miércoles, 10 de octubre de 2012

La entrevista Juan Hernández Ramírez: El Poeta Náhuatl

Por: Víctor Manuel Vásquez Gándara
La sabiduría del aforismo “Yo sólo sé que no sé nada”, continúa vigente –después de transcurridos muchos siglos- de haber sido ideado por Sócrates. Y se remembra la cita al reflexionar no exclusivamente sobre la infinidad de información existente, sino también en lo mucho que se desconoce sobre la personalidad de autores y orígenes de obras creadas en las bellas artes, pero más aún el conocimiento de gente cercana, relativamente, de ahí el interés de saber un poco más de personas creadoras de arte, en esta ocasión de Juan Hernández Ramírez.
La literatura se ha encargado de dar respuesta, en ocasiones, a cuestionamientos de esa naturaleza. Pero y las personas de nuestro entorno, ¿quiénes son?, ¿cómo surgió su obra?
Preguntándose lo anterior se invitó al Poeta Náhuatl Juan Hernández Ramírez a compartir, parte de sus raíces, orígenes y de su obra, con lectores de Tlanestli –Amanecer-, publicación cultural, educativa y literaria y de Diario foro, invitación a la que amablemente accedió el autor de varias obras publicadas, haciendo un espacio en su agenda debido a sus ocupaciones para la subsistencia.
Conservando la amabilidad que distingue a la gente de crianza indígena, fortuna de la que no gozamos en las grandes urbes y la sinceridad de las personas  progresistas, soñadoras, ambiciosas de contribuir en el desarrollo de la tierra que lo vio nacer, el Poeta náhuatl, Juan Hernández Ramírez,  expresa sus saludos inicialmente, al ser recibido en uno de los espacios de la sala de redacción de Editorial Foro Fiscal, S. de R. L. de C. V., editora de Diario foro y tlanestli:
—Antes que todo maestro Gándara, me da muchísimo gusto, me complace estar platicando con usted esta mañana, escuchando el canto de los pájaros que se filtra  a través de esta ventana.
El saludo inicial del autor de diversas obras literarias surge en medio de una mañana soleada vista bajo el dintel de una ventana a través de la cual se observa parcialmente el vetusto edificio de la Iglesia de los corazones en cuyos alrededores se conservan pequeños arbustos anidándose algunas aves.
Mirando a los ojos de su entrevistador, agrega tranquila y con esa voz pausada que otorga la paz interna, la añoranza de una vida transcurrida, pero también la nostalgia:
 —Quiero decirle que yo nací en el pueblo de Colatlán, del municipio de Ixhuatlán de Madero, el    6  de mayo de 1951. Mis padres, Chano y Chana, así se conocen de cariño. Ellos tuvieron un hijo que le pusieron por nombre Juan Hernández Ramírez, y ese soy yo. Mi cuna fue muy humilde, diría yo que demasiado humilde, pobre, en otras palabras, y pues a través de la educación,  fui creciendo y aprovechando un poco los estudios para llegar a tener algo, y honestamente he conseguido bastante.
Sabedor ahora del patrimonio que representa expresarse en dos idiomas: uno mundial otro regional, del impacto de la comunicación no sólo literaria sino en la relaciones culturales, interculturales y transculturales comparte:
—Mi padre habla, hablaba absolutamente, totalmente el náhuatl y mi madre habla hasta la fecha, porque vive, el español y el náhuatl. Entonces, yo crecí con ambas lenguas. Mi padre nos hablaba náhuatl, él no hablaba nada el español, hasta hace poco que lo aprendió y lo habla bastante mal. Mi madre siempre habló la lengua castellana, pero también era bilingüe, entonces con mi papá siempre habló y se hablan hasta la fecha en la lengua náhuatl y ella a nosotros nos habló siempre en castellano.
Con el orgullo de aquel convencido de que una cuna humilde engrandece, del hombre consciente del valor que adquieren los progenitores, al brindar pequeñas pero grandiosas oportunidades de sobrevivencia, del sacrificio para satisfacerle las necesidades prioritarias, expresa:
Ante las vivencias de desigualdades, entre otras la desigualdad educativa, Juan continúa charlando haciendo una valoración positiva de las restricciones presentadas en su destino:
—Así fueron mis primero pasos en mi hogar, después me fui a la escuela, afortunadamente me sirvió mucho de que la escuela donde cursé mis primeros grados era internado indígena, “Carlos A. Carrillo” ahí terminé mi educación primaria. Igual que otros, en aquel entonces no tenía la oportunidad de salir a estudiar a ninguna otra parte por falta de recursos. Además las escuelas de educación secundaria estaban muy lejos de mi pueblo y se tenía que caminar más de seis horas para llegar donde estaba. Mis padres nunca tuvieron la posibilidad de mandarme a estudiar, porque se requería de ropa calzado, manutención y colegiatura, entonces, aunque hubiera yo tenido una calificación muy buena de nada servía.
