jueves, 16 de marzo de 2017

José Martí


164 Aniversario de su Natalicio

Romeo Cuervo Téllez
¡En la tierra más hermosa que ojos humanos vieron!, al decir del gran almirante Cristóbal Colón, hace 164 años nace uno de los hombres más grandes de la historia de la humanidad: José Julián Martí y Pérez, el poeta, el orador, el periodista el cítrico de arte, el maestro, el educador, el político, el filósofo, el jurista, el humanista, en suma, una poliédrica personalidad de inteligencia y corazón, cuya vida y obra generaron la libertad política de Cuba y la proyección libertaria de nuestra América.
Hoy conmemoramos aquí, ante el monumento erigido a su memoria, el hecho natural de su natalicio y el valor inmarcesible de su vida y obra.
Dice el maestro revolucionario mexicano Francisco Cuervo: “Era Martí de mediana estatura, cabellera negra y abundante que rodeaba una frente amplia y sombreada, ojos negros, de mirada dulce y penetrante, tez blanca pálida, bigote negro y crespo, y un ovalo perfecto rodeaba su fisonomía armoniosa y vivaz. En su delgado cuerpo predominaba el temperamento nervioso, que hacia rápidos todos sus movimientos, y sus manos, finas y alargadas, revelaban al hombre culto consagrado a las tareas intelectuales… su fisionomía moral se caracterizaba por la más absoluta honestidad en todos los actos de su vida y por el mayor desprendimiento de sus propios intereses a favor del ideal a que había consagrado su existencia: la libertad de Cuba”.
“Era un espíritu melancólico, una alma triste. Desde la niñez, parecía destinado a vagar por el mundo sin calma ni alegría, como si las heridas de su patria, jamás cicatrizadas, hubieran abierto en sus entrañas ulceras incurables y encendido en su mente la sublime idea de redención, cual llama inextinguible que habría de consumirlo en holocausto propietario ofrendado a la verdad y a la justicia”.
“Antes que nadie, Martí hizo admitir el secreto de las fuentes luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo mejores tintas, caprichos y bizarría”.
“Su imaginación de poeta era torrencial e inagotable. Martí era un poeta adorable; poeta el ideal que era generoso; poeta por la voz, que era un canto, poeta por la mirada, que era triste;  poeta por el corazón que era grande”.
“Escritor de raza, manejó como pocos la sonora lengua castellana”
“Como orador, es Martí uno de los más brillantes con que ha contado la América. Era un pensador que hablaba. ¡Y con que dominio de la frase!”. Fue sin hipérbole un verdadero maestro de la palabra. El artista, siempre presente, se exteriorizaba en sus discursos, con la pompa magnífica del verbo Ciceroniano.
“Su vehemencia era el alma de su oratoria”. “Su poder en la tribuna era omnipotente”. “Reunía en su persona todas las prendas físicas y morales del verdadero orador; a través de su cutis fino, blanco y sedoso como el de una dama se veían ir y venir, rapadas, las corrientes nerviosas, ya del corazón a la cabeza, ya de la cabeza al corazón, escapándose al pasar por los labios en raudales de música, de elocuencia y de poesía”.
“Como periodista, lo fue en la más alto sentido de la palabra”. “Su labor periodística es enorme”. Sostuvo durante años una colaboración permanente en varias publicaciones americanas, algunas de ellas de tanta importancia como “La Nación”, de Buenos Aires, donde aún se encuentra parte de su mejor producción.
Otra faz interesante de la vida de Martí fue la de educador y maestro “No basta saber, ser erudito, adquirir un gran caudal de conocimientos para conquistar el título de maestro. Es necesario, además, poseer el arte de transmitir lo que se sabe, y para ello se requieren condiciones excepcionales de inteligencia y carácter. Martí fue un maestro, un verdadero maestro de juventudes. Puso al servicio de sus contemporáneos dentro y fuera de la isla de sus amores, el caudal de sabiduría atesorado en sus pocos pero fecundos años de estudio y de asimilación”.
La ternura inmensa atesorada en su alma, le impulso a escribir para los niños. Esta literatura de índole muy difícil, ha tenido escasos cultivadores en América.
Altos poetas como los Mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera y Juan de Dios Peza, el Colombiano José Asunción Silva y el Nicaragüense Rubén Darío, han sido los que con más seguridad y fortuna se acercaron al género.
“Hablar, comunicarse con el alma infantil; despertar en la mente del niño el deseo sano del conocimiento de las cosas; impresionarles noblemente, sin acudir a la literatura truculenta, al burdo episodio detectivesco y policiaco; llegar hasta su sensibilidad sin salir de terreno artístico, es también obra de poetas y de selectos. Así se revela Martí en su edad de oro, el mejor libro para niños que se ha escrito en América”.
La edad de Oro tiene mucho que hacer en nuestras escuelas todavía. En la América nuestra faltan maestros, en la grande y verdadera acepción de la palabra. Con razón la escritora y poetisa Uruguaya Juana de Ibarbourou reputaba a Martí “formidable pedagogo instintivo”. Lo era, ¡y en qué grado! Toda su vida y toda su obra, no son sino una severa función de magisterio.
