lunes, 8 de abril de 2013

EL TESTIGO



                                         
Aurora Ruiz Vásquez
Llegué a la ciudad de México  a un hotel del centro a las diez de la noche. Al registrarme, vi llegar a una pareja de jóvenes sonrientes tomados de la mano; que me llamó la atención; sus ropas eran elegantes y costosas, llevaban poco equipaje, la cara de él me pareció conocida, y me impresionó la delicadeza con que conducía a la dama. Se retiraron a su habitación que más tarde comprobé era contigua a la mía.
Había dormido un rato,  desperté cuando escuché ruidos: algo que jalaban y caía, voces exaltadas. De inmediato me levanté, asomándome al pasillo: no había nadie. Entré, fui al baño y encontré una claraboya o ventanita sin protección en la parte alta  de la pared por donde  se colaba la luz de la lámpara de noche, y voces alteradas. Me acerqué y escuché parte de la conversación:
     ─¿Qué es lo que quieres decirme Laura?
    ─Que me digas si me quieres.
    ─¿Para eso me has hecho venir aquí?
    ─Te quiero y me extraña que no lo sepas.
    ─Dime, ¿te casaste conmigo por el dinero?
El volumen de voz aumenta, y escucho.
    ─Me ofendes Laura, ¡qué ideas las tuyas! ─Te querría aún si fueras la más pobre.
    ─Ricardo, ¿pero en verdad me quieres?¿no te equivocas?
    _¿Cómo quieres que te lo diga? ─Podría bajarte las estrellas y decirte que me mataría por ti fingiendo amor. Lo que te digo es real; te quiero mucho, no puedo decirlo de otra manera ¿qué quieres que te diga?
Escuché claramente que alguien lloraba. Consulté mi reloj y eran las tres de la mañana, sentí frío, quise regresar a la cama, pensando que era un simple pleito de enamorados, pero a la vez, presentí que podría complicarse y me quedé escuchando, pues se me había  quitado el sueño. Escuché los llantos más fuertes.
    ─Ricardo, no podría vivir sin saber que me quieres.
    ─Te he dicho que sí, ¿no basta?
    ─No, qué tal si crees quererme y te equivocas, ¿acaso no te ríes con otras mujeres?
    ─¡Tonta! no me entiendes mujer; tener atenciones con alguien y reír, no quiere decir querer a otra que no seas tú.
    ─¿Y tú me quieres a mí, que me acosas con tus preguntas tontas?
    ─¡Más que tú a Mí! desde luego.
    ─Eso no es cierto, te quiero con todo mi ser y sé que será para siempre, ¿no es suficiente?
    ─Yo te quiero más, mucho más
    ─Cállate, me aturdes Laura, dejemos este interrogatorio absurdo e imbécil, si no, es preferible que me vaya hasta que te calmes, ¡quédate  ahí con tus obsesiones!
 Escuché un ruido fuerte como de algo que caía, se encendió la luz; intrigado, me asomé al pasillo, al momento que se abrió la puerta de donde salían gritos, insultos y luego silencio.
Salió corriendo Ricardo gritando, pedía ayuda; me encontró en el pasillo y me dijo:
 ─¡Algo le pasa a mi mujer! , por favor ayúdeme.
Entramos a la habitación con rapidez.
─¿Qué pasa Laura? ¡contrólate por favor!, no seas niña. Ella cayó al piso temblando y con convulsiones, y la mirada  perdida.
Inmediatamente hablé a la administración  de donde nos mandaron un médico que le aplicó con dificultad -porque estaba en continuo movimiento-, una inyección para calmarla.
Levantaron a Laura de la alfombra, la acomodaron en la cama cobijándola, se le notaba una fatiga general y una respiración ruidosa pero se fue quedando tranquila y el joven quedó menos nervioso. En relativa calma, cuando la tensión de la escena había disminuido, el médico empezó a dar su opinión. Yo aproveché para ir a mi cuarto y vestirme; nunca imaginé pasar la noche en pijama sin dormir, viviendo una escena de celos femeninos, que me hizo reflexionar. Cuando regresé, me contó Ricardo lo que preguntó  y recomendó el médico:
    _¿Se han presentado en otras ocasiones estos cuadros?
    _Sí doctor, generalmente cuando se enoja y exalta.
    ─ ¿Intentos de suicidio?
    ─Parece que sí, antes de conocerla.
    ─¿Se queja con frecuencia  de padecer dolencias varias?
   ─Sí doctor, todo el tiempo.
    ─Bueno, hay que observarla, pero esto es un clásico ataque de histeria; es un padecimiento psicosomático relacionado con la neurosis. No sé si me explico. Muestra síntomas físicos y mentales que no tienen un origen orgánico ni son conscientes, que aparecen en relación con estrés o conflicto psíquico relacionado generalmente con cuestiones pasionales. Por lo pronto, que tome este medicamento, con la recomendación de que reciba tratamiento psicológico y neurológico.
Me quedé un momento con  Ricardo con el fin de serenarlo. Nos sentamos, fumamos un cigarrillo y  comentamos lo que opinó el doctor. Después le pregunté discretamente para distraerlo.
    ─¿Cuál es tu nombre completo?
    ─Ricardo Regis
    ─ ¿De los Regis de Veracruz?
    ─ Sí, Ricardo Regis es mi padre.
    ─Ah, él fue mi amigo de juventud… “con razón el parecido” La plática  continuó hasta casi al amanecer, entre opiniones sobre los males de su mujer y los recuerdos, mientras Laura dormía tranquila. Ricardo sitió confianza y me reveló:
    ─Tenemos un año de casados, Laura varias veces se ha comportado de esta manera, causándome desconcierto, ya estoy harto, pero la amo demasiado y defenderé mi  matrimonio hasta las últimas consecuencias; le daré tratamiento médico y  cuidaré de ella.
      ─Bien hecho,  así se hace, le contesté. Verás que todo tiene solución favorable.
Ya de mañana me despedí y me fui a mi cuarto a preparar el equipaje pues tenía que trasladarme a Tampico. Laura ya había despertado, quejándose de dolor de cabeza. Ricardo agradeció la ayuda y los dejé solos.
Quedé impresionado con lo sucedido, y en lugar de dormir por el camino y reponer el desvelo, me fui cavilando. Llegué a mi destino y rápidamente me incorporé al trabajo que me esperaba en la fábrica; a más de un amigo le platiqué la anécdota que no he olvidado.
No volví a tener noticias de la pareja, hasta que regresé a Veracruz  y me enteré que hacía poco se habían divorciado y que Laura al mes de la separación, se suicidó.

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