Sorbe un poco de agua, mira a su interlocutor, se abstrae de los distractores propios del casco histórico de Xalapa y sigue diciendo:
—Nunca tuve la oportunidad de salir a estudiar a otra escuela para hacer la secundaria, esto me entristeció —baja la mirada inconscientemente—mucho. Y como ya no salí a estudiar, mi padre me empezó a llevar a la milpa nuestra y a las ajenas, como peón a escardar, chapolear a sembrar maíz, a trabajar ahí, pero bueno, pues, mejor me propuse repetir la primaria. Repetí sexto grado para ver que salía más adelante, porque el campo me gusta mucho, pero, no me gusta alborotar las hormigas ni el chichicastle, pican muy fuerte y el machete le saca uno ampollas en las manos.
Quizá el recuerdo del campo, del trabajo físico, lo que sí, sin duda, sus logros alcanzados hasta aquel momento de su vida, hace que el autor recobre la alegría, el ánimo y agradecido con la vida, con sus bienhechores, tomando aire comenta:
—Afortunadamente en 1964, se dio la oportunidad a jóvenes indígenas para ingresar al Sistema Nacional de Promotores Culturales Bilingües, dependientes de la Secretaria de Educación Pública, con la finalidad de castellanizar a niños monolingües en lenguas indígenas. Afortunadamente uno de mis parientes Moisés Hernández Hernández, ese mismo año de 1964, tuvo la oportunidad de ingresar al servicio, y ya transcurridos tres años, en 1967, yo le hablé con él. Un poco temeroso, un poco nervioso le fui a pedir que me ayudara a ingresar al servicio, que me ayudara a conseguir trabajo. Entonces él me dijo que no había ningún problema, que me iba a ayudar. Habló con la Mtra. Angélica Castro de la Fuente, quien era la responsable de reclutar jóvenes indígenas, jóvenes hablantes de lenguas indígenas, para que fueran a trabajar a comunidades castellanizando a niños en edad preescolar. Me dio la oportunidad de estar dos meses en Tenango de las Flores Puebla, para que hiciera el curso de iniciación para castellanizar a niños monolingües nahuahablantes  y bueno terminándose el curso el primero de marzo de 1967, me fui a una comunidad que me asignaron llamada Tepetitla, Yahualica, Hidalgo. Allí me inicié y  no tuve ningún problema. Y como ya no me picaban las hormigas, le eché muchas ganas a mi trabajo, y también porque trabajar en el campo con machete, no me llamaba mucho la atención. Me hice rápido de amistad de la comunidad, aprendí mucho más la lengua náhuatl y obviamente la variante de aquel lugar, porque la comunidad solamente hablaba la lengua náhuatl, no hablaba nada, nada el español y así empecé  a castellanizar.
El universo une sus fuerzas, para bien o para mal, y Juan Hernández, es afortunado, no lo dice él en este momento, su trabajo literario habla por él y para llegar a los altos pedestales, debió transitar por caminos áridos, trasladarse a la ciudad capital del Estado de Veracruz; él  continúa su plática:
—De ahí tuve la oportunidad de hacer la normal básica por correspondencia. Recuerdo la capacitación para maestros. Cada verano los Promotores Culturales Bilingües, nos veníamos aquí a la escuela Normal de Xalapa, para hacer nuestro año escolar, hasta que terminamos la carrera los que recibíamos la educación para ser maestros. De hecho, soy maestro de educación primaria por parte del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio.
