viernes, 10 de mayo de 2013

RÉBSAMEN Y PRIETO. UNA POLÉMICA DE LARGA DURACIÓN


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Javier Ortiz Aguilar.

 

Los acontecimientos y/o procesos históricos adquieren relevancia y significación por sus rupturas. Esta es la razón de la periodización. Por supuesto cada época marca los límites a los procesos, partiendo de su específica concepción del tiempo. En muchos siglos de la civilización, la idea del tiempo es natural, se desprende de la dinámica de la naturaleza:: un eterno  retorno. Esta concepción se supera con el cristianismo que incorpora el concepto del tiempo histórico, con un carácter lineal, cuyo sentido responde al plan divino de la salvación. Esta idea permea la modernidad, pero ahora con el sentido secular del progreso.

            Los descubrimientos de la física nuclear, obliga a la reconsideración de la temporalidad histórica. La aportación de Braudel, que revoluciona el hacer y el pensar de la historia, consiste en encontrar las dimensiones del tiempo, eliminando sí los sentidos trascendentes o inmanentes.  En pocas palabras, para el historiador francés, no existe el tiempo histórico independientemente de los acontecimientos y procesos. Con esta visión asume las concepciones de la temporalidad de la física nuclear, que rompe con el carácter lineal del tiempo. En esta perspectiva descubre las dimensiones del tiempo histórico. Este descubrimiento rompe con las formas tradicionales de establecer periodos.. Estas son: el tiempo estructural, o tiempo largo; el tiempo social, o tiempo medio, y el tiempo del acontecimiento, o tiempo corto

            Bajo esta perspectiva es posible afirmar que hay un tiempo largo comprendido entre la Revolución de Ayutla y el régimen del Gral. Porfirio Díaz. Este periodo es producto del conflicto armado entre dos proyectos; el liberal y el conservador, uno en su intento de modernizar el país y, el otro, por conservar los privilegios,, pero también los valores de una sociedad precapitalista. Y sobre este conflicto giran las intervenciones extranjeras, la heroicidad de un pueblo, la grandeza de sus dirigentes: “Los hombres, como el acero, escribe Ignacio Altamirano, El libro Rojo, se templan en el fuego.”[1]

 

I

 

            El conflicto se supera con la dictadura de Díaz. El nuevo poder no puede negar su origen liberal ni el proyecto de consolidar el estado nacional, es decir, monopolizar la violencia legítima, mediante la subordinación de poderes que se mantenían al margen del orden secular. Por esta razón reconoce su origen liberal, el mito fundacional de la república restaurada, y a la vez, la necesidad de eliminar el conflicto, mediante una apología del orden. El proyecto lleva a incorporar el positivismo francés primero y el inglés posteriormente. La incorporación no es mecánica. Por el contrario es el resultado de una fértil reflexión teórica, que conduce a la percepción mexicana del positivismo europeo[2].

            Gabino Barreda, jurista y científico poblano, expone con claridad una percepción original del positivismo mexicano. Para él el positivismo, la conciencia científica de la modernidad, no se opone a los logros de la reforma liberal. La separación de la iglesia y el estado, las desamortización de los bienes eclesiásticos y civiles, constituyen un acontecimiento histórico digno de conservarse. El culto a la reforma liberal la hace evidente: “Porque al separar enteramente la Iglesia del Estado; al emancipar el poder espiritual de la presión degradante del poder temporal, México dio el paso más avanzado que nación alguna ha sabido dar, en el camino de la verdadera civilización y del progreso moral y ennobleció, cuanto es posible en la época actual, a ese mismo clero que sólo después de su traición y cuando Maximiliano quiso envilecerlo, a ejemplo del clero francés, comprendió la importancia moral de la separación que las Leyes de Reforma habían establecido. Y protestó, tarde como siempre, contra la tutela a que se le sujetó. Y suspiró por aquello mismo que había combatido.”[3]

