miércoles, 11 de diciembre de 2013

Significados, experiencias compartidas


 

Samuel Nepomuceno Limón

 

Es frecuente que el significado de unas palabras se relacione con el de otras. Hay significados que guardan una relación horizontal entre sí, debido a su semejanza, su diferencia o incluso oposición. Existen también los que engloban a otros, con lo cual se presenta toda una ramificación que da lugar a salidas laterales. Los significados verbales están compuestos por una idea o un conjunto de ellas. Su contenido es abstracto, con límites inicialmente imprecisos y que parecen hallarse siempre en movimiento. La significación avanza, retrocede, se liga con otras, se depura, y con su enriquecimiento se vuelve más compleja.

     Los significados tienen íntima relación con las experiencias y conocimientos de quienes los comparten. Se derivan de una serie de convenciones en que se da un tácito acuerdo sobre lo que va a entenderse por una palabra, un gesto o un símbolo determinados. En lo referente a los nombres de los objetos o fenómenos, antes incluso del establecimiento de convenios, queda el recurso de señalar éstos o representarlos de alguna manera, sea a través de ademanes, movimientos de manos y dedos o incluso un apresurado dibujo. Sustantivos y verbos son posiblemente los más fáciles de representar con ademanes. Otras categorías gramaticales ofrecen mayor dificultad, pero con frecuencia quien se expresa echa mano de gestos y pantomimas, en otras palabras, del lenguaje corporal. Alguna vez leíamos que algunos médicos de zonas rurales empleaban muñecos o muñecas como ayuda para que los pacientes señalaran en ellos la parte donde tienen la dolencia, y evitarles así la incomodidad de encontrarse en situación de no saber dar nombres a la anatomía. En el aula, es del todo común emplear láminas de gráficos, mapas, fotografías, imágenes dinámicas o fijas en pantalla o hasta dibujos en el pizarrón para la mejor expresión de las ideas que están siendo comunicadas a los escolares. Basta con observar de lejos a alguien hablando por un teléfono móvil para darse cuenta de la importancia que tiene el lenguaje corporal, empleado aun con personas que no pueden observar a quien se encuentra emitiendo el mensaje.

     Los significados se van estandarizando gradualmente por su uso entre los hablantes. Se da un emparejamiento de cada sustantivo, verbo y otras palabras con una o más imágenes particulares. Con todo, en ocasiones no acude a la lengua el vocablo que se corresponde de la manera más fiel con la idea que se intenta expresar. Ello se debe, sobre todo, al desconocimiento, olvido momentáneo o incluso la dificultad de los términos adecuados, como ocurre con la expresión de las sensaciones. ¿Cómo expresar adecuadamente un dolor físico por medio de palabras? ¿Cómo expresar uno moral? Nos vemos inclinados a utilizar símiles o vocablos propios de una situación distinta que pudieran ser aplicables al caso que nos es inmediato. Un dolor de parto sólo lo conoce quien lo ha sentido, y entre sus pacientes se comparte una experiencia que con solamente nombrarla saben a lo que se refiere.