Reconstruyendo paulatinamente su experiencia en la práctica docente dentro de la algidez que representa un entorno bilingüe, un entorno de realidades diferentes pero también intercultural y el extremo entre la carencia, pobreza de las comunidades contrastadas con la ciudad, nos dice:
—Después de ser castellanizador en Hidalgo, me vine al Estado de  Veracruz, acá en Veracruz, estuve en la región de Chicontepec. Luego, luego me adscribieron a la escuela primaria ubicada en la comunidad de Cuatecometl, Buenavista, ahí tuve niños de primaria y les enseñé a leer y a escribir. Después de Cuatecometl, me pasaron a Postetitla, posteriormente a Alahualtitla y así anduve caminando por esas comunidades. Tiempo después, en 1982, fui llamado a la Jefatura de zonas de Supervisión, en la cabecera regional ubicada en Chicontepec, Ver.,  para servir como asesor técnico apoyando al Jefe de Zonas de supervisión a desarrollar su trabajo. De igual forma se apoyó a supervisores escolares con  talleres y cursos de desarrollo educativos para maestros.
Su perspectiva de vida cambió, no así sus valores, corroborando las necesidades de mejor educación, de otras experiencias requeridas para luchar por ideales con recursos brindados por el conocimiento, recordando que:
 —Varios años fui Maestro de Primaria, fui Director de Escuela, fui Supervisor Escolar, Jefe de Sector y hasta ahí nada más. De esto, habían pasado varios años, pero años de trabajo, de experiencias y esto me dio a entender, a comprender de las dificultades que implica aprender una lengua, a dominarla. Mamar una lengua y apropiarse de otra, siempre enfrenta dificultades. Así lo asimilé cuando vi las dificultades de los alumnos, de mis propios compañeros al no tener un bilingüismo coordinado. Por ello creo firmemente que la educación debe darse en la lengua del educando y el educador debe conocer perfectamente la lengua de su alumno. La historia, psicología, sociología, lingüística del educando, son imprescindibles en la educación del niño indígena. Son increíbles las aberraciones que se dan en la educación del niño indígena, propiciadas por un sindicalismo caciquil, un sindicalismo de intereses económicos y políticos.
Descubre Juan Hernández Ramírez, para sí, aflorando su avidez de conocimiento, la relación entre la literatura, sus orígenes bilingües, la práctica docente y el aprendizaje:
—Entonces, me inscribí a una escuela superior para estudiar. Traté de cursar  Lengua y  Literatura Españolas en la Normal Superior para aprender hablar un poco mejor el español y me fui a Tamaulipas, Ciudad Victoria, Tamaulipas, y no pude terminar allá mi carrera. Pasaron dos años y me inscribí en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Allí, en el Departamento de Educación de la Universidad, hice la carrera de literaturas españolas. Es una carrera que también terminé, en primera porque necesitaba entender mejor el español, tratar de hablarlo mejor, porque en nuestro sistema educativo, se requiere, se necesita,  por una parte, hablar correctamente el español, pero también se debe hablar correctamente la lengua indígena, teniendo como referente otra lengua, y la verdad, es que ninguna de las dos lenguas dominaba. Creo que hasta la fecha no domino ninguna, pero hago un esfuerzo. Y bueno, ese fue el primer detalle, pero, lo segundo era de que desde antes me gustaba escribir, por ello he aprovechado leer,  seguir leyendo para ir mejorando mi escritura.
De esa forma modesta, humilde, recuerda aquellas aportaciones recibidas, la influencia motivacional y tal vez de estilo, de autores leídos, coadyuvantes en su labor literaria y su inicio con los medios periodísticos, sin imaginar –se cree- las penurias venideras para la difusión.
—Me gustó. Me gustó mucho y empecé a escribir algunos poemas. Esos poemas, si es que se les puede llamar poemas, creo que se perdieron por algún rincón y también en algunas revistas. Primero, según yo, escribía canciones. Me gustaba mucho la “T” de Monterrey, y a esa estación de radio; además porque era la única que se escuchaba en mi “Magestic”, ahí mandaba mis cartitas para dedicar canciones. También se leían algunos poemas y bueno, era muy bonito  aquel entonces, época en que vivía el romanticismo.
