miércoles, 10 de octubre de 2012

Melchor Ocampo, el filósofo de la Reforma


Por Lisardo Enríquez L.
 En el movimiento social de la Reforma encontramos grandes lecciones de valor, dignidad y verdadero amor por México. El maestro, escritor y político michoacano Jesús Romero Flores ha dicho que “La obra de la Reforma fue realizada por un grupo de hombres de espíritu selecto y cultivado; generosos y sinceros, amantes del bien por el bien mismo, sin miras personales, ni de venganza, ni de lucro” 1. Hombres íntegros en toda la extensión de la palabra.
Uno de esos hombres fue Don Melchor Ocampo, hombre de pensamiento y acción. Dice Don Justo Sierra que en todo ponía el calor de su alma apasionada y que, en el destierro, él y Juárez habían llegado a una profunda estimación mutua, en la cual el carácter de éste “reanimaba a Ocampo y lastraba los ímpetus de su impaciencia, y las ideas de Ocampo calentaban y enriquecían la sabia intelectual de Juárez” 2.
Nació en la región de Maravatío (del tarasco, lugar precioso), Michoacán, el 5 de enero de 1814. No se conoció con precisión quien fue su padre, pero su madre fue doña Francisca Xaviera de Tapia y Balbuena, quien infundió en él buenas costumbres y valores, entre ellas el amor al prójimo. Estudió primero latín, matemáticas, física y filosofía en el Seminario de Michoacán. A partir de los 16 años inició la carrera de derecho en la Universidad Pontificia de México y optó por renunciar a la titulación como abogado al darse cuenta que para ejercer la profesión era necesario prestarse a sobornos, mañas e influencias. Se dedicó entonces al estudio de otras disciplinas científicas. Le apasionó de manera especial la botánica. Fue agricultor, naturalista y economista.
A los 26 años viajó a Europa, visitando Francia, Italia y Suiza. En París tuvo una larga conversación con el Dr. José María Luis Mora, ilustre liberal que fue desterrado de México. Regresó de Europa dos años después, en un momento en que el país se debatía entre luchas y cuartelazos. Ocampo fue un hombre preparado que tenía muchas ideas para transformar al país. Inició su carrera política en 1843 y ésta dio término en 1861. Fue dos veces diputado, gobernador interino, gobernador constitucional y senador por su estado natal, en época en que en estos cargos no se hacía circo, sino se debatían ideas, se tomaban decisiones y se realizaban acciones para bien de la nación. Como senador promovió la adopción de un sistema de economía y moralidad administrativa, la reducción del ejército y que los fondos de indemnización de la guerra con los Estados Unidos de Norteamérica se invirtieran en obras de utilidad pública.
Entre los hechos más notables de Ocampo como gobernador de su estado de origen están, entre otros, el haber restablecido el Colegio de San Nicolás de Hidalgo, hecho que evidencia su humanismo y preocupación por la educación. Otro hecho significativo fue haber impuesto el nombre de Quiroga al pueblo de Cocupan, en homenaje a Don Vasco de Quiroga, civilizador de los tarascos. Los habitantes del lugar pedían que se llamara Melchor Ocampo, pero él declinó tal honor.
Ocampo es el ideólogo más destacado del movimiento de Reforma. Junto a otros liberales combatió al dictador Antonio López de Santa Anna y a quienes fueron sus títeres en la presidencia de la república. En 1853 Santa Anna desterró a muchos, entre ellos a Ocampo y a Juárez, que se establecieron en Brownsville y Nueva Orleáns, respectivamente. En el primero de esos lugares estuvo también Ponciano Arriaga. En el destierro organizaron y apoyaron levantamientos armados en distintos puntos del país. Allá integraron una junta revolucionaria para derrocar al tirano. Esa junta la presidió el michoacano Ocampo y ahí formularon el programa del Partido Liberal, que posteriormente sería la base para la elaboración de la Constitución de 1857. Un dato relacionado con la historia del estado de Veracruz, es que en el destierro Don Melchor estuvo acompañado de su hija Josefa, en tanto que con Juárez, en Nueva Orleans, estaba el liberal veracruzano José María Mata, que conocería a Josefa y se casaría con ella.
Con el Plan de Ayutla que proclamaron Florencio Villarreal, Juan Álvarez e Ignacio Comonfort en 1854, y en cuyas acciones tuvieron importante participación Santos Degollado y muchos otros mexicanos enemigos del centralismo y la dictadura, entre quienes se encontraban los patriotas desterrados en el sur de los Estados Unidos, finalmente se logró desconocer y derrocar a Santa Anna, nombrando a Juan Álvarez  presidente provisional.
Restablecido el gobierno liberal y electo diputado por segunda ocasión Don Melchor Ocampo, le corresponde participar en los debates y elaboración de la Constitución que se promulgaría en 1857. Romero Flores lo relata de la manera siguiente: “Iniciadas las sesiones del Congreso, fue nombrada la Comisión que debería presentar el Proyecto de Constitución, siendo ésta presidida por Don Ponciano Arriaga. Este señor estaba plenamente identificado con las ideas de Ocampo, pues ambos habían vivido juntos durante su destierro en Brownsville y habían discutido mucho los temas relativos al porvenir de México. Pero, después de nombrada la Comisión, fue reforzada con nuevos miembros, entre ellos el propio señor Ocampo, que pudo ya, de manera directa, dejar sentir su influencia en la elaboración de la Carta Magna” 3. Los oradores que más brillaron por su elocuencia y conocimientos en estos debates fueron: Ponciano Arriaga, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, León Guzmán, José María Mata y Guillermo Prieto.
Después de Álvarez es a Ignacio Comonfort a quien se le confiere el cargo de presidente de la república, pero éste busca la moderación en sus acciones de gobierno, lo que en principio choca con la personalidad de Ocampo, quien renuncia a participar en dicho gobierno, y más adelante los conservadores exigen todo el poder a través de Zuloaga, quien desconoce a Comonfort. Cuando esto ocurre, Juárez pone a salvo los principios liberales y constitucionales asumiendo por ministerio de ley la presidencia de la república, y Ocampo se reincorpora con los suyos en estos momentos de prueba para la causa liberal.
El gobierno de la república con Juárez se vuelve itinerante, y es hasta el mes de julio de 1859 cuando en la Ciudad de Veracruz se expiden los decretos que en su conjunto son conocidos con el nombre de Leyes de Reforma: Ley sobre órdenes monásticas, Ley sobre matrimonio civil, Ley sobre el estado civil y Ley sobre secularización de cementerios. El historiador Juan de Dios Arias afirma: “La Ley de Desamortización de bienes eclesiásticos fue elaborada en su totalidad por el esclarecido patriota don Miguel Lerdo de Tejada. Todas las demás fueron hechas por el señor Ocampo. . . Así, pues, puede asegurarse que en la obra de la Reforma, el benemérito D. Melchor Ocampo fue quien tomó la parte mayor y más esencial: este fue el delito que el bando clerical no quiso perdonarle”. 4.
En los años de 1853 y de 1857 hubo intentos de asesinar a Ocampo. A principios del año de 1861 queda restablecido nuevamente el gobierno constitucional, ahora con Juárez a la cabeza, y en el cual Ocampo es Ministro de Relaciones Exteriores. Pero Ocampo renuncia y se retira a su amada hacienda de Pomoca en Michoacán. Algunos amigos le dicen que es muy arriesgada su estancia en ese lugar, y efectivamente, los reaccionarios trazan su plan para quitarle la vida. Buscan a un hombre sin escrúpulos llamado Lindoro Cajiga, quien lo aprehende y lo lleva a Tepeji del Río, lo pone en un mesón previamente, cerca del cual se hospedan Zuloaga y Márquez. Al llevarlo al lugar del crimen, sus verdugos le dicen que se hinque, pero él contesta que prefiere morir de pie, porque así está al nivel de las balas. Cuando ya han cumplido las órdenes del reaccionario Leonardo Márquez lo cuelgan de un árbol de pirú.
A su muerte, con un decreto del gobierno de la república se le rinden honores durante tres días, enarbolando la Bandera Nacional a media asta, y mediante un  decreto posterior su estado pasa a denominarse Michoacán de Ocampo.

Referencias bibliográficas
1 Romero Flores, Jesús, Don Melchor Ocampo, el filósofo de la Reforma, Ediciones Botas, segunda edición, México, 1959.p. 318.
2  Sierra, Justo. Juárez, su obra y su tiempo. Editorial Porrúa, Colección “Sepan Cuantos”, Séptima Edición, México, 2004.p. 261.
3   Romero Flores, Jesús, Op. Cit., p.246.
4   Citado en: Romero Flores, Jesús, Op. Cit., p.319.

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