martes, 11 de noviembre de 2014

PERIODISMO CULTURAL


Jesús Jiménez Castillo
‘Periodismo’ es una palabra de uso común en nuestra vida cotidiana, pues con ella hacemos alusión a los medios informativos y comunicativos que dan cuenta de los acontecimientos que ocurren en nuestro entorno inmediato, y también de otros ámbitos de carácter regional, nacional e internacional. El término periodismo deriva del latín periodicus que hacía alusión a las actividades que se realizaban de manera cíclica y con sentido. De esta manera, por extensión, dicho término se utilizó para referirse a las publicaciones que aparecen regularmente como fuentes de información, y en las que se incluyen los periódicos diarios, semanales, mensuales, semestrales y anuales.
El periodismo, como una forma de comunicación escrita, se remonta a tiempos muy lejanos que se pierden en la historia de las civilizaciones, y su aparición no es particular de una sola cultura. Primero, según los entendidos en el tema, aparece en el seno de las élites del poder político y económico, y después se va generalizando como un distintivo y una necesidad de las relaciones sociales y del interés por conocernos mejor como integrantes de una comunidad. En la historia de Occidente se señala que el primer diario que existió es aquel que Julio Cesar, el gran general y dictador romano, hizo publicar en el “Foro Romano” -principal espacio público de la antigua Roma-, y al que se denominó Acta diurna, o archivo diario, en el que se difundían los acontecimientos oficiales del gobierno o aquellos que eran de interés de la población.
A manera de curiosidad cultural, vale comentar que en los inicios del Renacimiento italiano, a mediados del siglo XV, comenzaron a aparecer los primeros periódicos-pago, llamados Notizie Scritte, que contenían avisos y noticias relativas a cuestiones comerciales y económicas que daban cuenta de la actividad laboral y cotidiana de los grandes centros urbanos. Por ejemplo, en la ciudad de Venecia circulaban hojas con información comercial que se vendían al precio de una “gazzeta” -moneda utilizada en esa ciudad y de la cual se deriva el nombre de las gacetas que conocemos actualmente. Dichas gacetas se extendieron por toda Europa, convirtiéndose en una forma de publicación periódica. A partir del siglo XVIII los políticos y empresarios se dieron cuenta de la importancia que tenían las publicaciones como medio de influencia en la población, lo que motivó su interés en ellas, dando así inicio a la era moderna del periodismo.
En el último tercio del siglo XIX, convertido el periódico en un medio importante de comunicación e información, y visto como un negocio redituable, aparecieron los periódicos tal como los conocemos hoy en día. La noticia periodística se volvió tan importante que a principios de ese mismo siglo decimonono hicieron su aparición las agencias comercializadoras de la información, principalmente la Agencia de Noticias de Francia, en 1944, y la Asociación de  Prensa de Nueva York, en 1848, mismas que aún perduran. La naturaleza del periódico ligada a la opinión pública y el consumo masivo, hizo que pronto se desarrollaran nuevas tecnologías para incrementar su tiraje, incorporando elementos de forma y contenido, como imágenes y nuevos géneros periodísticos, para hacerlos más atractivos al lector. Esa tendencia aún persiste, incluso, con mayor intensidad.
En esta época, más que en cualquiera otra en el pasado, los medios  periodísticos y comunicativos -con preponderancia de los electrónicos- dominan la vida social casi en su totalidad. La idea de una “Aldea global”, como la imaginó el filósofo y teórico de la comunicación, Marshall McLuhan, se ha cumplido casi de manera profética, pues las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han reducido las distancias entre los seres humanos a un punto tal, que lo que ocurre en cualquier parte del mundo se convierte inmediatamente en noticia para el resto, y más que eso, influye de manera significativa en la transformación de nuestra realidad, impulsando muchas veces cambios radicales que trascienden, incluso, las fronteras de los países. Baste mencionar los procesos revolucionarios que han ocurrido recientemente en el Medio Oriente.
La revolución tecnológica, principalmente en los medios periodísticos e informativos, ha implicado la emergencia de una nueva forma de visualizar el mundo, y en él, los productos de la cultura del hombre contemporáneo. Hemos ampliado el horizonte de la acción humana con una visión panorámica que nos permite escudriñar en lugares que antes eran inaccesibles, incluso, desconocidos para los habitantes del mundo respecto de sus congéneres antípodas o con habitación lejana a la nuestra. 
En este sentido, los cambios también han afectado a las profesiones vinculadas con la labor periodística. Quienes laboran en el medio han tenido que reciclar y adaptar sus saberes a los nuevos cambios: periodistas, difusores, investigadores, especialistas en determinado género, expertos en los diferentes campos del conocimiento, autores, creadores, artistas, militantes contraculturales, revolucionarios e ideólogos, críticos del género, críticos sociales, filósofos, etc., todos ellos tienen que inmiscuirse en una nueva realidad que está cambiando la perspectiva del mundo y de nuestra realidad inmediata.
