miércoles, 12 de agosto de 2015

Ausencias

Mujer líquida
Nohemí Espinosa Hernández
Una sombra en los sueños. En tu piel, ha buscado los poros abiertos y, en la oscuridad se desliza cual lluvia en tierra de difuntos;  el molusco, los gusanos, todos ellos sobre ti, invadiéndote, paladeando tu sonrisa que ahora descarnan; sólo dejas caer unas lágrimas que corren hacia  el infinito horizontal de la mejilla derecha. Siguen, se escurren por la espina dorsal y concluyen en los muslos. Húmeda y sola en la noche  quieta, tibia de desvelos, espantos.  Es agonía.
Sentí miedo.  Calosfríos a la mañana siguiente…  y así sucesivamente. Quieres huir, evaporarte entre los coches, de las miradas desconocidas buscas nada. Escapar de toda esa suciedad guardada en las arrugas de tus pulgares. Sólo quieres huir de ti ¿pero cuán más ausente? si ya no estás frente al espejo.
Noches largas, cortas, ambiguas; con demonios despiertos a las  12:30 a.m.
Sigues sin cerrar un ojo, sin apagar la mirada, quizá el monstruo esté tras la puerta, esperando hospedarse nuevamente en tus sueños. Quizás esté ahí. 2:30 de la madrugada,  el sobresalto te ha traído a la realidad por segunda vez, aquí donde sientes su aliento alcohólico. 4:15 a.m. sigue inundando la habitación el hedor de los duraznos, estás segura que la sombra espera en alguna hendija, quiere volver… 5:20 a.m comienza la rutina.

Un nuevo día. Las líneas se transforman en hojas, calles, el gato en la acera, la vecina que desdobla la cuadra;  quieres arrancarte la piel, desollarte el alma, dejar que la extraña tú sonría al mundo. Fecunda de rarezas, palpas tus ojos líquidos, las palabras insulsas brotan de este nuevo ser que se repite   -el dolor, también es efímero.












 Nohemí Espinosa Hernández


Descripción: "Eres mi suspiro, el hálito de mi vida, el silencio más sordo de una tarde tibia y quieta..."
En silencio
recorro tus pies desnudos,
tus ojos quietos,
el blando de tus dedos meñiques…
Busco en cada rincón del pequeño cuarto
tu sombra.
Ahí, encuentro restos
de tristeza,
la soledad que has dejado para mí,
la indiferencia del pasillo rojo…
el perfume que ya no sabe,
el hálito invisible.
Soy tuya de nuevo.
Tuya siempre.
Envuelta en ausencias tibias.
Callándote,  naciéndote, cesándote.
Añorando el color de tu nombre, el sabor de tus axilas,
tus palabras sin eco,
el desdoblo de tus parpados.
La tarde de junio…






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