 2020

CANTOS DE VIDA, MUERTE Y ESPERANZA

 


 

Por Raúl Hernández Viveros

 

En el desarrollo de la actividad intelectual sobresalen tres aspectos fundamentales: el nivel funcional de los tipo visual-activo, sensorial-figurativo, y lógico-conceptual. Sobre la base del conocimiento se constituye la interacción dialéctica, que asegura el reflejo del mundo exterior sobre la necesidad de su estudio. El pensamiento visual-activo es el nexo de la realidad con la práctica. Con lo cual, se  permite la comparación de la actividad intelectual. El pensamiento sensorial-figurativo abre la distancia con el objeto del estudio, particularmente con la vista, el olfato y el oído lográndose la reproducción  de la realidad existente, para introducirla como un hecho de la conciencia. Con esta función se obtiene la visión del mundo objetivo, involucrado con la mirada interior que realiza la parte inconsciente:  la imagen de la actitud de los seres humanos hacia la situación y percepción de los problemas de la realidad. La valoración de los objetos y conceptos que llevan a la representatividad de la naturaleza humana y estética.

 

En la etapa del pensamiento lógico-conceptual, puede analizarse la esencia de los fenómenos cognitivos. Sobre el espacio de la abstracción está el estudio de la significación para los individuos, que condiciona la ayuda de medios metodológicos. En la operación del pensamiento lógico-intelectual, la motivación subjetiva centra la necesidad de la formación como actividad de los seres humanos, quienes determinamos las posibilidades de organizar las condiciones y caracteristicas objectivas y subjetivas del material objeto de este ensayo. Consciente  de los materiales como parte objetiva  de la forma de las cosas, y el examen donde hay que situar las propiedades axiológicas del centro de la forma y el contenido; es decir la experiencia de la aptitud significativa hacia los Cantares Mexicanos, y la interpretación de sus signos, mensajes, o la comprensión de su simbología:

 

Por esto llorad,

vosotros mexicas, vosotros príncipes,

ya también una vez en nuestra agua,

aquí, en el lugar de nuestro encierro

habremos de perecer,

como lo dice el Dador de la vida.

Que lo oculte el Dador de la vida.

¿Acaso aún lo sabe?

¿Cómo se ha de perder el pueblo?

Con esto se acrecienta la orfandad,

al lado de la gente. 

 

Al analizar la capacidad evolutiva de los Cantares Mexicanos, el significado se debe asimilar por medio del lenguaje, la descripción de los colores y el poder de los sentidos. Esta actividad psíquica y material eleva el nivel de la conciencia social. Por lo tanto, los seres humanos desarrollan la capacidad para crear una actividad de empatía, que es la voluntad de aceptar, colaborar y vincularse en los sentimientos, y emociones de los demás, de acuerdo al franco reconocimiento del otro.

La actividad estética  puede denominarse también como el juicio axiológico del gusto, que promueve la relación entre la actividad  estética y la actividad práctico social. Precisamente en el develamiento del fundamento objetivo del trabajo artístico se hace apoyándose  en los datos culturales, en el desarrollo de la práctica social. Su función primordial  consiste en la aportación de las  capacidades creadoras, que conducen a las bases y fundamentos del conocimiento.

 

Vida falaz

¿Es verdad, que se vive en la tierra?

¡No para siempre aquí: un momento en la tierra!

Si es jade, se hace astillas

Si es oro se destruye;

Si es un plumaje de quetzal, se rasga

¡No para siempre aquí: un momento en la tierra!

 

La actividad estética contribuye también como un impulso de la producción social espiritual que respalda la cultura de la sociedad; mediante  la reproducción de los valores culturales. La capacidad de la reproducción de los valores culturales, se logra incrementar la actividad poética, cuya base está en el arte. Por ejemplo, Juan de Torquemada[1] advierte: “De Fuerte, que de ellos solos hai esta noticia, y que no de otros; y todos ellos dichos de ellos Indios, son disparates; porque ninguno que muere va al Paraiso, ni hai lugar donde reciban las animas de los difuntos, sino es en el Cielo o en el Infierno que son los lugares de permanencia eterna o el Purgatoriao donde están por algún tiempo limitados los que son condenados a sus penas hasta la entrera  y perfecta satisfacción de su condenación, purificación de sus defectos y ellos eran enbaimientos del demonio, para atraer embaucadas, y sin tino a las miserables gentes que apartados del verdadero conocimiento de Dios, creian mentiras semejantes, fingidas de esta falso Enganador y enemigo”.