Señoras y señores, estimados amigos, quiero destacar en esta oportunidad, de manera muy significativa, la faceta de Martí jurista, jurista integral. En la obra del eminente jurista italiano contemporáneo Vittorio Di Cagno, respecto a lo jurídico en Martí se lee lo siguiente:
Ante todo, es preciso situar a Martí en el marco de la Nación Cubana, como jurista.
La historia de Cuba está presidida por una continua trayectoria jurídica desde sus orígenes como nación.
Eminente constitucionalista fue el presbítero Félix Varela, aquel que “nos enseñó a pensar; eran abogados Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, quienes sentaron en la “Guerra” las bases republicanas. Fue el jurista José Martí quien trazara la gesta del 95, para sentenciar “La revolución no es la que vamos a iniciar en la Manigua, sino la que vamos a desarrollar en la República”. Y como Martí Cayó en la Manigua, en la republica otro abogado, Fidel Castro Ruz, la llevó a cabo, para resumir el Humanismo de Varela, los valores de los patricios del 68 y los del Maestro, Apóstol y Héroe nacional, José Martí.
La Revolución Cubana constituye un precioso zumo de ese legado histórico.
Escribió el Apóstol en su libro de oro: “un hombre que se conforma con obedecer leyes injustas y permite que le pisen el país en el que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado… En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen si el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. En estos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana…”
“El derecho es “esencial” para Martí”. Es como una necesidad  imprescindible en la lucha que el hombre libra para vivir. Por ello es que afirma “luchan los hombres por el pan y por el derecho que es otro género de pan”, y es por ello que también considera que “cuando los hombres obtienen a uno y a  otro ya no luchan”.
“Pero también, el derecho ha de ser justo”, lo contrario sería arbitrariedad, abuso, opresión y dejaría de ser derecho. Y de su justedad proviene precisamente su fuerza, porque “un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército.
Pero, ¿Cuándo la ley se puede considerar justa?
La respuesta de Martí es clara y precisa y todavía una vez más impresionante por su actualidad y coincidencia con la doctrina prevalente.
“Existe en el hombre la fuerza de lo justo, y este es el primer estado del derecho. Al conceptuarse en el pensamiento, lo justo se desenvuelve en formulas: he aquí el derecho natural”.
 “La justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre”.
“Dice Cicerón, jurista de la ley natural romana: “Hemos nacido para la justicia… y la ley no se funda en la opinión, sino en la naturaleza misma del hombre”; “somos servidores de la ley, a fin de poder ser libres”.
Di Cagno se pregunta: “¿Cuál fue la última finalidad de toda la obra martiniana y de su misma vida heroicamente concluida?” y se responde: la paz. Martí decía que “la paz es condición normal del hombre” y clamaba “¡bienvenida la tierra donde se libran las batallas de la paz!”. Más vivimos en este mundo demoniaco e imperial rodeados de vasallos de cuello blanco. Si algo urge es conceptualizar la paz, en este mundo de graves incertidumbres y ominosas situaciones, en que los valores y las ideas como las del apóstol, están suplantados por otros que comprometen el presente y aún más el futuro.
Analiza Di Cagno la presencia de Martí en la conferencia de Washington de 1891 en la que Martí se sitúa en el libre cambio y el proteccionismo de su tiempo, para expresar que tiene “la ansiosa curiosidad de saber que uso habría hecho, dicho o escrito hoy José Martí en la confrontación del así llamado neoliberalismo”
El autor analiza “la crisis del derecho y la insuficiencia de la justicia legal en Estados Unidos”, alejado “de aquellos valores fundamentales y perennes que Martí enseñaba… en que la búsqueda de la justicia se hace imposible”. Había dicho Martí refiriéndose al derecho en el Norte “creen en la necesidad, en el derecho bárbaro como único derecho: esto será nuestro porque lo necesitamos”.
El autor recoge un pensamiento martiano de vigencia impresionante en nuestros días: “las estrellas no están más altas que la ambición y la locura humana”. Estos de ahora son tiempos como aquellos en que el maestro advirtiera que no son de siestas sino de alertas, con el arma debajo de la almohada.
Di Cagno ve en Martí el jurista actual; “la actualidad del pensamiento jurídico martiano que “fundado sobre ideas iluminadas y sobre principios de justicia absoluta sigue constantemente el curso de la historia y la evolución de la humanidad” y se refiere a “la visión martiana del mundo y especialmente por los sectores de la política, la economía y el derecho internacional”; procura demostrar “la actualidad de la enseñanza martiana” en “la coincidencia impresionante con la actual filosofía del derecho europeo” para aseverar que lo que hoy se habla en Europa sobre Filosofía del derecho le lleva a decir que se ha consolidado en él “sin saberlo y mejor que presencia he indeclinable actualidad”. Y exclama “cuantas ideas, cuantos principios, cuantos principios y cuantas enseñanzas parecen dictadas por José Martí al código civil italiano de 1942 que consigna como valor, no la propiedad como el código Napoleónico sino el trabajo” y reflexiona sobre la constitución italiana de 1948. Es como una invitación para su análisis.
