lunes, 9 de febrero de 2015

Aniversario luctuoso de José Luis Melgarejo Vivanco


Raúl Hernández Viveros

David Ramírez Lavoignet escribió el prólogo al libro libro La enseñanza lancasteriana, de José Luis Melgarejo Vivanco, su lectura permite a los lectores conocer fragmentos de la trayectoria de este importante historiador veracruzano. El autor de Totonacapan reconoció que:: "Habríamos querido redactar un trabajo frío; reconocemos el pecado de nuestra sangre nativa, justamente indignada frente a la tragedia inmisericorde que ha sufrido una raza portentosa, pero mientras la historia la escriban los hombres, la imparcialidad será muy relativa. Nosotros la buscamos ansiosos de la ma­yor serenidad y justicia, para cumplir el imperativo deber del investigador y ante la imparcialidad sacrificamos cuanto humanamente fue posible."
La presentación de Totonacapan fue realizada durante el Congreso Mexicano de Historia en 1951,  que organizó su X Sesión de Mesas Redondas de Antropología e Historia Veracruzanas con sede en Jalapa, del 22 al 29 de julio, y entonces el Departamento de Antropología del Estado que dirigía José Luis Melgarejo Vivanco.
En 1950, el gobierno del Estado publicó el primer tomo de la Historia de Veracruz (época prehispánica).  En plena efervescencia intelectual se desempeñó en algunos cargos políticos a nivel estatal y federal. Respondió a la propuesta de Octavio Paz: “A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El conocimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable transparente muralla: la de nuestra consciencia”. Estas líneas fueron escritas en El laberinto de la soledad.
En plena juventud, José Luis Melgarejo Vivanco escribió un puñado de canciones que siempre se dieron a conocer en recitales acompañados por la principal orquesta de música popular de la capital veracruzana. Una muestra de su inspiración corresponde a los versos de “Aquél rapaz”: “Trepaba por el abra; / terca, / resueltamente.  / Una nube se alejó presurosa; / pero el viento bajó de los picachos. / Jadeante / y no supo qué hacer. / el seguía trepando por él abra.  / Unos pedruscos rodaron sacudiendo el abismo. / El río,  escupió con violencia…
 Este  23 de enero se cumplieron 12 años del fallecimiento del profesor José Luis Melgarejo Vivanco, y el pasado 19 de agosto de 2014 se celebró el centenario de su natalicio. Cuando conocí al maestro José Luis Melgarejo Vivanco acababa de celebrar sus   50 años de vida y un grupo de amigos y colegas festejaron en 1964 su aniversario con la edición de su obra Vieja Rima, y después recogieron: “Declaración de Amor a Veracruz”. Recuerdo algunos rasgos de su fisonomía. Era una persona de mediana estatura, de aspecto moreno, con ojos oscuros,  brillantes demasiado vivos; a través de  una sola mirada revisaba y analizaba todo lo interesante de la vida que estaba a su alrededor. Dialogaba mediante un lenguaje adecuado con el ritmo pausado y el estilo didáctico del profesor normalista, o el docente que imparte el conocimiento, de una forma  amena en búsqueda de la empatía y el deseo de aprender juntos el maestro y el discípulo sobre la realidad que nos rodea.
Fue el autor del himno “normalista”. En 1942, ofreció a los lectores su colección de corridos Juan Pirulero; escribió en la dedicatoria. “A los héroes anónimos que luchan por librar a México de la esclavitud espiritual”. Lema que resulta actual por la desapego del discurso institucional que impone sus dogmáticos discursos triunfalistas, frente al leguaje popular del México marginado, y abandonado en muchas partes del territorio nacional. En 1944, apareció Jimbaña, en donde José Luis Melgarejo Vivanco rindió sincero reconocimiento a su lugar de origen; él siempre decía que había nacido “en un lugar de la Mancha”,  como una ferviente admiración a la lectura de Don Quijote de la Mancha. Nunca pudo dejar sus recuerdos impregnados por el paisaje veracruzano en la región de Palmas de Abajo. Muy  cerca de Quiahuiztlán reflexionó en sus escritos, constantemente sobre la llegada de los conquistadores hispanos; ante  nuestra riqueza cultural de la zona arqueológica totonaca, entregándose  a descifrar  algunos de los misterios de la belleza de El Tajín.
