miércoles, 10 de septiembre de 2014

Intertextos


Tlanestli *Amanecer* cumple cuatro años

Juan Fernando Romero Fuentes
                                   
Tlanestli inoncenteti amati des matlactli“: amanecer es un periódico de diez, escribió en náhuatl a propósito de su cuarto aniversario, Olga Fernández Alejandre, colaboradora y lectora del periódico/revista cultural publicado en Xalapa que lleva como divisa “Sólo entre todos sabemos todo”, la expresión de un pensamiento de los indígenas raramuri. En nuestro país son todavía muchas las lenguas que nos pueblan (aunque quizá más bien somos pobladores de lenguas), pero la mayoría de los mexicanos aún desconocemos lo elemental de ellas, y poco también sabemos de la que se alimenta con una lectura inicial, inocente, del idioma español: esas son las lenguas de los pueblos a la cual presta la voz Tlanestli.

Al mucho agradecer los espacios que me han brindado y después de felicitar ampliamente al equipo editorial del periódico por su trabajo y el cumplimiento de su misión -acertadamente señalada en sus páginas- que realiza no sin tropezones, escribo los siguientes apuntes. Primero, el estilo: así como en la pintura el estilo naive tiene su sitio y reconocimiento, Tlanestli genera espacio para –algunas veces- una escritura que podría llamarse ingenua (naive se oiría más elegante, pero tal vez es sólo más pedante) que mes a mes se expresa a través de sus páginas con hambre de conocimiento y apetito de expresión. Seguramente las primeras versiones de la Ilíada y la Odisea, mucho antes de Homero, eran sencillas expresiones orales que fueron adquiriendo densidad y talante literario con el peso de la repetición e inventiva de los sucesivos oradores que al recordar los mitos “editaban” sus propias múltiples versiones, hasta que llegaron al genio de Homero. Tlanestli es así, como bien dice Olga Fernández, un “semillero de escritores”.

Segundo, la cantidad: sin duda la revolución cultural propiciada por Gutenberg produjo un cambio que afectó a toda la civilización occidental, ya que la cultura de elite en términos religiosos, filosóficos y artísticos, se convirtió en producto de dispersión social cada vez mayor por vía del crecimiento de las ciudades y el comercio. Esta creciente democratización de la cultura fue motivada no solo por la imprenta, sino por la mayor alfabetización.

Siglos después, el tema de la difusión mediática masiva (o “llevar cultura a las masas”) y la industrialización de la cultura fue estudiado por la Teoría Crítica de Theodor Adorno y Max Horkheimer[i], quienes realizaron una crítica profunda a la producción cultural masificada que se inició a partir de los cincuenta del siglo pasado en EE UU, ya que  se insertó en la práctica del consumismo a ultranza propiciado por el sistema capitalista bajo el método de la producción industrial intensiva[ii]. De esta forma, la supuesta democratización de la cultura cae en una suerte de decisión personal de supermercado, donde junto a la coca cola puedes  “seleccionar” el último grito de la moda literaria, precisamente el “best seller”, que se consume ávidamente aunque sea pésimo, porque está de moda, por barato y por ser producto de una publicidad que induce a su consumo, como una mercancía más.

Tlanestli en papel se inserta en esa primera horneada de difusión popular que por medio de la imprenta lleva a sus lectores unas “gotas culturales” -para citar nuevamente a Olga Fernández- que unidas, forman un río de conocimientos que van de la educación a la política pasando por la literatura, la historia y el debate. Y en esa circunstancia, Tlanestli se enfrenta al dilema de la producción y el consumo masivo, sencillamente porque la población ha crecido, y tanto la oferta como la demanda de bienes literarios y artísticos lo ha hecho consecutivamente; entonces, ¿cantidad versus calidad es el dilema?

Los datos que abajo cito son muy interesantes y motivo de reflexión; se refieren a su sitio web: http://tlanestli.blogspot.com con un total de 119,211 visitas procedentes de varios países hasta el 19 de agosto de 2014: destaca México (67,771), seguido de EEUU (10,997), Colombia (4,718), Ecuador (4,657), Argentina (4,043), España (3,419), Venezuela (2,536), ¡Alemania! (1,719), Perú (1,224) y Chile (1,197), según nos informa Víctor Vázquez Gándara, quien añade: “al finalizar el primer año [de Tlanestli] teníamos 6,351 visitas, un promedio de 500 por mes, hoy el promedio se ha incrementado a 3,500 mensuales, más o menos. A estas cifras habrá que agregar los 48,000 ejemplares impresos con un centenar de colaboradores (aproximadamente)”. Por supuesto, todo ello es digno de gran encomio, y nos retorna al tema.

Me parece que Tlanestli está dando una respuesta dinámica al dilema arriba expuesto; creo que lo resuelve de una manera gentil e inteligente: da cabida a muchos escritos y estos se retroalimentan con la lectura del periódico mismo: los lectores se autoeducan, se cumple así la divisa: “solo entre todos sabemos todo” y el citado semillero se almacena en el silo de Tlanestli. Y desde luego la pretensión de los editores del periódico (al menos hasta el momento) no es lograr un medio masivo como los de Vázquez Raña. Podemos estar tranquilos ya que difícilmente estaremos en la fase de masificación cultural que criticaron los filósofos citados.

La alternativa entre cantidad y calidad desde luego no es exclusiva de Tlanestli[iii]; sino que es un desafío para cualquier periódico o revista que se respete (es innecesario mencionar los abundantes casos negativos); por ejemplo, la Jornada Veracruz que recientemente cumplió cinco años, enfrenta la misma situación: ambas publicaciones exigen un mínimo de calidad en sus colaboraciones, dadas las características socioculturales de sus lectores, y dado el acervo cultural de los xalapeños, que está en continuo ascenso.

De cualquier forma sería interesante que Tlanestli realizara, primero, una encuesta aprovechando el extraordinario número de visitas que recibe en su sitio web para conocer la opinión de sus lectores y así, modificar o no, la política editorial que hasta su cuarto año ha cursado, y segundo, que realizara talleres de lectura y redacción para su amplio público (o que se una a La Casa del Cuento) ¡para así llegar a festejar muchos años más de nuestro periódico cultural!

Desde el Utrópico en el estado de Veracruz, 21 de agosto del 2014


[i] [i] La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas, escrito por ambos entre 1944 y 1947, y publicado en “Dialéctica de la ilustración” .

[ii] Así, la cultura se trastoca, pues Beethoven o Brahms, u Homero o Shakespeare, no pueden ser convertidos en objetos de consumo ni masivo ni de ningún tipo, pues su estatus es otro, tanto mental como emocional y cultural. No se consumen, se viven.


[iii] Quizá el mayor beneficiario de la imprenta, Martín Lutero, escribió: “Por lo que se refiere a los libros teológicos, convendría asimismo reducir su número y seleccionar los mejores. Tampoco sería conveniente leer mucho, sino leer buenas cosas y leerlas con frecuencia, por poco que sea.” Citado en Cavallo y Chartier (2001) Historia de la lectura en el mundo occidental, ed. Taurus. Pag, 384.

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