Lo anterior implica la revisión y adecuación de normas de conducta, responsabilidad social y ética periodística. No sólo es el interés por la cultura como privilegio de unos cuantos afortunados. Quienes se dedican al periodismo, principalmente, deben tener una visión de la cultura como un bien común que a todos importa y compromete. Por consiguiente, también son de considerar los interese ocultos, de los cuales debemos cuidarnos, que en realidad son intereses contraculturales negativos, pues atentan contra los bienes de la colectividad en provecho de ambiciones particulares, sobre todo cuando hay estructuras de poder en juego o algún tipo de utilidad económica o política.
En esta época ha emergido una gran cantidad de periódicos en sus diferentes modalidades, entre ellos la revista, género periodístico que, al igual que los diarios, atiende y sirve a distintas audiencias: niños, jóvenes, mujeres, deportistas, sectores especializados y público en general. Su función, entre otras cuestiones, es informar, entretener, difundir y divulgar el conocimiento. Y hago alusión a las revistas, pues, precisamente, hoy celebramos el cuarto aniversario de Tlanestli, una publicación que para algunos es periódico y para otros revista, lo cierto es que es una forma diferente de hacer periodismo, particularmente periodismo cultural. Y celebramos  a Tlanestli, porque quienes participamos en su elaboración, consideramos que el cultivo y difusión de la cultura es también un reconocimiento a la vida humana; y que toma sentido, precisamente, a través de los logros que la inteligencia, el trabajo y la creatividad -tanto como manifestación del ser espiritual como de nuestra materialidad- convierten en distintivos de nuestra forma de vida concreta.
Por último, es conveniente insistir sobre los conceptos “periodismo” y “periodismo cultural”. Para quienes nos interesamos en el tema, en realidad no existe una diferencia sustancial entre ambos conceptos, pues todo periodismo que se precie de serlo es, por definición, periodismo cultural. No obstante, por usos y costumbres, e influencia de quienes ven a la cultura desde una perspectiva más reflexiva y trascendente, el periodismo cultural se asume como una actividad que se ocupa, principalmente, de la información y comunicación de los bienes de la cultura, en el sentido de creaciones artísticas, valores y tradiciones que le dan valor agregado a nuestra vida comunitaria.
Y estamos de acuerdo con esta apreciación sobre el periodismo cultural, sin desdeñar el sentido holístico del término ‘periodismo’ y su relación con la cultura. Particularmente vale la reflexión sobre el periodismo y su naturaleza cultural, cuando ocurren fenómenos sociales que nos afectan a todos y trastocan los valores fundamentales de nuestra vida y la transforman de manera angustiosa; principalmente ante la cauda de información que nos produce impotencia e indignación por no poder cambiar el estado de cosas. Es cuando vienen a nuestra mente las ideas en torno a lo que es cultural y lo que no lo es.
Que pensar de las noticias que dan cuenta del valor vida, que parece haber perdido todo sentido, tanto para quienes atentan contra ella, como quienes son víctimas y sufren en carne propia la pérdida de la misma.  Qué decir de un suceso o sucesos negativos, y radicales, que ponen en entredicho la cuestión cultural y afectan nuestras relaciones sociales, en muchos casos destruyendo para siempre vínculos que solamente la naturaleza puede proporcionar, o estados de indefensión e inseguridad que atemorizan y limitan la convivencia humana.
Qué significado tiene la compra de un avión que, según los medios informativos y periodísticos, tiene un costo superior a los siete mil millones de pesos, y que va a servir para que unas cuantas personas viajen con comodidades superfluas en un país de pobres, con necesidades extremas y vitales. Igualmente, qué podemos decir de las contradicciones absurdas que campean en nuestra forma de vida y su relación con los poderes fácticos y los establecidos.
Qué decir de la otorgación del Premio Nobel a una joven paquistaní –ella misma víctima de la intolerancia- de escasos diecisiete años, defensora de los derechos de todos los niños a la educación, y al activista hindú, Kailash, por su lucha contra la opresión de los niños y jóvenes. Esto y mucho más se puede decir en torno al periodismo cultural, pero el tiempo y lo grande del tema nos limitan en estos propósitos.
Termino con una cita del maestro Marcelo Ramírez, pensador veracruzano, que en una de sus publicaciones define de manera magistral la idea de periodismo cultural:

“Todo el periodismo será cultural, en tanto sirva al cultivo de los lectores y, naturalmente, habrá un periodismo cultural que de manera específica, cumpla su tarea en el campo de la cultura, para difundir las obras del espíritu, para promover a nuestros valores, para reconocer y estimular a los creadores de cultura. Habrá un periodismo cultural que coopere a elevar la calidad de vida de nuestra gente, poniéndola en contacto, orientándola, preparándola para el disfrute de las creaciones de nuestra herencia cultural.”

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