Todas esas situaciones, esas vivencias fueron fortaleciendo una manera cruda de ver las cosas. Siendo Jefe de Sector en Chicontepec, 1979-1990, y leyendo algunas obras sobre las identidades indias o  indígenas y mirando a mis hermanos de etnia en su forma de vivir, de sus carencias, del abandono, del atraso, la marginación, del uso político de que éramos objeto, toda esa situación en que viven hasta la fecha y la castellanización; no era otra cosa más que una política de incorporación del indígena hacia una sociedad homogenizadora y de consumo, sin respetar la riqueza cultural y diversa de los pueblos aborígenes. Al tener conciencia de estas sociedades totalmente diferentes, mi romanticismo me llevó a conformar un grupo de compañeros con iguales ideas para trabajar con las comunidades sobre diversos temas de “etnodesarrollo”. Un grupo de técnicos y yo nos fuimos, comunidad por comunidad, exhibiendo películas donde se exhibía  y después comentábamos del deterioro de la ecología por la tala inmoderada de árboles, del consumo de herbicidas, del consumo de cosas que dañaban a la comunidad, además hablábamos de la educación, de las horas trabajo que cada maestro debe tener en las aulas, que era lo que contemplaban los programas educativos,  cual era la función de la sociedad de padres de familia. Se trabajó sobre el rescate de la música, de la danza, se escribieron las lenguas originarias de la región en una diversidad de géneros como la poesía, el cuento, adivinanzas. Por el uso indiscriminado de herbicidas y plaguicidas se dieron pláticas para evitarlas y practica una entnobotánica, rescatando la  horticultura tradicional, entre ellas el tomate o siltomatl, las diversas variedades de camote, el quelite, los hongos,  el chile, el chiltepín en todas sus variedades, y los árboles maderables. También se implantaron concursos académicos para los niños de todas las primarias indígenas, deportes en la modalidad de basquet-bol, voli-bol, atletismo, declamación, danza, rondas infantiles, Etc.  Era realmente una educación integral que estaba rindiendo sus frutos. De igual manera se estaba evitando la Coca tomando aualokaj (agua de limón endulzado con piloncillo).
El poeta, se traslada mentalmente al recordar, brotando y compartiendo, más y más recuerdos:
Este desarrollo comunitario les gustó a las comunidades y a la mayoría de maestros que les gustaba trabajar. Pero hubo un grupo de maestros que nos criticó mucho y nos decían que si nosotros íbamos a regresar al taparrabismo, cómo era posible que fuésemos  a regresar al taparrabo de esos  tiempos antiguos, que si íbamos a construir pirámides, que si íbamos a defendernos con arco y flechas. Este grupo de compañeros liderados por el compadre del cacique de la Sección 32 de SNTE (1990), y apoyado por éste mismo a través de Walter Palmeros Barradas, me persiguieron, me cercaron como verdaderos cancerberos. Este grupo me creó un problema bastante serio,   acusándome de todo lo que se les ocurrió para desbaratar el proyecto educativo destinado a las comunidades indígenas de la región de Chicontepec. Afortunadamente en la investigación, no se me comprobó aquello de que me acusaban, pero si, el sindicato cuando quiere fregar a alguien, es juez y parte y desde luego este mismo, apoyó al grupo que traía y llevaba desinformación. Yo tuve la necesidad de pedir la intervención del Gobierno del Estado para deslindar toda responsabilidad, porque me di cuenta de la parcialidad del sindicato y de la manipulación de personajes directivos de la Secretaría de Educación. Si, pedí que la investigación fuera tripartita. ¿Por qué hice esto?, porque la Secretaría de Educación estuvo en manos del cacique. Y aquello que está en manos de cacique, todo lo corrompe, todo lo fastidia. Afortunadamente no me comprobaron nada y me restituyeron lugar donde estaba como jefe de sector. De todo esto, hay un pasaje increíble sucedido en el mes de mayo de 1990. A mi esposa, unos compañeros que trabajaban conmigo y a mi, nos secuestraron por una 24 horas, manteniéndonos  encerrados en mi propia oficina, entre ellos Mario Cruz Josefa, que en paz descanse, y muchos otros de su grupo. Esa noche del secuestro, cerca de la media noche hicieron una misa negra digo yo, porque después me enteré que la habían hecho unos brujos de la región y otros de Catemaco. Prendieron velas, mataron animales y nos llenaron de humo de copal hasta tratar de ahogarnos con los olores que entraban por las ventanas.  Superstición o no, somos de una cultura milenaria y tenemos nuestras propias creencias y sucedió eso que me postró. El 29 de junio de ese mismo año, en un autobús de los de Barra Álamo, íbamos a una clausura y en una curva el autobús se volcó y ahí falleció mi esposa y otros dos compañeros que habían estado conmigo en la lucha. Dicen que mis contrarios bailaron de gusto, pero que comentaron que no querían a la señora sino a mí. Así fue el rencor que desperté por querer hacer las cosas de otra forma. Hoy todo está tranquilo. Las regiones atomizadas para mejor control.
