lunes, 7 de noviembre de 2016

Filosofar para crear; crear para transformar el mundo


Manuel Fernández Téllez

Imagino al hombre primitivo corriendo por las inmensas estepas, aterrorizado por las horripilantes fauces y los feroces gruñidos de las gigantescas bestias salvajes. Imagino la zozobra, el temor, la angustia que habría de producirle la inmensa oscuridad después del día; el súbito esplendor del cielo al amanecer o las frías gotas de lluvia sobre su rostro.
Lo imagino más tarde, cuando escapando del peligro de la muerte cobijaba sus miedos y temores bajo las ramas de un frondoso árbol o en interior de una caverna. Ahí en la inmensidad del silencio- con seguridad- llegaría hasta sus oídos el sonido producido por el aletear de las aves, del agua que corre por un río cercano y el ruido de las plantas producido por el viento. Sin duda, en ese estado, el cerebro del hombre estaba muy lejos de poder dedicarse a la interpretación del porqué sucedían esas cosas. La premisa fundamental era: sobrevivir.
En otra época, miles de años más tarde, el hombre gracias al trabajo ha logrado domesticar algunos elementos de la naturaleza. Gracias al uso del fuego y del hierro ha logrado crear una extensión de sus extremidades y con ello se ha convertido en un gigante de la naturaleza. También gracias a la domesticación de los animales y el aprovechamiento de sus carnes, leche y pieles ha logrado vencer el hambre, el frío, la inseguridad y al mismo tiempo, sin darse cuenta, sin proponérselo, ha fortalecido y desarrollado su cerebro. Inconsciente, lenta pero irreversiblemente va convirtiéndose en Homo Creator.
Sin duda, en estos dos pasajes diametralmente opuestos, la curiosidad y la admiración del hombre no estaban ausentes, sólo que, en ese momento, las condiciones adversas que le rodeaban impedían su desarrollo.
Solo años más tarde, cuando sus necesidades primarias están satisfechas de alguna manera, el hombre tiene la oportunidad de detenerse en un momento de su azarosa vida para ver el mundo con otros ojos, para maravillarse con el espectáculo del firmamento infinito y preguntarse: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué es la muerte?
De manera esquemática podría afirmarse que en ese momento el hombre empieza a filosofar, a buscar una razón a su existencia y la del mundo que le rodea.
En todo este proceso ha sido la admiración y la curiosidad, acompañada casi siempre de la creatividad y la fantasía estimuladas por la necesidad lo que ha permitido a la humanidad desarrollarse con plenitud, lo que le ha orillado a conocer el mundo que le rodea y conocerse a sí misma.
La búsqueda de una justificación al porqué de las cosas, es lo que inclinó a los hombres más destacados de las diversas épocas por las que ha transitado la humanidad ha dedicar todo su tiempo, toda su capacidad e inteligencia en este cometido. La interpretación, justificación y presentación de los fenómenos y sus causas, no hay que olvidarlo, siempre ha estado y estará ligado a los intereses que los hombres representativos defienden y ponderan.
Por ello no es sorprendente que durante siglos la filosofía sirviera para adormecer la imaginación, la creatividad y la fuerza transformadora de los pueblos.
La humanidad ha pagado caro su deseo de alcanzar el conocimiento. En este transitar lento y doloroso la ignorancia y la cultura han enfrentado fiero combate. A veces la oscuridad domina a los pueblos haciéndolos esclavos de quienes utilizan el manto de la ignorancia, los prejuicios y los dogmas para acrecentar sus riquezas y aplastar a quien se oponga a su ambición. A veces la luz del conocimiento, el espíritu creador se abre paso entre el pantano de la ignominia; entonces los pueblos avanzan, crecen, se fortalecen, se encuentran así mismos.
Hoy a siglos de distancia de que el primer hombre se cuestionara sobre su razón de hacer y ser en el mundo sigue prevaleciendo una corriente de pensamiento, una clase social inhumana y salvaje empeñada en cercenar, en asesinar el intelecto humano; en impedir el desarrollo evolutivo de la sociedad, del hombre.
Hoy la globalización neoliberal en su papel de exponente mayor del capitalismo, de instrumento de dominación económica y política de los pueblos nos habla, pretende convencernos de la muerte de las ideologías, del fin del debate ideológico.
Los defensores de la globalización neoliberal nos hablan de modernidad, de integración, de desarrollo; pero olvidan mencionar que sus beneficios sólo son accesibles para una reducida minoría de privilegiados en tanto a millones y millones de seres humanos les toca, con su hambre, su miseria, con su vida; pagar los excesos y privilegios de los capitanes del capitalismo salvaje.
Sin duda, producto de la Revolución científico- técnica- el hombre ha logrado extender sus manos y sus pies con las máquinas, los automóviles, los aviones; la televisión, el cine y el vídeo son una extensión de sus ojos; la robótica, la informática son excelentes instrumentos que cada vez con mayor intensidad reemplazan el trabajo del hombre; por su parte el Internet está revolucionando y acelerando la forma de relacionarse de la sociedad y de manera especial de las nuevas generaciones.
Sin embargo el desarrollo de las ciencias y la tecnología no ha logrado - ni logrará- crear una máquina capaz de sentir y pensar como el hombre. La ciencia y la tecnología no podrán revertir la pobreza y la ignorancia mientras el móvil sea la especulación, el consumismo y el mercado; razón de ser y de existir de la globalización neoliberal.
El portentoso desarrollo cibernético hoy nos sorprende y maravilla al igual que hace millones de años las fieras salvajes atemorizaban y sorprendían al hombre primitivo. Como nuestros ancestros debemos pasar de la admiración al análisis, al entendimiento y la transformación del mundo que nos tocó vivir.
La vorágine económica, ideológica y política del momento exige imaginación, conocimiento y creatividad para enfrentar y transformar la realidad dolorosa y cruel en una más humana, más digna de vivir.

La filosofía se convierte así en gigantesca y poderosa arma de los pueblos para combatir a quienes desean continuar avasallando el pensamiento y el desarrollo humano. Es hora de recordar y aplicar las ideas del genial maestro del proletariado internacional, Carlos Marx: La filosofía debe ser un instrumento no sólo para contemplar el mundo sino para transformarlo de manera creadora.

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