martes, 14 de junio de 2016

Un homicidio entre lo justo y lo injusto: despenalización del aborto


Pedro Emmanuel Vidal
Hoy los más pobres entre los pobres son los bebés no nacidos”
Beata Teresa de Calcuta
Pensar en la posibilidad del aborto es irracional, porque la razón de nuestro existir es la vida. Sea un embrión con la edad de gestación de una, doce o más semanas de existencia, implica que ya tiene un lugar en nuestro espacio, porque ya es materia y tiene forma, lo cual le da derecho a un nombre: embrión.
La despenalización del aborto en México, es una realidad en el Distrito Federal –ahora Ciudad de México-, seguir aplicándola y pretender generalizarla a los estados es violatorio de las garantías individuales del embrión, porque a las 12 semanas de gestación ya hay vida latente en él, se le discrimina por su edad y no se le da el lugar jurídico que le corresponde. No se pretende caer en un debate teológico –se aclara-, el embrión a esa edad de gestación, tenga o no alma, es ya un ser dotado de materia y forma,  -se dice que a las 12 semanas, el embrión aún no ha desarrollado la capacidad de pensar, ni de sentir, por lo que supuestamente no sufre cuando se interrumpe su gestación- es la base de lo que será un ser pensante y sensitivo, es la base del humano, ya es un ser viviente. Por eso es irracional legislar a favor del aborto.
En este tema, no está en juego el fondo de lo que es o no la justicia, pero vale la pena hacer la distinción, sin caer en la encrucijada kelseniana sobre qué es la justicia. Ante la protección de la vida no cabe esa discusión, porque el derecho a la vida no tiene por qué ser debatido. Aquí no se juzga el acto, es decir, los abortos que ya han sido cometidos, pues no está en nuestras manos hacerlo, lo que se pretende es prevenir ese acto monstruoso.
Es justo que las mujeres tengan derecho a elegir respecto de su cuerpo, mas no sobre el del otro, es decir, sobre el embrión. En México no se han tomado medidas necesarias para poder contar con una cultura sexual que premie la responsabilidad para que no haya consecuencias adversas para ningún individuo, sólo se reparten condones deliberadamente y se invita a tomar la pastilla del día después. Por lo que existe una corresponsabilidad entre quienes no vivieron responsablemente su sexualidad y entre el gobierno por no asumir el papel que le toca; por consecuencia, ambos tienen que dar frente a un embarazo no deseado y privilegiar la vida y dejar de fomentar un círculo vicioso.
Nadie puede ser molestado en su casa y la casa de un embrión es una placenta que habita en una matriz. Y aunque no eligió ser puesto ahí, el hecho es que ya existe y ante su estado de indefensión, es el estado quien tiene la obligación de defenderlo.
Si bien es cierto que a las 12 semanas de gestación, un embrión aun no siente, tal como se ha señalado irracionalmente; cierto es, que ya es un ser vivo.
Toda ley tiene un trasfondo que no siempre sale a la luz y no es aventurado pensar que el negocio de las clínicas abortivas resulta ser una  empresa millonaria. Por eso más de un político le apuesta a la despenalización en esta materia. Además, ahora se sabe que los embriones abortados abren un mercado millonario a sanguinarios sin escrúpulos que comercian con la vida.
La tarea del legislador se convierte en hacer justo lo injusto a través de votar leyes y reformas; pero su voto no es razonado, no lo piensa, solo levanta la mano a cambio de un salario, desgraciadamente esa es la realidad. ¿Debería interrumpirse la actividad legislativa a un congresista  o incluso interrumpirle la vida por no pensar en las consecuencias de su voto? Quizá lo primero sí, pero su vida no se pone en tela de juicio.
Los gobiernos, legisladores y demás políticos que enarbolan la bandera del aborto y su despenalización, enarbolan la bandera de la muerte; se hacen neonazis por permitir la muerte de seres indefensos, que al año son millones. Masifican sus propuestas como anzuelo para ignorantes y cuando ya lo muerden, son los mismos ignorantes los que defienden las causas izquierdistas.
En México, comete el delito de homicidio el que priva de la vida a otro. ¿A caso interrumpir la vida de gestación de un embrión, que es ya un ser viviente y un ciudadano en potencia, no es homicidio? Claro que es un asesinato y debería alcanzar el grado de homicidio calificado, lo cual agrava el asunto. ¿No es entonces un asesino el que comete este acto perverso? Claro que lo es.
Es fácil enmascarar la palabra “matar” con la de interrupción, fue una idea asombrosa para el célebre constituyente de la Asamblea Local del Distrito Federal que legisló hace ya casi 8 años sobre la despenalización del aborto. Todos somos iguales ante la ley, pero en la creación de leyes y en su aplicación, desafortunadamente todos somos desiguales.
¡Nadie sobre la tierra tiene el derecho de privar ni interrumpir la vida humana! Ni el Creador que es Dios priva de la vida, ¿quién es el hombre entonces para hacerlo?
De todo lo anterior, se llega a la conclusión de que el aborto es un homicidio porque se priva de la vida a un ser vivo; el aborto se realiza entre lo justo porque de manera subjetiva el legislador crea leyes y reformas y cuando estas alcanzan el principio “dura lex, sed lex”, difícilmente puede abrogarse; y es injusta, porque no toda ley por ser ley quiere decir que sea justa y privar de la vida a otro, no es nada justo, rebaza todo principio legal y como ya se dijo con anterioridad, la vida no se debe poner en discusión.
El hombre está dotado de libre albedrío sobre sí, pero su límite no debe sobrepasar el derecho a la vida. El acto irracional del aborto, hace que el ser humano se aleje del objetivo por el que fue creado: ser feliz. Y esta felicidad no es permisible a costa de la vida de otro, porque entonces te cometes en un asesino y/o en cómplice.
No sólo en México, sino en todo el mundo es y debe ser responsabilidad de todo ciudadano, manifestarse en contra del aborto y exigir respeto por la vida humana. Además, debe ser responsabilidad del legislador y de los gobiernos privilegiar la vida a toda costa.

Amica mea est mulier, sed magis amica, est véritas. La mujer es mi amiga, pero más mi amiga, es la verdad. 

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