Todas esas vicisitudes vinieron a destruir  todo lo que había pensado y planeado hacer para bien de los pueblos indígenas a la cual yo pertenezco. Las ganas que tenía de trabajar en las zonas indígenas llevando la educación según mis conocimientos se fueron acabando. Los deseos se deterioraron totalmente por la pérdida de mi compañera que he amado siempre, y regresar a trabajar, ya no fue lo mismo, nunca fue lo mismo. Así transcurrieron los días y los meses, y por otros problemas de tipo familiar, en 1992, me vine a Xalapa, porque me habían prometido que me iban a dar un lugar aquí en la Secretaría. Me vine sin mucha esperanza, incrédulo de todas las promesas que me habían hecho para que dejara las cosas como mis opositores querían en detrimento de la educación. Me prometieron muchas cosas, como siempre, en las políticas siempre prometen, pero nunca cumplen, pero bueno, al menos llegué al Departamento de Educación Indígena en aquel entonces. Me dieron una mesa para que invernara, supongo; allí me congelé. En ese lugar estuve rememorando toda mi vida, los hechos acaecidos, y ya después de no querer pensar lo mismo y de no tener otra cosa que hacer, me puse a escribir, ese fue el principio de la escritura,  a finales de1992.
Sobrepuesto y con nuevos bríos, Juan Hernández, prosigue:
Empecé escribiendo  en español  Eternidad de las hojas, que se publicó muy después. Yo tenía necesidad de salir de ese ambiente, de encierro físico al que estaba sometido, como si fuera una cárcel, un castigo, minimizado, reducido a un don nadie, y precisamente por eso empecé a escribir. Pero además, estaba yo en el Departamento de Educación Indígena, donde supuestamente los que estábamos asignados ahí teníamos que trabajar para la educación indígena y yo no estaba haciendo nada. Empecé a escribir, a escribir en mi lengua aborigen, y escribí Auatl iuan sitlalimej – Encinos y estrellas. Por cierto se publicó esa obra en un tiraje de 500 ejemplares, por el Gobierno del Estado, con el apoyo de la Antrop. Alicia Cerecedo. De la publicación del libro no queda ni uno solo, todos  los regalé. Seguí escribiendo, y mi idea era salir del anonimato, quería demostrar que no estaba derrotado y arrinconado como querían mis contrarios. Era sumamente difícil, porque en la Secretaría de Educación,  hay mucho talento, muchísimo talento, pero no es aprovechado como debe ser.  
Yo viví una rutina terrible, una rutina mortal, esa rutina traté de matarla escribiendo. Busqué el apoyo en CONACULTA, y en esa dependencia encontré respuestas. Solicité una beca de las que otorga y afortunadamente obtuve esa beca y con ese apoyo escribí Totomej intlajtol-La lengua de los pájaros, este libro tiene doble fortuna, es publicado por el Gobierno del Estado de Veracruz, y después es publicado por la SEP, para Rincones de lectura en un tiraje de 31300 ejemplares. Ahora es un libro de poemas que está en la biblioteca de los libros de lectura de secundarias, creo que en todas las secundarias está.
Con modestia pero orgulloso de sobreponerse a los avatares de la vida, expresa:
Como dije, yo quería salir del anonimato, por ello estaba participando para el premio Netzahualcoyotl de literaturas indígenas.  Totomej intlajtol-La lengua de los pájaros, fue el primer volumen de poesía que envié para concursar, pero no obtuvo el premio, pero me dijeron que había ocupado un buen lugar en esta convocatoria, y seguí persistiendo, tenía grandes deseos, quería ganarme el premio Netzahualcoyotl, el premio más grande y jugoso de las letras indígenas. Yo sentía la necesidad de ganar, porque de esta forma iba yo a salir de ese lugar sin nombre, de ese lugar donde me habían colocado mis detractores. Esto, tal vez es un poco jactancioso, pero la verdad, ese fue mi impulso, talvez  sea sólo una idea, pero me sentía  sumamente perseguido, sumamente golpeado. Por mi trabajo, por  mi vida,  yo quería decirle al mundo de que las cosas no eran así como se habían dicho.