Es preciso situar a Martí en el marco histórico de la nación Cubana como jurista; Carlos Manuel De Céspedes, el jurista padre de la patria; Ignacio Agramonte el bayardo jurista y junto a ellos el jurista José Martí.
Señoras y Señores:
Para concluir mi intervención voy a citar al más mexicano de los dominicanos, al gran ateneísta Pedro Enríquez Ureña, quien en sus páginas escogidas “expresa”; “Vidas hay que reclaman de los hombres capaces de entenderlas, el esfuerzo que las redima de la obscuridad de su escenario para levantarlas a ejemplo de toda la humanidad”. Nuestra América, teatro enorme y obscuro, deja perder en la sombra sus mejores vidas, solo Bolívar hace germinar en abundancia plutarcos deificados. Pero, ¡Cuántas vidas para contar bien, en altura, no según la moda de cercenarles a los grandes hombres la sobra de estatura universal que los hacia como torres entre el vulgo! Que se nos muestre a San Martín, todo severidad y estudio, en duro contraste con su alrededor. Y a Sarmiento toda intervención y arrojo difusor de alfabeto y generador de población, o a Martí todo sacrificio, pero todo creación; porque toda creación que sacrifico, se incorporó en creación nueva.
Martí sacrificó al escritor que había en él – no lo hay con mayor don natural en toda la historia de nuestro idioma – al amor y al deber. Amó tanto, que de 9 años le escribe a su madre que la quiere “con delirio”; de 15 años dice a su maestro Mendive, maestro para el deber y para el decoro: “a cada, instante daría por usted mi vida, que es de usted”. Y pues amor suscita pasiones delicadas y profundas, como en “la niña de Guatemala, la que se murió de amor” de silencioso amor por él. A los 40 años, ya entregado todo a la misión de morir por cuba, todavía creaba amistades eternas, como el amor a México y a su amigo Manuel Mercado. ¡Cuánto amo a España, el, obligado a  combatirla! Recordamos aquí a nuestros héroes Morelos que decía: “¡Viva España, pero España hermana, no dominadora de América! Con cálida simpatía comentaba siempre los esfuerzos de España por civilizar al hombre.
El baile español lo hacía cantar de gozo y dijo en su verso:
Para Aragón en España,
Tengo yo en mi corazón
Un lugar todo Aragón
Franco, fierro, fiel y sin saña.
Si quiere un tonto saber,
Por qué lo tengo, le digo
Que ahí tuve un buen amigo,
Que ahí quise a una mujer.
Pudo, como Rubén Darío, sacrificarlo todo al solo ideal de ser poeta; pero antes quiso acatar normas de honrado; y el deber y el amor se le agrandaron: se completaron en la devoción de su tierra. Si la vida no se le corta cuando empezaba a fructificar, habría lanzado sus energías hacia dos empeños superiores, que le atrajeron siempre: uno, de afecto, hacia nuestra América, que él sentía y conocía en su vida cabal, desde sus cimientos indígenas hasta sus veletas ansiosas de todos los vientos; otro, de razón, la urgencia de dar a la sociedad humana organización nueva, más cómoda y más justa que la que ahora padecemos.
Pero el escritor, que se encogía para ceder el paso al hombre de amor y deber, reaparecía, aumentado, transfigurado por el amor y por el deber: la vibración amorosa hace temblar cada línea suya; el calor del deber le da transparencia. Y cuando está entregado, devorado, en su devoción suprema -Cuba-, escribe ya como si se transfundiese en la pura energía: su carta desde Montecristi, dos meses antes de caer en Dos Ríos, es como arquitectura de luz.
“Nadie vivió  tan entrañablemente consagrado a la patria como José Martí”
En su momento dijo Enríquez Ureña que la vida de Martí estaba por hacerse y su obra en gran parte por recogerse, Pero hoy podemos decir que la revolución Cubana salvó la exigencia, por eso con sobrada razón pudo decir Fidel:
Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡Tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnifico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que el siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, que sería de ti, si hubieras dejado morir a tu apóstol!
Hermanos Cubanos, amigos todos, inspirados en el espíritu Martiano, podemos gritar en esta Nueva Era que comienza, ¡vivan las almas libres de todas las naciones que sufren, que luchan y que vencerán, ¡Viva Martí!, ¡Viva Cuba!, ¡Viva nuestra América!.

Discurso pronunciado por el autor ante el monumento Erigido a JSE MARTÍ, con motivo del 164 aniversario de su Natalicio, con presencia del honorable Cónsul de la República de Cuba en Veracruz México, el 28 de Enero de 2017 en la ciudad de Xalapa Veracruz.

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