 

Y prosigue Torquemada: “Sobre aquelos disparates dichos anadian otro diciendo, que otras de las ánimas de sus difuntos iban al Cielo, donde vive el Sol como si el Sol tuviese vida, siendo la verdad, que es cosa muerta, y parte del mismo Cielo, en que está donde espeso la materia de él y le dio la claridad y luz, con que da vuelta al mundo alumbrando las cosas, que recibe la claridad de él. A este lugar decían que iban los que morían en la guerra y los cautivos que habían muerto, en poder de sus enemigos de aquellos decía que estaban en una parte llana y que todas las veces que salía el Sol daban muchas voces, golpeando las Rodelas y decían que el que tenía la rodela pasaba veia el Sol por los agujeros de ella. A este tam grande disparate anadia que en el Cielo había bosques,  y arboledas y que las ofrendas que les hacían en aquel Mundo sus Deudos y amigos iban a su preferencia, y que las recibían, pasados cuatro Anos se toraban las ánimas de ellos difuntos en diversas Aves de pluma rica, y color, y que chupaban flores y así allá en el Cielo como en este Mundo, a la manera que los Pxajaritos como los tzizontez las chupan. A tan gran desatino, qué podremos decir, si no que los hombres, que no son alumbrados de la Gracia de Dios, no es mucho que digan tantas y tan grandes locuras  es el Hombre sin Dios es como el Día sin la Luz y claridad de Sol sin la cual todo esta en tinienlas.”

La reflexión de Torquemada sobre el misterio de los dioses llega hasta el presente con los Cantos mexicanos que son parte esencial de la escuela para la vida, denominada Calmecac. Bajo la disciplina autoritaria se acentaba el conocimiento del bien y el mal. La línea inexistente de la vida y la muerte. Por lo que se prepara a los alumnos a aceptarse tal como son; identificados con el resplandor de sus posibilidades de conocer y controlar el poderío del espíritu y la condición física. Se aprende a defender a toda costa su existencia hasta el punto final del último latido del corazón. Con este aprendizaje, cada persona sabe el lugar que ocupa dentro de su espacio social, religioso y principalmente humano. Conocen las debilidades, oportunidades de fortalecer el carácter y endurecer con tranquilidad la toma de decisiones. El instinto de salvación se une a valorar cada enseñanza. La meditación de saber escuchar. Examinar la melancolía y alumbrar cualquier resquicio negativo para transformarlo en positivo, y de esta manera reconocer nuestras fortalezas.

 

¿A dónde en verdad iremos

donde nunca muramos?

Aunque fuera yo jade,

metal precioso,

sería yo fundido,

sería yo horadado.

Somos menesterosos.

¿en qué nos convertiremos?

No pedimos para nosotros la muerte aquí.

Nadie se volverá piedra,

nadie se volverá madero aquí.

 

Aprender de la vida de los demás, de nuestros semejantes con humildad. La trayectoria de comprender la destrucción de la gran Tenochtitlán. La imagen, el baño de sangre, el lago de Texcoco lleno de restos humanos y sin agua limpia. La destrucción de sus centros ceremoniales y el derrumbe de sus dioses. Ídolos de pidra y barro, que son pulverizados por los disparos de los cañones y el saqueo y aniquilacion de seres humanos. El exterminio por los aliados tlaxtaltecas y totonacos que con sus ejércitos de miles de guerreros aliados a Hernán Cortes, quien autoriza el consumo de la carne de los muertos, ante la  falta de alimentación para tantas tropas, con lo cual retoman sus energías los fieles escoltas del invasor. Es dificil encontrar el límite en la vida y la muerte en cualquer guerra y la esperanza de sobrevivir resulta casi inexistente porque el exterminio es total.

