domingo, 7 de octubre de 2018

R E C I N T O D E S I E R T O









Juan Hernández Ramírez











FRAY ALONSO
(seudónimo)







ORIGEN
Vacío,
          silencio,
                       polvo
y la nada,  fueron poemas primero.

El verbo,
también fue árbol en la noche.

La palabra se hizo amante de la luz

El  resplandor desbordó el sonido
sobre la piedra de los sacrificios
y del verbo florecido, nació el universo.











PEDREGAL
En esta casa desnuda de piedras
sólo la sangre del cactus habita.

Es un estanque este recinto solar,
el jardín de espinas entumecidas
y serpientes con hojas secas cayendo
sobre el polvo que somos tú y yo.

El manantial de piedra ardiendo
son chispas de luz en la negrura
y solamente es del Eterno
el fuego que persiste en la arena.

Aquí, en este recinto,
parece que sólo se mueve el silencio.

Las fuentes de agua están fracturadas
y solamente el viento camina
bajo la escritura de la luz.





YERMO
Pedregal de las revelaciones
y los cascabeles deshabitados.

La arena herida de sed,
mira sigilosa el rostro
de la luna verde.

Es desierto el viento suicida,
es terrosa bastedad la neblina tejida
con fuego infinito y mudez.

La piedra en su epidermis
sabe de las alas dislocadas
del tiempo que escribe sueños.

Inhóspito erial,
la arena sobre su espalda descansa
el luminoso amanecer.




ARENA
En la piel escrita del tiempo
vive la arena florecida,
su casa es el desierto que vive en sus ojos.

El orto alumbra la tormenta,
la arena resplandece su hierba
y se dispone a tallar cuerpos
de ondinas con epidermis de sol.

Es  desierto la casa de las dunas,
paraje donde copula el viento
cortando los pezones de la lluvia.

Este paraje de arena,
cincela el rostro de un poema.









PIEDRA
La piedra que congrega silencios
es memoria del hombre.

El guijarro de nube azul,
es tronco del árbol errante,
raíz donde duerme la luna
entre las piernas de la soledad.

Todo en este sueño cambia,
sólo la piedra desvirgada permanece,
y es polvo esculpido por el tiempo.













ERIAL
En este páramo de grillos,
la quietud muere sin alas.

El viento camina lunas y sopla
entre las ramas de las piedras.

La casa de la lluvia
se llena los ojos con polvo.

Sobre las piedras enfebrecidas,
un lagartijo de cola azul veneno,
sacude su sed de nubes de  plata.

No hay pájaros ni jaguares hilvanados,
ni cedros rojos o amarillos en las pupilas,
sólo tierra con la garganta desvertebrada
y un sueño de manantial de pájaros loros.


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