miércoles, 9 de enero de 2019

La familia de la Sra. Ramona



Carlos González Guzmán


Un día, en las lejanas tierras de la Habana, en una casita chiquita y muy blanca…, junto a un mar limpio y radiante, lleno de sol y nubes blancas enmarcadas en un cielo azul como una ojera de mujer…, las olas corrían lentas y tranquilas, el mar estaba en calma, apacible. Era uno de esos mares que desde temprano anuncian un día esplendido reventando sus olas en la quietud de la playa. Pues bien, ese día en la casita blanca, una mujer estaba cuidando a su sobrina de nombre Burundanga. Ésta la había mandado llamar preocupada porque se le habían hinchado los pies.

Así que, desde temprano, la presurosa tía había ido a su patio a cortar unas yerbas y después de meterlas unos minutos en agua hirviendo, logró preparar un remedio casero para bajar la hinchazón. Llevaba ya más de media mañana aplicándole, a su sobrina, fomentos en los tobillos y en las plantas de los pies. A intervalos, se asomaba a la ventana que daba a la calle, para ver si ya llegaba doña Ramona la dueña de la casa.

Durante estos cuidados, Burundanga le había platicado lo sucedido en la casa con su marido, sus cuñados y su concuña, con los que convivía.

Al momento en que la tía vio que doña Ramona, la mamá de los muchachos, venía llegando de trabajar y cruzaba la acera para entrar a la casa, le dijo un tanto al grito, desde el marco de madera de la ventana situada en la parte superior de la casa;

¡Monina tú en la calle y ni te enteras!

¡Pero que te ocurre a ti!, ¿que tú haces en mi casa y porque gritas así! - Contestó doña Ramona.

Mira mujé, entra, siéntate y escúchame, porque ha ocurrido una desgracia con todos tus hijos, bueno solo con Songo, Borondongo y Bernabé, Abambelé es otra cosa y todos los sabemos bien, pero con estos tres y con Muchilanga tu nuera, la desgracia se ha acompletao.
 
¡Dime por Dios que ha ocurrido, anda dime no te detengas!, dijo asustada doña Ramona, ¡dime mujer! ¡habla por Changó!

Pues bien, ¡te lo diré y abre bien los oídos que no pienso repetirlo!, ¡pero siéntate tú!, estás lista, ¡no quiere un vasíco con agua o algo?, ¡hace mucho calor allá afuera!.

No, dijo muy seria doña Ramona, habla, di ya lo que tengas que decir, ¡desatora tu lengua por el amor de Yuyumbé!.
  
¡Pues nada Monina! que Songo le dio esa porquería que acostumbra a Borondongo, ¡y tú ya sabe negra! ¡cómo se pone el pobre cuando le da por meterse esas cosa de satanás al cuelpo!.

¿Pero cómo, y porque nadie lo impidió?

No, al contrario, cuando Bernabé se dio cuenta de lo que estaba pasando, ¡le pidió a Borondongo que le convidara! y este animal le dio a probar su yerbajo a Bernabé. 

¿Pero cómo? ¡Hay dios mío, hay Yambú, Obatalá y Santa Bárbara bendita!, ¿porque ha hecho eso? 

¡Y eso no es todo Monina, espera tú!

¡Aún hay más! ¡Por mis dioses Panquemé, Babaú y Yemayá! di pronto, ¡habla que me siento mal!

Pues que, por los efecto de esa porquería, Bernabé le pegó a su mujé a Muchilanga, tu otra nuera.

¡Dice que agarró un mal viaje… que quien sabe cuántoh cuentos… ve tú a sabé que es eso!, y claro Muchilanga enojada le echó a Burundanga la mujé de Borondongo, y con justa razón pienso yo.

Y este Bernabé tan mal como estaba le gritó a Burundanga; y la insultó gritándole que si él estaba así había sido porque su marido le había dado esa cosa infernal.

Que él, Bernabé, ¡llevaba ya cuatro largos días en buen estao! y ahora no sabía ni quién era.

¡Que el diablo se le había metido!

¡Que oía voce que le decían que él no tenía la culpa e ná!

¿Habrás de creer eso Monina?

¡Y no para ahí el cuento! ¡Yeyembé quisiera! ¡no mamacita, no, no para ahí!

Polque como ya tú imaginará… cuando Muchilanga fue a tratá de darle un tecito a Bernabé, éste la agarró a golpes sin decirle na, ¡así estaba de enfurecido!

¡Dice Burundanga que como que tenía el demonio adentro! ¡porque no reconocía a nadie mujé!

¡Por Yemayá que está pasando en esta casa! - Dijo doña Ramona - y empezó como a temblar, como si le fuera a dar un ataque de nervios o de lloradera y luego luego se puso pálida, pálida, como si se fuera a desmayar.

Y aguántate tantito Monina, no te me vayas a desmayá todavía.

¡Afigúrate tú que ahora por la porquería esa, se le han hinchado los pie a Songo, a Borondongo, y ahora a Burundanga! ¡Todos están con los pies hinchados!

