miércoles, 27 de junio de 2012

Educación, valores y género.

Por: Mario Jesús Hernández Pérez
La educación, los valores y el género, son aspectos que se entrelazan entre sí. Partiendo que la educación es un proceso de toda la vida,  que puede ser formal o informal; con la existencia de una escuela tradicional, que es rígida y que se resiste al cambio; pero a la vez existe la propuesta de una escuela activa, que se convierta en un espacio de interacción del aprendizaje lúdico. Los valores forman parte de esta expresión, cómo una creación de la acción e interacción humana; con una fuente de valores conformada por la familia, la iglesia, la sociedad, la escuela; los valores se organizan en orden de preferencia o deseabilidad, con esa jerarquía de valores, se transita de una valoración a otra, que cambia cuando se hacen procesos de aprendizaje.
Por su parte, el género concibe la construcción cultural de los cuerpos sexuados, con la interpretación simbólica de la diferencia sexual. Así lo masculino y lo femenino corresponden a exigencias sociales, con un binarismo sexual: hombres y mujeres, donde no se toma en cuenta la biología interna. Se da una explicación de la organización social, de las relaciones entre los sexos; la desigualdad en la relación hombres y mujeres, es una situación producto de un proceso histórico-social que es posible transformar.
El feminismo como un proceso de emancipación de la mujer, que busca la equidad de género, también ha aportado elementos importantes a la educación. En primer lugar,  desde el punto de vista de Graciela Hierro, logrando la creación de la escuela mixta; reconociendo la diferencia sexual y las distintas posibilidades de realización. Trabajando con los docentes, para que el crecimiento sea equitativo entre hombres y mujeres, buscando pasar de una domesticación, a una educación; contribuyendo a transformar el imaginario cultural de las relaciones entre hombres y mujeres; así cómo que los hombres privilegien su posición de género, pues muchas veces no quedan exentos de pagar los costos sobre la expresión de afectos, dolores, emociones, que los hace caer en conductas escapista como el alcoholismo, las drogas, al ser reprimida toda su afectividad.
Otro aspecto importante que se debe destacar, es el aspecto jurídico que protege actualmente a la mujer, pero que muchas veces por desconocimiento, ignorancia, por patrones culturales arraigados e inflexibles, y por falta de una educación que inicie desde la familia, continúe en la escuela y se consolide en las relaciones sociales de los individuos,  consolidados a través de los valores y la determinación de la transformación de la conciencia individual y particular de hombres y mujeres, que no se ajustan a la realidad del entorno social.
De esta manera el Derecho familiar, que se refiere a las relaciones personales y patrimoniales de la familia con respecto a terceros; el Derecho Laboral, que regula la actividad productiva de los individuos, busca la equidad de oportunidades, trabajo y salario entre hombres y mujeres; el Derecho Penal, que ha elevado las penas para aquellos que agreden a las mujeres o a los hombres con violencia intrafamiliar. Aquí debemos destacar, cómo siguen siendo más recurrentes las agresiones de hombres a mujeres, que de las mujeres a los hombres, situación que no se denuncia regularmente, porque el hombre juega un papel de dominio ante la sociedad lo que limita la posibilidad de dar a conocer estos casos.
Como no existía una relación social entre los hombres y las mujeres, este actuar social de ambos grupos ha terminado llevando a ambos, a buscar un falso dominio de uno sobre el otro, generalmente del hombre sobre la mujer; este dominio tiene un antecedente histórico, en donde las tradiciones y las costumbres de la sociedad se arraigan y no es posible  romperlas con facilidad; teorías, modelos, corrientes, enfoques, paradigmas, todos falaces, rígidos, tradicionales, etc., que solo perpetúan un sistema de valores que debe ser transformado.
Si en el ámbito social, factores como la ética o el amor, se convirtieran en elementos de cambio de la mentalidad de los individuos, podríamos aspirar a lograr estadios de conciencia más elevados, esto generaría un cambio en las relaciones entre los individuos; el género solo sería un elemento biológico para definir otro tipo de condiciones, en todo este complejo proceso de transformación y cambio. Generar un nuevo paradigma social, que sea incluyente de la equidad de género, las manifestaciones y preferencias sexuales de las personas, sería el eslabón con el cual estaríamos dando un paso importante para alcanzar el equilibrio social. Los conceptos de lo masculino y femenino, no pueden quedar solo circunscritos dentro de las cuestiones de género; porque se ha definido al hombre como especie, como un ente biológico que dentro de su aspecto mental y psicológico, posee en el cerebro los dos hemisferios: el masculino y el femenino; y que son determinantes en la formación de sus estadios mentales, a través de la inteligencia y la razón, como parte de sus características innatas, y que se constituyen en parte de la esencia y articulación del cuerpo, el alma y el espíritu, con la existencia de un ser supremo.
Generar una nueva manera de pensar de los individuos es un reto del género humano, hoy estamos en camino; incorporando a nuestro discurso esquemas como los que nos vierten Savater, Gurméndez, Martínez y Walsh, estaremos buscando contribuir en esa misión compleja pero no imposible. Así también, como lo expresó la luchadora social Agnes: el concepto de las mujeres, la dignidad humana desde la perspectiva de modificar las cosas, el respeto a los demás por el lenguaje, la concepción de la vida, el cambio de la vida democrática, deben tomarse como premisas de lucha, en una sociedad agotada y en crisis en sus valores y en sus relaciones entre los individuos.
Actuemos, es el momento, cambiemos nuestra concepción de la relación social entre las mujeres y los hombres, con los grupos de preferencias sexuales diferentes, con los indígenas; que la educación nos dé las herramientas para encontrar ese cambio. Urge una transformación del pensamiento, de nuestro actuar.
Cuando se expresa inconformidad con el sistema, la sociedad, la escuela, la religión, estamos en un proceso de transformación, como lo expresa Ferguson (1989); pero esa transformación no será únicamente del individuo, tendrá que manifestar un cambio en su relación social; así por ejemplo la diferencia entre un hombre y una mujer no será simplemente por su sexo. Cualquier manifestación diferente en la sexualidad ¿tendrá que ser cuestionada por una sociedad en crisis de valores, que le falta fortalecer la espiritualidad, a la familia, a la educación? Quizás, podamos buscar una trasformación, pero ésta debe ser en la conciencia de los individuos, en la conciencia de la sociedad misma. La educación tendrá que jugar un papel determinante, para que los individuos encuentren que hay una posibilidad de convivencia social, de hacerlo armónicamente, rompiendo paradigmas, esquemas rígidos y obsoletos ante el dinamismo de un mundo en constante cambio, y que lo hace a un ritmo vertiginoso.  Hoy es el día, juntos lo lograremos.


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