 

No se puede imaginar la cruel voracidad de los enemigos nativos de los aztecas. No hay otra alternativa que preparar el bastimento para llevar a sus lugares de origen. Más complicado es determinar el impacto y el efecto entre los huérfanos , las viudas y los ancianos que desaparecen en el campo de batalla. En los Cantos mexicanos se transmiten los pensamientos de los vencidos.  Al punto de no olvidar el ocaso del imperio azteca, y vislumbrar el triunfo de promover el conocimiento y el testimonio de los herederos colonizados que aprenden latin, griego y castellano. La catequización se acompaña del estudio y divulgación de la primera Gramática   Castellana, escrita por Antonio de Nebrija, quien estudia en Salamanca y conoce a los cronistas y misioneros que lograron escribir las diferentes historias de la Conquista en México.

 

Garibay[2]: “señala la luminosa prisión del alfabeto”, y reconoce el instrumento valioso de la primera Gramática náhuatl, preparada por  Andrés de Olmos. Aquí aparece el caractér productivo en forma estructural que es la creación artística como resultado específico de la representación cultural, como actividad social.   Esta operación supone una percepción estética del público, lo que quiere expresarse y decir sencillamente como la vigencia conjunta de la participación receptora hacia la obra de arte y su mensaje de goce estético. O la memorización de los cantares como después lo hacen los evangelizadores con la repetición oral de las oraciones y canciones religiosas.

 

Al enfrentarse a la vida se advierte la propagación de  la cultura. En el proceso de la práctica social puede apropiarse parte de la actividad estética del hombre, como es el canto, las danzas y las ceremonias tradicionales, festividades religiosas. En esta apropiación de determinadas normas sagradas, ideales y mitos; puede situarse el espacio de la cultura,como parte de la sociedad en general, o también en una aportación  festiva de los pueblos. Cada descubrimiento se suma a los anteriores en el desarrollo de los valores artísticos. Existe un carácter acumulativo de dichas expresiones o representaciones en museos o institutos de investigación. Desde las expresiones gráficas en las cuevas de Altamira o Atapuerca hasta las muestras de las tradiciones populares, la continuidad inagotable enseña las propiedades de la cultura popular contemporánea.

 

Que tu corazón se acerque,

tú me aborreces,

tu pides mi muerte,

cuando me haya ido y perecido

así por mi tendrás que llorar,

por mi tendrás que afligirte,

tu amigo mío,

ya sólo me voy,

ya solo me voy.

 

A lo cual hay que agregar al aspecto lúdico que María de Guadalupe Escamilla Hurtado estudió en su ensayo: “El juguete popular y los juegos tradicionales”, “El campo de lo lúdico , de la recreación y de lo imaginario son una parte fundamental, no siempre considerada, en la identidad y en la reproducción social de un pueblo, y la antropología en sus diversas especialidades cuenta con las herramientas teóricas y metodológicas para abordarlo con profundidad y legitimidad”. A la perfección  constantemente se le adelanta a la armonía  en la conciliación de los elementos del objeto de estudio. Entre la complejidad y el orden la sencillez de la estructura interna sobresale  la simetría o la actividad artística transformadora de los productos  estéticos.

 

¿A dónde vamos?

¿A dónde vamos cuando morimos?

¿A dónde en verdad vivimos?

¿A dónde hay un lugar de alegría?

Donde se dé contento al Dador de la vida?

Solo aquí en la tierra

las fragantes flores, los cantos

sean nuestra riqueza

sean nuestra mortaja.

Con esto algreaos.

 

En el espejo de la muerte puede contemplarse el recorrido existencial de los seres humanos. Las rutas de la incertidumbre señalan infinitamente las dudas de nuestra sensación de desasosiego. Robert Musil planteó lo siguiente: “El presente no es más que una hipótesis más allá de la cual no se ha ido todavía”. La luz en la tinieblas puede enseñarnos una vida digna frente a la condena de la muerte. En esta reducción de identidades hay que analizar el pasado como enigma y laberinto. Con este razonamiento los significados e implicaciones llevan a una meditación beneplácita.