En aquellos años colaboró con la Revista Momento y publicó su conferencia Historia Antigua de Coatepec y La Provincia de Tzicoac, también Toponimia de los Municipios Veracruzanos. Dichas obras me fueron obsequiadas durante mis encuentros con José Luis Melgarejo Vivanco. Aunque en las reuniones con Froylán Flores Cancela,  recibí de sus manos, además: En torno a la mexicanidad, cuando colaboraba con nuestro amigo periodista. Fue en el Auditorio “Alberto Beltrán” donde asistió, en otra ocasión a la presentación de mi libro Memoria, pensamiento y escritura, en donde una parte se la dediqué a sus trabajos publicados en La Palabra y el Hombre.
En la revista de la Universidad Veracruzana, ofreció sus poemas: “Lumumba”, y  “Prometeo”, entre otras colaboraciones poéticas. Sin embargo, debo mencionar uno de sus poemas dedicado a: “Xalapa”. En sus líneas reconoció su amor por la capital veracruzana: “Xalapa, / estoy debiéndote un poema  / que tenga tu novicia blancura de azucena, / por más que andan rondando unos versos / con mi nombre y el dejo de cuando era un chiquillo pilguanejo.” Bajo su lirismo continuó: La gente de Naolinco / dice que te fundaron cuando dieron un brinco / y por aquí vinieron a caer. / Lo cierto que tu jeroglífico y el sitio / marcan agua y arena con tesitura de mujer. / Tu mestiza calleja / es la vereda vieja / donde trotó el indígena cargando su huacal, / y porque don Hernando / dejó aquí olvidado un potrillo / sin la cuenta de Bernal Díaz de Castillo,  / en las noches oímos un triste relinchar.”
Conviene consultar el libro Cantos a Xalapa, de Leonardo Pasquel, que apareció en 1972. La revista Xalapa, Agosto de 1954, incluyó su poema “Bocólica”. De sus líneas finales: “Pradera xalapeña, te venero / tendiéndome a la sombra de tu encina / frente a un libro de versos. Más divina /  conjunción no imagino, / y me disuelvo entero / en la fragancia de tu suelo fértil / y en el piadoso manto de tu cielo.”  Una década antes, en la revista Nóema ofreció los versos de “Parva”,  y “Cuento”; en la brevedad de sus versos destacan estas líneas: “La blanca espuma, en ansia de infinito, / siguió volando y garza se volvió; / la luna, sorprendida, no sabía / si la higuera, por fin tuvo su flor”.
Como historiador colaboró y aprendió de Manuel B. Trens sobre la historia de Veracruz, y José Luis Melgarejo Vivanco, reconoció que: “Seguir a la tarea educativa en las páginas de la historiografía, es una opción tan obligada cuanto riesgosa, porque la historia escrita es una parte  mínima de la historia vulgarmente  degenerada en historiomanía y cháchara de copistas a más de que la historia se ha escrito para servir a un grupo  dominante…” Cita de su libro La enseñanza lancasteriana, 1975.
Jorge Luis Borges afirmó que: “Puede que yo aceptara aquellos libros porque los acogí como poesía, como sugerencia o insinuación, a través de la música de la poesía, y no con razonamientos”, en su discurso sobre “La metáfora”. El ritmo en los versos de José Luis Melgarejo Vivanco advierten sobre de  presencia y la dimensión del paisaje veracruzano. La nostalgia por su lugar de origen y los recorridos hacia las profundidades del habla popular y vital de la gente que lo acompañó desde su infancia hasta la enriquecedora adolescencia bajo la vigilancia protectora e imperecedera de sus maestros de la Escuela Normal Veracruzana.
            En el panorama de la costa veracruzana se mezclaron las reflexiones sentimentales que lograron transmitir las características de la belleza natural de las playas y los acantilados frente al golfo de México, casi como una extraordinaria necesitad de percibir y demostrar algo de lo que debemos de estar orgullosos de nuestra tierra. El análisis que permite el ritmo de los sonidos de cada verso de José Luis Melgarejo Vivanco, contiene una significación que designa el transcurrir del tiempo vivido. Cada palabra descubre el nacimiento del amor por el paisaje que marca a cada una de las palpitaciones, con las palabras que son portadoras de las señales y mensajes del poeta. Los versos tienen la lucidez y el encanto de las canciones populares o el sentido transparente y eterno de los rimadores de antaño, que todavía gustan por las descripciones orales  de nuestros sentimientos, y gustos por la naturaleza que nos rodea.
