miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA GUERRA CRISTERA


REVOLUCIÓN QUE PUDO  EVITARSE

Juan Salcido Gutiérrez
Entre los años 1926 y 1929, tuvo lugar en nuestro país uno de los episodios más difíciles en las relaciones iglesia-estado, cuando se dio  el levantamiento armado, encabezado, sobre todo, por campesinos, que sin ser amantes de la guerra ni buscando el poder, quisieron defender sus creencias y su fe católica.
El tema retoma actualidad a raíz de la conferencia que hace unas semanas, ofreció en esta ciudad el historiador francés, naturalizado mexicano, Jean Meyer, que indudablemente es uno de los más reconocidos  estudiosos de La Cristiada.
Cuando habló de Veracruz, al referirse a Mons. S. Rafael Guízar y Valencia dijo que lo admira y que  “un señor que conmueve,  vistiendo  sotana raída, sombrero sucio negro y su eterna bufanda aunque hiciera mucho calor,  pero  ese señor es un alma de Dios, incluso, bienaventurado, un obispo que electrizaba a la gente”.  Mencionó que fue a presentarse al gobernador Adalberto Tejeda para había la  orden de asesinarlo, sorprendido, dijo, el gobernador lo despidió, pidiéndole antes su mano para saludarlo.  
Es un tema que ha inspirado  a escritores, compositores, productores de cine y de teatro, entre otros,  para  escribir sin límites. Hasta el 2012 había censadas 37 novelas, 23 cuentos,  7 obras de teatro, 12 películas y un centenar de corridos sobre la Guerra Cristera.
Para entender mejor este episodio de la historia recordemos que desde  las leyes de Reforma, la Iglesia católica estuvo confrontada con el Estado. A esto hay que añadir que el delegado apostólico, en ese tiempo Ernesto Philipi, fue expulsado del país, luego de  participar en la bendición de la primera piedra de lo que sería el segundo  monumento  del Cristo del Cubilete, mientras que en 1928 el primer monumento de Cristo Rey, fue destruido desde una  avioneta, prohibiendo definitivamente la construcción de la segunda obra.
Ante estos hechos se iniciaron intensas constantes y frustrantes negociaciones entre la Iglesia y el Estado Mexicano, negociaciones en las que ninguno  quiso  ceder en nada.
Los inconformes, apoyados por la Liga para la defensa Libertad Religiosa y ante una postura dividida de los obispos mexicanos, los católicos se alzaron en   armas,  iniciándose  La Cristiada con la primera escaramuza,  ocurrida  en Huejuquilla el Alto, en Jalisco,  el 14 de agosto de 1926.
La Cristiada terminó en junio de 1929 cuando se hacen los arreglos  con el  gobierno de Emilio Portes Gil.
Se calcula  que esta revolución causó la muerte de al menos  250 mil personas, y tal vez la cifra superó a los 250 mil, cuando el gobierno fue fusilándolos casi a todos los sobrevivientes del movimiento, lo expresa Jean Meyer  “Mientras tanto, el desarme de los combatientes generó nuevas masacres, que el número de víctimas pudo haber superado a las muertes durante los combates”.
La razón,  reitera convencido  el historiador,  fue la  suspensión del culto público,  el gobierno  cerró  los templos y el episcopado suspendió los cultos,  por lo que  corrió  la sangre, lo que no hubiera sucedido en el caso contrario; por su pate  la Liga para la defensa de la Libertad Religiosa, que actuaba desde la zona urbana,  formada por jóvenes católicos, que por su juventud, eran impulsivos, broncos y temperamentales,  sin tener  como   objetivo, al estilo de Hidalgo y Morelos, tumbar el gobierno y llegar al poder, sino sólo defender heroicamente su fe, ya que muchos se incorporaron más por su fanatismo que por sus convicciones religiosas.
Hay que reconocer que México es un país sensacional, extraordinario, pero es un país que cuando se enoja  se enoja en serio y destruye todo lo que se le pone enfrente; una vez que huele a sangre se vuelve un tigre.  Su gente es brava, impulsiva y de reacción rápida.
Ejemplo de lo dicho,  México en  1910 era un país poderoso, y la revolución de ese año es contra una dictadura injusta que sufría nuestro país, pero el dictador se va en 1911 y después de unos 5 meses ya no hay dictador en México, pero ya  había olido a sangre, entonces mataron al hacedor de la revolución,  a Madero, luego a Carranza  y después  a Obregón.
México es un pueblo noble, generoso, pero cuando se enoja nace el México bronco,  entonces es peligroso.  Así se entendió en 1986 cuando el fraude en Chihuahua, recuerda también Jean Meyer, que Manuel  Bartlet, temeroso de que sucediera algo similar a la Cristiada, habló con el Delegado Apostólico y así se prohibió cualquier acto que pareciera un desafío al gobierno.
El  México que todos conocemos  aguanta muchas cosas, hasta el hambre, menos el que se vaya contra su religión, entonces la gente se enoja como se enojó en  1926   y 1932.

Finalmente hay que decir  que esa  etapa tuvo serias consecuencias, de las que nos deja muchas lecciones de las que tenemos que aprender;  hay que reiterar, que esa guerra, en la que murieron miles de mexicanos, pudo evitarse, de acuerdo a los resultados de las investigaciones del mejor conocedor del tema, el historiador Jean Meyer, pero nos queda la gran duda:  si  el México bronco, lo hubiera permitido, aunque el Vaticano lo hubiera prohibido.   

No hay comentarios: