miércoles, 16 de enero de 2013

No hagamos a los jóvenes a nuestra imagen y desgracia


Juan Francisco Gaspar Velazco

Hablar a los jóvenes  sobre nobles y elevados principios  es un género de retorica sagrada.
José Enrique Rodó






En esta época  del alboroto, de la prisa, de la velocidad, de la eficiencia y del confort se ha caracterizado a nuestro mundo desde la mirada reduccionista que todo convierte en cosa, los individuos son estudiados ya no por la historia, la filosofía, la antropología o por la misma matemática, hoy día son puestos bajo la lupa de la demografía, la estadística y la probabilidad; la pregunta central es  Cuánto, un ejemplo lo notamos en el servicio de salud, lo que interesa es cuantos pacientes atienden, no importa la calidad de la atención; en nuestro sistema educativo notamos que los estándares para calificar la enseñanza tiene que ver con el numero de los  egresados sin interesar  el conocimiento, la dimensión ética, las cualidades morales que permitan al egresado reflexionar sobre su mundo.

“el progreso científico y tecnológico, característico de la sociedad posmoderna ha hecho posible la producción a gran escala de cualquier tipo de satisfactores de necesidades. Este fenómeno ha influido para que, en todos los estratos socioeconómicos, tanto en países  desarrollados como en vías de desarrollo, se incrementan de manera sustancial las aspiraciones de consumo en comparación con otros momentos de la historia de la civilización humana.”[1] El mundo  se encuentra viviendo una era que le viene bien el pseudónimo “la época del contagio”, hoy se habla de manera arbitraria de aspiraciones, de fantasía, de sueños, pero estas no son contextualizadas, se vive una época en donde todo parece que el progreso tecnológico es por contagio, que la posesión de objetos nos hace iguales a quien los poseyó primero, estos nos conduce a inclinar nuestro concepto de felicidad al mero utilitarismo de las cosas.

A decir  de Vereecken y Maes (2006) los adolescentes  consumen a través de la vista; la  televisión los conduce, les presenta anuncios tales como bebidas y botanas, del mismo modo este medio de comunicación (la televisión) nos ha llevado a consumir poco nutrientes; hoy nos encontramos con adolescentes y jóvenes  con alto grado de desnutrición inconscientemente inducida, situación que afecta  su ámbito escolar, su crecimiento físico, pero eso no importa porque comen la suficiente chatarra para ser felices; se habla de felicidad desde el elemento cuántico de la cuestión, es decir, la felicidad hoy es  objetivamente asequible, se compra, se consume. De donde surge  esta noción cosificante de la felicidad  es en la filosofía  pesimista  de Arthur Schopenhauer  quien caracterizó a la felicidad de la manera siguiente: “lo único que realmente existe en el mundo es el dolor y el sufrimiento, ambas son la constante de la vida y su  interrupción  es  comúnmente identificada con la felicidad,  por ello la felicidad consiste en la negación de lo que es”[2]. Esta percepción de lo que es ser feliz nos conduce al olvido   de que el hombre es ante todo un ser evolutivo, en este sentido el hombre debe convivir  con lo bueno y lo malo que existe en el mundo, pero el punto de vista que ahora impera es el de relacionar  a la felicidad con el placer, el cual se encontrará en lo externo, por lo tanto este se debe adquirir.

El siglo XX fue el escenario  en donde  las modas imperaron  a través del consumo y quien fue el asiduo consumidor de estos productos fue el joven “ser joven es  andar a la moda”  esta idea   llevó a recategorizar el concepto de juventud. En adelante  esta etapa  será temporalizada y la caracterizará la parranda, la irresponsabilidad, el error, la fuga, etcétera.  Lo anterior llevó a olvidar el principio romántico de la juventud,  el cual sostenía  que lo joven estaba en el espíritu, en las ganas del cambio y en la inquietud. En la cultura española, en especifico  la de Castilla y Aragón se le denominó al infante  como el que debería  modificar, transformar, revolucionar o repensar su entorno, tal mención fue borrada por la idea  que exhibe al joven como dependiente  que debe ser formable, educable y que todo su actuar  forma parte de su larga lista de errores de juventud.

La concepción en torno al termino  de juventud hoy se presenta por perspectivas para su análisis, cosa verdaderamente arbitraria, dado a que al joven lo convierte en un  objeto raro que debe ser estudiado “los distintos elementos  considerados  pueden  abandonarnos  y abandonar una imagen de lo juvenil  poliédrica en lo que refleja, compleja en lo que transmite, heterogénea, como nos dice  José Antonio Pérez Isla en cuanto a las diferentes juventudes que forman la juventud en sentido ideal del concepto, pues en este caso la suma de partes no pueden formar un todo…”[3] .

Lo que esta cita nos pone a debatir es el  hecho arbitrario de generalizar la juventud, se le ha dimensionado  desde lo que se quiere que sean ellos, se ha conducido el concepto a definir  lo que se es y se debe, pero  la actualidad  nos muestra que esta postura reaccionaria hoy tiene su contraparte, ya no se puede construir la juventud, es ella la que se irá realizando históricamente. “no podemos por tanto someternos a definiciones únicas y definitivas, de lo contrario el joven  se le están poniendo dimensiones deshumanizantes”[4]. “…los jóvenes generan su propia construcción. Esto transforma radicalmente su deber ser joven presente en función de su deber ser  según sus propias intenciones.”[5]

Esta noción reduccionista, acomplejada y reaccionaria se ha   manifestado en la cotidianidad  de nuestras familias  en torno  a esas aspiraciones que se relacionan con la competencia, la flexibilidad, la eficacia. Los jefes de familia  exigen  que los jóvenes  cumplan  con un proyecto trazado desde el exterior,  hoy día se exige  la preparatoria, la licenciatura, el doctorado, etcétera y todo esto se debe hacer de manera pronta,  dado que el estándar de moda marca que hay que ser doctor a temprana edad, sin importar  la inexperiencia, hay que recordar que lo que aqueja  es lo cuántico, no que ese doctor, realmente sepa; los jefes de familia  han sido contagiados también  por ese espíritu  que le llaman aspiraciones de consumo y esto se ha trasladado a la enseñanza, el aprender  ya no es más una necesidad para desarrollar las potencialidades humanas, el saber  hoy es visto como un objeto mas de compra y venta; esta noción economicista  le ha dado importancia a ciertos tipos de saberes los que tienen que ver con lo tecnócrata, ya poco se habla del saber cómo sabiduría, se le trata como  mera cuestión artificial.

Esa percepción que llevó a pensar a la calidad humana desde el ingreso,  desde necesidades básicas insatisfechas,  del desarrollo y de la vida plena condujo a una sociedad  fatigada, agobiada, sin alma y perseguidora   del  éxito, el cual de antemano nunca se alcanzará, debido a que la condición humana que hoy se vive se sostiene en la insatisfacción debido a que los estándares de calidad cada día son más difíciles de alcanzar.

Esta absurda carrera por el éxito  fundamentada en una amplia bibliografía nos ha gestado una generación que ya se hartó de esa ilusión,  debido a que ha marcado  a nuestra raza humana,  en nombre de ese éxito a  hombres y mujeres en plenitud de su vida lo han abandonado todo, han tenido que emigrar a territorios en donde  según  la teoría del placer se encuentra  la verdadera satisfacción.   En nombre del éxito tenemos  una frontera mexicana completamente marcada por las cruces de quienes han querido alcanzar el sueño americano. En nombre  de la posesión, priorizando la propiedad hombres y mujeres en edad juvenil  han puesto su vivir al máximo, siendo perseguidos, estigmatizados  y todo por que las aspiraciones de riqueza que se divulgaron en esta sociedad de consumo solo podrán ser satisfechas en las parcelas  ilícitas del narco. Este México que de antemano  nunca ha sido  culturalmente homogéneo hoy se encuentra roto por identidades que se han generado  gracias  al no cumplimiento de los proyectos  de libertad comercial, estabilidad y satisfacción,  esto ha provocado una exaltación  de lo urbano y un desprecio por lo rural situación que ha generado  una extrapolación social. La intensa  persecución por la profesionalidad  ha conducido a mujeres a decidir el no ser madres, cosa que de antemano debe respetarse debido a que el factor que nos hace verdaderamente humanos es la decisión; el punto reside  que no hay condiciones  para el sostenimiento de la familia, por tal motivo las jóvenes parejas tienen que desprenderse de una vida para poder vivir ellos.

 Esta sociedad tecnificada en donde se nota una constante deshumanización,  la virtud  y la cualidad sexual  que ante todo  es una beneficio  que se comparte entre humanos  ha sido también  superficialmente cubierta  de  categorías  correspondientes  a la bestialidad, tal situación conduce a nuevos aspectos compartamentales  que llevan a tendencias de perversión  que  esto debe ser  entendido como actividad que se le impone al otro. En este escenario la música representa la ventana  o el altavoz  por donde se grita  ya basta, es la música  la que quiere expresar  las verdaderas intensiones de la juventud; hay corrientes  que buscan  coartar la expresión musical, por fortuna eso aun no se ha logrado.

En  esta primera década  y a inicios de la segunda del siglo XX   ha dado muestras de una renovación,  ha renacido un espíritu inquieto, consecuencia   de décadas de hastío: por todas partes del orbe se ha mostrado la insatisfacción  y se ha puesto de manifiesto la inconformidad  contra el autoritarismo cultural y económico,  ya sea en el mundo árabe, sea el espíritu indignado europeo, sumándose  las voces de la juventud chilena,  además de los pacifistas, ecologistas; en nuestro ámbito local, la sociedad estudiantil jalapeña, desde luego el Yo soy 132, el movimiento del Chilam Balam; todos ellos  y nosotros  en distinto idioma, en distintas partes del planeta nuestro  grito de guerra  contra este búmeran social  que nos han puesto las dictaduras es  desde aquel 1961 en que se construyó el muro de Berlín y seguirá siendo: déjennos pasar.


[1] Aparicio A. 2009. Felicidad y aspiraciones crecientes de consumo en la sociedad postmoderna. Revista Mexicana de Sociología 71:1. Pág.  1
[2] Ídem 3
[3] Taguenga J.A. El concepto de Juventud. Revista Mexicana de Sociología (2009) 1:139-10. Página 2
[4] Ídem 3
[5] Ídem 4

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