 

Dentro del campo metodológico, Benjamín Lee Whorf señala  tres aspectos: “1. Datos diarios, contabilidad, matematicas estimuladas por la contabilidad. 2. Interés por las secuencias exactas, elaboración de datos, calendarios, cronología, relojes, medidores de tiempo, gráficos del tiempo, tiempo según su utilización en la física. 3. Anales,historias, actitud histórica, interés  por el pasado, arqueología, actitudes de introducción en periodos del pasado, como por ejemplos el clasicismo, el romanticismo, etc.”[3]

Con esta perspectiva se estudian el lenguaje, los medios de representación y todos los aspectos de la comunicación de los sabios antiguos. En la aprehensión del lenguaje nace la literatura, y esta operación ofrece la posibilidad de lo oral que desemboca en la descripción. Las palabras  reproducen las virtudes de las imágenes. En esta necesidad de la comunicación existen las reproducciones de mitos y leyendas. Se adquiere un caractér valioso el postulado de la especifidad de las tradiciones populares. La experiencia de cada pueblo expresa los motivos y procedimientos de las representaciones metafóricas, como un medio para el conocimiento y estudio de la realidad. En esta identificación de lo racional no se puede negar el reconomiento y la comprensión del pasado. Durante el periodo del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo se realiza el encuentro de ricas culturas y da inicio la globalización con el nacimiento del capitalismo.

 

Manuel  M. Marzal[4] observa que: “La rapidez y el carácter bastante impositivo, que tuvo la evangelización mexicana se tradujo en la aparación de fenómenos culturales que los antropólogos han estudiado con los conceptos de reinterpretación  y sincretismo. Reinterpretación es la atribución a  las nuevas formas religiosas, impuestas de los significados del sistema religioso autóctono de un modo más general la relectura de las creencias, ritos formas de organización y normas éticas de la religión católica, traída por los misioneros, desde las categorías de la propia  religión autónoma. El resultado de la proliferación de reinterpretaciones va a a ser el nacimiento de un sistema sincrético, porque ambas religiones que se ponen en contacto no se fusionan en una totalmente nueva (síntesis,) ni se sobreponen una sobre una sobre la otra manteniendo su total autonomía (yuxtaposición) sino que forman una nueva con elementos de las dos religiones sincretismo”.

 

Las particularidades de cada pueblo registran las condiciones de vida, e invariablemente destacan el mundo interior de los sentimientos y los pensamientos antiguos. Pero al mismo tiempo se observa el arte como un sistema autónomo que experimenta factores externos más allá de cualquier aspecto estético o lúdico;  sin embargo, es una fuente de información, un enlace que refleja  el mundo real y lo transforma. A la vez estimula la parte emocional de los seres humanos y participa en la educación sentimental del hombre. Entonces se interpretan los elementos estético-imaginativos de la percepción y el pensamiento, los cuales logran enfocar el arte hacia un sistema integral, es la creación plasmada en palabras, colores, sonidos e imágenes.

 

Por breve tiempo ya aquí,

Pídelas en préstamo en la tierra.

Por esto lloro,

los acaba nuestra muerte

los consume nuestra tristeza

a los bellos cantos por breve tiempo.

 

Desde el origen histórico el folklor se remonta a la sociedad primitiva; donde pueden ubicarse las expresiones del arte popular. En la producción de los bienes materiales existieron amplias posibilidades de incursionar en la cultura espiritual de los pueblos. Jose Luis Melgarejo Vivanco interpreta que: “Para el antiguo índígena el Todosantos era la fiesta de la cosecha: no en la veintena de Ochpaniztil, del 20 de agosto al 17 de septiembre, cuando ciertamiente granaba el maíz aun cuando todavía no estaba la cosecha, sino Quecholli, del 28 de octubre al 16 de noviembre. Sahagún, en su libro monumental, describió la fiesta que hacía cuatro días después, equivalente al primero de noviembre y hoy “festividad de todos los santos”
“en el momento en que se ponían “las cuatro teas y las cuatro saetas, ofrecíanlas sobre los sepulcros de los muertos; ponían también justamente con las setas y teas dos tamales”.[5]

 

