jueves, 31 de agosto de 2017

Fiesta particular, íntima, a veces, es la presentación de un libro

Presentación del libro: Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo. Juan Rulfo 1917-2017.


Adriana Menassé

Como siempre, es un gusto ser invitado a esa fiesta (particular, íntima, a veces), que es la  presentación de un libro, pues, como sabemos, cada libro—si no es un gesto vacío o un trámite—trae una especie de reafirmación del amor y una promesa de paz al mundo. Agradezco, por eso a mis amigos Víctor Vásquez Gándara y Javier Ortiz el honor de compartir con ustedes esta celebración.
El libro Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo se inscribe en la conmemoración que han hecho diferentes medios y revistas culturales del centenario del nacimiento de Juan Rulfo; se trata, en este caso, de una iniciativa de Víctor Vásquez Reyes como forma de homenaje al autor de esos dos libros que son textos fundamentales de la literatura mexicana: el libro de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo. Estas dos obras, que constituyen prácticamente el total de la producción de Rulfo son, ambos, clásicos absolutos y referencias obligadas de cualquier estudio de nuestra literatura y también de la vida en nuestro país. De la vida en el campo, como se ha dicho repetidamente, con su carga de injusticia, impotencia y desolación; pero es esa una realidad que no se circunscribe al campo, sino que permea en diferentes grados todo nuestro México. Con todo, ni El llano en llamas ni mucho menos Pedro Páramo son obras de sociología como a veces se las aborda; son textos atravesados por una inmensa carga poética que crean un universo propio, saturado de evocaciones y asociaciones misteriosas. Como dice Lucio Gómez Pazos en la contraportada del libro que hoy nos convoca: “Por cualquier lado que se le mire, la obra de Rulfo es el lugar donde anida la poesía…La poesía de Rulfo se haya en los ecos de las paredes, entre murmullos, debajo de la tumbas y a campo abierto”. Probablemente Lucio Gómez se refiere a que la fuerza de sus relatos no reside en la panorámica social, ni siquiera solamente en la maravillosa recreación del habla campesina, sino que sus imágenes producen una atmósfera anímica inquietante y dolorosa que, al mismo tiempo, tiene algo de purificación. Nadie, me parece, que haya leído a Rulfo puede dejar de sentirse atrapado por esa atmósfera, como los silencios que penetran en el cuerpo y van minando nuestros aplomos y nuestras certezas. Curiosamente, también son esos silencios los que hacen más receptivos, más vulnerables, más humanos. “Poética del desconsuelo y la devastación”; así la caracteriza hermosamente Lucio Gómez Pazos (38).
La gran novela Pedro Páramo es, para mí, como para los autores que conforman este pequeño libro, no solo una obra fundamental de la literatura mexicana, sino un clásico de la literatura universal, una obra que apunta a la condición misma del ser humano. Este  reconocimiento se encuentra cada vez más extendido en todos los círculos académicos y de la cultura a nivel mundial; es una novela que ha impactado a autores como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Sergio Pitol, Carlos Fuente y otros muchos. Pedro Páramo es un universo entero, gobernado por la sin-ley del cacique; nadie puede contravenir su voluntad ni reclamar lo que le pertenece y es justo, pues el cacique manda, mata y obtiene por la fuerza lo que se le pretende negar por la razón. El propio cura, el padre Rentería sucumbe a su poder hasta que él mismo decide unirse a los revolucionarios, abandonado ya de la Iglesia y acaso del mismo Dios. Sólo hay una cosa que no puede obtener por la fuerza Pedro, y es el amor de Susana San Juan, su amiga de la infancia y el amor de su vida. El alma se le va carcomiendo también a Pedro Páramo, invadido por la añoranza de un amor que no puede entregársele jamás.
Cada uno de los ensayos de este volumen aporta una mirada personal, una respuesta única a la lectura, que ilumina un aspecto de la obra. En palabras de Víctor Vázquez Gándara, el compendio “representa un deseo de compartir alegría, satisfacción, sorpresa causada por la lectura..Elogiar, reconocer y hasta homenajear el talento desemboca en una imperiosa necesidad”. Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo aparece, entonces, no sólo como un acto de gratitud, sino también como el más alto ejercicio pedagógico: ofrecer a otros las fuentes que nos permiten comprender y valorar nuestro mundo, así como comunicar la inagotable y sutil riqueza de leer. Así lo entiende, a su vez, Ma. Guadalupe Hernández Cruz cuando dice: “Como estudiante de la licenciatura en educación me siento responsable de contagiar a las futuras generaciones el hábito de la lectura, la cual no consiste sólo en unir letras para formar palabras; es darle sentido a todo ello, el fin del lenguaje es la comunicación” (10).