Solicité otra beca soportado con un buen proyecto y me la volvieron a dar. Creo que mis proyectos eran  buenos, por eso es que me dieron otra vez la beca. Eso creo. Con ese apoyo escribí Chikome xochitl-Siete flor. Siete flor por su traducción literal. Sabemos que para escribir una obra hay que apegarse a normas de escritura, según cada género, pero escribir en lengua indígena, es un tanto mas difícil, porque aún no se consolida la gramática del náhuatl en mi caso. Por otro lado no tuve escuela de náhuatl, he ido aprendiendo a través de la práctica de la escritura. Pienso hasta la fecha que no son las mismas normas de escritura del español junto a alguna lengua indígena. Los ritmos los silencios, no son los mismos. Hasta la fecha tengo esa idea, tal vez sea una idea falsa, pero… No escribí con métrica, no escribí con rima. Tenía  que rimar tanto en lengua indígena como en lengua castellana, esto es sumamente difícil. Se escribe en lengua indígena, pero se escribe también en castellano. Se traduce, pero palabras y significados son duros de alcanzar. Y bien, empecé a escribir Siete flor, pero no tenía  idea clara de lo que estaba escribiendo porque mi idea primera, era escribir Chikomexochitl-Siete flor, pensando en la Deidad Maíz, porque el maíz es nuestra deidad, compuesta por siete elementos que nos sirven de sustento para la vida.  Igualmente, el desarrollo total del maíz, tiene siete  momentos para su crecimiento total. Primero es Xinachtli o sea la semilla, después es la siembra, después es el brote de la planta, el crecimiento de la planta; la espiga, el jilote,  la cosecha. Son siete momentos que tiene el maíz. Yo pensaba escribir esos siete momentos de manera poética. Pero,  el tiempo me estaba comiendo y mejor dejé esa escritura de los siete momentos del crecimiento del maíz y retomé otra cuestión. Pensé mejor que me era más fácil escribir sobre siete flores de origen mexicano que se han dado a conocer en el mundo, que han conquistado al mundo. Pero. Escribir pensando en la filosofía Azteca, que la vida de alguna de forma es efímera pero a la vez hermosa. Que la vida se debe ver de manera circular. La vida no es lineal como se ve ahorita. Tiene un nacimiento, un crecimiento, una muerte y su retorno al polvo. Es enero, marzo, abril mayo, junio, julio, agosto… y diciembre, ya se terminó el año. Es lineal el tiempo. Ahorita son las nueve de la mañana, al rato son las diez, once, doce, y es totalmente lineal. Acá no, acá la visión de vida es circular: nace, crece, se reproduce y muere y otra vez volver a buscar el nacimiento, por eso el maíz tiene siete momentos, desde que es semilla, después, se deposita en el seno de la tierra, nace, crece, florece y otra vez vuelve a nancer como semilla. De este libro de poemas Siete flor, pensé que primer plano pondría una flor, la flor de la vida, ésta flor es la espiga de maíz o Miauaxochitl. ¿Porqué la espiga de maíz? Porque la espiga de maíz nos trae alegría, nos trae la vida a través del grano que nos sirve de alimento. La semilla  con la que vivimos. Se dice que la semilla es nuestra sangre, es nuestro cuerpo, nuestra existencia, nuestra vida total. Para mí ese fue el primer poema, el principio, y de ahí escribí el otro poema,  tlatokxochitl, Flor de siembra que es la flor que sirve como ofrenda para adorar a la deidad Maíz. Después tlilxochitl o flor de vainilla.  kamojxochiltl o dalia, la flor representativa de la mexicanidad. Flor de México por excelencia. Toloaxochitl, la flor de toloache, flor escondida, flor obscura, una flor que sirve para el amor, pero nadie habla abiertamente de ella, pero muchos la conocen, nadie la nombra seguido, pero muchos la utilizan para retener el amor. Después escribí la flor de Nochebuena. Es una flor mexicana que ya es de todo el mundo, pero es de origen mexicano. Su nombre en náhuatl,  kuetlaxochitl. Para terminar con las siete flores, escribí, Flor de Muerto, la flor amarilla, la flor que nos ilumina el camino hacia la muerte. Sempoalxochitl. ¿Y por qué escribí siete flores? Porque en la visión antigua, los puntos cardinales son siete; norte, sur, este y oeste, pero hay un quinto punto cardinal que es el lugar en donde estamos sentados o parados, pero hay otros puntos. Uno es el que está allá arriba, el cielo y el otro es el que está en el inframundo, allá abajo, sumando son siete. Escogí siete como un número simbólico, mágico. Los mexicanos somos adoradores, tanto de la muerte como adoradores de la flor y también de los números. Nos gustan tanto las flores, los colores de las flores, la variedad de las flores, como de la hermosura de las mujeres. Somos adoradores de esas bellezas. Por eso escogí siete flores, para mí,  simbólicas, todas de alguna manera sagradas. Siete flores. Escribí siete flores, por cada flor escribí siete poemas, por cada poema escribí siete versos. Son siete flores, siete poemas, siete versos y esto es  Chikomexochitl. Y con este libro de poemas obtuve en 2006, el Premio Netzahualcoyotl. Tal vez está muy bien estructurado. Tiene muchísimas imágenes, no se, pero a mi me gusta mucho. Tiene ritmo y una construcción arquitectónica que le da vida diría yo. Se maneja un número, un número sagrado que es el siete.