Yo ya no me doy abasto tratando de cuidá a todos y como he visto que mi Burundanga etá muy mal, me he tenido el cuidado de atenderla más a ella.

Y claro mujé ¡todo por culpa de Songo!, como si no fuera el mayor y el responsable de cuidar y guiar a sus hermano.

¡Yo no aguanto má!, ¡la culpa es suya por está metido con el yerberío ese!

Al oír todo este rosario de calamidades, Monina reacciona, parece volver en sí, se endereza en la silla, se frota los ojos rápidamente, se aprieta la cabeza un momento, se arregla la blusa blanca de bolas negras y con los ojos agrandados como queriéndose salir, le pregunta a la tía de Burundanga:

Bueno, bueno, calma clama, ya voy entendiendo, pero ¿Por qué fue que Songo le dio su cosa esa a Borondongo?

Pues Monina, ¡porque sabe que a Borondongo le gusta esa cosa! aunque claro, también sabe que la última vez que la probó se le hincharon lo pie y se puso muy mal.

Y si estaba en conocedera de todo esto, gritó Monina, ¿Por qué Borondongo le dio a Bernabé?  ¡Si ya sabe que está mal! ¡si ya sabe que le afecta muy horrible cualquier cochinada de esas!

Pues mira Monina, según me contó Burundanga, porque Bernabé se dio cuenta que Songo le había dado yerbita a Borondongo, y éste le dijo a Songo que le diera.

Y como bien sabe que Songo no le iba a dar, por lo mal que se pone, y que tú te ibas a enojá mucho, y que podía darte el telele, y no quería darte un disgusto, se la pidió a Borondongo, y este animal si le dio.
 
¡Está bien, está bien! Hasta ahí lo entiendo, pero ¿por qué Bernabé le pegó a Muchilanga?, ¿sí es su mujé, que tenía que ver ella en todo esto?

Pue Burundanga me contó que le dijo Muchilanga “que porque se puso muy mal y ni siquiera la reconoció por lo atarantao que estaba”, ¡es má mi niña! ¡Que no se acuerda de todo los insultos que le hizo!
 
¡Por todos los arcanos mayores! - Gritó Monina - ¿Y por qué Muchilanga, encima de todo esto le echó a Burundanga?

Porque sabe que, a Burundanga, con toda la muina se le iban a hinchar los pies, por la enfermedá esa que siempre ha padecido, ¡y eso era para desquitarse de que Bernabé le había pegao!, así por lo menos Borondongo también iba a sufrí por haberle dado la cochinada a Bernabé.

¡Ehhhh! ¡que lío! Dijo Monina suspirando, levantando los brazos y mirando al cielo como en una oración caribe.
¡Sí monina, lo mismo me he estao repitiendo yo toda la mañana! ¡qué lío! y todo por las porquerías que trajo Songo. Mira qué si no se le hubiera ocurrido traé a belcebú y convidarlo con sus hermano, la paz reinaría en este hogar.
Tratando de reponerse, Monina se sirvió agua de una jarra que estaba en la mesa y a medio trago preguntó a la tía.
¿Y Abambelé donde estaba en todo este lío?
La tía se quedó viéndola como si quisiera sonreír y dijo casi en tono burlón; lo que me dice Buru es que él siempre ha estao en el patio, no ha querido meterse a la casa por lo gritos y pleitos de sus hermanos.
¡Ya tú sabes mujé que él es muy tranquilo y amoroso! y cuando esto sucede se pone triste y mejor se pone a rezá y danzá a sus Santo, ahí debe de seguí, según lo vi al entrá por la puelta de atrá esta mañana.
Un tanto aliviada Monina se levanta, se asoma por la ventana y le grita a su hijo menor, ¡Abambelé ven en seguida candor!

Al verlo entrar a la casa, le dice en tono cariñoso, pero con un dejo de regaño: ¡Abambelé, capullo de mis ojos!, ¡tú que practicas el amor!, ¡tú que defiendes al ser humano!, ¡tú qué sabes que entre buenos hermanos se vive mejor!, ¡habla con ellos mijito!
Abambelé la miró, se pasó la mano por la pelona, y al verla tan preocupada, por sus pestañas empezaron a verse unos ojotes negros vidriosos.

Ya casi a punto de soltar la lagrima, escuchó a su madre casi suplicando que le decía ¡Abambelé mi niño!, ¡ayúdame a que entiendan que yo ando trabajando y no tengo todo el tiempo que quisiera para cuidarlos! Ayúdame a que sus cabezotas comprendan que si su padre viviera otros tiempos serían, pero ya tú ves angelito, esta es nuestra triste realidad.

Acto seguido Monina le gritó a Burundanga, a Muchilanga y a sus hijos llamándolos para que acudieran todos con ella, quería ver cómo estaban sus pies de hinchados.

El vecino de Monina, un violinista y pianista llamado Oscar Muñoz Bouffartique, escuchó esta peleadera y se dijo; alabado sea Yambebé; de aquí sale una canción y se arrancó escribiéndola pa que la cantara Doña Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso.
Corría el año del 53 en Cubita la bella.

Chamilpa, Mor. Noviembre 2018

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