También Javier Ortiz es un maestro cabal, siempre dispuesto a escuchar, a dar de sí, a orientar. Su generosidad es legendaria. Javier hace un muy breve recuento de la vida del autor para mostrar cómo vida y obra están íntimamente entrelazadas. El célebre cuento  “Diles que no me maten” retrata la agonía de este hombre que va a ser ajusticiado por un crimen que había cometido hacía treinta y cinco añosa causa de lo que él sintió como una injusticia intolerable; que vivió después a salto de mata  pero que, ya viejo, el destino lo encuentra y lo juzga. No, no lo puede perdonar el hijo de aquel hombre, ese que creció con el boquete de la muerte de su padre, dice, “sabiendo  que la cosa donde podía agarrarse para enraizar estaba muerta”. Y que quien lo mató a machetazos vivía tranquilo, según él supone. Nos cuenta Javier Ortiz que al padre de Rulfo lo matan también por un problema de tierras, pero más a la manera de Pedro Páramo, pues él se había quejado por la invasión que el presidente municipal hacía de sus terrenos. Como el cacique de la novela, por lo visto aquel hombre se sentía con el derecho de invadir a quien quisiera. En “Diles que no me maten”, sin embargo, Rulfo muestra una empatía sorprendente tanto con el hombre que asesina como con el hijo del hombre asesinado. Nos preguntamos si para él era una búsqueda (simbólica y dolorosa) de cierta justicia primitiva: una justicia que deja a todos en paz, pero al universo vacío.
Sergio Núñez, por su lado, hace una revisión de los principales relatos de El llano en llamas señalando la importancia internacional de esta obra y enfatizando que  “el interés principal (de Rulfo) es la de recrear sus raíces” (14). Para Núñez, El llano en llamas es considerada la obra más emblemática de Rulfo “en cuanto retrato fiel de la situación en el campo mexicano” (ídem). Al hacer un recorrido por los cuentos de este libro, el autor se detiene en la vasta  insensibilidad de un gobierno que ignora el sufrimiento de todos estos hombres y mujeres atrapados en su falta de esperanza.
El texto de Domingo Balam Martínez, el más largo de la colección, hace un examen de cierta literatura secundaria, es decir, de algunos ensayos publicados en torno a la obra de nuestro autor. Señala cómo Rulfo “quiso denunciar los estragos que trajo consigo la Revolución Mexicana, y es justamente por ello que, a diferencia de la Novela de la Revolución, jugó con los límites de la historia, la anécdota y la ficción para sostener elementos críticos de su época” (60). También nos recuerda que  una vez pasada la etapa de interpretación “comprometida” (es decir de política revolucionaria) tuvo lugar un acuerdo mayoritario entre los comentaristas: con Rulfo, piensan todos ellos, “concluye la novela de la Revolución Mexicana, se extingue la novela rural. Con su obra, dice, “Rulfo atestiguaba la disolución de la parte más fiel y recóndita del México tradicional” (72).
Como suplemento de este conjunto de lecturas y perspectivas (y como para corroborar su deseo de ser una invitación a la lectura), el libro nos ofrece el texto completo del magnífico cuento del santo niño Anacleto, “Anacleto Morones”, y un texto en verso de El gallo de oro, “La fórmula secreta”. En sus páginas, Juan Rulfo 1917-2017 nos entrega  el testimonio de una escucha emocionada a la obra de este autor fundamental y, con él, un generoso impulso humanizante: la transfiguración espiritual que propicia el acto de leer. Yo me congratulo de darle la bienvenida a este libro por ser una muestra de las innumerables tareas del amor, esas que, al calor de una charla entre amigos o del alto poder de la enseñanza, ponen en nuestra mesa los bocados preciosos de la confianza, la benevolencia y  el asombro emocionado entre nosotros.

Termino con una felicitación al coordinador e incitador de esta aventura, Víctor Manuel Vásquez Reyes, por su iniciativa y por el trabajo que sin duda representó este ejercicio. Y a Víctor Manuel Vásquez Gándara y a la Editorial Foro Fiscal por su vigésimo cuarto aniversario. Que haya muchas otras celebraciones y muchos nuevos motivos para festejar.

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