Después escribí Tlatlatok tetl, Piedra Incendiada. Con este poemario obtuve el Premio continental “Canto de América” de lenguas indígenas. Premio internacional. A título personal, yo no lo creía, pero estos premios me han traído bastantes, bastantes satisfacciones. Andaba yo totalmente quebrado por todos lados y  esto me vino a ayudar bastante, bastante para sacar a mis hijos adelante. Con esto los ayudé para que terminaran sus carreras. Actualmente tengo escritos con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte; porque ahora soy miembro de SNCA. He escrito Tlalxiktli-Ombligo de la tierra, un libro de poemas erótico-amoroso, que está inédito. He escrito un libro de cuentos, mitos y leyendas de mi tierra de origen, todo en náhuatl con su traducción al español. También está inédito y se llama la Ciudad de piedra Tealtepetl. Tengo un libro de poemas infantiles, tengo otro de Haikus, y Viaje al corazón del polvo,  escritos en español.
Casi para concluir, no por falta de tiempo sino por la infinidad de ideas que le surgen al poeta, comparte inquietudes:
Hace un poco más de tres años me jubilé como maestro de Educación Indígena, por eso hoy tengo más tiempo para escribir. Esto es a grandes mi historia.
Promover la escritura indígena es sumamente importante por su inminente desaparición de las lenguas por la falta de atención política y educativa. Promoverla a través de los medios de difusión, como ustedes lo hacen con el periódico tlanestli, que a mí me parece un periódico muy bueno por sus características y creo que es una buena manera de fomentar tanto la escritura como la lectura de todas las lenguas en el estado de Veracruz. Las editoriales del gobierno y de la U V, también deben tener ingerencia en la difusión de las lenguas a través de publicaciones, dándole valor e importancia a la diversidad de culturas en el estado. El estado de Veracruz tiene más de doce lenguas registradas, sin embargo estas lenguas siguen estando escondidas, invisibles para la mayor parte del público.
El poeta concluye:
Se le tiene que dar atención a la escritura de las lenguas indígenas. Por ejemplo, si se publica un libro de lenguas indígenas, el tiraje es totalmente pequeño; 500 ejemplares ¿a cuántas gente podría llegar? Por otra parte, tenemos una Universidad que su prestigio lo vive a través de las literaturas clásicas. Reconocemos que ha publicado muchísima obra, claro, ha publicado obras de autores de alto reconocimiento, pero, ¿y para las lenguas indígenas dónde está la universalidad de la universidad? Yo no sé. Creo que universidad habla del universo y el universo no nada más es el castellano. El universo literario también es el de las lenguas indígenas y hasta ahora, yo no veo que la universidad haya publicado alguna obra en lengua indígena actual, una lengua viva. Apenas acaba de publicar Chopancuicatl, lengua nahuatl, pero es un náhuatl clásico, dirigido sólo para especialistas. Por ahora, se necesita una literatura  para el pueblo.
Antes de despedirnos, le agradecemos al Poeta Náhuatl, compartir para Usted lector de Tlanestli, parte de sus vivencias, aquello que dio origen a su obra: vicisitudes inherentes a su creatividad literaria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

solo eres un aprovechado, si realmente hubieras tenido visión de lo que hacías hubieras inspirado a muchos. Hoy solo eres el recuerdo de un pasado oculto, cuando limpies tu espíritu te encontraras a ti mismo y dejaras de ser victima. Recuerda la verdad solo se oculta por un tiempo todos tenemos un lugar en la historia.