     Para entendernos hemos de ser capaces de identificar las mismas cosas con los mismos nombres. Asimismo, saber de qué otras maneras las conocen los demás y ser capaces de aplicar unas y otras denominaciones a los objetos que nos son comunes. Una persona es mejor conversadora según sea capaz de adaptarse al vocabulario de aquellos con quienes interactúa. Hay ocasiones en que para darse a entender la gente echa mano de símiles que funcionan como generadores de nombres. Por ejemplo, la constelación de Orión recibe diversas denominaciones según el sitio geográfico que corresponda a los hablantes. En algunos sitios de nuestro país se le conoce como El Arado, en otros, como Las Tres Marías, y así. Si alguien refiere a otra persona el arado que lo orientó en una noche estrellada, y el interlocutor es de otra zona geográfica, probablemente no sepa a qué se está refiriendo. Si el grado de confianza lo permite, habría preguntas,  y mediante explicaciones podrían llegar al acuerdo de a qué se están refiriendo. En algunas historias de ciencia ficción, los personajes extraterrestres que son interrogados sobre su lugar de procedencia, responden, digamos, “De la constelación de El Cisne”. ¡Vaya, asunto resuelto! El Cisne es una configuración imaginaria asignada a un grupo de estrellas tal como son contempladas desde la Tierra. Desde cualquier otro sitio tendrá una composición visual distinta. Además, su nombre refiere un cierto animal común en nuestro planeta que, dado la respuesta, es probable que existan también en el astro de origen de los visitantes. Es obvio que ese aparente grupo, el constelado, está visualmente conformado por estrellas que se encuentran en la misma dirección visual, pero que bien podrían estar físicamente localizadas con varios años luz de distancia entre ellas. Es decir, que realmente no forman un grupo. ¿Cómo va a poder referirse a él un visitante de otra galaxia que según el cuento acababa de llegar a la Tierra? Para poner disponer de referencias comunes haría falta contar con la misma perspectiva, con la misma visión de los objetos o con una vista muy próxima. Sin tal identificación entre la perspectiva y el nombre que tienen distintos interlocutores no sería posible la plena comunicación, ni la cultura en general. En la visión de la perspectiva tienen participación la experiencia sensorial y la experiencia de acción, así como lo que se sabe acerca de los objetos, los fenómenos y sus características. De ese modo, es factible una comunicación apoyada en una concepción compartida de lo que la motiva.

    La didáctica, como conducción del aprendizaje, con las diversas actividades que tienen lugar en el aula, busca la conformación de una plataforma conceptual compartida entre los estudiantes que a la vez sea común a la empleada por libros de texto y las explicaciones e informaciones proporcionadas por el docente. Una plataforma amplia conllevada por todos, a la vez que cada uno se la apropia, la transforma, enriquece y transmite de manera permanente en un juego comunicativo con los demás. Todo ello tiene que ver con las palabras y signos que empiezan a ser empleados por los estudiantes en las asignaturas que cursan. Para que un símbolo signifique algo ha de haber una base conceptual o empírica compartida, de entendimiento, entre quienes lo emplean. Sin ese fundamento los símbolos quedarían huecos, sin sentido, sin mensaje. De ahí la importancia de que el docente ofrezca a sus estudiantes el mayor número posible de oportunidades para el logro de experiencias básicas y de construir en ellos la información correspondiente. Como es sabido, las experiencias no son únicas, sino que unas tienen lugar sobre las huellas que han dejado otras anteriores. De un modo práctico diríamos que están en constante transformación. Pero siempre hay una vez inicial, la que pudo haber tenido lugar en el hogar desde la primera infancia. Es innegable que hay medios sociales más ricos en estímulos que otros. De alguna manera, el aula funcionaría como una entidad compensatoria, proporcionando la ocasión para que aquellas experiencias que no se han tenido puedan ser realizadas ahora, en la medida de lo posible. Aunque parezca increíble, en la capital del estado hace algunos años había aulas cuyos niños nunca se habían subido a un transporte público, y la primera vez que lo hacían, digamos, en una excursión escolar, sufrían mareos y malestares. Hay quienes habitan en medios que ofrecen escasas ocasiones para reír, para estar tranquilo, para sentirse seguro y confiado, circunstancias que son pertinentes para una buena higiene mental. En esos casos, la experiencia profesional del docente y la preparación recibida en la educación superior cursada serán las mejores consejeras para que observe con atención y tome en consideración las condiciones en que se desenvuelven los educandos a su cargo. Trabajar en el aula es mucho más que la idea popular de transmitir conocimientos. Es un lugar donde se tiene contacto con la cultura del país, se comparte y se disfruta. Es, para decirlo en pocas palabras, un sitio en que se busca contribuir para que los seres humanos sean cada vez más humanos. Todo eso tiene una base común en los significados que se comparten. La comunicación requiere de un entendimiento común. La educación participa en su construcción.

 

 

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