            En octubre, 1982, se realizó un encuentro académico en el auditorio de la Escuela Normal Veracruzana; en el cual disertaron varios investigadores del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana. Al mismo tiempo se les invitó a la construcción de un altar a fin de conmemorar los días de Todos Santos. El tema de la reunión fue: “Al rescate de nuestras tradiciones”. En el número 2 del Boletín informativo, noviembre de 1983, del mencionado Instituto de Antropología se incluyeron las ponencias, con la presentación de Alfonso Gorbea Soto, quien reconoció que: “El móvil principal que nos llevó entonces, fue el de expresar nuestra oposición a los sistemas de penetración imperialista que México está sufriendo, sobre todo en el terreno de la cultura.”
Desde 1978 comenzó el rescate de nuestras tradiciones, principalmente el de la celebración de Todos santos. Por lo cual, José Luis Melgarejo Vivanco dio a conocer “Un aspecto del Todosantos indígena”. Definió que: “Para el antiguo indígena Todosantos era la fiesta de la cosecha; no en la veintena de Ochpaniztli, del 20 de agosto al 17 de septiembre, cuando ciertamente granaba el maíz, aun cuando todavía no está de cosecha sino en Quecholli de 28 de octubre al 16 de noviembre. Sahagún, en su libro monumental describió la fecha que hacían 4 días después, equivalente al primero de noviembre y hoy “festividad de todos los santos”, en el momento en que ponían “las cuatro teas y las cuatro saetas; ofrecíanlas sobre dos sepulcros de los muertos; ponían también juntamente con las  saetas y teas dos tamales. Estaba todo esto un día entero sobre la sepultura y a la noche lo quemaban, y hacían otras muchas ceremonias por los difuntos en esta misma fiesta”.
            Nada más es un fragmento. Vale la pena mencionar otro ejemplo del lirismo de José Luis Melgarejo Vivanco. De su artículo “Huracán”, publicado en octubre de 1993: “La temporada veracruzana de ciclones tiene calendario exacto entre campesinos, a la par con los calendarios desde las márgenes el Nilo, el Tigris, el Eufrates, el Indo y La Meca es el mismo. Para usar el santoral católico (24 de agosto) rompe sus amarras huracán, y solamente logran atarlo de nuevo, el día de San Francisco, 4 de octubre. Su furia puede ser devastadora cada 7 días con los efectos de la luna; el veracruzano lo sabe y lucha bravamente; su milpa estaba en agonía; la canícula, sin piedad, la secaba; sólo el Dios huracán sería capaz de hacer llover; y sólo huracán hace llover en el norte de México, estepario, desértico.”
            Hizo un reconocimiento a Roberto Williams García, quien por su parte impulsó el rescate de los altares indígenas, y publicar la leyenda que los indígenas conservaron. Otra interpretación de José Luis Melgarejo Vivanco que dejó fue la interpretación de las pinturas de “Las Higueras”, (Vega de la Torre), en donde ubicó un movimiento de traslación y rotación cada 11 años.
            En 1947, Pedro Henríquez Ureña publicó su Historia de la Cultura en la América Hispánica; la obra sin citas de pie de página de referencias bibliográficas le sirvió de modelo. Su Breve Historia de Veracruz resultó un resumen de publicaciones suyas anteriores. Con el profundo conocimiento que tuvo de su tierra natal presentó con una capacidad de síntesis, un acontecer y desarrollo de los grupos humanos establecidos en el territorio veracruzano. Intentó ofrecer una historia del arte y la cultura, el análisis crítico del horizonte histórico, y enfocó aspectos extraordinarios de las culturas prehispánicas que tuvieron su asentamiento a las orillas del Golfo de México. La historia, antropología, arqueología, y etnografía permanecen hasta nuestros días como una profunda lectura y revisión de sus fuentes bibliográficas. Pluralidad y diversidad, riqueza de voces, usos y costumbres forman parte de la universalidad.

            

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