En las comunidades rurales permanece el respeto para el origen regional, las costumbres, creencias y tradiciones y esencialmente fortalece las relaciones de sistema de parentesco. Pero la conquista hispánica transportó el desarrollo y expansión de otros valores culturales y de educación hacia los pueblos indígenas. Este impacto determina la integración de costumbres similares. Georg M. Foster realiza un cuadro comparativo en relación a las tradiciones populares en España, expresa: “El 1°., de noviembre, Día de Todos los Santos, y el 2 del mismo mes, Día de difuntos o Día de las benditas ánimas, se guardan casi de igual manera en todas partes del país. En ambas fechas se celebran oficios especiales en la misas matutinas y durante uno de los dos días, según la costumbre del lugar, se hacen visitas al cementerio para rendirles un homenaje a los difuntos. En las ciudades más grandes las visitas han sido, por muchas generaciones, más bien eventos festivos y sociales, pero en las aldeas menores se caracteriza todavía  por su solemnidad impresionante y sus actos de piedad. Las mujeres envueltas en pañolones o chales, cargan unas cestas tapadas de las que toman flores y lamparillas de aceite, o velas para iluiminar las fosas. El crisantemo es la flor que más se destaca, no porque tenga un significado sacro sino porque abundan, más en esta época del año”.[6]

 

Por su parte, Luis Cardoza y Aragón advierte que lo “lo efímero no es nuevo nunca, ni durante su momentánea duración lo eterno es siempre nuevo”, en el prólogo a su libro: México pintura activa[7]. Jorge Luis Borges[8] magistralmente sentencia que: “El universo requiere la atención del Señor desviara un solo segundo de mi mano derecha que escribe, ésta recaería en la nada, como: fulminara un fuego sin luz. Por eso afirma que la conservación de este mundo es una perpetua creación y que los verbos conservar y crear, tan enemistados aquí, son sinónimos en el cielo”. Con esta perspectiva hay que insistir que los antiguos cantares de los mexicanos forman parte de la herencia cultural que hasta la fecha se estudian en diversas investigaciones. En la literatura sagrada de los antepasados prehispánicos brota la: “Ponderación de la divinidad”; puede observarse la naturaleza de los hombres sobre la tierra: “Oh dueño del mundo te damos placer aquí”. Nadie se siente desolado junto a ti, dador de vida, Tú nos estimas como si fuéramos flores aquí nos marchitamos tus amigos. Cual si fueran esmeraldas las trituras, cuan pinturas de libros tú borras. Todos cuantos son van para el Reino de la Muerte. El sitio  en que todos nos perdemos. ¿En qué nos estimas, oh Dios? ¡Tal como vivimos así perecemos! 

 

Los colores, sabores, cantos e  imágenes de la fiesta acompañaron el proceso de la integración cultural. En las costumbres, tradicionales y ceremonias se caracterizan las regiones mesoamericanas. El culto a la muerte se mezcla con la trasladación de cultos similares: como beber la sangre de Cristo, o la adquisición de  dulces que llevan el nombre  de huesos  de muerto en la  España actual.  Una manera  de ofrendar a nuestros difuntos y recordar a los que ya no están en la tierra. Los colores y olores de las frutas y verduras,  o de los papeles recortados en los altares , los sabores de las comidas, tamales o pan de muerto. La fragancia del copal. La  experiencia de la alegría de visitar los panteones para llevar flores, alimentos, y música. Particularmente el colorido de las flores de cempasúchil. El olor de las velas y veladoras, los pequeños fuegos dentro de los vasos llenos de agua. La fragancia y el humo de incienso. La presencia de las calaveras de azúcar y chocolate, las que están llenas de amaranto. La espera de que algunos productos que se colocaron en los altares puedan, después de dos o tres días, todavía consumirse.

 

En este punto, el trabajo del etnólogo tiene todavía ricas posibilidades de interpretación y captura de datos. El tema del pan de muerto como arte plástico efímero, refleja la energía para vivir. Desde los materiales que se emplean  en la elaboración de estas piezas comestibles hasta la modelación de figuras que se compenetran con las formas habituales de aproximarnos a la descripción de la muerte. El aporte de alimento como subsistencia y al mismo tiempo como forma y signo de bienestar. El gusto de observar la preparación de los tipos de masa, los niveles de cocimiento en el horno, y la diversidad en la calidad del pan tradicional de los días de muertos.