Si bien el régimen es capaz de eliminar el conflicto .humanismo liberal y orden positivista, no supera las contradicciones entre los herederos de la Reforma y los intelectuales que emergen en el nuevo orden. Por supuesto esta confrontación de concepciones y de prácticas queda enclaustrada en las reducidas comunidades ilustradas de nuestro país. Existe un punto de convergencia entre porfiristas y liberales, consolidar el monopolio de la violencia legítima, mediante la separación del poder religioso y el poder secular, y la desamortización de los bienes eclesiásticos y civiles. La divergencia reside en la concepción cientista de la libertad. Gabino Barreda, haciendo la analogía de la caída de los cuerpos, señala que solo hay libertad cuando las cosas están sujetas a las leyes de la física, así el hombre es libre si se somete a le ley. La negación de la diferencia entre los fenómenos naturales y los acontecimientos, no solo implica limitar el conocimiento histórico, sino también anular la posibilidad del cambio emancipador.

 

II

 

En este contexto subyace una contradicción entre los liberales puros supervivientes de la Reforma y los positivistas porfirianos sobre la función educativa de la historia patria. Un documento que pone en evidencia esta divergencia es sin duda, la crítica de Guillermo Prieto a la Guía metodológica para la enseñanza de la historia de Enrique C, Rébsamen[4]

Con un manifiesto respeto al fundador de la Escuela Normal Veracruzana, por orientar sus esfuerzos a la consolidación del monopolio de la violencias legítima en el estado porfirista y la secularización del pensamiento mediante la educación, manifiesta sus discrepancias. En su artículo no regatea sus aportaciones: “(…) los excelentes trabajos de pedagogía y los razonados frutos producidos por la dedicación y esmero del señor Rébsamen en el Estado de Veracruz (…)”. El calificativo de “eminente profesor”, se repite constantemente  de diversas maneras a lo largo del breve documento.. Por esas razones “con repugnancia”, dice Prieto, expone sus observaciones sobre la citada Guía metodológica.

Si bien el político liberal reconoce los avances de una teoría pedagógica fincada en la distinción de los intereses particulares de la infancia, y en atención a ellos, la eficacia de las biografías en el estudio de la historia, incluso cita a Fénelon para fundamentar su aserto: “Haced hablara a todos vuestros personajes, los niños que tienen imaginación viva, creerán verlos y oírlos”[5]. También aplaude la recomendación del uso de mapas, porque permiten el desarrollo de la intuición y las capacidades de asociación con el entorno.

 El núcleo del conflicto reside en los fundamentos contradictorios de la historia. Mientras Rébsamen postula la imparcialidad de la historia, y en consecuencia la tolerancia con los partidos conservador y liberal; Prieto considera la militancia y el compromiso en el estudio de los conflictos políticos, origen de la nación mexicana. No se trata de sembrar rencores y venganzas en las nuevas generaciones, sino en formar la conciencia ciudadana capaz de defender las conquistas logradas en luchas anteriores: “Y cómo hacer patentes los beneficios de la Independencia sin señalar los horrores del fanatismo, lo despótico y cruel de las clases privilegiadas, las extorsiones del monopolio y del estanco y tanto y tanto de atraso arraigado, cultivado y con acerbos frutos  en la desventurada Colonia?”[6]

 

III

 

            En la actualidad, en un mundo donde priva la incertidumbre,  y en consecuencia, la negación de la legitimidad de la historia; la discusión sobre la orientación de la enseñanza de la historia, vuelve con la misma fuerza. Por una parte los tecnócratas que insisten desantropologizar la historia, explicándola a partir de la lógica del sistema, y por otra, los maestros que insisten en encontrar en el pasado, la carga histórica que posibilite el tránsito a una sociedad democrática.

 

 

 



[1] Altamirano Ignacio
[2] CFr. Zea, Leopoldo.
[3] Barreda, Gabino. Oración cívica. http://www.ensayistas.org/antologia/XIXA/barreda/
 
[4] Prieto, Guillermo. “Curso de historia. Un libro del señor Rébsamen”. En Prieto Guillermo. Instrucción pública. Crítica Literaria. Ensayos”. Obras Completas XXVII. México,  Consejo Nacional para la Cultura y las Artes  / Dirección General de Publicaciones; 1995; pp  216-227
[5] Prieto, Guillermo. Obra citada 218
[6] Ibídem 219

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