 

La aparición de los versos que son nombrados como calaveras que se involucran siempre con las tradicionales obras de arte José Guadalupe Posada quien las hacía en grabados de tinta negra sobre el papel de colores. Principalmente la habilidad por confeccionar los vestidos de las catrinas. En esta cultura popular pueden considerarse libremente los comentarios críticos o irónicos hacia personalidades que ocupan lugares importantes en el ámbito político y social. Al mismo tiempo algunas calaveras se hacen célebres por su enorme carga de crítica social. De la fugacidad de la vida y lo efímero de la existencia queda lo sentenciado por Moctezuma, quien ante las desgracias pidió que se le esculpiera su rostro en la superficie  una roca: “De lo cual, siendo avisado fue a ver su estatua y luego que la vió, empezó  a llorar y a decir: “Si nuestros cuerpos fueran tan durables en esta vida y tan perpetuos como lo será  esta efigie pintada en esta peña, la cual ha de durar para siempre, ¿Quién temiera la muerte? Pero bien veo que yo no me he de morir y sólo esta memoria ha de quedar de mi”, de acuerdo con la crónica de Durán, y recordatorio de Alfredo López Austin sobre nuestros hombres dioses.

 

En una imprescindible necesidad por continuar la permanencia sobre la tierra, los altares permiten la prolongación del culto a los muertos. En esta fechas  se consagra “el calendario agrícola y la sacralidad que se podría llamar alternativa”, expresa Augé[9].

El poder de alternativa de la fiesta o ceremonia toma conciencia en la colectividad y las celebraciones tienen un rítmico continuismo, en las visitas a los panteones en estas fechas de días de muertos. Las tumbas que se arreglan y adornan , son monumentos inolvidables que prolongan el recuerdo de la presencia de los difuntos. En lo efímero de estas festividades están la memoria y la percepción de los colores y olores de nuestra existencia.

 

La festividad se engalana con las flores en las ofrendas, los papeles picados de colores, las flores acompañadas de hierbas arómaticas. El espectáculo se encuentra en el colorido del diseño de cada altar. La fiesta trasciende más alla de la demostración de abundancia y  prodigalidad. Los dueños de los altares ofrecen comida de maíz , semillas, mole, carne, pan, frutas y bebidas embriagantes. Desde luego no falta el tabaco, las aguas de sabores o refrescos embotellados. El gasto de organizar la comida para recibir a los familiares y amigos es parte de un pequeño sacrificio de consumir la aventura energética y continuar la tradición de la fiesta. El comer y beber durante estos días de muertos desempeña el papel asombroso de la efectiva y verdadera demesura de la fugacidad de la vida.

 

Y la tristeza por la orfandad y el desamparo de los deudos que entraña el recuerdo del cronista Cristóbal del Castillo, en su impresión de los derrotados por los conquistadores: “Yo soy un necesitado, un pobrecito, le provoco asco a la gente, solo causo compasión (a) los que están cerca de mi miseria. En el monte y en el hierbazal vivo buscando lo que necesito, solo de esta forma hago mi trabajo…porque ya no soy joven, ya me hice grande, me hice viejo, ya envejecí, ya no soy fuerte…”, en espera de realizar el último viaje a las profundas tinieblas de la noche eterna.

 



[1] De Torquemada, Juan, Monarquía indiana, T. II, Porrúa, México, 1971.

[2] Garibay, K., Ángel M., La literatura de los Aztecas, Joaquín Mortiz, México, 1964.

[3] Lenguaje, pensamiento y realidad, Barral, Barcelona, 1970.

[4] Marzal, Manuel M., Historia de la Antropología, Volumen I, Antropología Indigenista, Ediciones Antropos, Barcelona, 1993.

[5] Boletín informativo del Instituto de Antropología de la U.V., 1983.

[6] Cultura y conquista, Universidad Veracruzana, México, 1962.

[7] ERA, México, 1961.

[8] Historia de Eternidad, Emecé, Argentina, 1961.

[9] Auge, Marc, Los no lugares, Gedisa, Barcelona, 1988.

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